domingo, 12 de abril de 2020

El encierro y las reflexiones que me vienen a la cabeza...

Confinada en casa desde hace un mes, amenazada por un virus letal que pulula por el aire, el suelo y las superficies duras. Me dedico a leer y a pensar. También veo la televisión y hasta tonifico mis músculos siguiendo los consejos de una web. Intento no pensar en el tiempo que tendré que estar encerrada, en casa, oyendo el silencio de una ciudad vacía. Alguna vez teníamos que someternos a una realidad extrema, nosotros, nietos de guerras y epidemias. Pensábamos que jamás nos iba a tocar.

Por si alguien no se ha dado cuenta, esta 'pandemia' no es ni más ni menos que el triunfo de las fuerzas terrestres contra la soberbia científica. En el año 2020, el desprecio a todo aquello que la ciencia no puede explicar ha alcanzado límites insospechados. Históricamente ha habido guerras, epidemias y grandes catástrofes naturales. Somos lo que la Tierra y el Universo quieran darnos, no al contrario.

El hombre - más débil de lo que presume - se enfrenta a pecho descubierto, despojado de toda dimensión espiritual, a lo que la Tierra y el hostil Universo quieran enviarle. Estamos paralizados, porque sólo esperamos la respuesta en forma de pastilla, de inyección o de rayo láser. Dejamos de ser nosotros mismos hace mucho tiempo.

Al dejar de ser nosotros mismos, lo mejor es - como no me canso de repetir - sumergirse en el mundo de los sueños y leer sin parar.



Felicísimos y venturosos fueron los tiempos donde se echó al mundo al audacísimo caballero don Quijote de la Mancha, pues por haber tenido tan honrosa determinación como fue el querer resucitar y volver al mundo la ya perdida y casi muerta orden de la andante caballería gozamos ahora en esta nuestra edad, necesitada de alegres entretenimientos, no sólo de la dulzura de su verdadera historia, sino de los cuentos y episodios de ella, que en parte no son menos agradables y artificiosos y verdaderos que la misma historia; (...)


Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes.
Edición de Francisco Rico (Editorial Alfaguara - 2015)
Cap. XXVIII - Pág. 274.

Sí, estoy releyendo el Quijote, porque necesito vivir en los sueños de otro, los del simpar Caballero de la Triste Figura. Los nuestros, los míos, los de mucha gente que está secuestrada y encerrada con siete llaves. Hace mucho tiempo que nos convencieron que soñar es propio de débiles, pero - además - disfrazaron nuestro entorno de tal modo, que tampoco se nos permite conocer la realidad. En eso, estamos bastante peor que Alonso Quijano. Al menos en su caso, todos aquellos que querían apartarlo la caballería andante, perseguían mostrarle el mundo tal cual era.





Con estas premisas, tratar de vivir en una ínsula, buscando como desfacer entuertos a la manera de los libros de caballería, no es tarea fácil, más bien requiere de un esfuerzo colosal de escapismo mental.

La teoría es simple, como las grandilocuentes frases que nos hacen escuchar: 'saldremos más fuertes', 'estamos unidos'... etc., que son todas falsas, pero suenan genial; la práctica requiere una disciplina casi masoquista, como la de Don Quijote cabalgando con armadura en pleno mes de agosto por la Mancha, en su segunda salida en busca de aventuras y de damas en peligro. Igual que en su caso, nosotros acalorados y con el peso de la sinrazón, observaremos cómo aquellos que deben de tratarnos con gentileza nos vapulean sin remedio, nos mantean y nos crujen los huesos, ante nuestra indefensa y soñadora mirada.
Esto me recuerda la serie de dibujos animados sobre El Quijote, siempre que nuestro caballero veía gigantes, damas en peligro o cualquiera otra aventura que a su imaginación gustase dar forma, sus ojos comenzaban a darle vueltas en espiral, tan potente era la imagen que - aun hoy - cuando veo lo que sucede a mi alrededor, me parece verme a mí misma con los ojos dando vueltas y más vueltas, dando a pensar que vivo en una pesadilla de la que habré de escapar, una vez las órbitas de mis ojos vuelvan a tener una apariencia normal.
Hoy veía trozos de la serie de dibujos animados de Televisión Española produjo en 1979, y sentía una nostalgia apabullante. Nostalgia de esa inocencia que desprendía nuestro mundo entonces, acompañado por las aventuras de un audaz e inocente caballero. Creo que deberían proyectar a los niños de ahora esta serie, para que aprendieran de primera mano el precio que se paga por alejarse de la realidad, y por vivir - como sucede en el siglo XXI - en mundos apostados e inventados por malandrines.
Hay algo en ese mundo barroco del Quijote, un mundo convulso, cambiante y de enormes retos, que me lleva siempre a sacar conclusiones parecidas. Viendo a Alejandro Vergara, Jefe de Conservación del Museo Nacional del Prado de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700, explicar la pintura de Pedro Pablo Rubens, 'Filipómenes descubierto' (1609), he atado cabos respecto al Quijote y al coronavirus. [Vídeo-desde minuto 6.15]. Alejandro con su voz profunda y reposada, nos explica cómo, en muchos aspectos, los hombres de los siglos XVI y XVII eran superiores a nosotros. Conocedores del mundo clásico, eran capaces de aislar conceptos y vivencias contradictorias, tales como fortaleza, aceptación, serenidad. Sabían qué parcela de la vida ocupaba cada cosa, porque todo debía coexistir sin crispación, y cuando sobrevenían adversidades, guerras o epidemias, su respuesta era - sin duda - mucho más rotunda y realista.
Eso en una mente privilegiada y crítica como la de Rubens se plasmaba perfectamente en la potencia de las figuras y la fuerza de sus bocetos. Esa idea de belleza escondida, de aceptación de la adversidad está también totalmente presente en las páginas del Quijote. Es muy diferente describir el mundo sin conocerlo (lo que pretenden con nuestro aislamiento), a darle forma desde la reflexión conocedora (no crítica) de los opuestos. Rubens viajó por toda Europa en un momento donde se partía en dos irremediablemente. Cervantes participó en batallas, estuvo prisionero cinco años en Argel y hasta fue comisario de provisiones de la Armada Invencible. Eso entre decenas de lances y aventuras.

Los necios tienden a criticar sin más, a crispar y a enlodar la realidad. Hay que tenerles miedo, porque con su incompetencia Sancho no lograría nunca su ínsula, ni el medio de salir de su miserable vida. Los que ahora manejan el timón de nuestros destinos lo dejarían desvalido y abandonado sin obtener nada a cambio, ni tan siquiera su bondad ignorante. Y por extensión esto aplica a todos nosotros.

Como bien dijo Don Quijote, aislado en Sierra Morena:


¡Ay, desdichada, y cuan más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males!

Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes.
Edición de Francisco Rico (Editorial Alfaguara - 2015)
Cap. XXVIII - Pág. 275.


Ahora, despojados de nuestro hábitat, a la espera de que un licenciado y un barbero en forma de reyezuelos de medio pelo, vengan a rescatarnos de nuestras aventuras por la Mancha o donde nuestra imaginación quiera bien llevarnos, debemos tener presente qué - pese a la incompetencia histórica de aquellos que nos gobiernan y nos han gobernado, y al odio de aquellos que nos envidian - somos soñadores y altruistas, y podemos crear un escenario tal cual lo pensó Cervantes. Nunca tendremos el rigor ni la capacidad para generar riquezas, eso no, pero somos Quijotes a nuestra especial manera.
- Majadero - dijo a esta sazón don Quijote -, a los caballeros andantes no les toca ni les atañe averiguar si los afligidos, encadenados y opresos que se encuentran por los caminos van de aquella manera o están en aquella angustia por sus culpas o por su gracias: solo le toca ayudarles como a menesterosos, poniendo los ojos en sus penas, y no en sus bellaquerías (...)


Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes.
Edición de Francisco Rico (Editorial Alfaguara - 2015)
Cap. XXVIII - Págs. 300-301

Aprovechad el encierro para leer y reflexionar,
M.