Me pierden los museos, me pasaría horas y horas entre cuadros y obras de arte. Especialmente las llevadas a cabo antes - más o menos - de la primera mitad del siglo XX. A partir de ese momento me cuesta verle el punto a la obra. No dudo de su valor, pero me parece algo contaminado por las ideas de cuatro listos. Muy simple la conclusión, lo sé, pero es que me anclé en la Edad Media y no hay forma de salir de la sima. Me fagocita constantemente. Es más, he ido varias veces en las últimas semanas al Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid, con la intención de despedirme de la exposición de Balthus (acaba el 26 de mayo), y acabo SIEMPRE en la tercera planta viendo cuadros góticos, un desastre. Veo que se llevan los cuadros de Balthus y no les digo adiós. Haré un par de intentos más, pero ya me dibujo a mi misma en las salas donde se despliega el talento de los pintores de los siglos XV y XVI, flamencos, neerlandeses, españoles, italianos...
Justo ayer, cuando estaba en la tercera planta del museo, observando el canon de belleza del Renacimiento Italiano de la mano de una de las obras maestras que se exhiben en este museo, 'Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni' de Domenico Ghirlandaio, por la que viajan a Madrid especialistas de todo el mundo, me dio por elucubrar sobre lo lejísimos que estamos los latinos del mundo nórdico europeo. En el ámbito latino incluyo a Italia, Francia, Portugal y España. La sutileza de la belleza es mucho más ambigua en el sur, el arte nórdico es más directo, y también menos amable. El reflejo de esto está en la hipocresía, en el sur es más - igualmente - sutil, hay que leer y observar entre la maraña de despropósitos para comprender toda la verdad de lo que sucede.
Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni
1489 - 1490
(Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid)
Prestemos atención al 'Retrato de un hombre joven orante' de Hans Memling, no hay nada idealizado, estoy segura que este individuo era así tal cual.
Retrato de un hombre joven orante (anverso)
hacia 1485
hacia 1485
(Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid)
Me atrevo a aventurar que Giovanna era más fea que picio, y que cualquier parecido con el retrato es pura coincidencia. Creo que ya se vislumbraba en el horizonte el horror que sienten los protestantes a la mentira, el peor de los pecados. A nosotros lo de mentir nos trae al fresco, ir a una reunión, cerrar un acuerdo con unos términos, y posteriormente hacer lo que nos venga en gana, es algo tan nuestro como el mar Mediterráneo. Disfrazar la personalidad de una dama del siglo XV con una delicadeza que - tal vez - no poseía es un pecadillo menor que carece de trascendencia. Se tergiversan un poco los acontecimientos, se disfraza la verdad con mentira y listo... ¡Tenemos lo que queríamos! Un poco más de rigor no nos hubiera venido mal, porque potencial intelectual tenemos. No creo que nuestras desventuras históricas tengan que ver con el poco apego al trabajo, mochuelo colgado por nuestros vecinos del norte, más bien con nuestra escasa capacidad para aportar algo de rigor a la vida cotidiana.
Como todo es susceptible de cambiarse al hilo de lo que vayan echándonos, sin más guía que nuestro propio poco sentido común, somos - esto sin ninguna duda - mucho más felices. Nuestros compañeros de viaje continentales son lúgubres como ellos solos, sólo están contentos cuando beben como animales en Salou o en Benidorm, y se disfrazan de cosmopolitas de playa, luciendo un bronceado rojo chamuscado por zonas. Que no tenemos nada que ver, vaya. Esto ya se veía venir en el siglo XV, vislumbrar las decenas de guerras por las que hemos pasado era algo obvio, se mascaba la tragedia en el ambiente. En el Thyssen está la prueba.
Aprovechándose de que a los Europeos les gusta más el sol que a un tonto un lápiz, nuestra amiga Carmen Cervera le echó el guante, hace ya 34 años, a Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, prototipo de holandés aburrido seducido por la costa del sol y poseedor de una colección de arte de valor incalculable que - gracias a los buenos oficios de Carmen - fue comprada por el Estado Español en 1992.
A su vez Carmen Cervera, con el dinero de la familia Thyssen, claro, compró sus propios cuadros, una colección también soberbia que se puede ver en gran parte en el museo de Madrid. Os la recomiendo, las obras están escogidas por alguien que sabe muchísimo de arte y además cuenta con recursos económicos sustanciosos. El sueño de toda persona a la que le gusta rodearse de cultura y belleza. Su gran aportación cultural a Madrid son los cuadros de pintores de las vanguardias europeas del siglo XX, Kandinsky, Picasso, Munch, Juan Gris, Vlaminck, Léger, Hopper... Y pintores españoles de los siglos XIX y XX a los que han hecho sombra injustamente otros artistas europeos de muchísima menor valía, a saber, Anglada Camarasa, Joaquín Sunyer, Dario de Regollos, Ignacio de Zuloaga... Esto entre otros muchos cuadros, de otras épocas, países y estilos.
La colección de Carmen Cervera (Thyssen) está actualmente en depósito en el Museo Thyssen a la espera de que los burócratas españoles (políticos de medio pelo movidos por su incultura y necedad) decidan qué hacer. Y aquí nos topamos con el desastre... Si dios no lo remedia, los cuadros abandonarán Madrid con destino desconocido. Nos lo merecemos, por idiotas. Yo sé que no es un tema de interés general, ni salva vidas, ni supone un antes y un después en la vida del español medio, no deja de ser un chascarrillo mal contado en las revistas del corazón y manipulado con fines funestos en los diarios de mayor calado, que nos muestran a una Carmen Cervera con un pasado de mujer de la vida imposible de olvidar. El pasado de las mujeres se tapa o sale a la luz en función de lo que convenga y de la ideología de la fémina en cuestión. En el caso concreto que nos ocupa, a Carmen Cervera NO se le puede perdonar. Es más, su apego por el sexo la convierte en una idiota, una inculta, alguien de poco fundamento.
Nadie con las características con que la pintan hubiese juntado tan tremenda colección de obras. Es verdad que ha tenido ayuda y dinero, pero hay muchos otros que parten de situaciones más ventajosas y no les da por esto, ni por nada... Sólo por comprar coches de lujo, joyas y viajar en yates con mujeres u hombres jóvenes. Por eso, mofarse de Carmen Cervera me parece un insulto propio de mentes blandas. Esta mujer ha hecho por España más que todos los imbéciles que viajan con avión y coche oficial y que no saben ni quién es Velázquez.
Y aquí volvemos al alma latina, y a su sutileza hipócrita. Porque no todo es bueno aquí, obviamente. Hay un grupo de periodistas y burócratas que se levantan cada mañana a pintar a una mecenas del arte con sus peores galas, al contrario que a Guiovanna degli Albizzi, pero con la mista ambigüedad sin rigor que tan funestos resultados nos ha dado.
Para rematar el clavo, tenemos - justo al lado de un Museo que tiene su sede en Madrid gracias a ella - una plaza con el nombre de Margaret Thatcher, una mujer que odiaba a España y que hizo todo lo que estuvo en su mano para perjudicarnos. Y ahora, sí que sí, sólo nos queda atrincherarnos entre las obras de Carmen Cervera y llorar de impotencia.
Leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones.
M.
Como todo es susceptible de cambiarse al hilo de lo que vayan echándonos, sin más guía que nuestro propio poco sentido común, somos - esto sin ninguna duda - mucho más felices. Nuestros compañeros de viaje continentales son lúgubres como ellos solos, sólo están contentos cuando beben como animales en Salou o en Benidorm, y se disfrazan de cosmopolitas de playa, luciendo un bronceado rojo chamuscado por zonas. Que no tenemos nada que ver, vaya. Esto ya se veía venir en el siglo XV, vislumbrar las decenas de guerras por las que hemos pasado era algo obvio, se mascaba la tragedia en el ambiente. En el Thyssen está la prueba.
Aprovechándose de que a los Europeos les gusta más el sol que a un tonto un lápiz, nuestra amiga Carmen Cervera le echó el guante, hace ya 34 años, a Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, prototipo de holandés aburrido seducido por la costa del sol y poseedor de una colección de arte de valor incalculable que - gracias a los buenos oficios de Carmen - fue comprada por el Estado Español en 1992.
A su vez Carmen Cervera, con el dinero de la familia Thyssen, claro, compró sus propios cuadros, una colección también soberbia que se puede ver en gran parte en el museo de Madrid. Os la recomiendo, las obras están escogidas por alguien que sabe muchísimo de arte y además cuenta con recursos económicos sustanciosos. El sueño de toda persona a la que le gusta rodearse de cultura y belleza. Su gran aportación cultural a Madrid son los cuadros de pintores de las vanguardias europeas del siglo XX, Kandinsky, Picasso, Munch, Juan Gris, Vlaminck, Léger, Hopper... Y pintores españoles de los siglos XIX y XX a los que han hecho sombra injustamente otros artistas europeos de muchísima menor valía, a saber, Anglada Camarasa, Joaquín Sunyer, Dario de Regollos, Ignacio de Zuloaga... Esto entre otros muchos cuadros, de otras épocas, países y estilos.
La colección de Carmen Cervera (Thyssen) está actualmente en depósito en el Museo Thyssen a la espera de que los burócratas españoles (políticos de medio pelo movidos por su incultura y necedad) decidan qué hacer. Y aquí nos topamos con el desastre... Si dios no lo remedia, los cuadros abandonarán Madrid con destino desconocido. Nos lo merecemos, por idiotas. Yo sé que no es un tema de interés general, ni salva vidas, ni supone un antes y un después en la vida del español medio, no deja de ser un chascarrillo mal contado en las revistas del corazón y manipulado con fines funestos en los diarios de mayor calado, que nos muestran a una Carmen Cervera con un pasado de mujer de la vida imposible de olvidar. El pasado de las mujeres se tapa o sale a la luz en función de lo que convenga y de la ideología de la fémina en cuestión. En el caso concreto que nos ocupa, a Carmen Cervera NO se le puede perdonar. Es más, su apego por el sexo la convierte en una idiota, una inculta, alguien de poco fundamento.
Nadie con las características con que la pintan hubiese juntado tan tremenda colección de obras. Es verdad que ha tenido ayuda y dinero, pero hay muchos otros que parten de situaciones más ventajosas y no les da por esto, ni por nada... Sólo por comprar coches de lujo, joyas y viajar en yates con mujeres u hombres jóvenes. Por eso, mofarse de Carmen Cervera me parece un insulto propio de mentes blandas. Esta mujer ha hecho por España más que todos los imbéciles que viajan con avión y coche oficial y que no saben ni quién es Velázquez.
Y aquí volvemos al alma latina, y a su sutileza hipócrita. Porque no todo es bueno aquí, obviamente. Hay un grupo de periodistas y burócratas que se levantan cada mañana a pintar a una mecenas del arte con sus peores galas, al contrario que a Guiovanna degli Albizzi, pero con la mista ambigüedad sin rigor que tan funestos resultados nos ha dado.
Para rematar el clavo, tenemos - justo al lado de un Museo que tiene su sede en Madrid gracias a ella - una plaza con el nombre de Margaret Thatcher, una mujer que odiaba a España y que hizo todo lo que estuvo en su mano para perjudicarnos. Y ahora, sí que sí, sólo nos queda atrincherarnos entre las obras de Carmen Cervera y llorar de impotencia.
Leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones.
M.