domingo, 8 de septiembre de 2019

Miradas Afines.

Ahora ya tengo clara la razón por la que me convertí en una fanática visitante del Museo del Prado en Madrid. ¡He tenido una revelación! Sí, sí. Un chispazo en mi cerebro que me ha dado la clave. Necesito quedarme quieta de vez en cuando, evadiéndome del ruido de fondo, delante del cuadro de Rogier van der Weyden, 'El Descendimiento de la Cruz'

'El descendimiento de la Cruz'
Rogier van der Weyden (1436)
Museo Nacional del Prado (Madrid)

No puedo parar de mirarlo, ejerce sobre mí un magnetismo sosegante y amable. Me siento superior a los individuos que me rodean, es como si se estableciera una corriente de comprensión entre el lienzo - pintado hace 583 años - y yo. Por eso, cada vez que voy al museo, da igual cómo oriente mi visita, me acerco a la sala donde se encuentra esta obra, que es maravillosa. Da igual si eres creyente o no, entendido en arte o no, de cultura occidental u oriental, hombre, mujer, alto, bajo... El cuadro despierta una corriente de intriga e interés basada en los colores y la disposición de las figuras, sus caras, sus gestos y cómo las telas parecen salir del cuadro, podemos tocarlas y sentir el dolor de los personajes, vestidos a la moda del Flandes en el siglo XV. 

Este cuadro y mis frecuentes visitas, me han abierto las puertas a un universo de exposiciones como la de Fra Angélico (de la que ya hablé), y la soberbia y bien estructurada sobre Velázquez, Rembrandt y Veermer, y sus puntos en común a la hora de ejecutar sus obras, 'Miradas Afines' la ha titulado el Museo.

Vamos a ponernos un poco en situación, tal y como yo la veo, que no es necesariamente el enfoque de El Prado, mucho más conciliador. Por eso desde ya os animo a que vayáis a verla y extraigáis aquellas conclusiones que consideréis más oportunas, creedme que las encontraréis, porque la exposición conduce a mil reflexiones, sobre el arte, su desarrollo y - sobre todo - sobre la historia de España y su inesperado papel en Flandes. Me centraré - para abrir camino a mis reflexiones - únicamente en Velázquez y Rembrandt.

Los Reyes Católicos, padres de cinco hijos y con una ambición desmedida, tuvieron dos objetivos claros durante su reinado, uno fue la conquista del Reino Nazarí de Granada y otra, elevar sus reinos a la categoría de 'potencia con peso' dentro de Europa. Esto último, que parece algo baladí, era complicadísimo, sólo hace falta mirar un mapa para ver que - más en esa época - la península estaba alejada de todas la rutas comerciales que manejaban el dinero y que - por lo tanto - cortaban el bacalao. Aunque en realidad los pesos pesados se reducían a dos, el Papa y el Emperador del Sacro Imperio. Éste último, en la época que nos ocupa, tenía su base de operaciones en Flandes.

Atentos porque este matrimonio va a cambiar la historia de Europa de cabo a rabo, no hay acontecimiento en el intrincado laberinto continental (incluye esto al Reino Unido) que no tenga su raíz en cualquiera de las decisiones que tomaron. Eran - además de ambiciosos - sagaces y con las ideas claras. En los planes de estudio nos han contado unas mientes sonrojantes y tendenciosas con el objetivo de empañar una época interesantísima en la historia europea. 

Los principios eran prometedores, cinco hijos sanos para poder cerrar alianzas ventajosas. Dicho y hecho. Los casaron con los herederos de todas las coronas europeas de postín, Inglaterra, Portugal y con el futuro Emperador del Sacro Imperio. 

Sobre la Conquista de Granada, y con esta misma idea de lo pobre que ha sido nuestra formación histórica, hablaré próximamente, porque estoy leyendo un libro al respecto. No quiero adelantar reflexiones, que no acontecimientos, porque todos ellos pertenecen al pasado.

Isabel y Fernando, no unieron sus reinos, al menos en el papel. Ella era la Reina de Castilla y él de Aragón, en igualdad de condiciones. La famosa frase de 'tanto monta, monta tanto...' Los intereses de Castilla, no eran en absoluto los de Aragón, y cada uno tenía sus propios enemigos. En la vanguardia de los del rey Fernando, como no podía ser de otra manera, estaba Francia. Aragón tomaba un papel preponderante en el Mediterráneo, y eso a nuestros vecinos no les gustaba. Los matrimonios concertados de sus vástagos estaban encaminados a aislar a los franceses lo más posible. Todo era tan prometedor en el año 1492, cuando a principios de enero entran en Granada, que sólo les cabía pensar que el dios cristiano velaba única y exclusivamente por el cumplimiento de sus propósitos. 

Pero de repente, todo comenzó a torcerse...

Sus herederos varones (hijo y nieto) mueren, su primogénita - Isabel - también, y la corona de Castilla recae en Juana, de la que también he hablado aquí en este blog. Fernando de Aragón, en el momento de la muerte de la reina Isabel, no ha abandonado la idea de ser padre de nuevo.

Toda la tupida red de alianzas queda en vilo, en manos de una mujer a la que deciden incapacitar por loca (nunca he creído que lo estuviese), víctima de la ambición sin freno de dos hombres, su propio padre Fernando, y su marido, Felipe el Hermoso. Pero es la ambición la única culpable de que todos los actores de esta trama acaben mal o muy mal. Y por obra de Dios, la corona de Aragón, la de Castilla y la del Sacro Imperio acaban sobre una sola cabeza, la de Carlos I, nunca hubo hombre más poderoso en el planeta ni más letal para España, el peor de los Austrias con diferencia. Cuando se dio cuenta del daño causado y de que prefería la Península a todas las tierras de Centroeuropa, fue demasiado tarde.



Este joven llegó a la península desde Flandes como heredero de vastos territorios, que incluían América, sin saber ni una palabra de español y con una corte de nobles que pretendieron hacerse con todo tipo de prebendas a costa de los sufridos habitantes de estas áridas tierras. Hasta aquí, recordad, tenemos como enemigos a Francia y poco más, los nobles flamencos, ante la perspectiva de hacerse ricos a nuestra costa y pensando en el sol español, de momento estaban de nuestro lado. Pero ocurren dos hechos insospechados, uno que Carlos I se da cuenta que rapiñando las riquezas de los reinos peninsulares para colmar sus ambiciones en Flandes y Centroeuropa, le va a ir mejor. Pone el turbo, aprende español, se casa con una princesa portuguesa y se dispone a dirigir el mundo (que era enteramente suyo) desde aquí. A nosotros no nos dio nada, esto cada vez estaba peor para nuestros sufridos antepasados.

El segundo hecho es que, tras la Revuelta de los Comuneros, los nobles centroeuropeos, no se sienten muy queridos aquí, y perciben (erróneamente) que Carlos I favorece más a sus súbditos peninsulares, hecho que coincide en el tiempo con la aparición de la herejía luterana, una doctrina hecha a medida de las ambiciones de príncipes y nobles alemanes y flamencos, con un único objetivo de evitar que un español (¡horrrooorrrr!) sea el Emperador del Sacro Imperio y que decida lo que hay que hacer en todos los ámbitos de la vida y cultura europeas. Este rechazo a Carlos I incluye al Papa de Roma, que comienza apoyando a Lutero para desestabilizar el norte de Europa, perjudicando así al emperador.

¿Recordáis que teníamos un enemigo? Pues en este preciso momento, alrededor de 1520, ya tenemos todos los que imaginarse pueda. Y todos confabulados contra nosotros, que nos endeudamos de por vida y proyectamos una cultura de penalidades quijotescas, es decir, de tipos soñadores pero con poco fuelle y energía a costa de toda esta maraña de acontecimientos.

Todo era falso, claro. Pero la verdad, poco importa.

De todos nuestros enemigos jurados el peor era Flandes, donde Carlos I era señor natural. El odio infinito hacia todo lo español prevalece, aun en el siglo XXI, con una virulencia enfermiza (véase cobijo a Carlos Puigdemont)

Y es ahora cuando volvemos a la exposición del Museo del Prado, 'Miradas Afines', que pretende - con el lenguaje del arte - minimizar el daño que nos hicieron las Guerras de Flandes y la propaganda que activaron, para dar forma a la Leyenda Negra Española, los protestantes alemanes y flamencos, con el letal objetivo de hundirnos en la miseria y hacernos pasar por lo que nunca hemos sido, oscuros y tenebrosos. Porque a partir de entonces, siglo XVI, España será - virtud de una formidable campaña de propaganda - en nuestra contra: 
(1) Un país de gentes ignorantes.
(2) Atrasado.
(3) Obsesionados con la Inquisición, que tiene la culpa del atraso y la incultura de España y de todos los lugares que entran en contacto con nosotros.
(4) Un país lleno ajeno a la civilización.

El Prado, obviamente, en su enfoque, no se atreve a tanto. Y pone en un plano de igualdad a los pintores holandeses y flamencos con el más grande genio de la pintura universal, Diego Velázquez. El mensaje está claro, una cosa es la ambición política y otra el mundo del arte, y en este último todo es armonía y vías de comunicación enriquecedoras, que conducen a la trascendencia y el avance del ser humano. Lo cual es cierto, pero con matices, al menos en el Barroco Europeo. 

Rembrandt fue contemporáneo de Velázquez, Vermeer era treinta años más joven. Las corrientes culturales, aun entonces, con medios mucho más limitados en las comunicaciones, no conocen freno, creo que la frase 'no se pueden poner puertas al campo' es perfecta para ilustrar este hecho. Pero Velázquez, lo quiera o no el Prado, tuvo mucha más influencia de Italia que de Flandes. O quizás tuvo influencia de todos y mezcló magistralmente todo lo que hasta entonces había producido la pintura con un sólo objetivo, medrar en la corte de Felipe IV, porque a él jamás le interesó la pintura como una forma de trascendencia o belleza, más bien como un medio para colmar su ambición. Su rabia, su pincelada abierta y agresiva a veces es un reflejo de esto. 

Por el contrario, nuestro pintor de Ámsterdam, Rembrandt, se dejó influir exclusivamente por la pintura flamenca. Ya estaba contaminado por la herejía protestante, por lo que asomarse al sur de Europa en busca de inspiración hubiese estado en contra de las normas no escritas pero bien aprendidas de sus contemporáneos. Antes de que puedan dar lugar a error mis palabras, Rembrandt fue un gran pintor, uno de los mejores de la historia de la pintura. Pero mi objetivo no es ensalzarlo, es compararlo con Velázquez.

Rembrandt tuvo una vida tormentosa y llena de altibajos, no creo que fuese afín a ninguna creencia religiosa, pero - como casi todos los protestantes - tenía una obsesión enfermiza por el dinero, que dilapidaba sin parar. Esto y matrimonios varios, le llevaron de ser pintor de referencia y hombre respetable, a ser una piltrafa humana perseguida por la Iglesia Reformada Neerlandesa. Tengo para mí que fue una persona que no comulgaba con las rígidas normas puritanas, él vivió a su manera y fue - en lo que a pintura se refiere - mejor que Velázquez a la hora de estudiar la luz y cómo esta influye en nuestra perspectiva visual a la hora de mirar los objetos cotidianos que nos rodean. Eso sí, Rembrandt no hubiese podido pintar 'Las Meninas', porque su noción de la perspectiva en un cuadro de gran tamaño y con varias escenas interpuestas, no fue uno de sus puntos fuertes. 

Con estas pinceladas (nunca mejor dicho), al analizar más en profundidad la exposición de El Prado, vemos que el comisario focaliza las semejanzas en las modas y las tendencias pictóricas de todos los pintores cuyos cuadros se exhiben. Pero como he dicho antes, esto es normal, lo que hay que dilucidar es si su influencia va más allá de esto, y yo creo que no. Los temas que aborda Velázquez - no me refiero a temas religiosos, no quiero entrar en este debate - y los que aborda Rembrandt están a años luz y no tienen ningún punto de conexión. 

Los cuadros por los que Rembrandt obtiene más dinero, son aquellos que muestran a personajes adinerados, con una posición social (dentro del ámbito privado) elevada y sin ningún rubor a la hora de mostrar su riqueza. Velázquez - por el contrario - es pintor de corte, sus encargos parten básicamente del ámbito del Estado, no del privado, y muestran una sociedad más descarnada, más empobrecida, y - si lo llevamos al extremo - más real. Los trajes y las modas eran parecidos, sí, pero hay que ir más allá de la propia escena, y creo que estos dos pintores muestran más lo que nos separa que lo que nos une al mundo protestante.


"Los funcionarios del Gremio de Draper de Amsterdam" 
(Rembrandt - 1662) 

Ámsterdam, Rijksmuseum.


"El triunfo de Baco"
(Velázquez 1628-29)
Museo Nacional del Prado (Madrid)

Otra de las ausencias de la exposición es poner en situación al visitante, a no ser éste tenga unas mínimas nociones de historia, cuando se enfrenta de repente a los cuadros, lo único que siente es el vértigo de lo sublime, de encontrarse ante obras soberbias; pero sería bueno que el visitante supiera por qué en el siglo XVII España y Flandes se habían convertido en enemigos irreconciliables. Tienes la sensación - al leer las cartelas - que la muestra es una especie de rendición ante una serie de traiciones que hay que enterrar en el pasado para avanzar. En mi modesta opinión, no se deberían haber obviado. Por esta razón me ha parecido pertinente comenzar hablando de Los Reyes Católicos.

He entendido la posición del Museo del Prado al leer que esta exposición viajará al Rijksmuseum de Ámsterdam, ellos están revisando la Leyenda Negra (no les queda más remedio) y nosotros seguimos avergonzándonos de nuestro pasado.

Id a ver la exposición, es maravillosa, pero antes repasad un poco la Historia, esa que nos obligan a olvidar.

Leed mucho.
M.