miércoles, 27 de septiembre de 2017

Reflexiones varias... Muy varias y dispares.

Cuando comencé a dar forma a este blog, fue con la idea de recopilar críticas literarias mías. Pequeños textos que habían aparecido en el periódico 'Guay del Paraguay', al principio en versión papel y - posteriormente - en formato digital.

Soy un desastre para los papeles, y temía que se perdieran. No hubiese pasado nada, la humanidad hubiese seguido su deriva hacia el Olimpo de los Dioses, pero para mi eran importantes. Cada uno de esos escritos contenía una parte de mi misma. Reflejaba un momento, una vivencia y una pequeña ilusión. Como todos los frikies del universo, siempre he soñado con escribir, con dar forma a otros seres humanos, otorgarles una luz que veo palidecer en el mundo que yo soporto cada día. Como cada verso suelto, quizás lo que he buscado siempre ha sido huir y no ver lo que es evidente. Mofarme de lo absurdo y conseguir ser feliz tras poner en práctica - no sin esfuerzo y entrenamiento - un método con el que he logrado reírme sin parar ante cada esperpento y sinsentido. Veo venir los desastres, los disfruto cuando se gestan y me regocijo en la catarsis final. En definitiva, soy feliz. Y este era otro de los objetivos que me marqué cuando me convertí en una 'NO' diosa, sonreír lo más posible.

Esto, en el mundo en el que yo me muevo, se denomina soberbia y prepotencia. Con una sinceridad aniquilante me han achacado estos males, creo que injustamente, porque al igual que los celos o el egoísmo, hay ciertos rasgos innatos que no pueden evitarse, pero en mi caso son especialmente graves, porque a ellos se une la desobediencia. Instintivamente sólo me pliego ante órdenes de personas que considero más inteligentes que yo (de acuerdo a mis criterios, claro). Al resto directamente los obvio y - claro - se dan cuenta. Conclusión, son una desobediente redomada y peligrosa.

¿Qué es una persona inteligente para mí? Fácil, alguien independiente, cosmopolita y con una gran base cultural, sea de lo que sea. Si es de literatura o de historia, mejor que mejor. Pero acepto otras disciplinas. Entiendo que es un criterio subjetivo, pero es el mío, y a mi me basta. 

Como trabajo en una multinacional, donde teóricamente se premia el talento, todo esto no sirve. Es más, es caca pura.  Hay que acatar las órdenes y estar muchiiiiiísimmmaas horas en la Oficina para que - cuando llegas a casa - no tengas ya ganas ni tiempo para distraerte en otra cosa que no sea ver la televisión y escuchar la letanía cansina del proceso de independencia catalán (en minúsculas), que ya sólo por lo pesado que es da asco. Así nos corre el pelo.



Hoy, no he querido hablar de libros, no he querido contar historias de otros, ni reales ni de ficción. He dejado una pequeña reflexión sobre cómo ser feliz cumpliendo pequeños objetivos en una escala ridícula. Los libros de autoayuda y las frases grandilocuentes de psicólogos y periodistas no sirven. Nunca hay que perder la sonrisa, ni la ilusión por seguir siendo un verso perdido.

Leed mucho.
M.






domingo, 17 de septiembre de 2017

Una sensación extraña... El amor existe.

Todos los días, a todas horas, me pregunto quién es más feliz, el humilde que no tiene nada o el ambicioso que lo tiene todo.

¿Quién disfruta más de su vida?
¿Quién conoce mejor la realidad que le rodea?
¿Quién contempla el mundo sin perjuicios y con perjuicios es juzgado sin piedad y con saña?
¿Quién va consiguiendo pequeñas metas, logros sin importancia, que le equilibran en el caos?
¿Quién maneja a los demás sin que estos se den cuenta?

¡Ojo! que yo no lo tengo claro. Es una sensación como la tristeza o la desesperación. Hay días que estoy eufórica y no sé la razón y otros me sumerjo en el foso de la desesperación, rodeada de aborígenes atormentantes que me lanzan dardos que me hunden más en el fango. Conocer el secreto de la felicidad es un poco igual, hay momentos en los que estoy segura de que hay que comerse el mundo, aullar y hacerse notar. Y otros que me enrosco como un caracol en una humildad sosegadora. 

En ambos estados de espíritu me encuentro igual de bien, o mal. Por ello, considero que - por mucho que avance la ciencia - los psiquiatras no lograrán desentrañar del todo los secretos de la mente humana. En esto (permitidme hacer un inciso) no soy objetiva. El progreso científico me produce cierto rechazo. Reconozco sus avances, pero convierte a los hombres en Dioses con letales consecuencias para todos, el progreso mal entendido nos deshumaniza. 

Tras esta pequeña introducción, qué os preguntaréis donde lleva, ya veréis ya, me meto de lleno en otro acierto literario de este año. Otra iluminación divina que ha caído en mis manos. Soberbiamente traducido por Pablo Moreno González (no es fácil transcribir la sensibilidad y la delicadeza de un idioma tan distinto al castellano como el turco), otro libro que da pena terminar, pero cuya última frase - sólo una frase - resuelve toda duda que puedas tener sobre cómo pavimentar el camino de la felicidad. La humildad y la sencillez son la llave que abre el arca insondable de la exigua esperanza que tenemos de ser felices. El que vive la vida aprendiendo de su resignación y extrayendo lo que es digno de ser aprendido, al menos una vez, pronunciando una sola frase, en un momento mágico... ¡Es feliz!

Esto así redactado que parece tan rebuscado, es extremadamente simple. En su sencillez radica la razón por la que nunca lo ponemos en práctica.




Orhan Pamuk consigue crear un personaje (Mevlut Karatas) que se desliza con sutil cadencia por el Estambul que va de principios de los años 70 del siglo XX, hasta el año 2012. Y ahí, si tenéis inquietudes, prepararos para aprender y no parar. Porque el binomino que mezcla la delicadeza del corazón de un hombre honesto con la puesta en marcha de la moderna sociedad turca tras años de golpes de estado, corrupción y pobres en masa que emigran sin orden ni concierto desde Anatolia central hasta los arrabales de Estambul, es perfecta. Si os interesa la historia turca, que no deja de ser la nuestra, porque - mal que les pese a los eurodiputados con sus sueldos astronómicos y su tren de vida pagado por los sufridos contribuyentes - Turquía es una parte importante de Europa desde la Caída de Constantinopla el 29 de mayo de 1453. Ignorarlos y engañarlos con trucos de funcionario burócrata, es decir la estrategia seguida por Bruselas desde hace décadas, es un grandísimo error que tendrá nefastas consecuencias. 

Es verdad que algo genocidas sí son, armenios, griegos, chipriotas, cristianos en mayor o menor medida, han sufrido la xenofobia turca. Pero eso no es - desgraciadamente - algo achacable sólo a los turcos. Las naciones europeas, todas sin excepción, han masacrado sin piedad a propios y extraños por los más variopintos motivos. En el caso de los turcos es especialmente relevante porque son ajenos a los cristianos europeos y bichos raros para sus hermanos los musulmanes. Lo que ha creado una especie de identidad excluyente muy bien descrita también en esta novela. 

Pamuk no esconde nada, ni disfraza la historia con excusas llenas de tópicos vacíos de contenido. Llega un momento en el que la trampa y el engaño, en contraste con la aparente ignorancia de Mevlut, te mece en una especie de sopor elegante y utópico. ¿Realmente se puede ser feliz vendiendo boza y yogurt por las calles de Estambul mientras tu familia se enriquece a tu costa, tus primos se alían con el mafioso local y se convierten en matones y tú te ves obligado a casarte víctima de un engaño vil y premeditado?

Ante el estupor de todos, sí parece que lo logra. Porque ama sin reservas y llena su vida sólo de eso. De amor. Es víctima de un engaño y acaba casándose con la mujer equivocada. No la de los ojos almendrados y boca carnosa a la que escribe cartas de amor durante años, sino la tranquila e inteligente Rayiha, sencilla y devota, casi analfabeta para las letras, pero que lee con pasmosa precisión el alma de Mevlut y su sosegada forma de entender el mundo.

Pero no solo ama a su mujer y a sus hijas, no es una novela de amor ni mucho menos. Mevlut se acercará a todo tipo de personajes sin perjuicios, con las manos vacías y despojado de todo odio. Conoceréis a alevís, kurdos, comunistas, fascistas, mafiosos, corruptos... Todos financiados por alguien, todos creyéndose poseedores de la verdad suprema. Los preceptos de la religión no importan, sólo el poder y el dinero. 

Siempre es igual. 

Pero un día, desde una colina de Estambul, contemplando el mar, Mevlut logra confundirse con lo infinito confesándose que, siendo capaz de amar sin reservas y no olvidando nunca los posos que ese amor dejó en su vida, cada segundo vivido ha merecido la pena.

Leed mucho.
M.




sábado, 9 de septiembre de 2017

El Tirano Globito y otros espantajos del siglo XXI

Acaba el verano, y casi el año, y seguimos igual. Mismas noticias cansinas concentradas en dos focos, Cataluña y su desvergüenza y el Tirano Globito. Pensado frívolamente es genial, porque con la excusa de que existen estos dos centros de concentración de frikis y espantajos abominables, podemos explicar cualquier fenómeno que se produzca, ayudar a los becarios que trabajan en la prensa durante el verano a rellenar huecos en los periódicos y, lo que es más importante, dejar que los políticos de todo tipo y condición se luzcan con su verborrea insulsa y repleta de topicazos, disfraz de su incapacidad y perfidia. 

De Cataluña no hablaré. Cansa. Pero del Tirano Globito, Kim Jong-un, sí.

Lo de Corea del Norte no tiene nombre. Hay una dinastía de degenerados que tiraniza a millones de seres humanos con cara famélica y aires de alienados, y rellenamos hojas e informes contando y repitiendo los chascarrillos de este pirado como si fuera la cosa más divertida del mundo. Ahí está el gordo/globito fotografiado como si fuera un Dios, con una corte de alelados siguiéndole y apuntando todas las sandeces que dice en unos cuadernillos. Este tipo además es la pera, sabe de todo. Conoce todas las disciplinas del saber habidas y por haber. Escribe decenas de libros al día sin perder la forma del tupé, y el escaso tiempo que le sobra lo dedica a purgar a altos cargos del partido arbitrariamente (de los pobres diablos que arrancan hierbajos por la calle no se ocupa, se mueren de hambre sin necesidad de mayor empujón). Pero ¡ojo! que a los purgados no hay que tenerles pena, porque fueron igual o más sádicos que el dictador. Las muertes son terribles, eso sí. Devorados por perros hambrientos, desintegrados por un misil en medio del mar... Allí hay que andarse con mucho ojo. 




Pero atentos al Globito ¡Es capaz de mantener la atención de tontos con ideas huecas (me refiero a los observadores europeos y americanos, a los gurús del saber geopolítico), tener a su pueblo pasando hambre y ¡ganar dinero!! Un crack. Una de las mentiras de occidente (otra de tantas) es ridiculizar a este sujeto, que es más listo que entre todos nosotros juntos.

Corea del Norte, un país remoto, que en nada afecta a España - por ejemplo - por mucha globalización que haya, sirve para llenar líneas de publicaciones muertas y para justificar el sueldo de analistas/periodistas ridículos que se creen Cervantes y lo único que publican son refritos sin gracia. Sin darse cuenta que, con sus comentarios obvios y manidos a más no poder, contribuyen al soporte del régimen y son tan culpables como el Globito de la miseria de millones de personas.


Si cada vez que tira un misil, sin ánimo de dar a nadie, porque entonces lo fríen a él, se le ignorase, no estaría cada día más gordo y más desafiante. Pero claro, ha dado con la horma de su zapato, al otro lado está el mundo de "tocamerroque", el universo del adoctrinamiento bienintencionado y hueco. "Mirad, mirad, queridos ciudadanos, que malos son allí y que buenos somos nosotros". Eso sí, los que han tenido la mala suerte de nacer allí, pues a comer arena, porque nosotros con nuestra infamia vamos a seguir sosteniendo a este mamarracho gordo.

¡Ay que me pierdo!

¿Alguien piensa en realidad en el ciudadano de a pie, esté donde esté? He observado, que las élites (las que lo son y las que creen serlo) desprecian profundamente al ciudadano común. Es su gran amenaza. El pobre, el indigente, el que ocupa el lugar más bajo, les resulta indiferente. No les amenaza. Es más, como suelen unirse bajo consignas 'buenistas' que tienen entre sus lemas ayudar al necesitado, les viene de perlas. Es genial. Si son de izquierdas su existencia les catapulta a la fama, puesto que aireando sus miserias, generan todo un discurso sobre lo injusto del mundo y sobre lo malísimos que son los ricos.

Por otro lado, los poderosos, mientras se desviven por el pobre como parte de una estrategia global de dominación sin reservas, crean círculos de poder totalmente excluyentes que se dedican - entre otras cosas -  a formar a mano de obra barata pero muy competente que NI EN SUEÑOS llegará a ocupar puestos de responsabilidad. Desprecian a la clase media, al ciudadano común y corriente. No les importa si es sangrado por todas partes y si tiene - dentro de las empresas que ellos dirigen con una sorprendente endogamia - un puesto mal pagado y peor considerado. Al pobre lo necesitan, al ciudadano medio, lo desprecian. Así es la vida. 

El Globito es un reflejo extremo de este modelo. De nuestro propio modelo. Añado a esta reflexión que estamos vigilados y manipulados. 

¿Por qué me he metido yo hoy en este berenjenal? Yo quería hablar de un libro de Orhan Pamuk y he acabado enfangada en la tiranía del Globito, como un analista chusquero más. Esto refuerza más mi postura, el Globito es más listo que el hambre. Y los que van con el cuaderno, además de sobrevivir con lo que les toca, han enviado satélites al espacio. En España, que yo sepa, no hemos enviado ninguno. Tenemos satélites de aprovechados y corruptos por todas partes, pero nada en la órbita espacial, que donde interesa que estén estos artefactos.

Como soy una entusiasta del Museo del Prado, acabaré esta reflexión allí, enarbolando la bandera de la individualidad. Uno de los grandes logros de la modernidad es la especialización del individuo, que cada uno pueda hacer un mundo de sí mismo. Esto lo pienso cuando estoy delante del "Cristo Crucificado" de Velázquez (sin valorar su sentido religioso, porque no creo que el pintor fuese particularmente devoto). Su fuerza mística es tan grande, su espiritualidad es tan reveladora para quien se tome la molestia de verla, que te arrolla transportándote a ese escenario que salió a la luz en el palpitante Barroco de Velázquez. Un hombre solo, humillado y vencido se muestra con humildad ante el que quiera mirarlo. Porque lo han aniquilado, pero hay algo que no han podido borrar de su expresión, de su vida perdida, y eso es la INDIVIDUALIDAD.

Luchad por la vuestra, da igual en qué mundo vivamos, si nos gobierna un dictador o un demócrata, lo único que hay que construir cada día es nuestra propia realidad. Nuestro mundo de sueños, nuestra esencia como individuos llenos de luz.

Leed mucho.
M.



domingo, 3 de septiembre de 2017

Los vikingos, el turismo de masas y otras reflexiones (II)

Me estaba riendo hace un rato con el artículo que publica "El Comidista" retratando los peores restaurantes de Madrid, y los ingeniosos comentarios de la gente que han tenido la enorme desgracia de visitarlos. Nueve millones de turistas pasaron por Madrid en 2016, víctimas muchos de ellos de estos lugares estratégicamente situados. Todos hemos caído en una de estas trampas para turistas, en las que además de sablearnos, hemos comido fatal y nos han tratado peor. ¿Por qué los humanos tenemos un concepto tan pobre del turista? Todos lo hemos sido alguna vez. En el mismo instante en el que vas a comer un cocido al pueblo de al lado, ya eres un turista. 

¿Es tan incomprensible? Bueno, tal y como lo he descrito antes, sí lo es. Pero si analizamos el fenómeno del turismo de masas con un poco de rigor, tenemos que reconocer que la globalización y la mejora del nivel de vida de millones de personas, ha lanzado al mundo a unas masas de beodos que bajan y suben de barcos y autobuses sin más aspiración que hacer fotos con el móvil y que arrasan todo lo que ven y tocan, sin ningún tipo de recato ni educación. Son grupos de seres que se expanden como hormigas, que vociferan y que no saben nada de nada, excepto cuatro pinceladas que les esbozan sus guías con cara de agotamiento extremo en cada parada de su periplo turístico.

Hay muchos tópicos, que sorprendentemente se cumplen y se ven. Los franceses hablan en francés hasta con los perros vagabundos, pensando que hasta los animalitos abandonados hablan su idioma.

Los americanos, cuando cruzan el charco, creen estar envueltos en una especie de aventura con aborígenes donde todo es exótico, y el residente local es alguien pintoresco que chapurrea el inglés. Llega a resultar incómodo, sobre todo para el pobre empleado de hotel o restaurante, que es tratado como un pelele simpaticón, acogotado ante el tono entre paternalista y falsamente amable que usan. Es algo increíble que el citado empleado los mire con cara de estupor y espanto - sin disimular en momento alguno su deseo de perderlos de vista, a ser posible para siempre - y ellos continúen tan campantes. Como son algo incautos, no se dan cuenta, no lo pillan.

Para colmo hay países, como Noruega, que concentran el volumen de turistas en muy pocos meses al año y en lugares muy específicos. Resultado, un infierno en la Tierra. Una naturaleza tan exuberante y tan limpia, se convierte en un mosaico de culturas sin armonía alguna. Adultos que debieron ser bebés monísimos, pero que se han convertido en engendros vociferantes vestidos con trapujos, que más parecen disfraces entre Drácula, Popeye o el loco de la isla. La proliferación, venta y distribución de ropas de aventurero de pacotilla, tampoco es que haya ayudado a mejorar lo de ya por sí digno de sonrojar al hombre de las nieves (es siempre blanco, y si entra en calor o le salen coloretes, se derrite). 

¿De dónde sacan esos atuendos? ¿Por qué algunos van con chándal? El chándal es para hacer deporte EXCLUSIVAMENTE. Ir sentando diez horas el día en un autobús NO es hacer deporte. ¿Es necesario GRITAR en tu propio idioma al ciudadano local para hacerte entender? NO habla tu lengua, ni la entiende, por muy alto que se le hable. ¿Por qué los guías turísticos llevan una especie de paraguas con cintas de colores para que los alelados que bajan del autobús les sigan? Esto pasa a nivel global, es una consigna, como las que tiene la Mafia Napolitana.

Preguntas que ni 'Cuarto Milenio' sería capaz de resolver. Así de complicado y enmarañado es el turismo. 

Hay personas que albergan tal resentimiento hacia el viajante con móvil 4G, que cuando llega a lugares trampa, al oír hablar español te miran con desprecio. Pensando, tan interiorizado está ya el asunto, que el otro compatriota es sin duda el del chándal tipo conde Drácula que acaba de descender de un barco. Del crucero del terror. Conviene marcar distancias. A este tipo de seres - también algo patéticos - hay que ponerlos en su sitio. A mi me gusta hablar con todo el mundo. Por ello, si en una cervecería de Bergen, viendo el Bryggen, a lo más que llegan es a pedir una cerveza de forma chapucera, hay que hacerles ver que hablando mejor inglés hasta te ponen unas patatas fritas y unas aceitunas, si sabes pedirlas, claro. 

Otro de los temas objeto de mis cavilaciones veraniegas ha sido la proliferación de retratos de Lutero por el mundo protestante (en Noruega son luteranos, y se nota). Hasta la delicadeza de la Iglesia de Santa María se ve enturbiada por un enorme retrato de Lutero. Él, que fue el germen de una endiablada intolerancia que acabó con cientos de iglesias y miles de retablos de valor incalculable, movido por su obsesiva manía de desvincularse del mundo latino y su elitismo rayano a la xenofobia. El matiz es realmente sutil, pero en cada lugar de culto, cuando lees su historia, contada desde el punto de vista de un protestante, deslizan comentarios que obvian su desmanes y magnifican el oscurantismo católico. Cuando en realidad, durante muchos siglos, convivieron perfectamente los cultos antiguos de los vikingos con las nuevas creencias cristianas. Creando un mundo mitológico singular y lleno de magia. De otra forma iglesias  de madera como la de Borgund no existirían. Ni esparcirían su halo de cuento de hadas por valles perdidos de Noruega. Pero eso fue antes de octubre de 1517 y de la llegada de pastores vestidos de negro y con una antorcha purificadora en la mano. 




Antes de intentar borrar a Sunniva de Selje del imaginario popular y, al no conseguirlo, convertirla en una santa por excepción, despojándola de toda su magia.

Continuará.
M.