domingo, 21 de abril de 2024

Me gusta Chagall. Reflexiones de los tiempos por venir...

Me gusta Chagall, mucho. No formó parte de ninguna de las vanguardias del siglo XX y creó un estilo propio y ecléctico. Fue, en definitiva, un verso suelto.

116.8 × 89.4 cm
Marc Chagall (1923)

El circo de la vida, el sinsentido, la muerte, la destrucción, la ceguera, los colores de la destrucción, del desamparo y, por encima de todo, la aproximación a Dios. ¿Puede alguien ser creyente después de haber vivido en los peores años del siglo XX? ¿Qué papel juega Dios en la ceguera humana, en su barbarie? ¿Sabe que va a suceder y no hace nada? ¿Nos deja destruirnos sin más, sin respuestas? 

A través de los cuadros de Chagall dios nos mira, no es Jesús, es cualquier deidad, impotente, desarmada, triste, teñida de rojo, mirando a los hombres con desconsuelo.

168  x 103 cm
Marc Chagall (1937-48)
Musée National Marc Chagall, Niza. Depósito del Centre Pompidou.

Como judío que fue, la religión jugó un papel importante en su vida y en su obra. Pero no soñó con un mundo mejor, porque tal quimera es imposible, ni puso a Yaveh a construir un ideario para su alma. Tengo la sensación, cuando contemplo cuadros suyos, de que estaba imbuido de una espiritualidad que hunde sus cimientos en una reflexión alejada de las corrientes que buscan arrastrarte hacia la normalidad más insulsa, hacia el fanatismo y la mediocridad. Por eso Chagall no perteneció a ninguno de los movimientos vanguardistas del siglo XX, porque no podía aceptar un manual de instrucciones, ni directrices fijas para pintar un mundo que no tiene explicación, por más que intentemos encontrarla. 

¿Qué puede hacer Dios por nosotros? Nada. Hace tiempo que mira hacia otro lado y - las pocas veces que nos observa - decide desviar la vista hacia otros circos, hacia otros mundos donde los hombres no se devoren como hienas. 

El siglo XX nos ha demostrado que los manuales utópicos son una auténtica basura, sus idearios inspiran muerte y odio, tecnicismos de lo siniestro. Comunismo y fascismo fueron letales, por citar los que siempre están en boca de todos, pero hubo más. Chagall los conoció casi todos.

Eso sí, como le sucede a todo artista longevo - vivió casi cien años - su obra, además de pasar por diferentes etapas y estilos, está llena de grandes piezas y - también - de mediocres aportaciones. Esta es otra de las sensaciones que tuve al visitar la exposición de la Fundación Mapfre, 'Chagall. Un grito de libertad'. Que os recomiendo visitar.

Hay demasiada gente y no es fácil reflexionar sobre los muchos cuadros que hay, he visto muchas exposiciones monográficas de este pintor, pero esta es de las más ambiciosas. Como parte del circo de entretenimiento en el que se han convertido las ciudades, se hace necesario añadir una frase grandilocuente a cada evento, en este caso 'un grito de libertad'. Pero Chagall no buscaba libertad, buscaba entendimiento y respuestas mientras contemplaba las cenizas de un mundo en llamas. Los circos de sus lienzos son un grito de desesperación, no de libertad. ¡Qué manía de cacarear eslóganes que nos hacen creer en un mundo mejor dirigidos por anormales sin estrategia! 

Os animo - inspirados por Chagall - a que creéis vuestro propio ideario vital, vuestro decálogo de ideas realistas, vuestra espiritualidad y vuestro universo propio. Otra estrategia no es posible para soportar los tiempos convulsos que tenemos por delante.

Leed y pensad.
M.