sábado, 18 de diciembre de 2021

Encrucijadas y mi particular historia de Dios.

Hubo un tiempo en el que los hombres se despiojaban como animales en las cavernas y no existía sentido de propiedad alguno. Los humanos mantenían relaciones variadas con todo tipo de iguales, tenían hijos que se mimetizaban con el ambiente salvaje y nómada. Así pasaron cientos de miles de años, hasta que la raza humana se diferenció enormemente del resto de criaturas ¿Por qué el hombre dominó al resto de los animales? No tengo ni la más leve idea. Continuamente se descubren cráneos de todo tipo de antepasados nuestros, algunos tiene la mandíbula como un cocodrilo, otros el cráneo chafado, van más o menos erguidos y -en general - son bastante bajitos. Es increíble que domasen a otros animales mucho más grandes y fieros.

Según el testimonio de las películas de Hollywood, gran referencia tenemos aquí, estos antepasados dispersos por todo el globo, tenían unas greñas asquerosas - no había calvos, no me consta haber visto ninguno en el cine -, la cara sucísima, todos los dientes - para no arrancárselos a los actores que los encarnaban, porque estoy segura que a los perdían a una edad temprana por falta de higiene -, iban cubiertos con pieles - incluso en verano y con temperaturas de más de cuarenta grados - y tenían una obsesiva manía por asar bestias y bailar pegando chillidos mientras el pobre bicho daba vueltas sobre el fuego mediante un artilugio hecho con palos.


Hace unos 300.000 años el hombre se espabiló un poco y comenzó a tener sentimientos propiamente 'humanos', ya no iba de aquí para allá, se cobijaba en una cabaña rudimentaria, se juntaba con otros semejantes para conjurar los peligros y caminaba erguido. Por resumir muchísimo, diré que apareció el Homo Sapiens, todavía un poco enano - hemos crecido a base de tener una vida fácil y buena alimentación - pero con sensibilidad y capacidad de gestión. La raza humana había evolucionado para dominar sin asomo de duda - y no siempre para bien - el Planeta Tierra.

Desde entonces hasta ahora ha sido un no parar, haré una primera observación. Nuestro mundo del siglo XXI evoluciona tan rápido que tendemos a pensar que 300.000 años no son nada, no tenemos referencia ni idea de lo inconmensurable que es la brecha que nos separa de aquellas personas que veían las tormentas con miedo y que aprendieron a vivir en las situaciones más extremas. Pensad que Abraham, el personaje bíblico que nos parece lejano y estratosférico, vivió hace 5000 años, echar la vista atrás otros 295.000 años para identificarnos con algo parecido a nosotros, es algo que requiere el manejo mental de la idea de 'vértigo histórico'. 

En algún momento, desconozco cuando, el hombre decidió que la vida era corta - rarísimo que alguien llegase a la vejez comiendo piojos en una caverna/cabaña en condiciones insalubres -, la naturaleza caprichosa, amén de miles de fenómenos imposibles de explicar. Optó por la vía rápida y se convenció que había 'algo' por ahí que era inconmensurable, ese 'algo' era Dios.

Cuando las sociedades fueron matriarcales y las mujeres pintaron algo, hubo diosas. Como finalmente los hombres ocuparon todos los puestos de mando, las mujeres - si aparecían en el panteón - representaron papeles menores. No había comportamientos machistas, en un modelo social donde dar mamporros era el pan nuestro de cada día, la situación caía por su propio peso. La mortalidad infantil era brutal y las mujeres estaban obligadas a tener un hijo tras otro para perpetuar las estirpes, muriendo a edad temprana. Ellas estaban encantadas porque no conocían otro modo de vida. No se planteaban cosas de gran calado, pero sí tenían claro que había algo sublime que les ayudaba a comprender muchas cosas, ese 'algo' - de nuevo - era Dios.

Hubo diosas en la antigüedad cuyo estudio merece realmente la pena, mi favorita es la fenicia Astarté, Ishtar para los babilonios. Su nombre por sí solo es atrayente, a mí - al pronunciarlo - me vienen a la cabeza templos con grandes cortinajes, todo misterio, drogas y prostitución sagrada. El puritanismo que ha dominado Hollywood nos ha privado del conocimiento de historias jugosísimas, porque donde aparecía una diosa, había vicio asegurado, animado - las más de las veces - por el uso de drogas, principalmente opiáceos. Observamos aquí una trascendencia por vía de los sentidos, como escribir era una cosa reservada a unos pocos, las vías filosóficas para entender la divinidad quedaban a años luz de sus objetivos, la droga era el camino más rápido.

Lo malo de estas diosas, sus hermanos, amantes, hijos etc., es que eran realmente crueles, requerían sacrificios humanos y ritos de iniciación completamente opacos. Las grandes civilizaciones de la antigüedad crearon dioses con nombres rimbombantes y muy espectaculares a los que construyeron templos para los que no se reparó en gastos. La religión como algo innato al hombre era muy útil como instrumento de poder, y de eso el ser humano sabe un rato desde casi la época de los melenudos de las cuevas.

La comunicación cordial entre distintas zonas era inexistente y sólo se producía cuando se oía un ruido a lo lejos y, en menos que cantaba un gallo, aparecían unos tipos mal encarados pegando palos a diestro y siniestro y - antes de poder reaccionar - te convertían en esclavo, con un futuro incierto. Sólo te quedaba encomendarte a ese 'algo', que tendría que auxiliarte en algún momento (no hago de spoiler cuando afirmo que casi nunca ayudaba). 

Aquí viene un giro espectacular de la trama en busca del ese 'algo'. De todos esos dioses espectaculares cuyos ritos se iban modificando en función de las circunstancias no queda nada, los dioses que nosotros conocemos, en los que creemos, los que han dado forma a la historia desde hace 5000 años, nacieron en una zona pobre de pueblos semi-nómadas que pululaban por las tierras que hoy son Irak, Jordania e Israel. Tribus que vestían cuatro trapos sucios y que iban de aquí para allá en busca de tierras fértiles y cuyos cultos y ritos estaban dictados por la fases de la luna. En ese mundo duro y sin esperanza, un iluminado, cuyas andanzas se cuentan en el libro del Génesis, decidió dejar de lado a un panteón heterogéneo de dioses e ídolos y adorar sólo a uno, hombre para más señas, que se mezclaba con los humanos cuando le convenía (no había sucedido nunca) y que - cuando veía que no le hacían mucho caso - se encolerizaba y podía ser realmente destructivo. Este primer patriarca del judaísmo, que comienza un viaje en busca de la Tierra Prometida, es Abraham. El dios monoteísta que no lleva bien la competencia, es Yahveh. Aunque contado con frivolidad, el momento es completamente sublime, el mundo nunca volvería a ser igual. La Biblia es la mejor crónica sobre los avatares de un pueblo jamás escrita. En cada una de sus páginas hay un reflejo de nosotros mismos, de nuestro actos, nuestros sentimientos y nuestra forma de entender la eternidad y - por tanto - la vida. 

Como siempre afirmo aquí, la humanidad ha perdido su espiritualidad por causas variadas, algunas positivas, pero otras claramente nefastas, como la ausencia de curiosidad por saber de dónde proviene todo nuestro sistema de pensamiento, todo el edificio en el que se sustenta nuestra forma de entender el universo, la realidad y nuestro acercamiento a Dios.

Un libro de autoayuda perfecto para comenzar a repasar nuestras debilidades es - incuestionablemente - La Biblia, con sus dos partes, que - en mi modesta y poco fundada opinión - no tienen nada que ver. Cada una a su manera nos cuenta cómo el hombre (ya en una sociedad totalmente patriarcal) se debate entre el culto a los antiguos y numerosos dioses y un dios único que explica todo lo explicable y abarca todos los campos del saber. Un dios intrusivo y polivalente que ha dado mucho de sí en los últimos 5000 años. 

En el año uno, el cero no existe, nació Jesús, el Mesías que se anunciaba en el Antiguo Testamento. Si fue verdaderamente el hijo de Dios, o sólo un agitador judío al que no tuvieron más remedio que ajusticiar por díscolo, nunca se sabrá. Las opiniones al respecto de este personaje histórico, que incuestionablemente existió (fuese quien fuese), están muy polarizadas y hay tantas teorías sobre él que resulta complicado separar la paja del trigo. Algo está claro, Jesús cambió la historia para siempre. 

Sus primeros seguidores, los apóstoles y evangelistas eran judíos, pero su palabras, sus hechos y su mensaje se extendieron como la pólvora gracias al marco global que proporcionaba Roma y a la figura de Pablo de Tarso, que adaptó una filosofía claramente judía al sistema de pensamiento romano y - por tanto - a las raíces griegas. ¿Por qué? Muy sencillo, porque por primera vez - en la ya dilatada historia de Dios - un hombre normal y corriente se metía en nuestras casas, hablaba de temas comunes y corrientes y colocaba al ser humano como centro del universo, tanto que lo empoderaba para desafiar al mismísimo emperador romano, que se creía Dios mismo, y eso fue letal para los primeros cristianos, que acabaron perseguidos y sacrificados. Casi todos los santos que veneramos son mártires romanos, que se dejaban asar en una parrilla convencidos de que al morir alcanzarían la vida eterna y estarían tan ricamente en el paraíso. 

En un determinado momento (año 313, Edicto de Milán), por motivos estratégicos y políticos, Constantino decidió dar libertad de culto y dejar a los cristianos en paz, se habían vuelto muy poderosos y era mejor tenerlos en su bando. Cuenta la leyenda que un año antes (312), en la Batalla del Puente Milvio, Constantino venció a su rival, Majencio, gracias a la ayuda del dios cristiano, 'con este signo vencerás', le dijo, y así fue. 

Manuscrito ilustrado del Sueño de Constantino y batalla del Puente Milvio en las homilías de Gregorio Nacianceno (BnF MS grec 510, folio 355). Ca. 879-882. Biblioteca Nacional de Francia.

Una vez que el cristianismo tomó protagonismo en el Imperio, comenzaron a salir las miserias de debajo de la alfombra. Resultó que en esos trescientos años el corpus doctrinal de los cristianos se había complicado mucho, en siglos posteriores se complicaría más y llegaría a una catarsis total en el siglo XVI con Lutero, pero en ese momento ya se planteaban la naturaleza de Jesús, si era divino totalmente, si era medio-medio y al final se confundía una naturaleza con la otra, o si era un hombre normal y corriente, pero con comunicación directa con Dios. 

Arrio, un sacerdote de Alejandría, adquirió una notoriedad muy molesta. Para él, el Mesías era un subordinado de Dios, lo que chocaba con la idea de Trinidad predominante. A Constantino no le quedó más remedio que poner fin a tanto lio convocando el Concilio de Nicea (325), dejando clara la postura del Imperio, Jesús tenía naturaleza divina y punto. 

Con el arrianismo no se acabó tan fácilmente como se pretendía, los Godos fueron arrianos y ¡sorpresa! Isaac Newton (el de la manzana y la gravedad) trece siglos después, también. 

Cuando Roma cae en el año 476, comienza un periodo de mil años - la Edad Media - que no es oscuro, ni gris, ni lleno de supersticiones y hogueras, es apasionante y hubiese merecido un mejor trato en la historia, pero era necesario cubrirlo de oscuridad para demostrar que la Reforma Luterana sólo trajo luz y cordura a la humanidad. Recordad que la campaña publicitaria que se puso en marcha contra la Iglesia Católica en el siglo XVI ha sido la más exitosa de la historia, tanto que se estudia en las escuelas de marketing. Goebbles usó su estrategia clave para extender la ideología del Nazismo, 'repite y repite las cosas, que al final la gente se las cree'. Se sigue usando aun hoy, leed la prensa y veréis.

La filosofía, la adaptación definitiva de un dios claramente judío a la mentalidad de seres humanos criados en los cimientos del pensamiento griego, nuestro sistema de ideas, la base de nuestra libertad de pensamiento, de la formación de nuestro sistema social, la razón por la que somos como somos hoy, hunde sus raíces en esos mil años, después - creedme, aunque parezca lo contrario - no ha pasado nada tan decisivo. Hasta los cuentos de hadas, los duendes y las historias que nos hacen soñar aun cuando somos niños, tienen un escenario medieval.

Dos nombres destacan, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino. No puedo extenderme, pero Agustín se sirvió de Platón y Tomás de Aristóteles para demostrar la existencia de Dios, en su caso el cristiano.

Tampoco me extenderé en la cantidad de herejías que hubo en estos mil años, cientos tal vez miles, y que no llegaron a más porque no había imprenta, y la tradición oral no traspasaba montañas. Era sencillo agitar al pueblo diciendo que obispos y otras personas piadosas vivían rodeados de riqueza, pero como normalmente los rebeldes eran cuatro desgraciados, se acababa pronto con ellos. Cuando los agitadores eran nobles y poderosos (caso de los Cátaros), el tema era mucho más difícil de erradicar, así que a la Iglesia Romana no le quedó más remedio que 'inventar' la Inquisición, el primer enviado al sur de Francia para hacer entrar en razón a los Cátaros sí fue español, Domingo de Guzmán, pero el invento y gestación de la institución NO, categóricamente NO partió de España. 

No perdamos el hilo, el hombre necesita a Dios en su vida o no se entenderían las infinitas molestias que se han tomado obispos, frailes, gobernantes, militares..., para construir edificios morales y de ladrillo a lo largo de los siglos. Amen.

Hasta el año 1517, cuando Lutero aparece como una estrella fulgurante del pop renacentista para dar conciertos llenos de efectos especiales y así encandilar al norte de Europa, llegando a crear un corpus doctrinal específico para justificar las fechorías de los príncipes alemanes, Europa era un bloque compacto (no pacífico) de ideas, el latín era la lengua vehicular y había un concepto cultural común como nunca después ha habido (algo que pretende la Unión Europea sin lograrlo). Comparto con él y sus secuaces - algunos muy desequilibrados como Melanchthon - que la Iglesia de Roma necesitaba una profunda reflexión sobre sí misma y cambios de gran calado que el Concilio de Trento no acabó de rematar. Lo que no comparto es la idea de que Lutero y la Reforma Protestante demostraron verdades incontestables y que el resto de cristianos eran unos fanáticos ciegos y sin rumbo, el argumento se cae por su propio peso, la creencia en la que se basa todo el tinglado es la misma, es decir, que un agitador judío acabó crucificado en tiempos de Poncio Pilato.

La diferencia básica entre protestantes y católicos (no hablaré de la Iglesia Ortodoxa o no acabaría nunca) es que los primeros creen que nos salvamos por la fe en Dios, los católicos consideran que la salvación está en las obras que hacemos, en la impronta que dejamos en la Tierra, es más, si somos malos malísimos siempre podemos pedir perdón y listo.

El carajal (no existe otra palabra mejor) que montó Lutero fue importante, la unidad cultural se resquebrajó de forma dramática, y - como se había inventado la imprenta y los panfletillos comenzaron a circular con cierta facilidad - explotar la idea de que dominando la faceta espiritual del hombre, llámese religión, alcanzar el poder era relativamente sencillo, comenzaron a proliferar todo tipo de teólogos que iban contando con adeptos aquí y allá. 

Todo era más sencillo de lo que parece, y se resume en una frase, había que comer. Como los primeros en desmontar el chiringuito católico se hicieron fuertes enseguida, luteranos, anglicanos y calvinistas fundamentalmente, obligaron al resto de iluminados a tomar otros caminos para alimentar a sus familias. Pero Europa es pequeña y con un bagaje histórico tan sólido como para saber que ya con ellos mismos se había cubierto el cupo de mantenidos, como anécdota demostrativa de este punto diré que a los anabaptistas se les reprimió duramente gracias a una alianza entre luteranos y católicos.

Muchos grupos de disidentes vieron dónde estaba el camino a seguir, un continente en el que todo estaba por hacer y aparentemente podrían predicar su fe en paz, el norte de América, y allá que fueron, en barcos cargados de miseria y esperanzas. Cruzaron el Atlántico, llegaron la costa este de Estados Unidos, y se dedicaron a evangelizar a los indios locales, cosa harto complicada por la barrera del idioma. Como parecían no entender el mensaje cristiano, daba miedo internarse hacia el continente, los inviernos eran duros y la comida poco abundante, Dios justificó la eliminación sin contemplaciones de los indios que ya llevaban siglos viviendo por allí. No dejaron ni uno. En los años veinte del siglo XVII un grupo de puritanos asentados en Plymouth, se apiadaron de los aborígenes que por allí andaban, compartieron su comida con ellos, y desde entonces hasta ahora se celebra, para conmemorar tan cacareado acto de generosidad, el 'Día de Acción de Gracias'.

Toda esta larguísima introducción, me da pie para hablar de la última novela de Jonathan Franzen, 'Encrucijadas'. Cuyo objetivo - creo yo - es acercarnos a la forma de entender la fe para una familia normal, que habita en medio de Estados Unidos. El padre, un pastor de la 'Primera iglesia Reformada', una rama del Evangelicalismo, la madre, que arrastra traumas de un pasado disfuncional y sus cuatro hijos. Todos, los seis, carecen de puntos en común y - por tanto - se niegan a mirarse a los ojos, a entenderse. 

La acción de la novela transcurre entre 1971 - 72, en un suburbio de Chicago. De forma magistral Franzen teje el argumento como si de un zoom fotográfico se tratase. Primero va describiendo a cada personaje, con el que empatizas de forma individual casi sin darte cuenta, y luego se aleja de él, buscando una instantánea panorámica, de conjunto, donde cada uno de ellos es un elemento discordante. No está donde debería, no se comporta como quisiera y arrastra sobre sus espaldas un sinfín de traumas y complejos. 

Russ y Marion Hildebrandt, pastor protestante él, mujer sin rumbo ella, pero - para mí - verdadera protagonista y heroína de la novela, son los patriarcas de una familia que se ahoga en el interminable invierno de Chicago, rodeada de drogas, de grupos de trabajo íntimamente ligados a la línea pastoral del padre, sin lograr entender en qué parte del ancho mundo son ellos los verdaderos protagonistas. Si es que lo son en alguna parte.

Para entender el complejo entramado de lo que se cuenta en el libro, hay que tener clarísimo el papel que juega la religión y el dinero en Estados Unidos. Como ya he explicado en anteriores párrafos, una vez abierta la barra libre de teólogos reformadores en el siglo XVI, y sin sitio para todos en Europa, se inició una recolecta de fieles (fanáticos que no tenían qué llevarse a la boca) y cruzaron el océano con la certeza de que no habrían de volver nunca. Allá donde llegaban fundaban comunidades religiosas y de poder completamente excluyentes. No hay que juzgarles mal, era la única forma de sobrevivir. Por eso, a lo largo y ancho de Estados Unidos, la proliferación de todo tipo de iglesias protestantes o reformadoras obedece a una fragmentación concienzuda del poder y del manejo de los recursos. 

La novela, 'la clave de todas las mitologías', nos describe esa idea desde la perspectiva del siglo XXI, concatenando historias acontecidas a finales del siglo XX. La reforma protestante trajo un aire de frescura a las arcaicas e inflexibles instituciones romanas, se reinterpretaron las escrituras, circularon traducidas a las lenguas vulgares y - en cierta forma - se bosquejó la senda de la modernidad. Lo que plantea Franzen, interiorizando esto, es cómo ayuda esa teología excluyente y comunal a una familia que se ve inmersa en un cambio de paradigma histórico, marcado por la Guerra de Vietnam, la plena incorporación de la mujer a la dinámica social y el consumo de drogas como algo común en la juventud arisca y revolucionaria. La respuesta es muy sencilla, no ayuda en nada. Después de tanta palabra escrita, de tantos visionarios y teólogos, sólo la pureza y la verdad revelan 'la clave de toda mitología'.

Hay un capítulo muy descriptivo que me permite afirmar que este es el mensaje a trasmitir. Russ Hildebrandt medita sobre la traición de Pedro a Jesús, cuando lo negó tres veces. Llega a la conclusión de que Jesús no juzga a Pedro, ni lo censura, todo lo contrario. Le dice que es humano y que por eso ya sabe que se equivocará y pecará, y que - a pesar de ello - le perdona y le quiere. Todo lo demás es superfluo y manido. 

Todas las mitologías acaban ahogándose en el fango de la realidad, e inevitablemente tenemos que recurrir a la sencillez de los sentimientos más puros. Si no lo logramos, ya aviso que hay personajes de la novela que no lo logran, hay que seguir buscando esto mismo, pero por otros caminos.

Dicho todo esto, leed el libro y sacad vuestras propias conclusiones.

M.

Filomeno vs Filomena.

Hace poco me explicaron por qué a los fenómenos meteorológicos más destructivos se les pone nombre de mujer, y a los que rozan levemente las costas dejando unos agradables vendavales sin mayores consecuencias, se les asocia con términos varoniles. Perpleja me quedé al no observar movimiento reivindicativo alguno en las calles. A mí me parece que la idea que subyace es que las mujeres no dejamos títere con cabeza allá por donde pasamos.

La explicación es que los nombres femeninos se fijan más en el cerebro, con lo cual, al ver el remolino del huracán enseguida te resguardas en el sótano.

Yo - como no podía ser de otra manera - discrepo totalmente. No sé nada del funcionamiento de la mente humana, pero si leo en la prensa '¡viene el temporal Rogelio!', me pongo más nerviosa que si el titular es '¡atentos que llega Ana!'. Si nos ponemos ya a innovar nombres, estoy segura que con algunas denominaciones nos sentiríamos completamente aterrorizados, muertos de miedo. Eso me pasa a mi, sin temporal ni nada, cuando le pregunto a un niño/a pequeño/a su nombre en el parque y soy incapaz de entenderlo, no por la lengua de trapo, más bien porque roza lo gore.

Pobres criaturas a las que sus padres les colocan un nombre asociado a la naturaleza, al ecologismo o a una diosa (inexistente) que lanzó un rayo a los invasores de Raticulín. Aunque mis favoritos son los que tienen truco, el colmo de la originalidad paternal, me refiero a los nombres de pila que significan algo en otro idioma. Leed las revistas del corazón, están plagadas de casos. La emocionada madre dice que 'Kaituli' significa amapola en birmano. Algunas veces, por simple curiosidad, he tecleado en el traductor 'amapola' y me ha devuelto otra palabra, tal vez no se documentaron bien, o el traductor no estaba atinado ese día. 

No quiero sacar pecho ni ser una patriota de pacotilla, pero los nombres castellanos de toda la vida son preciosos, o a mi me lo parecen. Pero me estoy quedando sola en esta apreciación, como en tantas otras. Menos mal que la soledad bien llevada es un alivio.

Filomena, un nombre anticuado pero muy español, dio nombre a una borrasca que asoló el centro de España a comienzos del año 2021. Hubiésemos fijado igual su nombre en nuestro cerebro de haberse llamado Filomeno, quizás más, porque a mi el nombre (en masculino) me recuerda a Filemón, el jefe de Mortadelo, trabajador a tiempo completo de la T.I.A., que siempre volaba por los aires al final de cada historieta y fracasaba persiguiendo al causante del estropicio (Mortadelo), porque este último se disfrazaba con pasmosa habilidad.


Al tener en la cabeza a Filemón explotando, cayendo de un precipicio, o cualquier percance que imaginarse pueda, afirmo que hubiese sido 'Filomeno' un nombre mucho más adecuado para referirnos a la borrasca antes mencionada. De nuevo la historia me ha ignorado. 

Algo así debía tener en la cabeza Gonzalo Torrente Ballester cuando escribió la novela 'Filomeno, a mi pesar' en 1988. Un libro que estoy releyendo como prueba de que los años se me echan encima, al sentir continuamente la necesidad de revivir momentos que considero dignos de traer al presente. Tengo que comparar si ahora - con más páginas leídas y escritas a mis espaldas - percibo matices diferentes al revisar mis memorias dentro de una nebulosa donde ya no sé qué es real o inventado, cuándo entro yo como protagonista (las menos de las veces) y cuándo me arrastra la corriente (casi siempre).

Decía que el asunto de los nombres no debió ser consideración de poca monta, es - de hecho - el eje de toda la trama, el gran lastre del protagonista, y - a su pesar - el amuleto que le protege de la mediocridad y de los desastres del siglo XX habidos en España y fuera de ella. No hubiese podido sobrevivir a tanto despropósito de llamarse 'amapola' en idioma birmano, de eso estoy segura.

Filomeno es el alter ego de Torrente Ballester, el vehículo del que se sirve para contar, a su manera pausada y lúcida, todo lo acontecido desde la década de los años veinte del siglo XX (cuando comienza a tener uso de razón), hasta comienzos de los años cincuenta. Esos años en los que Torrente Ballester, escribiendo a voluntad, dio forma a un libro que se lee sin esfuerzo porque se nota desde la primera página que el dominio del vocabulario y el desarrollo del argumento son propios de un maestro. Tanto, que considero que su objetivo era la obtención del Premio Planeta, y manejó la trama y los tiempos con tal fin, porque hay algunos giros que - sin esto en la cabeza - no se entienden. Debía tener claro que, para deslumbrar al jurado de cualquier premio, no se trata de ser el mejor, se trata de dejarse arrastrar por lo que te va dictando el ambiente. 

Dos tercios de la novela relatan los avatares en la vida Filomeno Freijomil, su infancia en un pazo portugués, la relación con su abuela y su padre, su viaje vital por Madrid, Lisboa, Londres y París, sazonado con los acontecimientos de los que es testigo involuntario, dictadura de Primo de Rivera, República Española, Guerra Civil, Segunda Guerra Mundial (el siglo XX dio para mucho, y casi nada bueno). Sus amores y amistades con personas devastadas por el tiempo que les tocó vivir. Pero de repente hay un giro comercial extraño (de ahí el comentario del párrafo anterior), tras la Guerra Civil, Filomeno se asienta en un pueblo remoto de su Galicia natal y comienza una vida intelectual y bohemia muy ecléctica, lo que le sirve para ridiculizar el recién nacido régimen franquista, sus múltiples contradicciones y mojigaterías, un tema muy del gusto de los lectores de los años ochenta del siglo XX, y que además él dominaba a la perfección, no tuvo que hacer ningún esfuerzo para adaptarlo a este libro y así cerrar el círculo de la vida de Filomeno. Torrente Ballester ya había escrito magistralmente sobre esto entre 1957 y 1962, cuando se publicaron los tres volúmenes de 'Los Gozos y las Sombras'. Si leéis el libro enseguida os daréis cuenta del giro en el estilo y cómo pretende concluir el argumento de una forma brusca, como si al comenzar a escribir hubiese planeado otra cosa a la que no supo darle forma y decidió cortar por lo sano concluyendo sin más.



Hecha esta pequeña crítica constructiva, afirmo que - sin duda - es un libro soberbio, maravilloso, un desafío para comprender el siglo XX, por una razón bien simple, su autor no fue un sectario, y desmenuzó con sobriedad y lucidez todo lo que otros inventaron para crear súper hombres que acabarían devorados por la estulticia y la violencia. Ese tubo de ensayo que fue el siglo pasado, es -bajo el microscopio de Torrente Ballester - una lección que no hay que desterrar de nuestra mente.

Otro recurso narrativo curioso es el del desdoblamiento de la personalidad, ese otro yo mejor que creemos ser, y que debe tener otro nombre para no dejar rastro de nuestra no siempre feliz vida. Filomeno Freijomil se vale para ello de su segundo nombre, Ademar de Alencastre, descendiente - por la rama portuguesa - de la Casa Lancaster, una de las contendientes en la Guerra de las Dos Rosas (1455-1487). Sus recuerdos más felices están asociados a este nombre portugués en el que siempre se refugia en busca de paz y respuestas, porque con el paso de los años renunciamos a comprendernos y las consecuencias de nuestros actos nos conducen a un callejón sin salida.

Antes comentaba que este libro ya lo había leído hace años, y me ha resultado curioso ver cómo hay cosas que recordaba perfectamente y otras ni tenía conciencia de haberlas leído jamás. Hay un personaje que atrasa el reloj para manipular su vida, como si lo vivido ya no hubiese pasado, eso lo recordaba perfectamente. Pero otras reflexiones, sobre las guerras, sobre Hitler, al que compara con la Inquisición Española, dejándose arrastrar por las ideas de la Leyenda Negra, su desapasionamiento a la hora de juzgar los mil desgraciados avatares de los que es testigo desde Londres y París, todo esto casi lo había olvidado. También el final, abrupto y conscientemente ambiguo.

Filomeno concluye su relato volviendo a su pazo portugués, a sus recuerdos infantiles con su niñera y su abuela, a su otro yo, a ese al que recurrimos para huir de lo que nos atormenta sin remedio, al que no ve la mediocridad y la crueldad, afirmando rotundamente que nuestro nombre es parte del mapa que nos guiará a lo largo de los años. Por eso, que éste sea absurdo, sólo complica más lo ya por sí incomprensible.

Leed mucho.

M.

sábado, 23 de octubre de 2021

El Prado y el Arte Contemporáneo (Octubre 2021)

Tengo que controlar mi fobia irracional al arte que se hace en la actualidad. No hablo de Arte Contemporáneo, porque este término es mucho más amplio e incluye a pintores de los últimos 100 años, de amplio espectro y genialidad.

Me refiero exclusivamente a artistas vivos, que venden su basura sin sonrojo a museos públicos, porque un ciudadano privado no tiene dónde poner esos armatostes informes que carecen de utilidad práctica. Que puedan vivir de su trabajo sólo se explica (al menos en España) por la pervivencia del 'círculo vicioso del caradurismo', cuyo concepto explico en los siguientes párrafos.

Una de las formas más sencillas de distraer dinero público es fomentando la cultura, esto incluye la promoción de eventos como el cine, conciertos, jornadas gastronómicas…, y – lo más lucrativo para el funcionario/político de turno - la construcción de todo tipo de museos. A los antropológicos se les da forma con cierta facilidad, con unos muñecos de cera que simulan a nuestros ancestros agachados ante unas piedras, reales o de cartón, y unas luces led que simulan un fuego crepitante, el ciudadano está tan contento. Mata la mañana del domingo y sale de la experiencia sintiéndose más culto tras leer cuatro cartelas sobre cómo vivían los hombres en las cuevas. En favor de estos museos debo decir que suelen ser de entrada libre.

Pero los museos de arte, que han proliferados como las setas en los últimos 40 años, son otro cantar. Para llenar sus salas se necesitan muchas obras (hay que tener en cuenta que se parte de cero), y nada mejor que comprar pinturas y esculturas de artistas vivos afines a las ideas del político a cargo y que – a ser posible – generen algo de polémica, esto último cumple una doble misión, pone en el mapa al museo y - además - aparta la mirada del contribuyente de los trapicheos más turbios.

El nirvana está asegurado, el funcionario/político se mete muchas monedillas en el bolsillo y el ciudadano está entretenido. El objetivo en última instancia, dar forma al inmenso parque de atracciones en el que hemos convertido las ciudades de los países ricos, queda sobradamente cumplido.

No es necesario decir que los 'rellenadores' de museos son una panda de comebollos sectarios que no hay por donde cogerlos. En el momento que logran exponer en uno de estos espacios, ya asumen que son intelectuales de primer orden, algunos sin saber ni quién era Velázquez, y que su visión del mundo, su ideario y su forma de plasmarlo – por ejemplo – en un lienzo, son la semilla que marca el nuevo rumbo de la historia del arte y – por extensión – de la humanidad en su conjunto.

Hemos visto en Arco, donde las galerías que muestran obras son privadas, despropósitos tales como manos cortadas clavadas en una madera, Franco metido en un ataúd (esto deberían haberlo expuesto en un 'museo antropológico' del tipo descrito anteriormente, es más adecuado porque el dictador estaba fabricado con cera y pertenece a otra época), un cartel parpadeante que exige el fin de la especulación (imaginad qué locura tener esto en casa)…, etc. Si – como decía – esto sucede en el ámbito privado, en el público, donde las ideas prevalecen sobre la materia prima y el talento, la deriva hacia lo absurdo no tiene control.

No hace falta decir que hay honrosas excepciones a esta regla.

Existen víctimas colaterales del 'círculo vicioso del caradurismo'. Mi experiencia vital me ha enseñado, por eso con los años he alcanzado una prudencia envidiable, que ser una voz discordante dentro de la masa sólo da disgustos y ningún logro personal. Por eso, dado que el Estado maneja casi toda nuestra riqueza, y los que deciden (sin criterio alguno) sobre el dinero y nuestras vidas, son extremadamente peligrosos, instituciones como el Museo del Prado se ven obligadas a dar voz a determinados artistas de esta corriente 'intelectual' tan bien vista en el mundo cultureta chusquero.

El domingo 17 de octubre asistí a una charla a tres bandas (más moderadora) titulada 'El Prado y el Arte Contemporáneo' en el salón de actos el museo. Para la ocasión se invitó a tres artistas, Luís Gordillo, Susana Solano y José Manuel Ballester que – yo suponía – iban a hablar sobre cómo las obras del museo habían influido en sus trabajos (Podéis ver la charla en este link) cuando en realidad hablaron de su obra de forma totalmente inconexa, excepto José Manuel Ballester, que mostró fotos de cuadros y lugares del museo. Me recordó aquella escena de la televisión de los años ochenta del siglo XX, en la que Francisco Umbral reclamaba atención hacia su libro, y afirmaba con vehemencia que todo lo que rodeaba al mundo de la comunicación era putrefacto. No era para reír, tenía razón. 

Luis Gordillo, artista consagrado y de renombre, estaba como de prestado. Mostró alguna de sus obras, dijo cuatro frases que nada tenían que ver con la charla, ni con el arte ni con nada que imaginarse pueda y se quedó tan pancho. Le faltó afirmar que Ariel es el detergente que lava más blanco y así emular la cultura popular, como Andy Warhol.

Latas de Sopa Campbell.
Pintura de polímero sintético sobre lienzo.
Andy Warhol (1962)
Museo de Arte Moderno de Nueva York.


Susana Solano - a la que costaba hablar castellano - leyó un manifiesto para convencernos que un armatoste que parece el ascensor de un parking,  y que han colocado junto al Ayuntamiento de Barcelona, es una escultura meditadísima, producto de intensas reflexiones que arrancan de la época inspiradora del hombre del fuego anteriormente mencionado. No quiero embarrarme con la fetidez política, pero algo huele a podrido aquí.

'Himne, mite i paradís 2019-2021'
Susana Solano (2021)
Colección de Arte Público Municipal (Barcelona).


Me cuesta muchísimo abstraerme y llegar a creer que este engendro es una forma de interiorizar los mitos, mucho menos ver un paraíso de ideas inspiradoras. Mi único consuelo es que cuando dentro de cientos de años, los turistas del futuro visiten Barcelona, estos hierros habrán desaparecido.

El último de los artistas, un tipo bastante gris y nada chisposo fue José Manuel Ballester. Un fotógrafo que tampoco habló del Prado, debió comprender que el título de la conferencia era una especie de mantra extraño, una directriz de alguna musa que se había fumado un porro, o - como todo artista moderno, imbuido de egocentrismo intelectual - consideró que mostrando sus fotografías, al menos no hacía tanto el ridículo como sus dos colegas de profesión.

'El jardín deshabitado'
José María Ballester (2008)
Fotografía sobre lienzo. Tríptico.


Olvidan todos estos iluminados, como tantos otros semi-sabios modernos, que el arte tiene una dimensión espiritual. Que la obra no absorbe las ideas de quien les da forma, y que - al intentar explicar algo que en muchos casos de tan obvio es irrisible -  aniquila a la musa con la que toda obra de arte nace. 

Cuando nos encontramos delante del 'Descendimiento de la Cruz' de Rogier van der Weyden, aun sin ser creyentes, no necesitamos que Rogier salga de su tumba, con estilismos de hace 500 años y nos lea un pergamino sobre como su fe y su talento nos dejaron una tabla que atraviesa el tiempo sin explicaciones ni esquemas científicos, porque las musas que habitan en él son inmortales.

Leed mucho, visitad museos y sacad vuestras propias conclusiones.
M.

sábado, 16 de octubre de 2021

¿Debemos ceder el paso a la postmodernidad? Las enseñanzas del Príncipe de Salina.

¿Estamos ya en época postmoderna? Por centrarnos, la era moderna comenzó para algunos historiadores con el Descubrimiento de América (1492), para otros el punto de inflexión lo marcó el desastre de la Caída de Constantinopla (1453), pocos años de diferencia entre ambos, así que fijaremos el inicio del mundo moderno a principios del siglo XVI. Lejos ya de las tinieblas de la Edad Media (un concepto ridículo y falso, pero muy extendido), y con un tímido avance hacia la especialización del conocimiento.

El Renacimiento y - posteriormente - el Barroco, marcaron la senda de una revolución que hizo palidecer a otros movimientos completamente magnificados porque tuvieron lugar en el mundo protestante o francés. Al primero se le tiene alguna consideración, al segundo, el Barroco, menos, porque era España - perseguida por la Leyenda Negra - quien dirigía la orquesta mundial.

No se puede negar que la Corte Española impulsó - sin lograr sacudirse su descrédito - el Barroco a nivel mundial. De él viven aun países como Guatemala o México, donde se alcanzaron cotas de auténtico virtuosismo y - en menor medida, por su desastroso urbanismo - Sicilia.

De esta isla, la más grande del Mediterráneo, versarán los siguientes párrafos.

Tras un año y medio raro e inesperado, donde nos han tenido encerrados como ermitaños, arrancándonos de paso nuestra fe, entiéndase esto último como cualquier manifestación de individualismo, y aprovechando el aflojamiento de nuestras cadenas, decidí emprender el viaje planeado para marzo de 2020, Sicilia. El libro ad-hoc para la ocasión (obvio en este caso particular) no tuve que comprarlo, ya lo había leído hace unos años, pero no cabía otro compañero de viaje, sin él es imposible comprender la isla, el peso de sus conquistadores y los aires de cambio que se abatieron sobre ella a mediados del siglo XIX, sí, hablo de 'El Gatopardo' de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Tengo que decirlo ya, no vayáis allí sin este libro bajo el brazo.

Para comprender el argumento de esta colosal novela, para mí de las mejores escritas en el siglo XX, hay que mantener en todo momento un esquema mental de la historia de la isla. Y como se fue cincelando su carácter, mezcla de una potente cultura griega, que vio nacer a importantes filósofos y cuyas ciudades se contaban como las más importantes del Mediterráneo, para pasar a ser un granero romano, campo de batalla de guerras varias en la antigüedad, bastión bizantino, árabe, normando, francés (contra el que se rebelaron en las conocidas 'Vísperas Sicilianas'), español y, tras el Risorgimento o Unificación Italiana, parte de la Italia moderna.


'El Rey Guillermo II ofrece la Iglesia a la Virgen'.

Todos los isleños tienen algo de peculiar, no caben excepciones. En el caso de Sicilia el matiz se ve acentuado por la rapiña de sus conquistadores y previsible advenimiento de la Mafia, que se hace sentir en todo momento en el devenir de los actos más comunes. Sé que es complicado justificarla o verla con buenos ojos, pero cuando he escrito 'previsible', ha sido con el objeto de matizar que no se puede invadir una isla una y otra vez, sin más objetivo que la ambición, sin intuir que - llegado un momento - sus habitantes se unirán para defenderse, pobremente al principio, y de manera global después.

Desde el momento que se aterriza en Catania o Palermo, se nota el silencioso peso de su poder en las cosas más nimias, en el lento trascurrir de los actos más comunes, en su urbanismo caótico y deprimente que invade como una polilla ('moth' en inglés, es como se conoce a la Mafia en lenguaje coloquial) edificios colosales, llenos de inmundicia y vagancia. El peso de la inactividad dictada por un mundo periférico y lleno de códigos propios. Si alquiláis un coche, por ejemplo, comprobaréis que de repente la carretera se estrecha por obras en decenas de lugares, sin saber la razón. No hay operarios, ni máquinas, nada. No las ha habido nunca desde que decidieron simular unas obras por sabe dios qué motivos.

El comienzo de este caos, precedido por el sofocante peso social de la iglesia y la nobleza, se esboza en la novela sin apenas darnos cuenta. Cada uno de los protagonistas representa ese algo de pintoresco que cada época dibuja y que sirve - con la óptica del tiempo - para dar forma a un imaginario desbordante de anécdotas y pautas para no prejuzgar sin motivo la trama que el tiempo cincela, arrastrando sin piedad sueños y ahogando voluntades.

Como todo buen libro, nunca se sabe quién es el bueno ni el malo, porque cada uno de los personajes tiene sobradas razones para actuar tal y como lo hace, sin borrar ni una coma del guion, dinamitando así los perjuicios de quienes saben leer entre líneas. 

El escenario de la trama se enmarca entre los años 1860, fin del Reino de las Dos Sicilias y entrada en escena de Garibaldi, y 1910, acto final de una época en extinción, dinamitado sutilmente con la destrucción de unas reliquias. 

No resumiré la trama, pero sí quiero dejar constancia de los que son – para mí – los cuatro momentos que invitan a una reflexión profunda.


Don Fabrizio Corbera, Principe de Salina, heredero de un patrimonio económico y cultural incalculable, se encuentra ante una tesitura histórica y personal complicada. Asfixiado por los clichés dictados por su propia familia, ve como su sobrino, Tancredi Falconeri, es merecedor de todo su afecto y admiración. Este último, sin recurso económico alguno, se alista en el ejército de Garibaldi sin que en realidad quiera perder ninguno de los privilegios que su origen noble le brinda.


Aquí leemos el primer momento clave, el diálogo entre tío y sobrino al respecto de su alistamiento, la frase de Tancredi que ha pasado a la historia de la literatura: ‘Que todo cambie para que todo siga igual’.


(...) "Por el Rey, sí, pero ¿qué Rey?" El muchacho tuvo uno de esos accesos de seriedad que lo volvían enigmático y a la vez entrañable. "Si nosotros no participamos también, esos tipos son capaces de encajarnos la república. Si queremos que todo sigua igual, es necesario que todo cambie. ¿Me explico? (...)

El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Alianza Editorial SA. Segunda Edición 2012. Pág.73.

Desde hace milenios, en esencia, todo sigue igual, a pesar del progreso, siempre ha habido clases, oprimidos, advenedizos, explotados y élites más o menos destructivas. La razón es obvia, no existe verdadera voluntad de cambio. Y lo que puede venir es posible que sea peor, véase el caso de la Unión Soviética.


Siguiendo con este razonamiento, la segunda reflexión es ¿cómo se debe actuar en tiempos de cambio?


(...) "Después de la cena, a las nueve y media, recibiremos con agrado a los amigos". Estas últimas palabras dieron mucho que hablar en Donnafugata. Si el príncipe había hallado al pueblo igual que siempre, éste en cambio lo halló a él muy cambiado, porque hasta entonces jamás le habían oído palabras tan cordiales; y en aquel momento, insensiblemente, comenzó a declinar su prestigio. (...)

El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Alianza Editorial SA. Segunda Edición 2012. Pág. 117.


 

Difícil respuesta. Saber estar a la altura de lo que se espera de nosotros, se convierte en un laberinto donde todos los caminos conducen al desconsuelo. Lo habitual, es no hacer nada, dejar pasar las horas y claudicar. La peor de las opciones. La modernidad y la mejora en las comunicaciones nos ha permitido alzar la voz, pero - voy a ser políticamente incorrecta - tal vez no sea necesario que todos opinemos sobre todo campo del saber, porque llega un momento que sólo hay ruido de fondo, pero nada realmente aprovechable. Algo semejante le sucede a don Fabrizio, oye ruidos aquí y allá, no hace lo que mejor sabe, no se comporta como los demás esperan, y - con el tiempo - se acaba convirtiendo en una especie de marioneta ridícula y anacrónica.

A pesar de la Unificación, y del fin del Reino de las Dos Sicilias, había un rey en Roma, por lo que don Fabrizio es llamado a ser senador del reino para ayudar a engrandecer a la nueva Italia. Aquí hay que entender un poco cómo se gestó la Unificación, un movimiento que parte del norte de Italia, de la casa de Saboya, y que - como tal - concebía la unidad como necesaria pero siempre observando a los sicilianos como una especie de salvajes a los que civilizar. Para esto Lampedusa se vale de nuevo de la sutileza, el encargado de reclutar al príncipe para su nueva misión, Chevalley, padece horriblemente y se ve muerto o enfermo a cada momento en cuanto pone los pies en la isla. El pobre hombre fracasa estrepitosamente. Don Fabrizio, en un momento de lucidez, se da cuenta que no quiere seguir el guion de una nueva obra que comprende inútil para Sicilia, y para él mismo. 

(...) ¿De verdad cree usted, Chevalley, que es el primero que pretende encauzar a Sicilia en la corriente de la historia universal? ¡Quién sabe cuántos imanes mahometanos, cuántos caballeros del rey Rogelio, cuántos escribas de los suevos, cuántos barones de Anjou, cuántos legistas del rey Católico concibieron también esa hermosa locura! ¡Y cuántos virreyes españoles, cuántos funcionarios reformadores del reino de Carlos III! ¿Quién recuerda ahora sus nombres? Pero su insistencia fue en vano: Sicilia prefirió seguir durmiendo; ¿por qué hubiese tenido que escucharlos, si es rica, sabia, honesta, si todos la admiran y la envidian, sí, para decirlo en una palabra, es perfecta? (...)

El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Alianza Editorial SA. Segunda Edición 2012. Págs. 282 y 283.


Lo sé, es maravilloso. Una delicia leerlo. Porque no deja nada al azar, nada por contar. Por eso, casi al final de la novela aborda lo más escabroso del equipaje histórico siciliano, el agobiante peso de la Iglesia Católica. Leamos entre líneas también ahora. Al lado del príncipe siempre está su escudero, el Padre Pirrone, acompañante en sus andanzas y calaveradas, cual Sancho Panza. Un cura bonachón e inofensivo, lejos de la imagen de codicia, oscurantismo e inflexibilidad que siempre acompaña en la literatura a estos personajes. La Iglesia siempre ha estado al lado de los poderosos, Lampedusa reconoce este apoyo de la mejor forma posible, invitándonos a pensar que no todo es lo que parece. El sacerdote, con ocasión de una visita a su pueblo natal, reflexiona también sobre los cambios y sobre cómo los hombres cambian todo para seguir igual. 

(...) "Le diré incluso, que si, como ha sucedido tantas veces, esta clase tuviera que desaparecer, de inmediato surgiría otra equivalente, con los mismos méritos y los mismos defectos: quizá ya no estaría basada en la sangre, sino, no sé... en el hecho de llevar mucho tiempo viviendo en un determinado sitio o en la pretensión de conocer mejor algún supuesto texto sagrado." (...)

El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Alianza Editorial SA. Segunda Edición 2012. Pág. 304.



La necesaria marginación de la Iglesia en la isla condujo a la aniquilación de un patrimonio histórico incalculable, sustituido por edificios en ruinas, y eclecticismo cutre, especialmente en Palermo. El paso previo a la destrucción siempre requiere una hoja de ruta para saber cómo rellenar con gracia los huecos del 'progreso'. En el caso de Sicilia no sucedió así. Porque hasta la propia Iglesia, al no saber - como el príncipe - que lugar debía ocupar, se destruyó a sí misma. Final sublime del libro.

Las hijas del príncipe, ya ancianas en 1910, reciben la visita de un vicario encargado de revisar obras de arte y reliquias aun en posesión de la familia. La clase social que ha apoyado durante siglos a la Iglesia, ahora se ve juzgada por ella, como parte del acto que se está representando en el nuevo teatro italiano. Los mediocres se someten con servil y estéril obediencia. Concetta, prima de Tancredi y enamorada de él en su juventud, descubre que todo lo que ha vivido es ridículo, todo lo que ha atesorado (reliquias básicamente) es destruido con concienzudo esmero. Con indiferencia calculada se enfrenta a pecho descubierto a una modernidad mal entendida. ¿Postmodernidad? ¿Progreso? ¿Rendición?

(...) Concetta se retiró a su cuarto; no sentía absolutamente nada: le parecía estar viviendo en un mundo conocido pero ajeno; un mundo que ya había consumido toda su energía y ahora sólo contenía puras formas.(...)

El Gatopardo. Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Alianza Editorial SA. Segunda Edición 2012. Pág. 408.



La rendición es la forma en la que las personas inteligentes disfrazan su clarividencia. De nuevo, nada es lo que parece.

Leed mucho, viajad a Sicilia, leed esta novela y meditad sobre la postmodernidad.
M.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

Campos de Castilla...

Leo despacio, poesía....

Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana,
ya irán a su rosario las enlutadas viejas.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, ¡tan curiosas!… Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.

"A Orillas del Duero". Campos de Castilla.
Antonio Machado (1912)

Y medito. Me pregunto en qué momento dejamos los castellanos que nos despojasen de nuestra identidad ¿Quiénes han sido los culpables? Las misas de palabras huecas, los Austrias y su empecinamiento imperial, nuestra pobre tierra pedregosa y despoblada, Madrid y su vampirismo secular, nuestra generosidad y audacia, la mala suerte, la envidia del resto de buscadores de tesoros que nos retrataron con matices de leyendas negras, nuestra nula capacidad para gestionar con frialdad, el desmembramiento final de Castilla con la nueva disposición territorial de la democracia... Estas y otras decenas de causas nos han convertido en un barco sin rumbo, al final nuestros enemigos han borrado de la historia todas y cada una de nuestras gestas, que ya ni se estudian en los libros escolares.
No repasaré aquí nuestra vapuleada historia, porque ha llegado un momento que - cuando se escribe o habla sobre esto - comienzas a sentir sobre tu cabeza el peso de la ignorancia, de la risa cruel del no saber, del aliento del enemigo más destructivo.

Castilla ha tenido y tiene enemigos externos, excusable en el juego de naciones a lo largo de miles de años. Pero su gran amenaza está en sus enemigos internos, cuando pienso en esto, me vienen a la cabeza imágenes medievales, en las que un hombre moribundo tiene a cada lado de su cama un tipo de influencia, el mal representado con un demonio rojo o verde con una cola larguísima, y el bien con forma de angelote anodino que baja los ojos, sin cola y con una alitas que no infunden miedo alguno. Los gobernantes españoles, avaros, incompetentes, mediocres en su mayoría, ciegos a la verdad, son - obviamente- el moribundo que no ve más que una realidad a corto plazo que pasa por dejarse embaucar por un demonio, nefasta influencia que nos conducirá a nosotros (los castellanos) y a nuestros vecinos peninsulares a la apocalipsis, nos veremos rodeados de otros demonios con colas más largas y colmillos más letales.

Muerte - lecho de muerte escena hombre moribundo rodeado por ángeles y demonios esperando para reclamar su alma. Desde un "Ars moriendi" de finales del siglo XV

Sólo un apunte, León y Castilla están unidas en una infame aleación que no tiene ni pies ni cabeza. Como reino peninsular sólido e influyente, León fue durante la Edad Media enemigo acérrimo de la Corona de Castilla, a pesar de su unión posterior por temas dinásticos, la rivalidad se mantuvo viva entre nobles de ambas regiones durante siglos. Aun hoy, si preguntas a un leonés si se siente castellano, probablemente te escupa en la cara. Pero - recordemos juntos - cuando se fijaron los límites regionales en 1978, se trató de preservar los derechos y privilegios de las "Regiones Históricas", Castilla, no era una de ellas, León, monarquía que gestó todos los reinos que aparecen en los mapas peninsulares, tampoco.
 
Siento una sobrecogedora lástima cuando veo a personajes que no han leído un libro en su vida, que no conocen ni su propia historia, caricaturizar y vetar nuestra centenaria cultura de forma vulgar y ridícula, víctimas de la ceguera del adoctrinamiento. No hay que culparles, nunca nos hemos defendido, tal vez porque dentro de nosotros - los castellanos - haya una vena derrotista y soñadora que nos hace vivir sin un plan preconcebido al albur de hechos inconexos y casuales que nos han hecho ser locos al vivir y cuerdos al morir.

Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

"El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha".
Libro II - Cap.LXXIV
Miguel de Cervantes (1615)

Fue el espantajo y el coco... ¡Qué divertido! En su locura vital don Quijote fue más humano y leal a sus principios que cualquier verdadero espantajo racional y cruel. Sólo ante la inminencia de su muerte se dio cuenta que dar estocazos a los monstruos, no tiene sentido alguno, y sólo resta dejar el mundo de una forma quieta y sencilla.

De estos avatares castellanos de las aventuras de locos idealistas y aventureros, os recomiendo libros como 'El dios de la lluvia llora sobre México' de László Passuth, 'La visita en el tiempo' de Arturo Uslar Pietri (sobre la vida de Juan de Austria) o 'La aventura equinoccial de Lope de Aguirre' de Ramón J. Sender. Con estos tres ya tenéis lectura para un tiempo. La novela de Lope de Aguirre es densa y conviene tener nociones de la aventura que relata, o no se entiende bien la trama.

He escogido estas tres porque describen a los castellanos a la perfección, la primera habla de osadía e inconsciencia, a nadie se le hubiese ocurrido enfrentarse a un imperio sólido y centenario con unos pocos hombres enfermos y débiles, usando una amalgama de inteligencia y desesperación. El segundo de ellos, la vida de Juan de Austria, hijo reconocido del emperador Carlos I, describe una aplastante verdad, los hombres que ostentaron el poder, nunca estuvieron a la altura. Y el tercer libro es un compendio de despropósitos que han abonado en parte la leyenda negra, aventureros que libraron su propia guerra al amparo de la ineficacia de la burocracia castellana. Seguimos igual, los españoles osados que triunfan ahora, lo hacen lejos de aquí, al abrigo de sus propios recursos, porque la madre patria premia y da pábulo a los malos y castiga a los buenos. Esta enseñanza del catolicismo que tanto defendieron los Austrias, la aprendimos al revés.

También os recomiendo, por simpático y ameno, el libro de Juan Eslava Galán, 'Historia de América contada para escépticos', con cuatro brochazos nos hace viajar a una América agreste, exuberante de naturaleza, inconmensurable y misteriosa. Para descubrirla (no conquistarla, ni hacer colonias, conceptos muy posteriores, de la época borbónica) unos hombres aguerridos, sufridos, con una tibia fe, gran capacidad amatoria, sin nada que perder, procedentes de una tierra fronteriza poco fértil y despoblada, se adentran en selvas peligrosísimas y se enfrentan a imperios milenarios, sin más armas que su inquebrantable voluntad. ¿Dónde está ahora esa voluntad? ¿Qué queda de aquellos espíritus? Creo que nada. 

'La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente que hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo... Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga, la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la historia' (Charles F. Lummis. Los Ángeles.1916)

Citado en el libro de María Elvira Roca Barea. "Imperiofobia y leyenda negra
2ª Edición . Dic.2016 (Pág. 291)

Hay un libro infame, tendencioso y sectario, que sirvió de argumento a una película infumable del mismo título, 'Raza' de Francisco Franco (el dictador). He leído fragmentos, todos teñidos de un tono grandilocuente y con un tufo folletinesco bastante obvio. Dudo que Franco fuese capaz de escribir un libro, siempre me ha parecido un tipo bastante limitado intelectualmente, muy mediocre, el tipo perfecto para convertirse en un dictadorzuelo ridículo. Estoy segura que el libro lo escribió otra persona bajo los dictados doctrinales de Franco. No perdáis el tiempo leyendo estas páginas, a no ser que lo abordéis con el objetivo de asomaros a otro mundo, desde un enfoque superficial y con ganas de reír. De otra forma, dan ganas de tirarse por una ventana.

Saco este libro a la palestra como ejemplo de 'enemigo interno', por no citar los más obvios. La falta de rigor y contar las cosas con fines partidistas - como está haciendo la democracia desde hace años - sólo conduce a cubrir de barro y de ignorancia los aspectos de una historia que fue como fue, buena o mala, simplemente fue. Y eso ha sido barrido por nuestra incapacidad para enarbolar la bandera de la transparencia ('verdad' es un concepto muy subjetivo).

Leed y sacad vuestras propias conclusiones, estas son algunas de las mías.
M.

jueves, 12 de agosto de 2021

Messi deja el Barça... ¡Qué desoladora noticia!

Messi se va del Fútbol Club Barcelona, ha anunciado su partida y la noticia es desoladora. Desde el día que lo leí no he sido la misma persona.

El hecho en sí es perturbador, tanto que da miedo y vértigo. Es como esperar ver la luz al final del túnel y – por el contrario – encontrarte una salamandra asesina o un monstruo con siete cabezas que hecha fuego por unas fauces llenas de dientes carbonizados.

Todos los medios se han hecho eco de tan impactante decisión, no es para menos, el que la ha tomado es un retrasado mental que no sabe ni hablar. No es un tema nacional, todo el globo ha estado pendiente de semejante sandez. Debates a nivel mundial, comentarios despectivos hacia España por dejar marchar a semejante idiota que sólo sabe dar patadas a un balón…, creo que algo va mal en el mundo, algo va muy mal. Y no creo que vaya a mejorar.

Mi opinión sobre el fútbol es de sobra conocida, me parece un asco, por resumir. Tan demoledores comentarios he hecho en varios medios, que hasta me dedicaron un programa de radio atacándome. La conclusión a la que se llegó es que soy una insatisfecha sexual. Es decir, toda persona a la que no le gusta el fútbol es – por definición – un pelele que no disfruta de goces carnales. Nunca se me habría ocurrido.

Tras un año y medio de despropósitos económicos provocados por la Covid-19 (“el Covid” es un término obsoleto), un huracán sin control que ha arrastrado a la miseria a millones de personas, hecho que no reflejan los medios, que, sin sonrojo, nos han desinformado con las excusas más chuscas, nos premian con una noticia tan refrescante como esta, no se puede pedir más, un respiro para los redactores que no tienen que sortear la verdad para contar mentiras. 

Esto es – reconozcámoslo – un hecho rotundo y sin matices, Messi se va del FC. Barcelona. Ahora me estoy dando cuenta que hay pocas noticias tan poco manipulables como esta. Alguna cosilla se ha ocultado, por ejemplo cómo ha tributado Messi durante todos estos años en España, o por qué se va a dotar a la Liga de Futbol con 2700 millones de euros de todos los españoles (incluidos los insatisfechos sexuales), para que parte de ese dinero nunca se vuelva a ver, bajo capas de trucos fiscales que permiten a los futbolistas engañarnos sin sonrojo a todos los que no tenemos escapatoria, y trabajamos más de la mitad del año para alimentar al monstruo devorador que es el Estado.

¿Cómo es posible que una noticia como esta no haya sido arrastrada por el fango? ¿Cómo la prensa internacional da también pábulo a algo así, tan vulgar, tan soez, tan hueco? Todo sea por el fútbol, que ha encontrado la fórmula mágica para engendrar violencia sin censura. Bueno, mentira, visten a los jugadores con unas camisetitas, que sólo llevan al principio de los partidos, diciendo que hay que ser buenos, porque Dios todo lo ve, menos cuando mira hacia otro lado, que – en el caso del fútbol – es casi siempre. 

Cuando pensamos en los romanos gritando en el circo, o en los torneos de la Edad Media (pésimamente ilustrados en el cine), se nos dibuja una sonrisa de superioridad en el rostro, nosotros somos hijos de la Razón, del Progreso, nuestros antepasados eran unos energúmenos de manual. ¿Somos tan distintos? Mirad cualquier vídeo de ultras de un equipo de fútbol (el que sea), no creo que la diferencia con nuestros antepasados caballeros con armadura sea tan grande. Es más, me atrevo a afirmar que nosotros somos peor, porque tenemos todo el conocimiento al alcance la una tecla de ordenador y nos empeñamos en ignorarlo.

Los libros, el conocimiento en última instancia, han sido la tabla de salvación de muchas personas a lo largo de los siglos. Han huido de lo que les rodeaba de forma sigilosa, sin hacer ruido, refugiándose en una cueva sin monstruos de siete cabezas, y con luz al final del túnel. Pero la lucha no es fácil, llegar a ignorar el entorno es una cruzada peligrosa. Ese es uno de los puntos que desarrolla de forma magistral Irene Vallejo en su ensayo "El Infinito en un Junco", de amena e ilustrativa lectura. 



Este ensayo repasa 3000 años de historia de los libros, comenzando con su 'no existencia', con debate incluido sobre si era bueno plasmar las ideas en un soporte duradero, por ser malísimo para la memoria (algo de verdad había en ello), nos recuerda el impagable legado de los griegos, su visión del mundo (que aun perdura), las sucesivas destrucciones de la Biblioteca de Alejandría desde su creación por Ptolomeo I en el siglo IV aC., y, en definitiva, cómo la humanidad se ha dotado de medios para reflexionar y cómo estos se han convertido en una amenaza, un arma peligrosa que - sin pretenderlo - origina el caos y la muerte. 

Hay muchísimas reflexiones que me parecen soberbias, otras divertidas, con otras líneas casi lloro, hay temas que son ejemplos recurrentes de la barbarie humana, pero no por ello dejan de conmoverme. 

Nada más comenzar el libro hay una idea poderosísima, podemos leer un manuscrito de hace 3000 años, pero no un disquete de hace diez, porque ya no fabrican ordenadores que lo lean. En la Edad Media, los monjes dedicaban años de su vida copiando libros, confiados en que traspasarían la barrera del tiempo, sirviendo de luz para todos aquellos que tuvieran el privilegio de tenerlos en sus manos. Ahora nuestros escritos son efímeros, una chispa imperceptible en medio del universo. Y nos da igual, estamos convencidos de que volcando en Twitter nuestros comentarios ingeniosos sobre cualquier tema de nulo interés, somos audaces y poderosos, cuando lo que hacemos es gorjear (significado de la palabra 'Twitter') sin escucharnos los unos a los otros. 


Cuando la autora aborda el tema de 'la risa', no puede por menos que servirse de 'En el nombre de la Rosa' de Umberto Eco. Reflexiona y escribe: 

(...) Sin embargo existe un humor rebelde que desafía las relaciones de dominación, que resquebraja el aura de un mundo autoritario, que denuncia al emperador, desnudándolo (...), la risa tiene una enorme capacidad de deslegitimar el poder, y por eso inquieta y es castigada. (...) Incluso en las democracias contemporáneas estallan polémicas acaloradas sobre los límites del humor y la ofensa (...)
Irene Vallejo. "El Infinito en un Junco"
Ebook- 1ra edición - Cap. 72.

Y aquí voy a abrir mi corazón y confesar yo me rio de todo. La gran mayoría de las decisiones que se toman me parecen ridículas, y claro, trabajando en una empresa de las más grandes de España, donde el secretario del subsecretario y sus los mandos intermedios sólo toman decisiones para barajar las cartas sin que en el fondo haya ninguna jugada clara sobre la mesa, no puede irme bien. Se me ve en la cara que discrepo, por más que hago ejercicios en el espejo para disimular, por más que finjo entusiasmo, soy - irremediablemente - una outsider. He experimentado momentos de absoluto desasosiego, ahora desde la barrera que me brinda la experiencia, me divierto infinito haciendo prototipos humanos de incompetencia congénita. Para Irene Vallejo es muy sencillo, y además lo cuenta muy bien, las personas que aman y defienden los libros son - por definición - dignas de ocupar un lugar en la historia, los que los destruyen son - simplemente - dañinos y olvidables.

Quiero hablar de otro libro sirviéndome de la idea de la risa, de la bendición de poder reírnos de nosotros mismos, de observar nuestro bagaje vital ayudándonos de la literatura. Estoy rematando 'Entre Visillos' de Carmen Martín Gaite. Una de las 100 mejores novelas del siglo XX escritas en español. La trama se urde con diálogos entre distintos personajes, cuyos días trascurren en una ciudad de provincias durante los años cincuenta del siglo XX. Asfixiante realidad de la que muchos de ellos quieren huir. No falta de nada, insatisfacción, machismo, maltrato a la mujer, la imperturbable pauta que marca la religión, eternos opositores, los amores no correspondidos, mujeres que se desmarcan con tibieza y caen en sus propias contradicciones, militares con los que sueñan todas las jovencitas tras la guerra, miseria contenida, el uso de un español educado y rebuscado en las conversaciones provincianas, homosexualidad, juventud rebelde... 



El argumento nos envuelve como una melodía, porque la escritora no alberga ningún resentimiento, sabiendo que esa ha sido la su propia realidad vital. Los poderes públicos deberían fomentar este tipo de lecturas que nos permiten 'reírnos' de lo que somos y de dónde venimos. Ahora todo es una amenaza, siempre hay malos que no nos comprenden y que nos 'atacan', cuando el mayor peligro no son los 'otros', somos nosotros cuando perdemos el contacto con nuestros cimientos. La novela es esto precisamente, una canción que nos mece y nos sumerge delicadamente en la melodía de un pasado no tan lejano.

Nunca se menciona el nombre de la ciudad. Sin salida al mar para acentuar en todo momento la cerrazón social. Dar paseos de verano por el río completa el matiz de provincianismo que en todo momento persigue reflejar. 

Hay un capítulo que describe un guateque en el que todos son felices, disfrutan de su entorno con toda naturalidad, hay momentos que no son valorables bajo ningún prisma, son y punto. 

Durante toda su lectura he tenido una sonrisa en los labios, de ahí la mención anterior a la risa. Porque yo - en mi niñez - he vivido los últimos retazos de todo este mundo de provincias que ha sido barrido por el viento. Mis recuerdos siempre son en invierno, con estufas y 'entre visillos'...

Me fui a buen paso hacia la pensión por las calles vacías, y mirando las ventanas de los edificios me imaginaba la vida estancada y caliente que se cocía en los interiores.
Carmen Martín Gaite. "Entre visillos"
Ebook - Capítulo QUINCE.

Recuerdo la inocencia y el vértigo al imaginar los desafíos por venir, lejos de esa vida estancada, y no encuentro trauma alguno en mi cabeza, sólo una enorme sensación de haber traspasado muchas barreras a fuerza de no olvidar las líneas del pergamino en el que se ha escrito nuestro pasado.

En cambio, afrontar el presente me provoca tristeza y miedo, algo que nunca sentí al refugiarme en mi habitación de una diminuta ciudad castellana. Al leer la noticia sobre el futuro de Messi noto cómo se enciende un interruptor que aleja la risa, y siento escalofríos.

Se sentaron en el sofá amarillo, corriendo un poco las cosas que había encima. Allí, juntas, oyeron la música de una emisora francesa - tan lejos, sabe Dios de dónde venía. Natalia se tapó la cara contra el hombro de Gertru y se echó a llorar desconsoladamente.
Carmen Martín Gaite. "Entre visillos"
Ebook - Capítulo DIECISIETE.


Leed mucho,
M.
(Una outsider)