domingo, 27 de diciembre de 2015

Días de Navidad

Si habéis leído todo lo que he escrito hasta las fecha, o al menos algunos de mis más brillantes artículos (jejeje) habréis llegado a la conclusión de que soy católica. Así que abomino de los herejes. No puedo evitarlo. JURO que lo he intentado, pero me sale el desprecio del alma.


(Nótese que 'hereje' es aquella persona que sigue alguna de las teorías surgidas las la Reforma Protestante que comenzó con Lutero y que ya no hubo forma de parar. Con terribles consecuencias para Europa. La más importante fue la fragmentación del continente en dos bloques irreconciliables que - entre otras cosas - nos ha llevado a dos tremendas Guerras Mundiales. Esto así seguro que nadie se atreve a pensarlo/decirlo, pero a mi me parece obvio).


El ataque furibundo de los herejes al mundo católico como forma de autodeterminación y como herramienta para el autoconvencimiento de sus rancias teorías, ha conducido a una especie de megamix extraño en mil matices de la religión cristiana. Uno de los más sangrantes es el que se refiere a la Navidad.

(Otro inciso, Lutero estaba pagado - ahora diríamos subvencionado - por los príncipes alemanes, bajo amenaza o sabe Dios, redactó en 1517 las famosas '95 tesis', no hace falta que lo leáis, ya os hago yo un resumen, es un panfletillo que secunda y crea una religión a medida de estos poderosos príncipes).

Lo de Calvino, bueno, eso ya no tiene nombre. Tipo gris y antediluviano jamás ha habido igual. Un loco peligroso. 

Los ingleses fueron más pragmáticos, hartos del desmadre de Roma, decidieron gobernarse ellos mismos y punto. No les dio por pensar que habían inventado la rueda y que el resto de cristianos eran unos retrógrados. Bueno, sí, pero en menor medida.

Grabaros esto a fuego, no hay nada más ortodoxo, más puritano y menos flexible mentalmente que un hereje.

Sigo con la idea del megamix navideño. Tras la Reforma del siglo XVI, les dio por tratarnos como a imbéciles. Uno de los rasgos de nuestra estulticia era nuestra obsesión por adorar imágenes, santos y vírgenes (todo el pack les da repelús), ellos destruyeron las suyas, creando catedrales que parecen tumbas oscuras. Pero claro, llegó la Navidad, y ¡a ver qué hacían! si no podían poner un Portal de Belén en condiciones.


Poner una Virgen como que no, adorar a un trozo de barro con forma de bebé regordete, les daba grima. Con lo cual reinventaron el tema navideño, llegando a una especie de despojo de toda divinidad y magia. Esto tomó una deriva que nos ha llevado al caso extremo en el que vivimos. Ya sabemos que las Escrituras se contradicen, que Jesús tal vez nació en Galilea y no en Belén, que Herodes no mató a ningún niño, etc., pero eso no quita que, puesto que el mundo es una mierda, al menos debemos dejar que ciertas cosas no pierdan su esencia mágica.

Antes de que lo olvide. Para crear ilusión, inventaron un personaje que viste de rojo y vive en el Polo Norte. ¿Quién es ese hombre y qué tiene que ver con nosotros? NADA.

Pero, por favor, lo que quiero decir después de todo esto, es que vivir de sueños, de magia y de nuestras propias conclusiones es la esencia de cada uno de nosotros. 

¡Feliz Navidad!
M.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Saliendo de la Estación de Atocha

Leí hace poco un artículo en algún suplemento literario, lo siento no me acuerdo cual, que recomendaba encarecidamente la lectura de 'Saliendo de la Estación de Atocha'. Ben Lerner es, junto a William T.Wollmann y Johathan Safran Foer, una de las grandes promesas de la literatura norteamericana del siglo XXI, ahí es nada. 



Tres puntualizaciones antes de continuar con mi visión personal sobre el libro, son tres ideas, pero me parece importante mencionarlas:

(1) Para los anglosajones, ya lo he dicho mil veces en este espacio, lo suyo es lo único que existe. Es verdad que es un buen libro, pero no me cabe duda que algún escritor esloveno (por mencionar algo poco convencional) ha escrito algo del estilo, pero mucho mejor. Obviamente, no lo conoceremos nunca.

(2) Los norteamericanos son profesionales hasta la médula. Hay mucha basura literaria, porque lo publican todo (un poco de esto pasa también en español), pero el que pertenece al mundo de la docencia y a los círculos universitarios, tiene un estilo elegante y depurado. Esto más un poco de garra y mano izquierda te convierte en un escritor de prestigio en un pis-pas.

(3) Tengo que decirlo... Cuando leí la biografía de Ben Lerner me cayó mal, así, sin paños calientes. Pésimo comienzo para acercarme a un escritor, hasta ese momento, desconocido. ¿Por qué? Porque estuvo un año becado en Madrid, viviendo cerca de la Estación de Atocha y alegremente reconoce que no sabe ni una palabra de español. Sonriendo, con sorna. 

Ahora la pregunta es: ¿Es un buen libro? Sí, lo es. 

Otra pregunta: ¿Es tan excelente como dicen los críticos? No, no lo es. 

Os hago un resumen. Adam Gordon es un estudiante americano que deambula por Madrid gracias a una beca. Para la obtención de la misma medio se inventó que era un poeta interesado en la Guerra Civil Española. En realidad no le interesa nada y escribe cortando y pegando otros poemas sin ton ni son. El tiempo libre que le queda - que es mucho - lo dedica a fumar mariguana, follar (así lo escribe él y así lo reproduzco) y a mentir a diestro y siniestro. Un golpe de suerte lo encumbrará y le permitirá codearse con lo más granado de la sociedad madrileña. Fin.

El libro es un monólogo de él mismo con sus mentiras. De vez en cuando hay algún diálogo, pero pocos. 

No hace falta ser un lince para ver aquí elementos autobiográficos. Protagonista y autor proceden de Topeka (Kansas) y en marzo de 2004 andaban deambulando por Madrid por obra y gracia de una beca. 

Algo realmente genial del libro es ver como un extranjero, con conocimientos básicos de español, genera una radiografía sorprendente de Madrid. Cada barrio, costumbre, rincón, miseria, grandeza, queda perfectamente reflejado en la novela. Al abordar la España de marzo de 2004 tras los atentados de Atocha, su estilo es veraz y directo. Sin apasionamiento pero absolutamente certero. 

Sin sonar patriota, creo que Lerner se vale de los defectos de la sociedad madrileña para describir mil y una formas de decadencia y podredumbre intelectual de nuestro mundo occidental. No creo que sea exclusivo de aquí y no creo que Lerner sea igual de crítico cuando aborda la sociedad norteamericana. Os lo confirmaré cuando lea su último libro '10:04'. 

Como digo siempre, leed mucho.
M.

domingo, 13 de diciembre de 2015

I (corazón hortera que significa me encanta) NYC

Hace ya algunos años, cuando aun llevábamos pesetas en los bolsillos, Mecano cantó aquello de 'No hay marcha en Nueva York'. Para aquellos que no conozcáis la canción, os cuento. Una ocasión especial en la que el dólar estaba devaluado, un tipo cualquiera decidió poner, allá por los años 80, agua de por medio e irse a Nueva York. Y allí - entre otras cosas - descubrió que los jamones no eran de York. 

Los aventureros de entonces, que ya conocían la ciudad, pusieron el grito en el cielo. Ese pelmazo, que aprovechó la devaluación para cruzar el charco, más parecía que estuviese en una cámara de tortura que en la capital del mundo, Nueva York. Mecano se apresuró a explicar que el personaje era un tipo aburrido y cansino, no un aguerrido castellano en busca de acción trepidante y espesas selvas. Sí creedme, los castellanos fuimos los únicos que acometimos gestas semejantes en América, por más que intenten ahora desacreditarnos. Estimo entonces que el protagonista de la canción de Mecano debía ser catalán. Por eso de que no se entendía con nadie allí, una ciudad en la que casi todo el mundo habla español.


Además del elemento hispano, desaprovechado e ignorado como tantas cosas en este nuestro país de catetos funcionariales (no confundir con funcionales), y de las típicas cosas que nos cuentan las guías, a saber, la ciudad que nunca duerme, la ciudad de los rascacielos, la ciudad de las compras bla, bla bla.... ZZzzzzzz. Nueva York es absolutamente envolvente y fascinante por una única y exclusiva razón, porque te mimetizas al instante, lo que desata en tí una auténtica y genuina sensación de libertad. Algo así debió sentir el francés al que se le ocurrió regalar a los estadounidenses 'La Estatua de la Libertad' en 1886. Porque excepto en Madrid, Londres y algún caso aislado más, pocas ciudades del mundo te hacen experimentar algo semejante.

Cosas que se pueden hacer en un par de días (el que piense que el agua engorda, y sea un maniático de los batidos adelgazantes, por favor, que no siga leyendo, gracias). Primero desayunar 'sano', un capuchino que tardan muchísimo en hacer, por eso de dotar de sofisticación al asunto, y unos cupcakes con sabor a calabaza. Típico sabor americano al que no acabo de cogerle el punto. Tras rellenar de calorías el cuerpo y sentirte como un globo, tomas el metro dirección al MoMa, para pagar quince dólares y pasar un día entre turistas, y privilegiados habitantes de Park Avenue vestidos como Yoko Ono en sus años más atrevidos.


El MoMa tiene una cualidad única, es un lugar que nos descubre que en Europa somos unos acomplejados que no conocemos nuestro pasado. Y el futuro del que más nos fiamos es el de la bola de cristal de alguna bruja ambulante. La mayor recopilación de obras de arte de las vanguardias Europeas del siglo XX están en este museo. Mientras nosotros nos aniquilábamos en dos monstruosas guerras mundiales, ellos tomaban posiciones para convertirse en la referencia del mundo occidental a todos los niveles. ¿Sabéis una cosa? He ido a cientos de charlas sobre Picasso, y nadie me ha hablado en profundidad de sus esculturas. Un descuido propio nuestro, ciegos de estupidez.


No muy lejos del MoMa y una vez imbuidos de arte, nada mejor que comer una hamburguesita rica, rica... Frita con grasas y mantequillas varias y acompañada por todo tipo de ingredientes a cual más engordante, patatas fritas envueltas en colesterol y guacamole con nata agria. En fin, delicias para el paladar que luego recuerdas con cariño infinito al hacer footing. Consejo, hay que asumir que has engordado dos kilos y no torturarte. Para comer lechuga siempre hay tiempo.


Un paseo por la Quinta Avenida para pasar la tarde es perfecto. Tiendas, todas las que quieras y más. Pero mi lugar favorito es la Catedral de San Patricio, más si al entrar la misa que están oficiando es en español. (¿Veis? El de la canción de Mecano era catalán, seguro). La esencia católica en un mundo de protestantes. 


Caminando hacia el sur, dirección al SoHo, lo suyo es hacer una parada en Union Square y tomar unas tortitas. La comida ya sido digerida convenientemente y el estómago está listo para ingerir otra bomba calórica. Otro paseíto por las tiendas de Broadway y con certeza se hace hueco para la cena y los cocktails. El día no ha hecho más que empezar...

A los españoles nos critican muchísimo porque no leemos y no hablamos bien inglés. Bueno, la generosidad y la elegancia se miden por la capacidad de hacer una crítica constructiva de uno mismo, para después, comenzar con los demás. Desde esta perspectiva, ellos no son ni una cosa ni la otra. Son incultos funcionales, sólo conocen su mundo, su ciudad, sus puntos de vista, su historia. Es verdad que hay una élite culta que ha comprado con dinero la excelencia (ver párrafo en el que hablo del MoMa), pero son los menos. 

Muchas de las grandes librerías de NYC han ido desapareciendo, y eso que no son fanáticos de las descargas como aquí. La moral protestante es más severa y más respetuosa con el esfuerzo. Lo cual lleva a pensar que no leen tanto como dicen. Aun así, como les gusta mucho lo usado y los mercadillos de chatarra, las librerías de segunda mano tienen su aquel. 

El siglo XX ha sido el de los iluminados, la ciencia nos hizo creernos más listos de lo que somos, y la cosa sigue un ritmo vertiginoso, no creáis. Total, que ignorando la esencia humana, aun hay pensadores y sobre todo políticos, que creen que los seres humanos viven en una burbuja constante de felicidad, que se respetan y se mezclan creando un mundo ideal de creciente gozo. Es mentira, somos racistas por naturaleza, lo cual es terrible, pero es... ¡Dios que manía con negar lo evidente! Una prueba palpable de esto es Canal Street, los chinos viven felizmente en su gheto de Manhattan y no piensan salir de ahí. Lo cual es genial, porque así podemos comer noodles mientras nos miran con cara de asco. Planazo de muerte para cenar en NYC. Una margarita en un sitio cool, ya lo borda.

Llegados a este punto, lo mejor es acostarse. Con la mente convencida de que el día ha sido de lo más sano en lo que a costumbres culinarias se refiere. Seguros de ello, al levantarnos es obligatorio degustar alguna de esas delicias que destacan en el New York Times, por las que la gente hace cola en medio del frío, y que tampoco son para tirar cohetes. Aquí he llegado a otra conclusión, muchos seres humanos tienen poco/nada que hacer. Otra de los pensamientos que me viene a la cabeza, ya lo había mencionado al hablar de Londres, es que a los anglosajones todo lo que huela a francés y a mantequilla, les pone. 

Un desayuno sano, necesariamente debe darnos energía para sumergirnos en el Metropolitan Museum of Art. Soberbio museo, mezcla de escultura, pintura, arquitectura... En el caso del British Museum no hay duda, todo lo han robado, aquí hay mezcla de saqueo y compra, lo cual lo hace encantador. Es el más claro ejemplo de su constante búsqueda de sus raíces europeas, y con esto no hago referencia a sus colecciones de arte centradas en el viejo continente. Me refiero al enfoque claramente colonialista y paternalista que tienen las salas dedicadas a otras culturas, como la oriental y la africana.  

Para almorzar, puesto que admiro profundamente a Vargas Llosa, lo suyo es ir a comer a uno de sus restaurantes favoritos. Ostras y hamburguesa de langosta. Los americanos son los más creativos en lo que a formas y contenidos de hamburguesa se refiere, y claro, tanto pensar en lo mismo les lleva a resultados deliciosos. 

Tras este tour culinario, ya habremos explotado o caído enfermos de un ataque de colesterol. Eso si no nos han lanzado un objeto contundente en algún restaurante por no dejar el 23% del importe de la cuenta en propinas, con el 15% se quedan cariacontecidos. Una de las cosas más incómodas e incomprensibles de Estados Unidos: ¡Atención! La persona que te contrata no te paga. Te paga el que se sienta a comer o demanda el servicio que corresponda. Esto ha devengado en una especie de extraña y extendida jerga, los americanos sólo y exclusivamente hablan de dinero. Y tienen medido todo en función de lo que pagan/reciben. Es terrible, lo sé. 

Por favor, id a Nueva York, y aprended a ver el mundo con vuestros ojos, disfrutando cada pequeña experiencia al máximo.

M.













jueves, 26 de noviembre de 2015

Próxima estación: Berlín Hauptbahnhof



Vivimos en un mundo extraño. Ya sé que es una frase manida, quizás la más repetida en la historia de la humanidad, pero no se me ocurre cómo comenzar la descripción de Berlín. No es una ciudad extraña, inaccesible y llena de peligros. Más bien todo lo contrario. Pero quiero plasmar en estas líneas mi estupor y sorpresa al ver cómo a partir las cenizas de un loco con bigote, ha llegado a generarse semejante urbe.

No es un tópico, los alemanes son objetivamente fríos y con la amabilidad justa para el trato con sus semejantes (no son estirados ni mucho menos, para este particular, leed el párrafo siguiente). Para colmo, el alemán es una lengua difícil, llena de declinaciones, recovecos y palabras de longitud monstruosa. Al leer carteles callejeros, indicaciones, nombres de prendas, cartas de restaurantes, etc., no tienes ni la más remota idea de lo que puede ser, y lo intuyes porque, gracias a la globalización, en todas partes venden lo mismo.

Tras esta introducción, por favor, empaquetad cuatro cosas e iros ahora mismo a Berlín. Es, al menos para mí, una de las ciudades más interesantes de la vieja Europa. Muy por encima de París, que son unos estirados. No dejéis que os engañen en este aspecto, en Berlín es posible mimetizarse. En París no pasas, por mucho que lo intentes, de ser una mosca cojonera (esto se traduce como 'turista') Si no hablas francés a lo más que llegarás, será a pedir un menú Whopper en Burger King. Hacer una reserva para cenar, puedes, pero no esperes obtener una buena mesa. Te pondrán al lado de la puerta de la cocina y, si tienen ocasión, al abrir te darán un golpe para hacerte sentir más ajeno y extraño de lo que ya te sientes. Lo bueno de la situación es que hablarás con otros turistas perplejos, y te reirás en su cara de lo necios que son, pero tranquilos, que no se dan cuenta.


Convencidos ya para poner rumbo al aeropuerto de Tegel, en el Berlín Occidental, aterrizamos así como quien no quiere la cosa, a escasos kilómetros de lo que era la calle principal del Berlín de los buenosKurfürstendamm (Ku'damm). Especie de Gran Vía, llena de tiendas y diversos negocios trampa para incautos. En las calles adyacentes, más alejadas del bullicio, hay cientos de restaurantes a cual más delicioso. ¡Atentos! A los germanos les encanta todo lo latino, al final mi abuelo tenía razón cuando defendía que a los alemanes les caíamos bien. Palabras que han adoptado de nuestro idioma (no requieren traducción, obviamente): mojito, margarita, pincho, tapa, paella, baile latino... En fin, todo orientado a lo mismo. Esto es lo que exportamos al mundo. Da que pensar.

Recomiendo no obstante ir a un restaurante Georgiano, ¿qué tiene esto que ver con todo lo anterior? No lo sé, nada. Pero no os lo perdáis. Es una experiencia casi tan edificante como ver el busto de Nefertiti.

Al igual que en Londres con los restaurantes libaneses, en Berlín hay fiebre adictiva con todo lo vietnamita. Este tema tengo que investigarlo bien, no sé a qué es debido. Había pensado que los vietnamitas siempre odiaron a los franceses, ¡exacto! como los alemanes. Pero esta explicación me parece repetitiva y obvia, no la voy a dar por válida. 

Otro tema que quizás pueda resultar de interés es la localización del Bunker de Hitler. Aventura donde las haya. Si en vuestra niñez os gustaba jugar a encontrar el tesoro, y teníais habilidades para ello... ¡Esta es claramente vuestra oportunidad! Para los alemanes Hitler no existe. Y han cegado el lugar donde pasó sus últimos días, para intentar (sin lograrlo) que olvidemos lo malote que fue. En internet tenéis planos de su localización que os ayudarán en esta labor.

Una vez localizado el bunker, os recomiendo también un paseo por Unter den Linden (Bajo los Tilos). Viejas glorias que se niegan a morir, entiéndase por esto la embajada Rusa y Aeroflot, que se caen a trozos, pero ahí siguen sin reconocer su estrepitoso fracaso. Y, coronando esta avenida, la mismísima Puerta de Brandemburgo. Todo en el 'lejano este', el feudo de la Stasi.

Visitad Berlín, por favor. Entenderéis mil cosas sobre Alemania, Europa y las grandes mentiras del siglo XX.

M.



Cristina, hija de Lavrans

Estaba viendo el otro día el Rosco de Pasapalabra, y una de las preguntas me dejó perpleja. Casi tanto como al concursante, que no la sabía, claro. 

- 'Empieza por 'U', apellido de la escritora noruega que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1928 y cuya novela más conocida es 'Cristina, hija de Lavrans''




La respuesta es Undset. No creo que haya mucha gente que lo sepa, y menos que haya leído el libro en cuestión. Yo sí. No quiero dármelas de listilla, pero apuesto que se pueden contar con los dedos de dos manos los lectores de este libro. Ahora explico las razones.

Primera, es larguísimo y con un desfile de personajes de nombre noruego que te dejan patidifuso casi en cada página. Para aquellos que os atreváis a intentarlo, la clave para no perderse está en conocer la formación de los apellidos y linajes en los países del norte de Europa. Al nombre de pila se añade (como apellido) el nombre del padre terminado en '-ssoen', '-son', '-sson', en el caso de los hombres; '-daughter', '-dotter', '-datter', en el caso de las mujeres. 

Segunda, la trama que aborda es tan ajena a nosotros, habitantes del sur de Europa, que a veces no sabes si has sido abducido por un marciano y, durante el viaje, te ha ido contando lo que te vas a encontrar al llegar a su planeta. En este caso, para no desesperar, os recomiendo tener alguna noción de la historia noruega del siglo XIV. Más de uno acaba de hacer 'puggff', no me extraña. El tema no es ni prometedor, ni útil, excepto si vas a Pasapalabra y te hacen la misma o parecida pregunta, hecho altamente improbable.

Tercera, la descripción de los personajes, sus sentimientos, su aproximación a la fe cristiana y a dios, sus relaciones con el entorno feudal en el que se desenvuelve la novela y su comportamiento ante la adversidad, son absolutamente sobrecogedores. Tanto, que a veces tienes que parar, cerrar el libro, y meditar profundamente sobre lo que has leído. Y creedme, no exagero. Los best-seller históricos, crean personajes que -aun viviendo hace mil años - piensan y se desenvuelven igual que nosotros en el siglo XXI, absurdo por completo. En esta novela en ningún momento tendréis esa sensación, por eso la barrera de comprensión hacia Cristina y su entorno es inconmensurable a la vez que emocionante.

Cuarta, el argumento. Cristina nacida en 1302, hija de un noble rural noruego, lucha por sus convicciones y su amor por un hombre de alta alcurnia, pero de costumbres disipadas, Erlend. A edad temprana su matrimonio es concertado, pero ella consigue tras un angustioso tira y afloja con su padre, romper este compromiso y casarse con su gran amor. Parece simple, pero el camino está salpicado de mentiras, sexo pecaminoso, remordimientos y daños colaterales. La sensación de que todo lo malo que está por venir no es sino causa natural de todos los pecados cometidos, impregna la novela hasta el final. Nadie escapa a la ira divina. Así pensaban en el siglo XIV, ni más ni menos.

Quinta, nada baladí, en el siglo XIV Noruega pertenecía a la esfera Católica. Faltaban dos siglos para que Lutero plantara cara al Papa y diera comienzo un proceso sin retorno, que convertiría a los Países Nórdicos en un bastión del Luteranismo más recalcitrante y fanático. Por lo que, escribir un libro en el siglo XX, siendo capaz de describir la espiritualidad católica del siglo XIV, sin caer en la trama fácil tan usada por los protestantes de que los católicos sólo saben ser corruptos, ladrones, malas personas, faltos de miras, etc., tiene un mérito infinito. Más del que pueda parecer. La gesta es tal, que los suecos tuvieron que rendirse a la evidencia, y premiar tan ingente esfuerzo literario con un Nobel.

Normalmente recomiendo todos los libros que leo. Este también, pero con reservas. Es demasiado denso y complejo. Y la sensación de querer abandonar su lectura es - no voy a mentir - frecuente. Con todo ello, para aquellos que se animen, estamos ante uno de los mejores libros sobre la Edad Media jamás escritos.

Leed mucho.
M.


domingo, 22 de noviembre de 2015

A sus pies, señor Mendoza.

Nooo, no penséis que voy a hablar del difunto Ramón Mendoza, ex-presidente del Real Madrid. Odio el fútbol, como bien sabéis, y dedicar más líneas al 'deporte rey' (expresión absurda donde las haya) sería una tortura para vosotros y para mí. En esta ocasión hablaré de alguien que está a años luz del tufillo cutre del mundo del fútbol y que, estoy segura, sería capaz de dinamitar con humor y donaire tanta patraña, el mismísimo Eduardo Mendoza.

Hablaba ayer con un amigo, lector de este blog, y me reprochaba que al único libro al que había puesto un 'pero' era a 'El héroe discreto' de Vargas Llosa. Mi escritor vivo favorito y probablemente el más merecido Premio Nóbel de los últimos años, junto a Le Clézio. Al poeta sueco y a la crítica bielorusa deben conocerlos en su casa, eso sin contar sus escasos méritos literarios. Los suecos deben dedicarse a componer canciones de Eurovisión y dejar la literatura a otros con una sensibilidad menos fría.


¡Jesús! Dos párrafos y ya he perdido el norte. La conclusión a la que quería llegar al describir el diálogo con esta víctima que me lee, es que precisamente con lo que más nos gusta y disfrutamos, somos más críticos. El basto conocimiento de las cosas nos hace penetrar en dobles sentidos y juegos de palabras. El apego nos genera confianza y al final somos injustos en nuestros juicios, sin ni siquiera darnos cuenta.


Esto mismo explica mi imperdonable olvido de Eduardo Mendoza en este modesto blog. No me cabe en la cabeza cómo no le he dedicado un espacio antes. No porque lo que yo pueda opinar sea relevante, ¡dios, no!, más bien porque es una forma anónima de rendirme a sus pies. Donde en realidad he estado siempre, desde que conocí al extraterrestre que buscaba sin descanso a Gurb, disfrazándose de Conde-Duque de Olivares y comiendo chocolate con churros en Barcelona. 


He esperado tres años para leer la nueva entrega del detective anónimo, que resuelve crímenes de manera estrafalaria y desternillante, y la espera ha merecido la pena.




En 1978 Mendoza sacó por primera vez del manicomio al protagonista de sus novelas de misterio. Un personaje agudo y perspicaz, sometido a una reclusión (no sabemos si merecida o no) en un centro psiquiátrico, del que no acaba de salir a causa de escollos burocráticos y merced de la mezquindad de aquellos que le solicitan ayuda y que ponen de manifiesto lo estrafalario y absurdo de la sociedad catalana y, por extensión, de la española.

Para desentrañar los asesinatos y misterios, no le proporcionan ninguna ayuda económica, valiéndose siempre para sobrevivir de su ingenio y de la ayuda casual de personajes a cual más esperpéntico. Ellos son los únicos que ven su bondad innata y su innegable inteligencia. 

Finalmente en la tercera entrega, este locuelo sin nombre, abandona el manicomio de forma permanente. No porque la burocracia se haya apiadado de él, sino porque el centro en el que lleva recluido décadas es objeto de especulación inmobiliaria. A falta de una ocupación mejor, acaba regentando un negocio de peluquería. El cuarto libro concluye con nuestro héroe empleado en un restaurante chino, que ocupa el local de su fallida actividad como peluquero. Aquí, en esta quinta y -hasta la fecha - última entrega, es donde lo encontramos de nuevo. 

'El secreto de la modelo extraviada' da pena que se acabe. Ya al leer el primer capítulo, y sin poder parar de reír, sabía que al concluir sentiría un rencor incontrolable hacia Eduardo Mendoza por no escribir un libro así todos los años. La fina crítica a todo lo que nos rodea, a los males endémicos de nuestro mundo enfermo, a nuestros hobbies, a nuestras rutinas y a nuestra hipocresía, es soberbia. No hay ni un sólo aspecto de todo lo que ha aparecido en los periódicos en los últimos tres años que no esté astutamente camuflado en la trama. 

Cataluña y sus mentiras, España y su ceguera. La moda del footing, la comida basura, los funcionarios que se multiplican para arruinar al país y no solucionar ni uno solo de sus problemas, los dueños de perros que no recogen sus excrementos, la política, la víctimas del poder chusquero y mediocre... Y para acabar el libro, una reflexión, "las grandes ideas son destructivas, las modestas acaban cansando y se olvidan". Es decir, ¿hacia donde vamos? ¿qué ideas debemos seguir?

Quizás un loco reinsertado a la sociedad por pura casualidad pueda enseñarnos más de lo que jamás acertamos a imaginar.

Gracias a Eduardo Mendoza por escribir libros así.
M.









sábado, 14 de noviembre de 2015

A veces llorar es bueno...


"Cuando era niño, pensaba que el mundo era un lugar maravilloso, mágico, bonito..." Así comienza "The Logical Song" de Supertramp. Yo también lo creía así, antes de aprender que lo lógico es - precisamente - lo que menos sentido tiene.

Hoy me levanto y sólo veo cuerpos rotos, vidas destrozadas e incompresibles teorías para explicarlo. París no merece eso, nuestro modo de vida no merece eso, nuestra cultura cristiana (basada en el respeto a ultranza del ser humano) no merece eso. ¿Por qué, al dejar de ser niños, la vida deja de ser lógica?


Deja de ser lógica porque no nos permiten llorar, y a veces llorar es bueno. Ahora, cuando intento asumir lo sucedido en Francia, llorar es lo único que me consuela. Cuando vuelva a sonreír, quizás el mundo siga siendo maravilloso. Así lo creía de niña, antes de que me enseñaran que lo lógico era renegar de mi cultura y de mis valores. Intentando convencerme que así encontraría el camino hacia la felicidad.

Nuestros políticos de toda índole son responsables de ocultar a la sociedad, mediante esquizoides programas educativos, los pilares que han hecho de Europa el motor cultural del mundo. Han intentado convencernos - por cobardía e interés -  que determinados colectivos eran mejores o iguales a nosotros, minimizando su fanatismo y ocultando sus crímenes. Permitiendo sus prácticas xenófobas y destructivas en detrimento de las nuestras, hasta que el asunto se les ha ido de las manos.

Y ahora, para seguir viviendo y soportando el dolor, tenemos que ser niños, y refugiarnos en nuestro llanto.

M.


martes, 10 de noviembre de 2015

¿Por qué los británicos son los dueños del mundo?

Publicado Guay del Paraguay. Noviembre 2015

No me he vuelto loca. Cada vez que voy al Reino Unido, lo primero que me pregunto cuando el avión está aterrizando es por qué los británicos son tan tocapelotas. 

Conducen al revés, lo cual es desconcertante e incomprensible. Te hacen pasar por un tedioso control de pasaportes con el único objetivo de intimidarte y hacerte perder tiempo. Estás en Europa, pero no estás, porque son ambiguos en cada uno de los detalles que muestran en su cotidianidad. Y, esto ya es una muestra más de lo raros que son, no usan euros. 


La libra esterlina es intocable. Cuando pides un café y te cobran tranquilamente tres libras, el café en cuestión cuesta cinco euros, no tres, que es la cuenta fácil que te haces siempre en la cabeza. Mil pesetas. Sí, mil pesetillas un poco de agua sucia. La cerveza anda en las seis libras, es decir unos ocho euros. No digo más.


Añado que, alquilar un apartamento en Knightsbridge ronda las diez mil libras al mes. Quince mil euros. ¿Veis? No están bien. Pero... ¡Londres me encanta! ¡Qué maravillosa ciudad! Es como tocar el cielo. 


Cosas que no hay que perderse. Por favor que no continúe leyendo quien piense que voy a hablar de la Torre de Londres, el Golden Eye, National Gallery, etc. 


Imprescindible comer pato laqueado en el Barrio Chino, acompañado por unas deliciosas ancas de rana picantes... Es importante concentrarse en la comida, porque amables, no son amables. Los ingleses no lo son, pero los chinos que se han criado en el Reino Unido, esos ya no hay por donde cogerlos. 


Otro 'must', pasear por sus mercadillos. Puede que su tendencia a robar tesoros arqueológicos por medio mundo (para este particular, recomiendo consultar la página web del Museo Británico) les haya dado la llave al virtuosismo para crear mercados al aire libre. Nadie como ellos para hacer que la basura parezca oro, y la morralla diamante en bruto. En Cadem sólo venden ropa usada, que huele fatal. Junto a los franceses, los británicos pasan por ser lo más desaseados de Europa, al notar el perfume embriagador que emana de esas prendas, constatas que esta afirmación, por una vez, no es un invento periodístico. Pero, aun así, siempre compras algo, y te vas tan contenta con tu bolsa y cincuenta libras menos.


Como ya dije al hablar de Agatha Christie, los ingleses son nulos para aprender idiomas. Tal vez no se han puesto en ello porque no lo consideran necesario, tontos no son. O tal vez la simpleza de la estructura gramatical del inglés les ponga trabas para aprender otras lenguas con cientos de declinaciones y tiempos verbales. Pero el francés lo consideran lo más del refinamiento. Nadie sabe hablar francés, no nos engañemos, pero conocer dos o tres palabras les colma de felicidad. En esto los ingleses muestran (¡otra vez!) cómo les gusta llevar la contraria. En el Continente, el francés (excepto en los países de su órbita) es despreciado e ignorado. En Alemania, en Italia, en los Países Eslavos, en Hungría... Nada, ignorancia total de esa lengua muerta. Pero a los ingleses les gusta. Creo que por ello, de entre todos los huidos por las guerras de Oriente Próximo, los libaneses han sido los mejor acogidos entre los británicos. De ahí la proliferación de sus restaurantes, un rayo de luz mediterránea entre esos guisos horribles.  


Lo mejor para el final. Los ingleses supuran odio hacia España. En esto demuestran que no son tan elegantes como quieren hacernos ver. Han ganado todas las batallas, y aun así, no muestran indulgencia hacia el perdedor. Llevan mal que el español se expanda como una mancha de aceite y disimulan mal su desprecio. Tengo pruebas irrebatibles respecto a esto. Instrucciones de evacuación de un Hotel de Lujo en Knightsbride. Observad la traducción al español. 




Efectivamente, quieren que nos quememos. Habéis llegado a la misma conclusión que yo. Ni se han molestado en contrastar con algún nativo semejante esperpento.

Pues bien, me pasaría la vida en Londres. ¿Entendéis ahora el secreto de su triunfo? Son odiosos y aun así los admiramos profundamente.

Próxima estación Berlín.



jueves, 29 de octubre de 2015

El mundo literario de Agatha Christie.


Estoy sorprendida, para bien, lo cual es raro si pienso en mi vida cotidiana.  Normalmente lo que me rodea es tan absurdo y mediocre que tengo que hacer como que no me doy cuenta, para no caer en la desesperación existencial.
Explicaros por qué todo me parece un espanto, excede por completo de mi modesta actividad de escritora de reseñas, así que le cedo la palabra a Peter Handke, leed su entrevista en ‘El País’ el 23 de Octubre. Y todo quedará claro como el agua.

Vuelvo a las sorpresas agradables. Queridos… ¡Hay gente que me lee! Tanto en mi Blog como en el periódico digital ‘Guay del Paraguay’. Este pequeño triunfo me hace enormemente feliz, incluso cuando recibo mails con comentarios negativos sobre lo que opino de los libros que leo. Algunos me decís sin paños calientes que no os gusta como he enfocado el tema, o que el libro que recomiendo es un tostón. ¡Qué bien! De verdad, os lo agradezco. Lo digo sin ironía. ¡Gracias! 

Para demostrar mi agradecimiento, quiero dedicar un espacio a las novelas de misterio de Agatha Christie. Ya sé (listillos) que estaréis pensando qué tiene que ver una cosa con la otra. Pues tiene que ver, y mucho. He recibido mensajes criticando mi selección de libros. Sobre todo los dos últimos, que si son complicados de encontrar, largos, sesudos, enoooooormes para llevarlos en el bolso o en la mano, que enlazo muchos temas en las reseñas que desenfocan el mensaje fundamental… En fin, veo que tengo que haceros caso, ya que me leéis. Por ello me he preguntado, ¿qué libros son pequeños y se pueden llevar a todas partes? Títulos que enganchan, costumbristas y previsibles, siendo al mismo tiempo una delicia. Que no hacen referencia nada, pero no que son la bazofia de libros de misterio que publican ahora, que proliferan como la espuma y que yo califico como ‘literatura de la mala’. ¡Exacto! Agatha. ¡Qué maravillosa mujer! 

Con Agatha Christie yo comencé a encontrar en la lectura una forma de evasión del mundo real. No fue Goethe, ni Cervantes, ni Tolstoi. Fue esta escritora de tramas policiacas la que consiguió que no oyera el ruido alrededor. No debe resultar sorprendente.

Me he dado cuenta, al cumplir años, que las personas mienten. Mienten cuando hablan de su cotidianidad, de sus aventuras, de sus inicios en la vida. Hay dos mundos paralelos, el real y el que inventamos. En función de la aceptación del mundo el real, el inventado será más exiguo. Pero en mayor o menor medida, con mayor o menor tendencia a hacer volar la imaginación, todos mentimos. Digo esto porque, cuando a un escritor le dan un premio, siempre dice que sus maestros son Cervantes y Tolstoi (el primero inventó la novela, el segundo la perfeccionó). Esta referencia es imprescindible en todo discurso de agradecimiento tras la concesión del galardón literario y sitúa al escritor en un mundo inventado, en el de las ideas y los sueños. Donde necesariamente debe estar. Porque no es malo estar y vivir entre las brumas de la irrealidad. Por favor, es importante que tengáis esto presente, es la llave de la felicidad.

Pero, como creo que ha quedado claro, muy pocos han leído realmente 'El Quijote' con diez años. Pero creer su embuste es compartir su camino hacia el país de los cuentos.  

Me disperso y me pierdo en el mundo de los cuentos. Tengo que convenceros para que leáis novelas policiacas sin parar, en el tren, en el metro, en un parque... Vamos a ello.

Pensad en un grupo de personas inglesas muy inteligentes. Si hay algún extranjero, sobre todo si es del sur de Europa o sudamericano, es un sinvergüenza, estúpido, falto de toda ética y poco conocedor de las normas de conducta británicas. Durante toda la novela - si hay alguien que cumple estas características -  se erige como principal sospechoso. Al final, nunca es él o ella, pero no porque a Agatha no lo hubiera pensado o querido, es porque su racismo hubiera sido políticamente incorrecto. Total que entre unas cosas y otras, el asesino es quien menos esperas.

Las tramas son más simples de lo que pudiera parecer, pero llegado un momento - el clímax de la novela - lo imposible de cualquier solución al misterio, hace que devorar las páginas se convierta en una necesidad vital.

Sólo una mente brillante puede llegara al meollo de la cuestión. En el caso del 'Asesinato en el Orient Express', al igual que en otras novelas, este portento de inteligencia es un detective belga. Si hay que hacer una concesión y reconocer que, de vez en cuando, un extranjero no es tan tonto; mejor que éste hable francés. Para un inglés, dado que es incapaz de aprender ningún idioma, soltar alguna palabrilla en francés en medio de una conversación es el colmo del refinamiento.

Nadie mejor que Agatha Christie ha puesto de manifiesto que, en la conquista del mundo, los británicos se han llevado el primer premio. Y eso, para mí, es un punto a su favor. Odio lo políticamente correcto, huir de lo que piensas y eres, es una forma burda de mediocridad. De ahí mi insistencia de que los mundos inventados son la clave de la felicidad. No hay que engañarse, sólo huir de la realidad.

Me alargo demasiado y no cumplo mi objetivo. Por favor, leed novelas de misterio de esta magnífica creadora de tramas imposibles. Perdonadle sus faltas, su misoginia (lo es, creedme), su racismo… Porque es ante todo una persona que intentó por todos los medios inducirnos a no escuchar el ruido de fondo.

Algún día os hablaré de un libro de arqueología…

Gracias por leerme.





El Paraíso y el Edén.

Museo del Prado. Martes 27 de Octubre 2015.

Maravillosa tarde en el Museo del Prado. Como todas.

He pensado dedicar un espacio en mi blog sólo para este maravilloso lugar.

Lo denominaré, ARTE. Intentaré relacionar las obras del Prado con algún que otro evento artístico. Y procuraré, si tengo tiempo, meterme de lleno en la obra de El Bosco.


Para esta primer entrada, y por falta de lucidez mental le cedo la palabra al ponente del martes, Pedro Azara. Quién mejor que él para sintetizar la ponencia.


M.



domingo, 18 de octubre de 2015

El Plantador de Tabaco. John Barth

Podéis verlo también en 'Guay del Paraguay'

Hago un llamamiento a aquellos que hayan vivido la época en la que sólo había dos canales de televisión, ‘La 1’ y ‘La 2’. Más sencillez conceptual, imposible. Bien, como recodaréis todas las emisiones seguían una regularidad cartesiana, y los sábados, a eso de las cuatro de la tarde, nos obsequiaban con una película de aventuras, una cada semana. Películas estupendas de las que no ha debido quedar ningún rastro en Televisión Española, porque ya no se ven. Tranquilos, no voy a poner de manifiesto que, ahora con cientos de canales, la televisión es una basura. Upppsss, lo he escrito. Pues ya no lo borro.

De entre aquellas películas había algunas que nos acercaban a la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII. Vale, no eran piezas de culto, pero lo cierto es que, además de añadir a nuestro vocabulario palabras como ‘casaca’ (siempre me ha encantado esta palabra), nos dieron a conocer a unos héroes que se abrían camino cruzando los mares y poniendo un pie en América, de una forma novelada un tanto absurda, no lo niego, pero cercana y entretenida.

Piratas crueles, piratas justicieros, amores velados, islas abandonadas en medio del océano, señores con peluca que no eran más que vulgares estafadores, y ladrones de medio pelo que resultaban ser generosos y gentiles. Aventuras y más aventuras. Puede que el mundo fuese así, plagado de coincidencias, enredos, justas venganzas, y siempre triunfando la verdad y el bien. O que nuestra inocencia de entonces nos hiciera quedarnos sólo con esto y no viésemos el descarnado teatro que realmente se representaba.

Ese teatro y esas aventuras se narran en 'El Plantador de Tabaco' de John Barth. La inocencia del protagonista, Ebenezer (Eben) Cooke, Poeta Laureado de Maryland, os va a deleitar de principio a fin. Gracias a este libro conoceréis la filosofía de Newton, la vida en Londres a finales del siglo XVII, las ciudades sin ley de Maryland y - me atrevo a decir - del resto de los incipientes Estados Unidos, luchas de religión y entre indios y europeos, costumbres caballerescas y lengua inglesa.



Hablando de caballeros, ¿recordáis cuando nos hablaban del Quijote en el Colegio? Nos enseñaban que su importancia radicaba en su genial trama y en que Cervantes había dado forma a la novela moderna, tal y como hoy la conocemos. Pues bien, este libro es un claro ejemplo del primer matiz. Eben es, al igual que Alonso Quijano, un anti-héroe. Los desvalidos y repudiados por la ley, son gentes de bien, llenas de generosidad. Modelos a seguir, 'quijotes' estrafalarios. Las 'putas', palabra que Barth usa sin rubor, son el eje conductor de gran parte de la trama. En el segundo capítulo del Quijote, cuando éste sale por primera vez de su tierra, sólo unas mujeres de mala vida son capaces de sentir conmiseración hacia él. Mientras que sacerdotes y caballeros apalean al pobre anciano sin piedad. Creo que el autor tenía este pasaje en su cabeza cuando escribía 'El Plantador de Tabaco'. Eben sale por primera vez en su vida de Inglaterra con rumbo hacia Maryland para ser engañado y despojado de sus bienes e inocencia una y otra vez.

Al igual que en el caso de Alonso Quijano, las únicas armas de Eben son sus sueños y sus fantasías. No es tonto, sólo un soñador que ve el mundo tal y como lo veíamos nosotros en las películas de los sábados por la tarde.

No puedo acabar sin alabar la traducción de Eduardo Lago. Matrícula de honor. Para mí el traductor es tan importante como el escritor. En este caso me atrevería a afirmar que la traducción es mejor que el texto original. Impregna cada párrafo de sensibilidad y conocimiento. Palabros, arcaísmos y tecnicismos están magistralmente utilizados. Para llorar de emoción al leerlo.

Os animo a leer el libro y a intimar con Eben Cooke. Retrocederéis en el tiempo de una forma maravillosa.

Madrid, Octubre 2015.

sábado, 10 de octubre de 2015

Una Saga Moscovita -- Vasili Aksiónov

Podéis ver el artículo publicado en la edición on-line de Guay del Paraguay.

Una novela que yo califico de ‘Literatura de la buena’. Recomendable de principio a fin. Muy bien traducida por Marta Rebón, lo que se agradece infinito. Al hilo de esto último, por si no lo sabéis, las mejores novelas en lengua rusa que manejamos son traducciones del francés, inglés o – en el caso de ‘Doctor Zhivago’ – del italiano.

En los últimos años se están publicando de nuevo los clásicos rusos de los siglos XIX y XX directamente volcados al español. Con excelentes resultados, como es el caso de Anna Karénina, traducido magistralmente, con varios premios en su haber, por Víctor Gallego. Si no habéis leído este libro, es un momento excelente para hacerlo.

Pero vamos a adentrarnos en la novela. Durante muchos años, tras la Segunda Guerra Mundial, los grandes premios literarios estuvieron copados por escritores de izquierdas, abiertos defensores del Comunismo en todas sus manifestaciones. ¿Por qué? Hay dos razones básicamente, la primera es que la única referencia visual terrible de la contienda había sido el nazismo. Nazismo y fascismo iban de la mano, así que todo lo oliera a una de estas corrientes de pensamiento, cuanto más lejos, mejor. La segunda era que los horrores y masacres del comunismo eran – desgraciadamente – silenciados. Los escritores rusos disidentes eran purgados o, cuando no era posible, porque el sujeto en cuestión había alcanzado cierta fama y su eliminación podría dañar la maquinaria de la propaganda, como Boris Pasternak, debidamente aleccionados y despojados de toda dignidad humana.

Algunos lograron escapar y contar lo que habían vivido en primera persona, como Vasili Aksiónov, el autor de ‘Una Saga Moscovita’. Ya en Estados Unidos tuvo el valor de contar las miserias y horrores de las purgas estalinistas o cómo llegamos a convertirnos en alimañas capaces de despojar de toda voluntad a nuestros semejantes, amparados en una gran mentira y nuestra propia maldad innata. Nadie está libre de cometer estos pecados.

Pero, al igual que las traducciones al español de los libros en ruso, no ha sido hasta épocas recientes cuando se han publicado estas obras. No era políticamente correcto debatir ciertas verdades. No queremos conocernos a nosotros mismos, diría yo.

Tras esta larga introducción, creo que ya intuís el argumento del libro. La vida de una familia moscovita durante la época en que Stalin detentó el poder. Comienza en 1925 y concluye en 1953. Un grupo de seres humanos llenos de esperanzas, de espíritu crítico y, por qué no, de debilidades, que comienza a caer en un torbellino de desesperanza y destrucción del que logra salir más o menos indemne.



Como todo gran libro, no pierde ni una pizca de actualidad lo leas cuando lo leas. Reflexionaréis, al ir avanzando en sus páginas, sobre las grandes amenazas que siempre han existido y que no cesan. Cito de corrido, guerra, ambición desmedida, mediocridad, maldad, nacionalismo como herramienta para la xenofobia, mezquindad, ausencia básica de principios, ceguera, falta de espíritu crítico, incapacidad para sentir conmiseración por nuestros semejantes… Tengo que parar, pero por falta de espacio y tiempo. Pero hay millones de adjetivos horrendos para ilustrar la idea.

Si finalmente os animáis a su lectura, no sólo os adentraréis en las vidas de personajes de ficción, es decir, la familia Grádov, sino también de otros que existieron para sonrojo de la historia. El propio Iosif Stalin, Lavrenti Beria, Nikolái Yezhov … Por favor, sin falta mirad ahora mismo la biografía de estos individuos, vais a temblar de miedo. El mismo miedo que sentiréis si os ponéis en el pellejo de estos hombres y mujeres que aparecen en la novela y que tuvieron la desgracia de nacer en una época terriblemente convulsa.

Lo dicho, disfrutadla. 

Hombres buenos. Arturo Pérez-Reverte

Podéis ver mi crítica en la edición on-line de Guay del Paraguay.

Tras estos meses en los que no he tenido ocasión de compartir mis impresiones literarias con vosotros, y en los que – reconozco – os he echado de menos; retomo este espacio para desgranar uno de los best-sellers en lengua castellana del 2015. ‘Hombres Buenos’ del Académico de la Lengua Española Arturo Pérez-Reverte.

No sé si sois seguidores de sus colaboraciones periodísticas (http://www.perezreverte.com/prensa/patentes-corso/)... A ver cómo las describiría. Chisposas, chirriantes, controvertidas y críticas hacia cualquier manifestación de incultura. De él es la frase: ‘España es un país gozosamente inculto’. No sé si esto lo podríamos trasladar al resto de países de habla española. No tengo elementos para juzgarlo, prefiero pensar que no. Eso me haría inmensamente feliz. Lo de España no tiene nombre.



Pérez-Reverte teje personajes como nadie, domina el lenguaje de forma magistral. Sin llegar al enrevesamiento de otros escritores, que nos hacen perdernos en una maraña de términos, nos acerca tiernamente a la vida y sentimientos de dos Académicos de la Lengua Española, el bibliotecario Hermógenes Molina y el brigadier Pedro Zárate y Queralt. Estos dos ‘Hombres Buenos’, viajan a París en el año 1781  para conseguir de forma casi clandestina los 28 volúmenes de la Encyclopédie de D'Alembert y Diderot, representando ésta el paradigma y guía de todo el saber de la época. Huelga decir que la Encyclopédie era un libro prohibido en España. Nada sorprendente, los gobernantes mediocres y tontucios – en España se cuentan por decenas en el devenir de su Historia – han alejado del saber al pueblo porque, cuanto más simple sea éste, más fácilmente manipulable es.

A lo largo del libro comparten la amargura y decepción constante al ver que España es un país inculto y ciego al progreso. ¿Os resulta familiar? Si, efectivamente, igual que en el siglo XXI. Esta es la moraleja del libro, no hemos aprendido nada. Menos mal que existen y han existido ‘Hombres Buenos’.

No quiero entrar en más detalles sobre personajes y vicisitudes, me conformo con plasmar en estas líneas lo que creo que Pérez-Reverte quiere hacernos ver. Sólo una puntualización más, cuando os sumerjáis en las aventuras parisinas de nuestros personajes, juzgad por vosotros mismos si París, a escasos años de comenzar la Revolución Francesa, es un mundo tan fascinante y culto como nos han hecho ver.

En mi próxima entrega quizás os hable de fútbol. Estoy pensando que,  como empieza la Liga, seguro que se publica algún libro que merezca la pena al respecto.


¡Feliz regreso de vacaciones! Y leed el libro, por favor.

viernes, 9 de octubre de 2015

El Enigma del Convento.

Edición Impresa Guay del Paraguay. Diciembre 2014.



¿Cómo presentar ‘El Enigma del Convento’? Usaré una frase del propio escritor “Es una novela de corte histórico, minuciosamente estudiada, que habla sobre la tremenda fractura que significan las independencias”. Una descripción de España a comienzos del siglo XIX, en la que, si lográis captar el mensaje en toda su intensidad, os dará que pensar.
Vamos a ponernos en situación, el siglo XIX fue clave para el desarrollo de Europa. Las grandes potencias industriales se desarrollaron a un ritmo vertiginoso, ampliaron sus horizontes y  sentaron las bases de las relaciones futuras con sus Colonias. Lo que pasó en aquellos cien años marcó la hoja de ruta del siglo XX.
España no pintó nada, desapareció del mapa. Y lo que es peor, emponzoñó su relación con países hermanos de América y se hundió en el abismo más profundo que imaginarse pueda.
¿Por qué? Para contestar a esta pregunta, id a 'Google' y escribid una de estas dos cosas, ‘Rey Felón’ o ‘el peor monarca europeo de la historia’. Haced la prueba. El único nombre que aparece es el de 'Fernando VII'. 
Cuando España y América necesitaban a un estratega de primera línea, tuvieron a un monarca idiota en el poder. Las consecuencias de su reinado aun se dejan sentir. Creedme, si pensáis que el monarca actual debe irse, es que no conocéis bien a su antepasado y sus dislates esperpénticos.
Teniendo todo esto en mente, Jorge Antonio Benavides teje esta historia entre dos mundos bien distantes. Madrid, la capital del Reino de España y Arequipa, en el Virreinato de Perú.
En Madrid, los fieles al Rey Felón, controlan todos los resquicios de una sociedad que quiere ser moderna, pero que se ahoga sin remedio en un abismo de terror y sinsentido. En Arequipa, se gesta la independencia del Perú.
Consecuencias, la independencia de los países del otro lado del Atlántico resultó un desastre, que provocó guerras, sangre e incomprensión. Asumámoslo, en España con los reyes no hemos tenido suerte.
Las dos historias y personajes que se mueven entre Perú y España, acabarán juntándose en un mismo punto. El del misterio que se esconde en el Convento de Santa Catalina en Arequipa (de ahí el título). Una monja con un pasado que quiere olvidar y tres españoles variopintos, unirán sus cabezas para descifrar algo que puede cambiar la historia de América.
No puedo revelar el secreto, porque está justo en la última página.
Siempre he creído que América y España son partes de un mismo mundo y que, por culpa de seres como Fernando VII y otros que no nombraremos, lo hemos olvidado. El escritor es peruano, pero su conocimiento de mil detalles de esa España oscura, demuestran un cariño hacia unos lazos que deberíamos tener siempre presentes. Y como él mismo dice ’las independencias no son tan claras’
Leedlo. Y reflexionad sobre lo que os he comentado.