sábado, 23 de noviembre de 2019

Velázquez, el Cuadro y la Eternidad.

Viernes 15 de noviembre, estreno del documental 'El Cuadro', de Andrés Sanz en el Auditorio del Museo Nacional del Prado, en Madrid. Casi dos horas de monólogos entrelazados que giran entorno a una pintura, un cuadro, una obra maestra, 'Las Meninas' de Diego Velázquez. Probablemente la obra de arte más importante de la historia y - sin duda - la cumbre del barroco español. El reflejo más fiel del relumbre y caída de la monarquía de los Austrias españoles. Sí, lo sé, uno de mis temas recurrentes. 


Las Meninas (1656)
Diego Velázquez (Museo Nacional de Prado)

Era necesario crear un halo de misterio sobre el pintor y su obra. Sobre la vida de un hombre hermético (Velázquez) y su relación con Felipe IV (1621-1665), como monarca de un imperio en decadencia y verdadero fundador de la pinacoteca. Sí, el Museo del Prado lo fundó él, dando forma a una colección de pintura - ya en el siglo XVII - que no tenía comparación con ninguna. El monarca era un artista en potencia, un entendido en arte y un mecenas. Un hombre sensible que vio, con una claridad incontestable, que Velázquez era un genio de los que sólo aparecen muy de vez en cuando, en su caso es posible que no haya habido otro. Y de eso no se dieron cuenta los impresionistas franceses del siglo XIX, esto lo vio Felipe IV la primera vez que observó la rabia y la destreza con la que pintaba, resolviendo los detalles con escasas pinceladas, dejando flotar el aire entre las rendijas y los personajes. Sí, el tándem perfecto, el rey y su pintor de cámara. Un monarca que no era tan decadente, porque, gracias a él, El Prado ocupa un lugar dentro de lo sublime e irrepetible, gracias a él, aun hoy, podemos mostrar al mundo un espejo de misterio, un cuadro que encierra un mensaje oculto... ¿Cuál? De eso se trata, no tenemos ni idea. Y ese es el mensaje central del documental 'El Cuadro', lo mágico de la obra, sin saber exactamente dónde reside la clave, ni en qué faceta debemos fijarnos para desentrañarla. ¿Es la historia de la Infanta Margarita - actriz principal de la obra -, es el momento histórico en el que se pintó, la disposición del resto de actores tanto en el cuadro como el la corte, la perspectiva innovadora, el tiempo récord que tardó en pintarlo (cuatro meses), lo que hay al otro lado, es decir donde estamos nosotros, los que miramos, y que se supone que es lo que pintaba Velázquez, los reyes que se reflejan en un espejo de forma imposible, el punto de luz...? Incluso puede que no haya misterio y - simplemente - hayamos creado un castillo con un grano de arena.

Esta es la trama del documental, y para ello prestan su testimonio y sus vivencias pintores (como Antonio López), arquitectos, conservadores del Museo del Prado y del Metropolitan de Nueva York, escritores, y sobre todo estudiosos de su obra, destacan dos, Francisco Calvo Serraller, y el mayor conocedor y estudioso de la obra de Velázquez, Jonathan Brown. Una mezcla sugerente y completamente recomendable. Los 'monologuistas' llegan a transmitir su admiración con tanta vehemencia que hay momentos en los que llegas a emocionarte de verdad, al ser consciente de la suerte que tienes por poder contemplar el lienzo en Madrid, no sólo una vez, sino tantas como tu espíritu rebelde te pida. En cada ocasión en la que se busque sosiego y vértigo simultáneamente.

Nos observan, en silencio, trescientos setenta años de historia de España, y del mundo. Porque desde que Velázquez murió, en 1660, el arte comenzó, al principio tímidamente y desde la segunda mitad del siglo XX de forma trepidante, un descenso hacia el infierno, hacia la bazofia. Una variante del asco, una historia de decadencia, de caída libre. Encumbrando a pintores mediocres de forma inconcebible, llegando a un punto - ahora - en el que lo que 'vende' son las ideas disparatadas, no hay material, no hay artista, sólo un vendedor de tendencias, de ideas que agradan a mecenas. Ocurre que - al menos en Europa, pero sobre todo en España - los mecenas son políticos, cuyo conocimiento del arte se reduce a mirar cuadros de reojo, mientras degustan canapés en eventos pagados por el sufrido contribuyente. 

Esta espiral de sinrazón alcanzó cotas de risa cuando una limpiadora tiró a la basura una bolsa que estaba en medio de una de las salas del Museo Bolzano de Milán, pensando que era propiamente basura (lo que era), cuando en realidad era una obra de arte. Y ¡sorpresa! el objetivo del artista era mostrar la corrupción política. ¡Qué sutil mensaje, qué originalidad! Tan turbio es el mundo artístico ahora que, cuando se inaugura una feria como Arco, los artistas enseguida buscan vender su obra como una provocación, no prima la calidad, ni la mano de obra, ni la emoción que te embargará al enfrentarte a ella. Hay que brillar por medio de las palabras cargadas de vacío, no de la propia pieza que se muestra al público. ¿De qué hablamos entonces, de literatura hueca o de vacío sublime? Esta es la pregunta.

Al contemplar 'Las Meninas' desde lejos, desde el emplazamiento del retrato ecuestre de Carlos I de Tiziano, el silencio te habla y te emociona. Velázquez ha conseguido mantenernos en vilo cientos de años. Nadie ha conseguido explicar por dónde escapa el aire de sus cuadros, tampoco damos con la clave de su mensaje. Él fue capaz de verter en su obra lo que él fue, un hombre hermético. Y lo que vivió, un momento de la historia de España increíblemente fértil culturalmente, pero terriblemente incierto en lo político. 

Me pregunto qué quedará de las obras de Arco dentro de trescientos años, o de las de cualquier museo de arte contemporáneo que apueste por cabezas cortadas, leños y piedras que supuran aceite, colas de caballo llenas de cera o ataúdes de cristal llenos de flores... Por citar algunos ejemplos reales. 

Pero sí sé que 'Las Meninas' nos acompañarán hacia la eternidad, no importa cuan larga sea, o cuan cerca esté el final. Porque encierra la clave del vacío sublime, del aire que escapa, como nuestra propia vida, en busca de algo eterno que nos explique la clave de no sabemos qué.

Leed mucho y - si tenéis oportunidad - ved el documental de 'El Cuadro'.
M.


domingo, 3 de noviembre de 2019

El último emperador, pintores flamencos y una manzanilla en el Museo del Prado.

He llegado a una conclusión rotunda, una revelación. Imagino que la sensación debe ser semejante a la que siente un científico de la NASA cuando descubre una galaxia, un exoplaneta, una nueva estrella o agua en Marte. La conclusión es la siguiente, a los norteamericanos les molan los emperadores. Cualquier acción al respecto de un personaje que haya ostentado esta dignidad, es objeto de un estudio chusquero por su parte. No vale reírse, porque esto es un tema que requiere la mayor seriedad, es una pauta de comportamiento preocupante y que demanda un estudio en profundidad. Si esta obsesión se diera en Albania, no pasaría nada. Pero Estados Unidos nos vende todas sus paranoias, y como no solemos filtrar lo que nos cuentan, alguien debe tomar las riendas de tan delirante obsesión.

Por favor, no hay que tomar esto a broma. Es un delirio que puede extenderse como la viruela.

Repasemos, hemos visto en el cine/televisión: 'El último emperador' (Puyi), 'El último samurai' (en este caso el que se extinguía era el samurái, y llegaba el emperador, que era malísimo y medio idiota, según la versión de Hollywood), 'Kungfu' y su querido amigo el Pequeño Saltamontes (con una turbia historia de asesinato del sobrino del emperador chino)… Por citar sólo tres. Todos ellos, por rocambolesca que sea la historia que traten, palidecen ante el despliegue de armaduras y lanzas que puede verse hasta el 5 de enero de 2020 en el Metropolitan de Nueva York, con objeto de la exposición 'El último caballero'. Mayor despropósito y manipulación histórica no se ha conocido. Esta es la razón por la que afirmaba al principio que la obsesión de los estadounidenses por los emperadores tiene algo de paranoia enfermiza rayando el desconocimiento más ridículo. Asumo que es por la cultura del espectáculo, de la que todos somos víctimas. O por no dejar que la Leyenda Negra española caiga en el olvido.

Vamos por partes.


Un viaje a Nueva York en otoño, más con 25º de temperatura y sol todo el día, es completamente recomendable. Una delicia para los sentidos y para la mente. Huir del despropósito peninsular es una bendición, un gasto del que cuesta recuperarse, pero completamente justificado. Una vez allí, sólo resta pasear y observar. Uno de los mejores sitios para ello es el Metropolitan (MET), un gigantesco museo con todo tipo de cachivaches de todas las épocas y culturas de la humanidad. Increíble expolio el llevado a cabo (son dignos herederos de sus hermanos británicos), no hay civilización - por poco influyente que fuera - que no tenga su salita en este museo. También hay pintura y escultura, sobre todo europea, y - cómo no - exposiciones temporales. La entrada cuesta 25 dólares, pero puedes acceder durante tres días. Falta tiempo, cuando se cogen las riendas de la cultura - como ha sido el caso de los Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial - hay que mostrar al mundo todo lo que se tiene sin rubor. Otra digna herencia, esta del protestantismo y su afán por no ocultar la riqueza, como una bendición de dios. 

Este octubre del 2019, dos de estas exposiciones eran, la ya mencionada de 'El último caballero', y 'Alabando a los pintores flamencos', otro increíble ejemplo de manipulación sin precedentes. Con lenguaje dañino y torticero. Volveré a esta muestra, pero vamos a desvelar la identidad de nuestro último caballero, un EMPERADOR, claro, el último de Sacro Imperio Romano Germánico, según la versión del MET, Maximiliano I (1459-1519).


Maximiliano I de Habsburgo 
(1459-1519)

Detalles importantes para comprender la manipulación, uno la fecha de su muerte 1519. Dos, sus raíces germánicas y su centro de operaciones, el norte de Europa. Ya está. El último emperador Maximiliano es el estertor glorioso de una época que declina, para dar comienzo a otra más esplendorosa, la de los príncipes alemanes protestantes a los que Lutero leyó el pensamiento y dio voz en 1517, dos años antes de la muerte de nuestro emperador. Porque para los habitantes del norte de Europa, de los que los norteamericanos son dignísimos herederos, Carlos V, como español y católico, NUNCA fue emperador. No solo no lo matizan, simplemente niegan su existencia. En todo momento, a lo largo de la exposición, cuando mencionan al nieto de Maximiliano I, es decir, a Carlos I de España y V del Sacro Imperio, se refieren a él como rey de España. Los emperadores, cuando existen y se les menciona, deben ser a imagen y semejanza de una película de Hollywood, al servicio de una idea que divide la historia en dos, antes de 1517, y después.

Y si hay algo que es comercial, vendible y vistoso antes de 1517, como es el caso de esta muestra, se maquilla como si de un decorado monumental se tratase y se orienta hacia donde es menester. En realidad tal despropósito no cae en saco roto, los norteamericanos han sufrido adoctrinamiento toda su vida, y a la Edad Media - para ellos antes de separarse de las doctrinas de Roma - la denominan 'Dark Ages' (Tiempos oscuros). Este tipo de saraos, no hacen sino reafirmar aquello en lo que llevan creyendo quinientos años, si además - como parte de una obsesión hollywodiense - aparece un emperador, entran literalmente en el nirvana. 

Esta vez anexo como prueba una de las cartelas de la exposición donde habla de sus herederos.



Traduzcamos el segundo párrafo: "(...) Maximiliano buscó personalmente el bienestar de sus herederos. Los matrimonios que concertó tuvieron como consecuencia un aumento de la influencia de los Habsburgo en los asuntos políticos europeos. Su hijo (se refiere a Felipe el Hermoso) se convirtió en rey de Castilla, su nieto mayor (Carlos I) llegó a ser rey de España y gobernante de partes de Italia y Centroamérica, y su nieto más joven se convirtió en rey de Bohemia y Hungría (Fernando I) (...)

Ahí queda eso. Sin palabras. Carlos I NUNCA fue emperador. ¡Madre mía! Y al que refieren como su nieto más joven (Fernando I) tampoco. No salgo de mi asombro. ¿Cómo un museo como el MET puede incurrir en una manipulación histórica tan asquerosa? 

Puedo hacer mil matices a esta frase de la cartela, la primera de ellas es que la llegada al reino de Castilla de Felipe el Hermoso fue una mera casualidad, y que - en el momento de concertar su matrimonio - esto no estaba en el guion. La segunda es que liquida, como ya he dicho, no a un emperador, sino a dos.

Para engatusar al visitante, un despliegue de armaduras a cual más deslumbrante, banderas, libros y obras de arte, que muestran a un mecenas del arte y a un humanista que no fue. Sólo asistiendo a las batallas y guerras en las que se vio envuelto, debió restarle tiempo para cultivar todas las cualidades de las que le hacen merecedor. 

Ya en la senda de la manipulación más vil, se puede contemplar, también en el MET desde el 16 de Octubre hasta no se sabe cuando, 'Alabando a los pintores flamencos, la edad dorada de Rembrandt, Hals y Vermeer'. No hace falta decir que aquí es Holanda la protagonista de una farsa teatral como nunca se ha conocido en la historia del comisariado artístico. Al menos en este caso simplemente hay manipulación, no niegan la existencia de hechos históricos. Algo es algo. La muestra contiene cuadros de artistas holandeses del barroco, no hay obras prestadas, todas son parte de los fondos del propio museo. 

Holanda, según el MET e innecesario es decirlo, se había sacudido el yugo del oscurantismo español, y abanderaba un movimiento de progreso sin límites. Estos cuadros pretenden mostrar la opulencia y progreso de una sociedad rica, olvidando que ya lo era desde hacía siglos, no hacía falta que los españoles estuvieran o no. Paseando por diversos museos del mundo podemos comprobar temáticas semejantes en pintores como El Bosco, Hans Memling, Robert Campin, Mabuse, Quentin Massys o Van Eyck, por citar a algunos, que demuestran que - ya desde el siglo XIV - los holandeses y flamencos en general, virtud de sus ríos caudalosos y sus puertos naturales, controlaban todo el comercio de Europa y les salía el dinero por las orejas.

Quentin Massys (1514)
Museo del Louvre (París)

No tenían, por añadidura, ningún problema en demostrar al mundo lo bien que vivían, no les habían inculcado la virtud de la humildad. 

Para el MET la opulencia de la sociedad flamenca es resultado de que los españoles desapareciéramos de allí. Causa y efecto. No hay fisuras en esta versión. Eso sí, de vez en cuando hay que nombrar algún problemilla social de la época, como la eliminación y confiscación de riquezas a los católicos. Esta parte cobra especial interés porque hay unos cuadros de Vírgenes y se habla del pintor católico holandés por excelencia, Johannes Vermeer.

Que haya vírgenes, demuestra que - pese a la persecución - siguió habiendo católicos en Holanda. Esto se explica de la siguiente manera, cito textualmente, 'Los católicos eran perseguidos y sus bienes confiscados por las autoridades. Pese a todo, algunos seguían adorando a la Virgen en la clandestinidad encargando cuadros de esta temática a maestros varios. Lo que demuestra que la sociedad holandesa era muy plural'.

¡Increíble! Ser católico (o lo que fuera) en la clandestinidad demuestra claramente que era una sociedad abierta. Delirante es poco.

Vamos con Vermeer. De la vida de este pintor se sabe poco, no salió de su ciudad natal, Delft, y no está claro en absoluto que fuese católico. ¿Por qué - os preguntaréis - tienen los protestantes tal obsesión por demostrar que sí lo era? Es muy sencillo. Vermeer describe con sus actos vitales todo aquello que han contado a sus adoctrinados como típicamente católico, a saber, fanático, corto de miras (no se le conocen viajes), con todos los hijos que dios le dio y casado toda la vida con una mujer a la que no quería, pero de la que no se divorciaba. Nada más hay que añadir.

Todo esto no tendría que ser dañino ni peligroso, incluso podría tomarse como algo digno de lástima. Pero es peligroso porque es imposible revertirlo. No es el hecho de que Estados Unidos haya tomado las riendas de la cultura mundial, es que las personas que conforman y construyen ese monopolio de pensamiento son completa y absolutamente cuadriculadas. Me convencí de ello cuando ayer, en el Museo del Prado, vi su forma de comportarse. Una simple y cotidiana escena. Paseando por las salas, uno de mis acompañantes comenzó a sentirse mal y se desmayó. A duras penas llegamos a la cafetería, con la intención de que tomase algo. En la cola del restaurante, delante de mí, únicamente había ciudadanos americanos, lo sé, estoy segura, les oí hablar. Les pedí, estaban presenciando la escena, que me dejasen pedir una manzanilla. Ni se inmutaron. No lo hacen porque es innecesario, el mundo corre por los raíles de su inmutabilidad y sus ideas preconcebidas. Contra eso, no hay lucha posible.

Tengo más reflexiones, pero por una vez no usaré la técnica del batiburrillo ecléctico.
Reflexionad y sacad vuestras propias conclusiones.
M.

domingo, 13 de octubre de 2019

El tributo que debemos a los olvidados por la historia...

Casualidades de la vida, los Reyes Católicos vuelven a mi hemisferio cerebral cultural una y otra vez. Dicen los sabios, los gurús que intentan explicarnos los caprichos del destino, que los acontecimientos vienen a nosotros porque los buscamos, porque el algoritmo vital que nos da fuelle es bastante simplón, y nos conduce por los mismos caminos una y otra vez. En esto debe estar la clave para que esta regia pareja vuelva a mi vida sin parar.

Detallo aquí la sucesión de acontecimientos que me lleva a pensar que algo de esto hay, y que – por una vez – la ciencia no se equivoca:

1.- Exposición "Miradas Afines" en el Museo Nacional del Prado, sobre la que yo he ciber-proyectado mi propia mirada en este blog, centrada en la innegable influencia de estos monarcas en la historia de Europa.
2.- Viaje a Granada, por circunstancias laborales, visita a la Alhambra y búsqueda del libro adecuado para dar más relumbre a mi estancia allí. El elegido, "El Manuscrito Carmesí", de Antonio Gala. Premio Planeta 1990. Lo he devorado.
3.- Regalo de un amigo del libro de Juan Eslava Galán, "La conquista de América contada para escépticos", recientemente publicado. Aproximación ágil, fresca y bien documentada de un tema DESCONOCIDO para los españoles. Debemos meditar (lo sé, repito mucho esta frase) sobre esto. Cómo es posible que una de las mayores gestas de la historia no se incluya como asignatura, o parte de ella – pero con peso - en los planes de estudio españoles. Nos avergonzamos, he aquí la simple y llana realidad. Una pena. Hay que estar tranquilos, eso sí, porque ahora con el revisionismo histórico del que todos somos víctimas, la cosa va a peor. Hay ayuntamientos patrios que quieren quitar plaza y calles dedicadas a Colón y otros nombres como Pizarro, Hernán Cortés… Espero que a Legazpi lo respeten, sin él nunca se hubiese logrado ir y volver a Filipinas sin tropiezos. Esta nueva moda de hacernos seres beodos sin sustrato cultural parece que se extiende a otros países como Estados Unidos. Cumplir años es una lata, pero tiene la gran ventaja de que poco a poco te alejas de las modas, te apeas de los vientos del progreso y vives tan ricamente, desde el cómodo sofá de la experiencia. Pena da lo que viene, y no quiero ser catastrofista, ni la bruja mala del cuento.

Tendemos a pensar, ohhhh ilusos, que negando o enfocando las acciones de los hombres de hace siglos desde nuestra perspectiva de la era ciber-moderna, somos progres, avanzados intelectualmente, sabios y con una superioridad moral de solidez sin fisuras. Pero la propia fisura, es – precisamente – nuestra ignorancia y prepotencia. Y como consecuencia de esto, por ejemplo, tenemos en nuestra cabeza una imagen de Boabdil, el último rey nazarí de Granada, totalmente sesgada y ridícula. Un tipo débil, idiota e inculto que perdió Granada por su incompetencia, que cuando abandonó su reino perdido, su madre le dijo: "Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre", algo que se ha demostrado falso por completo.

Combatir estas sandeces  - y no otro objetivo - es lo que debía tener Antonio Gala en su cabeza cuando escribió "El Manuscrito Carmesí", un tratado de historia (novelada) de España y de enseñanzas vitales desde la perspectiva de sólidos conocimientos, madurez y admiración sin límite hacia el protagonista, Boabdil (1459-1533). Un tributo y homenaje a un personaje, la rendición y petición de perdón en nombre de todas las personas que vinieron después y que, de forma intencionada, decidieron pintar un cuadro que nada tenía que ver – desde la óptica de Gala - con el que nos habían pintado.

Boabdil fue la víctima de la ambición de todos y cada uno de los que le rodearon, cristianos, musulmanes, familiares, amigos y enemigos. Todos sin excepción le convirtieron en el último testigo de un mundo que fue barrido por la historia, un mundo que no pertenecía a ninguna esfera religiosa ni territorial, que era un oasis y una realidad en si mismo. Era Granada. Y eso, como tantas otras cosas, se lo llevó la corriente de la historia y con ello se deformó y se contaminó el retrato que debería reflejar a un negociador sin opciones, a quien ¡ironías de la vida! el poder no le interesaba nada, por lo que actuó con generosidad e inteligencia. Esto es garantía de olvido y oprobio.

La victoria consiste en aniquilación: vencer es destruir. (...) ¿Por qué las causas más hermosas son las que no pueden defenderse por sí mismas? Son los pacíficos quienes tienen que defender la paz; pero ¿quiénes son los pacíficos?: los humildes, los desarmados, los perseguidos, los compasivos, los sinceros, los pequeños, es decir, los inútiles.
"El manuscrito carmesí" Antonio Gala.
Editorial Planeta SA. 6ª Edición Diciembre 1990. Pág. 342.

Lo que enseñan los libros de autoayuda, pero con el añadido nada despreciable de la ingente cultura de Gala. 

Resucitar no es imprescindible para quienes, por sus actos, aun viven en la memoria de sus agradecidos; es la mejor manera de inmortalidad que reconozco. 

"El manuscrito carmesí" Antonio Gala.

Editorial Planeta SA. 6ª Edición Diciembre 1990. Pág. 491.

Leyendo y meditando, es un libro que invita a ello, se pone de manifiesto que la historia se repite, pero no con los parámetros que tenemos dibujados en nuestro cerebro, en los que aparecen actores que cometen los mismos errores - no comparables en ningún caso, porque el paso del tiempo influye poderosamente en la forma de pensar -. Los errores en los que incide Gala, no tienen que ver con los actos - repito - incomparables, y sí con atributos tan simples como la cordura, la grandeza y la generosidad, parámetros invariables y valorables en la conducta humana de cualquier época.

Habla Boabdil:
Vuestras plegarias han sido concedidas: quizás eso es lo peor que a un pueblo guerrero le puede suceder; ahora tendréis que inventaros aventuras nuevas, nuevos proyectos inimaginables, enemigos diferentes (...) Vos y yo en esta helada noche (don Gonzalo Fernández de Córdoba), representamos la verdad verdadera: el frío de Granada y, en él, el abrazo de dos contrincantes. Para los demás se queda la calidez embalsamada de una ciudad que tantos siglos anhelasteis, y que es mentira, y el asalto y el poderío que con el que la adquirís, que también es mentira. (...) Todo ha de volver a su cauce anterior; para eso, desarraigar religión, lengua, usos y leyes es una precaución que hay que tomar,, (...) No olvidéis, el alma de un pueblo es algo que no puede morir; puede ocultarse como se oculta una rosa, o secarse como una rosa, pero permanece como permanece su olor. 

"El manuscrito carmesí" Antonio Gala.

Editorial Planeta SA. 6ª Edición Diciembre 1990. Págs. 471 y 472.

Yo me pregunto: ¿Qué es exactamente lo que permanece? ¿Qué parte de la historia se ha fijado más en nuestra cabeza? Formulo la pregunta de nuevo. ¿Qué hechos de la historia, qué aspectos nos han enseñado y cómo? ¿Los actos de renuncia, los posos que han ido dejando otros pueblos en nosotros, o la ambición sin límites que construye y fortalece monstruos aun hoy? Temo y estoy segura que es lo segundo. Me siento, ahora sí, como la sacerdotisa que evoca un oráculo nefasto para asustar a los hombres que quieran escucharla.

Francisco Pradilla (1882)
Palacio del Senado (Madrid)

Al leer el libro, he sido consciente de que la visión que tenemos sobre la Conquista de Granada obedece a una idea de necesidad, algo que estuvo bien hecho (no digo que no, estoy reflexionando). Desde su rendición el dos de enero de 1492, no hemos conocido más que la gesta de los Reyes Católicos, que se ha descrito como un 'asedio', que no fue tal, la Caída de Granada fue un plan estratégico orientado a ahogar y aislar el Reino Nazarí, con ayuda de los propios nazaríes, que eran enemigos entre sí. Y que culminó - no le quedó más remedio a Boabdil - con la entrega de la ciudad. Pero si buscáis información, excepto en libros muy especializados y en la propia novela de Antonio Gala, no encontraréis nada, porque - parece ser - no hay nada que decir. Se barrió del mapa ese mundo y ya está. Castilla hizo bien. Punto.

Esto ha servido para que en el siglo XXI, se reivindiquen cosas que son absurdas, porque aquel era un mundo, una realidad, un caldo de cultivo propio. No era cristiano, ni musulmán - esto menos que nada, porque ningún gobernante musulmán ayudó a Boabdil - era simple y llanamente, el Reino Nazarí de Granada. Los Reyes Católicos no lo borraron, lo hemos borrado nosotros.

¡Qué sorprendente! Castilla era el héroe de la película en enero de 1492, pero en octubre de ese mismo año, se convirtió en villano, cuando se descubrió América. Entonces sus ideas eran de exterminio... ¿¿?? ¿Alguien puede explicarme este despropósito? No, es imposible, no lo intentéis. Por eso, llegados a este punto, tengo que recomendaros el libro de Juan Eslava Galán, "La conquista de América contada para escépticos" (Editorial Planeta. 2019), él - al menos - lo intenta. La moraleja de su libro: nos han obligado a reescribir aquello que debería llenarnos de orgullo, hemos borrado de los libros de historia los nombres de personas que cambiaron el mundo, para - a cambio - encumbrar y empobrecer nuestro intelecto escuchando a imbéciles.

Leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones.
M.


sábado, 5 de octubre de 2019

París y su rendición al turismo 'tardo-capiltalista'. Otro episodio de manipulación.


París es una ciudad maravillosa, es justo decirlo, si no comenzara así, podría pensarse - al hilo de lo que escribiré después - que soy una loca peligrosa que anda siempre buscando polémicas absurdas, y que es abanderada de causas perdidas. No puedo evitarlo, siempre voy contracorriente.

¿Qué tiene esto que ver con París? Pues nada, es que me he perdido en divagaciones sin sentido, porque mi objetivo último es hablar de la capital de Francia, segunda ciudad en habitantes de la Unión Europea (después de Londres, y - cuando el Reino Unido cierre el Brexit - será la primera), que esparce y ha esparcido un modelo agotador de glamour salvador de la humanidad desde hace diez siglos. Tal ha sido la máquina de propaganda de su cultura que - aun hoy - emplazamos el oráculo del saber en París/Francia, olvidándonos - quizás por no saberlo - que nuestra historia es mucho más aguerrida y audaz que la suya, y como prueba de ello nuestra lengua universal frente a la suya, en retroceso. Ellos buscaron siempre dominar el mundo, tener un imperio, y ese ha sido durante siglos uno de los mayores cánceres de Europa, cuya metástasis ha afectado gravemente a España. 

Comencemos por el principio...

Hay idiotas redomados que viajan (¿con qué dinero?) a montar bronca a cualquier ciudad donde se reúnen los mandamases de la tierra, 'antisistema' se llaman, 'antiglobalización', o lo que es lo mismo, 'yo a mi pueblo a criar vacas'. Grave error, porque la globalización, con todos sus defectos, tiene alguna ventaja, como poder presentarte en París en dos horas tan ricamente por poco dinero, y sin tener que pasar un engorroso control de pasaportes. Te tomas un desayunito en Madrid y el lunch viendo la Torre Eiffel. Con ayuda del inglés y el lenguaje de signos (muy útil en el 99% de las situaciones) puedes pedirte un mojito cubano, mientras ves el cartelito de las rebajas de la empresa española ZARA pensando cuantas cosas te vas a poder comprar con tu MasterCard. Yo al plan no le veo fisura alguna, así que dicho y hecho.
En París que me persono.

Primer chasco, no he sido la única que ha tomado esta decisión, por la ciudad - literalmente - no se puede andar, ni dar un paso. Tampoco es posible sentarse a tomar nada, porque todas las terrazas están al 120% de su capacidad.

Segundo chasco, a pesar de estar a mediados de septiembre el calor es insoportable, inhumano. Ni respirar se puede.

Primera reflexión, con el turismo hay que hacer algo. Lo sé, yo también soy una turista, pero en mi descargo diré que no sigo la estela con el machacón sonido de un guía que dice sandeces a grito pelado y levanta una carpeta roja, un paraguas o un palo con unas cintas para que uno grupo de beodos le siga. Da igual que la tecnología haya mejorado las condiciones laborales de los guías con la invención de un micrófono que amartilla los tímpanos de sus adoctrinados mediante unos auriculares, gritan igual. Debe ser la costumbre.

Tercer chasco, la cola del Museo de Orsay hace imposible la visita, con el calor temo caer desplomada por la deshidratación.

Cuarto chasco, la Pirámide del Museo del Louvre está cegada por la cantidad de ciudadanos chinos que acaban de descender de varios autobuses luciendo sus mejores looks post Revolución Cultural, y que hacen fotos a todo como si no hubiera un mañana. Me pregunto a qué conclusiones llegarán cuando repasen tan nutrido reportaje fotográfico, y qué contarán cuando reúnan en casa a sus colegas para enseñarles las diapositivas, aunque dudo que ningún ser humano (aunque sea chino y esté acostumbrado a los campos de adoctrinamiento) pueda soportar semejante tortura, peor que la de la cabra que lame los pies hasta que te desangras tras atroces sufrimientos.

Segunda reflexión (políticamente incorrecta), ¿Sobra gente en el planeta, o la que hay está demasiado ociosa? Opto - para que no piensen que soy una genocida - por la segunda opción. ¿De dónde salen tantos humanos que no tienen nada que hacer? 

Voy a repetir lo dicho anteriormente, el turismo se nos está yendo de las manos y la 'no-gestión' del asunto puede acabar en tragedia a nivel planetario. Yo aviso desde esta modesta tribuna.

Quinto chasco (este es más bien una exaltación patriótica). ¿Cómo es posible que Francia sea capaz de reinventarse y mentir constantemente con el objeto de aparecer como el espejo en el que históricamente se ha reflejado la humanidad, sin sonrojarse ante sus incoherencias, y nosotros - con un pasado mucho más heroico, influyente y quijotesco - no hemos sido capaces de idear un plan de comunicación tan estable e incontestable?

Tercera reflexión, voy a repasar la historia (a mi manera, claro) desde el comienzo de la Reconquista Española, año 711, hasta ayer mismo. 

Siguiendo la tesis de Stanley Payne en su libro 'España. Una historia única' (2008), la gesta de la Reconquista fue tal, que - si no hubiésemos logrado nada más en la historia - este hecho nos hubiera convertido en un país absolutamente único.

La interpretación francesa dista mucho de algo tan obvio, según la tesis de Jacques Le Goff (medievalista de reconocido prestigio) en su libro 'Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente medieval' (1999), la Reconquista fue llevada a cabo por caballeros franceses (no existe constancia alguna al respecto, ni hay documentos de ninguna batalla que demuestren tal hecho). Lo que nos lleva a pensar, que - siempre siguiendo a Le Goff - los individuos que poblaban España por aquel entonces estaban durmiendo la siesta. En realidad, fueron ellos los que pidieron ayuda a Castilla para dar un golpe de efecto en el Guerra de los Cien Años. 

Tras la Reconquista, un golpe de ¿suerte? lleva a Castilla a descubrir las tierras americanas y al emperador Carlos V a ser - desde la Península Ibérica - el dueño y señor del mundo. Esto es de parraque para los franceses. Lo que han buscado toda la vida desestabilizando Europa, lo consiguen unos muertos de hambre - los castellanos - mandando unos barquitos a la aventura. ¡Pobres! Pero - como ladinos son, y mucho - ven una oportunidad de oro con el estallido de la Reforma de Lutero. Y durante años juegan a una absoluta indefinición en este sentido, quemando unas veces a luteranos y/o calvinistas, y otras a católicos, estaba justificado, eran la reserva de la cultura y tenían derecho legítimo a preguntarse, ¿somos católicos o protestantes? Pero la monarquía francesa se da cuenta que los alemanes quieren toda la gloria de la Reforma, y que a ellos les quedarán las migajas, en cierto momento (seguimos de nuevo las tesis de Payne) se alían con el Imperio Otomano, instigando la piratería sarracena contra los españoles e italianos. Como veis es un no parar su inquina hacia nosotros. 

Como queda claro que el pastel de la Reforma no les satisfacía, porque los alemanes son unos estirados impenitentes, Francia decide enarbolar la bandera del catolicismo con la apostilla de "si dejamos a italianos y españoles con este negociado de la fe, no llegaremos a buen puerto". Intentar llevar de nuevo la sede pontificia a Francia era arriesgado, la cosa en Aviñón no había salido bien dos siglos antes. Esto último lo dejaron estar. 

Esta reserva de inteligencia no estaba orientada a hacer felices a los franceses de a pie, especialmente a las clases medias. Acabó este descontento muy malamente, en forma de Revolución en 1789. Una escabechina magnificada y sin sentido que se ha vendido como un cambio de rumbo en la historia universal. Una vez acabada ¡atentos! trajeron de nuevo a dos emperadores y dos reyes.... Si leéis libros sobre la Revolución Francesa, veréis que afirman que acabaron con la monarquía en el mundo... Como algo caduco... ¿¿?? Por dios, entonces que me expliquen como un individuo como Napoleón III pudo ser emperador de Francia desde 1852 a 1870, porque no logro entenderlo. Tampoco entiendo cómo, al perder la Guerra Franco-Prusiana, y ya tomadas las decisiones que condujeron a la Primera Guerra Mundial, se erigieron como reserva de la monarquía católica en el mundo para combatir las ideas de la Comuna de París (1871) en un acto de absoluta hipocresía y oportunismo.

La Comuna de París es otro episodio interesantísimo… ¿Qué número de reflexión será esta? Creo que la cuarta, pero he perdido la cuenta. Este levantamiento vecinal (también magnificado como un acto heroico contra la opresión hacia los más débiles) sirvió inspiración y base, para los que los intelectuales franceses del siglo XX apoyaran el Comunismo a nivel terráqueo, y se dedicaran – con esta excusa – a formar a los más grandes asesinos de la historia de la humanidad. Vale, es verdad que cuando Pol Pol y Ho Chi Minh vivían en París, los franceses no sabían que se iban a comportar como unos genocidas, locos y pirados cuando volvieran a sus países de origen. Pero fue durante su estancia en Francia cuando pergeñaron las grandes estrategias que sembraron de muertos y miseria Camboya y Vietnam. Tan contentos estaban con las hazañas de estos dos asesinos en serie, que intelectuales de la talla de Sartre escribían odas sentidísimas adulando a semejantes demonios. En el pack de adulados estaba el gran inventor de la Revolución Cultural, Mao Zedong… ¡Qué gran estadista este hombre! Las consecuencias de sus decisiones – repito, alabadas por la intelectualidad francesa – aún se dejan sentir. Tal fue su influencia, que ahora, casi 50 años después de su muerte, millones de chinos descienden cada año de autobuses en la Pirámide del Louvre siguiendo un paraguas rojo, como consecuencia del adoctrinamiento comunista, en busca del oráculo que dará las claves para entender por qué Francia sigue manipulando la historia como más le conviene. Y para agradecer el apoyo de los galos a sus ideas durante décadas.
Y aquí los tenemos, en la Orangerie vestidos con la secuela del traje revolucionario, se llama uniforme chino tardo-capitalista, no hay por dónde cogerlo, lo sé.


Es una mezcla de chándal, traje y pijama de campesino de la Revolución Cultural china. Seguro que Dior en los años sesenta del siglo XX, hubiese alabado semejante espantajo de estilismo. Ahora ya no, porque la historia ya ha sido tergiversada convenientemente y resulta que Francia abomina el comunismo. Es más, Marine Le Pen casi gana las elecciones en Francia en 2017. Pero ya está maquillado convenientemente, este cambio de rumbo político es una evolución racional, fruto del progreso y madurez de los franceses. 

Me pregunto si todo este devaneo absurdo con la manipulación histórica tendrá fin. Aunque - me temo – tiene mala solución.

Dicho todo esto, y como última reflexión, os animo a visitar París. No vais a caer desplomados por el calor en la cola del Museo de Orsay, porque vamos hacia el otoño. Así podréis contemplar in-situ el 'maravilloso y veraz' cuadro de Gabriel Ferrier ''Scène de l'inquisition en Espagne" (1879), y comprenderéis que me he quedado corta con todo lo que he escrito sobre lo que Francia ha hecho por nosotros, por falta de tiempo y espacio. 

Leed mucho, y aprovechad la globalización para viajar.
S.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Miradas Afines.

Ahora ya tengo clara la razón por la que me convertí en una fanática visitante del Museo del Prado en Madrid. ¡He tenido una revelación! Sí, sí. Un chispazo en mi cerebro que me ha dado la clave. Necesito quedarme quieta de vez en cuando, evadiéndome del ruido de fondo, delante del cuadro de Rogier van der Weyden, 'El Descendimiento de la Cruz'

'El descendimiento de la Cruz'
Rogier van der Weyden (1436)
Museo Nacional del Prado (Madrid)

No puedo parar de mirarlo, ejerce sobre mí un magnetismo sosegante y amable. Me siento superior a los individuos que me rodean, es como si se estableciera una corriente de comprensión entre el lienzo - pintado hace 583 años - y yo. Por eso, cada vez que voy al museo, da igual cómo oriente mi visita, me acerco a la sala donde se encuentra esta obra, que es maravillosa. Da igual si eres creyente o no, entendido en arte o no, de cultura occidental u oriental, hombre, mujer, alto, bajo... El cuadro despierta una corriente de intriga e interés basada en los colores y la disposición de las figuras, sus caras, sus gestos y cómo las telas parecen salir del cuadro, podemos tocarlas y sentir el dolor de los personajes, vestidos a la moda del Flandes en el siglo XV. 

Este cuadro y mis frecuentes visitas, me han abierto las puertas a un universo de exposiciones como la de Fra Angélico (de la que ya hablé), y la soberbia y bien estructurada sobre Velázquez, Rembrandt y Veermer, y sus puntos en común a la hora de ejecutar sus obras, 'Miradas Afines' la ha titulado el Museo.

Vamos a ponernos un poco en situación, tal y como yo la veo, que no es necesariamente el enfoque de El Prado, mucho más conciliador. Por eso desde ya os animo a que vayáis a verla y extraigáis aquellas conclusiones que consideréis más oportunas, creedme que las encontraréis, porque la exposición conduce a mil reflexiones, sobre el arte, su desarrollo y - sobre todo - sobre la historia de España y su inesperado papel en Flandes. Me centraré - para abrir camino a mis reflexiones - únicamente en Velázquez y Rembrandt.

Los Reyes Católicos, padres de cinco hijos y con una ambición desmedida, tuvieron dos objetivos claros durante su reinado, uno fue la conquista del Reino Nazarí de Granada y otra, elevar sus reinos a la categoría de 'potencia con peso' dentro de Europa. Esto último, que parece algo baladí, era complicadísimo, sólo hace falta mirar un mapa para ver que - más en esa época - la península estaba alejada de todas la rutas comerciales que manejaban el dinero y que - por lo tanto - cortaban el bacalao. Aunque en realidad los pesos pesados se reducían a dos, el Papa y el Emperador del Sacro Imperio. Éste último, en la época que nos ocupa, tenía su base de operaciones en Flandes.

Atentos porque este matrimonio va a cambiar la historia de Europa de cabo a rabo, no hay acontecimiento en el intrincado laberinto continental (incluye esto al Reino Unido) que no tenga su raíz en cualquiera de las decisiones que tomaron. Eran - además de ambiciosos - sagaces y con las ideas claras. En los planes de estudio nos han contado unas mientes sonrojantes y tendenciosas con el objetivo de empañar una época interesantísima en la historia europea. 

Los principios eran prometedores, cinco hijos sanos para poder cerrar alianzas ventajosas. Dicho y hecho. Los casaron con los herederos de todas las coronas europeas de postín, Inglaterra, Portugal y con el futuro Emperador del Sacro Imperio. 

Sobre la Conquista de Granada, y con esta misma idea de lo pobre que ha sido nuestra formación histórica, hablaré próximamente, porque estoy leyendo un libro al respecto. No quiero adelantar reflexiones, que no acontecimientos, porque todos ellos pertenecen al pasado.

Isabel y Fernando, no unieron sus reinos, al menos en el papel. Ella era la Reina de Castilla y él de Aragón, en igualdad de condiciones. La famosa frase de 'tanto monta, monta tanto...' Los intereses de Castilla, no eran en absoluto los de Aragón, y cada uno tenía sus propios enemigos. En la vanguardia de los del rey Fernando, como no podía ser de otra manera, estaba Francia. Aragón tomaba un papel preponderante en el Mediterráneo, y eso a nuestros vecinos no les gustaba. Los matrimonios concertados de sus vástagos estaban encaminados a aislar a los franceses lo más posible. Todo era tan prometedor en el año 1492, cuando a principios de enero entran en Granada, que sólo les cabía pensar que el dios cristiano velaba única y exclusivamente por el cumplimiento de sus propósitos. 

Pero de repente, todo comenzó a torcerse...

Sus herederos varones (hijo y nieto) mueren, su primogénita - Isabel - también, y la corona de Castilla recae en Juana, de la que también he hablado aquí en este blog. Fernando de Aragón, en el momento de la muerte de la reina Isabel, no ha abandonado la idea de ser padre de nuevo.

Toda la tupida red de alianzas queda en vilo, en manos de una mujer a la que deciden incapacitar por loca (nunca he creído que lo estuviese), víctima de la ambición sin freno de dos hombres, su propio padre Fernando, y su marido, Felipe el Hermoso. Pero es la ambición la única culpable de que todos los actores de esta trama acaben mal o muy mal. Y por obra de Dios, la corona de Aragón, la de Castilla y la del Sacro Imperio acaban sobre una sola cabeza, la de Carlos I, nunca hubo hombre más poderoso en el planeta ni más letal para España, el peor de los Austrias con diferencia. Cuando se dio cuenta del daño causado y de que prefería la Península a todas las tierras de Centroeuropa, fue demasiado tarde.



Este joven llegó a la península desde Flandes como heredero de vastos territorios, que incluían América, sin saber ni una palabra de español y con una corte de nobles que pretendieron hacerse con todo tipo de prebendas a costa de los sufridos habitantes de estas áridas tierras. Hasta aquí, recordad, tenemos como enemigos a Francia y poco más, los nobles flamencos, ante la perspectiva de hacerse ricos a nuestra costa y pensando en el sol español, de momento estaban de nuestro lado. Pero ocurren dos hechos insospechados, uno que Carlos I se da cuenta que rapiñando las riquezas de los reinos peninsulares para colmar sus ambiciones en Flandes y Centroeuropa, le va a ir mejor. Pone el turbo, aprende español, se casa con una princesa portuguesa y se dispone a dirigir el mundo (que era enteramente suyo) desde aquí. A nosotros no nos dio nada, esto cada vez estaba peor para nuestros sufridos antepasados.

El segundo hecho es que, tras la Revuelta de los Comuneros, los nobles centroeuropeos, no se sienten muy queridos aquí, y perciben (erróneamente) que Carlos I favorece más a sus súbditos peninsulares, hecho que coincide en el tiempo con la aparición de la herejía luterana, una doctrina hecha a medida de las ambiciones de príncipes y nobles alemanes y flamencos, con un único objetivo de evitar que un español (¡horrrooorrrr!) sea el Emperador del Sacro Imperio y que decida lo que hay que hacer en todos los ámbitos de la vida y cultura europeas. Este rechazo a Carlos I incluye al Papa de Roma, que comienza apoyando a Lutero para desestabilizar el norte de Europa, perjudicando así al emperador.

¿Recordáis que teníamos un enemigo? Pues en este preciso momento, alrededor de 1520, ya tenemos todos los que imaginarse pueda. Y todos confabulados contra nosotros, que nos endeudamos de por vida y proyectamos una cultura de penalidades quijotescas, es decir, de tipos soñadores pero con poco fuelle y energía a costa de toda esta maraña de acontecimientos.

Todo era falso, claro. Pero la verdad, poco importa.

De todos nuestros enemigos jurados el peor era Flandes, donde Carlos I era señor natural. El odio infinito hacia todo lo español prevalece, aun en el siglo XXI, con una virulencia enfermiza (véase cobijo a Carlos Puigdemont)

Y es ahora cuando volvemos a la exposición del Museo del Prado, 'Miradas Afines', que pretende - con el lenguaje del arte - minimizar el daño que nos hicieron las Guerras de Flandes y la propaganda que activaron, para dar forma a la Leyenda Negra Española, los protestantes alemanes y flamencos, con el letal objetivo de hundirnos en la miseria y hacernos pasar por lo que nunca hemos sido, oscuros y tenebrosos. Porque a partir de entonces, siglo XVI, España será - virtud de una formidable campaña de propaganda - en nuestra contra: 
(1) Un país de gentes ignorantes.
(2) Atrasado.
(3) Obsesionados con la Inquisición, que tiene la culpa del atraso y la incultura de España y de todos los lugares que entran en contacto con nosotros.
(4) Un país lleno ajeno a la civilización.

El Prado, obviamente, en su enfoque, no se atreve a tanto. Y pone en un plano de igualdad a los pintores holandeses y flamencos con el más grande genio de la pintura universal, Diego Velázquez. El mensaje está claro, una cosa es la ambición política y otra el mundo del arte, y en este último todo es armonía y vías de comunicación enriquecedoras, que conducen a la trascendencia y el avance del ser humano. Lo cual es cierto, pero con matices, al menos en el Barroco Europeo. 

Rembrandt fue contemporáneo de Velázquez, Vermeer era treinta años más joven. Las corrientes culturales, aun entonces, con medios mucho más limitados en las comunicaciones, no conocen freno, creo que la frase 'no se pueden poner puertas al campo' es perfecta para ilustrar este hecho. Pero Velázquez, lo quiera o no el Prado, tuvo mucha más influencia de Italia que de Flandes. O quizás tuvo influencia de todos y mezcló magistralmente todo lo que hasta entonces había producido la pintura con un sólo objetivo, medrar en la corte de Felipe IV, porque a él jamás le interesó la pintura como una forma de trascendencia o belleza, más bien como un medio para colmar su ambición. Su rabia, su pincelada abierta y agresiva a veces es un reflejo de esto. 

Por el contrario, nuestro pintor de Ámsterdam, Rembrandt, se dejó influir exclusivamente por la pintura flamenca. Ya estaba contaminado por la herejía protestante, por lo que asomarse al sur de Europa en busca de inspiración hubiese estado en contra de las normas no escritas pero bien aprendidas de sus contemporáneos. Antes de que puedan dar lugar a error mis palabras, Rembrandt fue un gran pintor, uno de los mejores de la historia de la pintura. Pero mi objetivo no es ensalzarlo, es compararlo con Velázquez.

Rembrandt tuvo una vida tormentosa y llena de altibajos, no creo que fuese afín a ninguna creencia religiosa, pero - como casi todos los protestantes - tenía una obsesión enfermiza por el dinero, que dilapidaba sin parar. Esto y matrimonios varios, le llevaron de ser pintor de referencia y hombre respetable, a ser una piltrafa humana perseguida por la Iglesia Reformada Neerlandesa. Tengo para mí que fue una persona que no comulgaba con las rígidas normas puritanas, él vivió a su manera y fue - en lo que a pintura se refiere - mejor que Velázquez a la hora de estudiar la luz y cómo esta influye en nuestra perspectiva visual a la hora de mirar los objetos cotidianos que nos rodean. Eso sí, Rembrandt no hubiese podido pintar 'Las Meninas', porque su noción de la perspectiva en un cuadro de gran tamaño y con varias escenas interpuestas, no fue uno de sus puntos fuertes. 

Con estas pinceladas (nunca mejor dicho), al analizar más en profundidad la exposición de El Prado, vemos que el comisario focaliza las semejanzas en las modas y las tendencias pictóricas de todos los pintores cuyos cuadros se exhiben. Pero como he dicho antes, esto es normal, lo que hay que dilucidar es si su influencia va más allá de esto, y yo creo que no. Los temas que aborda Velázquez - no me refiero a temas religiosos, no quiero entrar en este debate - y los que aborda Rembrandt están a años luz y no tienen ningún punto de conexión. 

Los cuadros por los que Rembrandt obtiene más dinero, son aquellos que muestran a personajes adinerados, con una posición social (dentro del ámbito privado) elevada y sin ningún rubor a la hora de mostrar su riqueza. Velázquez - por el contrario - es pintor de corte, sus encargos parten básicamente del ámbito del Estado, no del privado, y muestran una sociedad más descarnada, más empobrecida, y - si lo llevamos al extremo - más real. Los trajes y las modas eran parecidos, sí, pero hay que ir más allá de la propia escena, y creo que estos dos pintores muestran más lo que nos separa que lo que nos une al mundo protestante.


"Los funcionarios del Gremio de Draper de Amsterdam" 
(Rembrandt - 1662) 

Ámsterdam, Rijksmuseum.


"El triunfo de Baco"
(Velázquez 1628-29)
Museo Nacional del Prado (Madrid)

Otra de las ausencias de la exposición es poner en situación al visitante, a no ser éste tenga unas mínimas nociones de historia, cuando se enfrenta de repente a los cuadros, lo único que siente es el vértigo de lo sublime, de encontrarse ante obras soberbias; pero sería bueno que el visitante supiera por qué en el siglo XVII España y Flandes se habían convertido en enemigos irreconciliables. Tienes la sensación - al leer las cartelas - que la muestra es una especie de rendición ante una serie de traiciones que hay que enterrar en el pasado para avanzar. En mi modesta opinión, no se deberían haber obviado. Por esta razón me ha parecido pertinente comenzar hablando de Los Reyes Católicos.

He entendido la posición del Museo del Prado al leer que esta exposición viajará al Rijksmuseum de Ámsterdam, ellos están revisando la Leyenda Negra (no les queda más remedio) y nosotros seguimos avergonzándonos de nuestro pasado.

Id a ver la exposición, es maravillosa, pero antes repasad un poco la Historia, esa que nos obligan a olvidar.

Leed mucho.
M.

domingo, 25 de agosto de 2019

Y los sueños se hicieron realidad....

Si los sueños se hicieran realidad, tendrían la forma de un vestido de Cristóbal Balenciaga. 

Museo Nacional Thyssen-Bornemisza (Madrid)
18/Junio a 22/Sept. 2019

Aquí podría acabar, porque todo lo que añada, creedme, sería superfluo. Balenciaga fue un genio superlativo, un visionario y un creador de tendencias como no ha habido otro. Cualquier prenda - cualquiera - que tengáis guardada en vuestro armario tiene su origen en el cerebro privilegiado de este modisto de Guetaria. Si él no hubiera existido, ahora mismo nuestra indumentaria sería otra bien diferente. Como dijo Dior: 'Nosotros hacemos lo que podemos, Balenciaga hace lo que quiere'.

Si no ocupa un lugar más preminente en la historia del arte, no ya de la moda es - simple y llanamente - porque es español y no cumple con el cliché mental que tenemos de un modisto o - yendo un poco más lejos - de un artista contemporáneo. 

Un artista del siglo XX tiene que ser francés o norteamericano, con una vida compleja en todos los sentidos, polémico e irreverente, ateo y - en el caso de que sea homosexual (no sé si Balenciaga lo era, presumo que sí) - de izquierdas. Este modisto, no bebió de ninguna de estas fuentes. Para colmo eligió reivindicar la cultura española y su influencia innegable en la historia europea en un momento en el que nuestro crédito internacional estaba muy de capa caída, teníamos gobernando al dictador, al general gallego, patético personaje que ayudó con sus grises puntos de vista a ensanchar nuestra leyenda negra, apuntalando a Francia como antorcha cultural del mundo.

La antorcha se alimentaba con el talento de Balenciaga, que influyó en cada uno de los nombres que ahora nos suenan más, como Dior, Givenchy o la propia Coco Chanel. Todo esto ha sido cuidadosamente maquillado, por eso creo que la exposición 'Balenciaga y la Pintura Española' es un punto de inflexión, la chispa que necesitaba su talento para ocupar el lugar que se merece. Es - sencillamente - un sueño maravilloso, un cuento de hadas desplegado en las salas del museo - pintadas de negro - y con los cuadros de los maestros de la pintura española que influyeron en este modisto que pasó su infancia rodeado de ellos, en casa de la Marquesa de Casa Torres, clienta de su madre, que también fue modista.

Si vais a ver la exposición os sorprenderán varias cosas, la primera, que las salas están pintadas de negro. Rarísimo y fúnebre podréis pensar, pero no, el color negro representa la españolidad CON MAYÚSCULAS. Hasta que los españoles no trajeron de México el tinte específico, las ropas que se usaban tenían un color grisáceo-parduzco. Que se consiguiera teñir el paño completamente de negro gracias al comercio con las Américas, fue aprovechado por Felipe II para dar su color particular a la corte española. Un color que en el siglo XVI no se consideraba de mal agüero, eso fue después cuando vertieron sobre nosotros toda la basura de la Leyenda Negra. En sí el color daba forma a ideario de la monarquía hispánica, y - por extensión - a los tres pilares de la creatividad de Balenciaga: Elegancia, Austeridad y Religión Católica. Podemos afirmar que Felipe II fue un 'influencer', gracias a la adopción de este color en la indumentaria de los Austrias españoles, el negro fue percibido como algo elegante y sobrio (no católico, esto no). 

Otra sorpresa es el color blanco, que nos acerca a otro pintor que él admiraba profundamente, Francisco de Zurbarán (1598-1664), en una sala espcífica se despliega su dominio de la luz para crear pliegues imposibles en cuadros de monjes con hábitos blancos. El padre de Zurbarán era un comerciante de paños, detalle que a Balenciaga le parecía sumamente interesante, su trajes de novia, tienen toques de luces tan sutiles, tan elegantes, que los vestidos palabra de honor, llenos de pedrería que usan las novias horteras en el siglo XXI, dan risa. Así de claro y simple.

Visión de San Pedro Nolasco (1629)
Francisco de Zurbarán
Museo Nacional del Prado (Madrid)

He mantenido un monólogo constante aquí, en este blog, machacando la idea de que los Borbones han sido una desgracia para España. En cierta forma, al ver esta exposición me sentía reafirmada en mi postura. Creo que la inspiración que toma Balenciaga en la corte española de los Austrias, esa etiqueta majestuosa, donde la elegancia se mide con toques de orfebrería y colores sobrios, es una reivindicación suya - personal - de esta misma idea, es decir, que los siglos XVI y XVII marcaron una gran gesta en la historia gracias a los Habsburgo y no, como nos han contando, a pesar de ellos. 

Reescribir la historia es algo constante, cambiar la personalidad y los gustos de los que ya no están es tan nuestro como el jamón serrano También os sorprenderá ver las cartelas de ciertos trajes en vasco. Sinceramente, y desde el respeto, no creo que Balenciaga hablara euskera en su vida. Pero bueno, no creo que tardemos mucho en ver su nombre mezclado en algún acto de exaltación patriótica vasca, todo puede suceder. Si hay que elevarlo al olimpo de los dioses, es mejor que pase a la historia por lo que si vende, obvio que ser católico y sentirse español no es comparable a otros sentimientos y actitudes más sublimes y heroicas.  

Tengo que ponerle un 'pero', no a su talento, eso nunca. Balenciaga jamás hizo moda 'lista para llevar', lo que los franceses y el mundo en general conocen como 'pret-a-porter', sólo confeccionó prendas de alta costura para clientas elegidas que conformaban una minoría (minúscula) en los años en los que él desplegó su actividad en París, a partir de 1939. Me sorprende, porque él provenía de una extracción social humilde, pero jamás se planteo hacer accesible su creatividad, lo que en el lenguaje políticamente correcto se denomina 'democratización' del arte. Pero - por favor - que este comentario no enturbie ni un ápice su soberbia aportación al mundo de la moda y - por ende - al del arte.

Os animo a que exploréis y os acerquéis al Museo Nacional Thyssen Bornemisza de Madrid. Veréis que, de una forma sutil, Cristóbal Balenciaga tiño París de colores españoles, los del Greco, Velázquez, Zurbarán, Goya... Os sentiréis orgullosos de vuestras raíces, pero a la vez como pequeños dioses sin esperanza, porque los grandes genios, los que tienen la ideas y los sentimientos claros, son - irremediablemente - separados de la historia.

Leed mucho.
M.