viernes, 9 de octubre de 2015

Extrañas similitudes.

Publicado en la Edición Impresa de Guay del Paraguay. Septiembre 2014.
Cien años después del comienzo de la Primera Guerra Mundial.
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Queridos todos, soy consciente de que mi percepción sobre el fútbol levantó alguna ampolla. Pese a todo me reafirmo en mi opinión, palabra por palabra. Con el Mundial de Fútbol de Brasil en la memoria, pensad en lo que leímos y vimos aquellos días. Y entenderéis por qué el ser humano alcanza cotas que denominaré de ‘absurdo absoluto’.
España fue de las primeras selecciones en venirse a casa, tras un ridículo descomunal (no sé si existe precedente, poco importa). Pues bien, al día siguiente de su eliminación, leyendo algunos artículos, me sorprendieron dos cosas, una, a lo que dedicaron el tiempo en el avión de vuelta, a jugar al parchís. Dos, al llegar a Madrid, se mostraron distantes con la gente, despectivos. Conclusión: Incultos y mercenarios de la peor especie.
Otra de las cosas sorprendentes fue el odio que – con las masas convenientemente agitadas y manipuladas – aflora irracionalmente. ¡Las barbaridades que pude leer en medios varios! Incluidos los Estadounidenses, donde no existe una tradición futbolística. La eliminación de Brasil por seis goles de diferencia generó ríos de tinta, comentarios racistas y despectivos, que venían de periodistas nativos de países que ni tan siquiera estaban en la fase final del Mundial. ‘Es nuestra oportunidad de sentirnos superiores, de mofarnos de estos lelos’.
Dicho lo anterior, me viene a la cabeza el Centenario del comienzo de la Primera Guerra Mundial. Creo ver cierta similitud entre la rivalidad futbolística entre naciones y el despropósito de una guerra. Es tan fácil provocar disturbios cuando Messi no marca un gol, que, si durante meses te han dicho que eres nativo de un país donde los hombres son mucho más inteligentes y con potencial para dominar al mundo, convencerte para que te metas en una trinchera llena de chinches y con menos de veinte años te mueras en medio del caos absoluto sin pena ni gloria, debe ser coser y cantar. Recordad que la guerra estaba alentada por el nacionalismo más exacerbado.
Empiezo a divagar y tengo que recomendaros un libro. Puesto que he mencionado la Gran Guerra, os recomiendo que leáis ‘Nos vemos allá arriba’ de Pierre Lemaitre. Sin ser una pieza literaria que vaya a pasar a la historia (a pesar de haber ganado el Premio Goncourt), es un libro que intenta reflejar los males que aquejaban a la sociedad de post-guerra y que – cien años después – son tan cotidianos que ya ni reparamos en ellos. Los falsos héroes, las generaciones perdidas y lo que se esconde de miserable en toda gran gesta.
Feliz vuelta al trabajo a todos y por favor, leed, leed, leed. Es clave para seguir apostando por un mundo mejor.



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