domingo, 31 de diciembre de 2023

El año 2023 termina, bueno... ¡Adiós!

El año 2023 se despide, adiós. Creo que ha pasado sin pena ni gloria en lo que se refiere a hitos humanos. Al no haber Covid - en marzo dieron por concluida la pandemia, aunque seguía y sigue habiendo enfermos - los científicos se han relajado, no había que producir una vacuna en tiempo récord, y los hombres - como animales que somos - sólo nos activamos cuando tenemos la espada de Damocles sobres nuestras frágiles cabecitas. 

Damocles, un personaje inventado con objetivos moralizantes alrededor del siglo  IV aC., me trae a la memoria a mi aburrido profesor de filosofía de COU, un ex-sacerdote que repetía con monótona cadencia las ideas de Platón y Aristóteles sin ningún tipo de entusiasmo ni convicción, pero que - de vez en cuando - nos abría los ojos ante la realidad más evidente, imagino que como parte de su mentalidad de orientador de fieles. Un día, tras afirmar de forma categórica que cada parte de nuestro 'mundo de las ideas' está configurado con el esquema mental de estos dos filósofos griegos, nos hizo notar que nada de esto hubiera sido posible sin la existencia de esclavos. Para que hubiera hombres que se dedicasen a pensar, tenía - necesariamente - que haber guerras espantosas que permitiesen la captura de esclavos que trabajasen.

Pensaréis, ¿Qué tiene que ver esto con el final del año 2023? Pues todo queridos lectores. Veinticuatro siglos han pasado desde la invención de la historia de Damocles y la espada que pendía sobre su cabeza, dos mil cuatrocientos años de guerras, de destrucción, de esclavitud en todas sus formas, pero sobre todo de ceguera. No puedo entender cómo señales obvias y terroríficas se ignoran de forma sistemática disfrazando nuestro ideario de frases sin sentido, dando a entender que el hombre se encamina hacia el paraíso de las ideas (las de Platón o sabe dios las de quien), del buenismo y el progreso libertador. Hace veinticuatro siglos tal vez fueran más bárbaros, pero no eran tan hipócritas.

Busto de Platón.
Museos Capitolinos (Roma)

Estaba leyendo un libro sobre la historia del cristianismo de Paul Johnson y,  mientras reflexionaba sobre cómo se gestó la Iglesia durante los cuatro primeros siglos de su existencia y sobre la figura de Agustín de Hipona, me ha venido a la cabeza la historia de la esclavitud y de Platón, y de que cualquier tiempo pasado fue mejor/peor/igual. Por eso despedir el 2023 no me genera ningún sentimiento de tristeza, excepto el vértigo de ver pasar el tiempo.

Dado que este no es un espacio de análisis político ni estratégico (¡Dios me libre!) usaré los acontecimientos vividos en este año que acaba simplemente como punto de partida para desarrollar mis ideas.

Como queda más que patente en todo lo que he ido escribiendo este año, me espanta el cientifismo y la economía. Pero, por encima de todo, me asquean sobremanera las frases huecas e hipócritas que guían nuestros pasos. Todo este coctel molotov de cientifismo dirigido por élites de incultos es - para  mí - muy inquietante. Pensemos en aquellos que desarrollan estrategias para masacrar a inocentes en las decenas de guerras que hay esparcidas por el mundo. Puedo imaginarlos dibujando flechas sobre mapas y manteniendo sesudas reuniones de alto nivel, detallando con frialdad cómo se acercarán a su objetivo dejando un rastro de miseria y horror, en el que el anonimato de los inocentes tapará el remordimiento y la vergüenza. Esas personas, sin duda, creen estar trabajando por el progreso de la humanidad.

Parte de ese ideario de estupidez lo conforma el gregarismo al que vamos abocados sin remisión. El 2023 ha sido un ejemplo impagable de este preocupante fenómeno. No somos capaces de entretenernos solitos, necesitamos constantemente un plan orquestado por otros para 'quemar el tiempo'. Pondré un ejemplo personal. Con el objetivo de crear un ambiente más acogedor y moderno, la empresa donde trabajo ha acometido una reforma integral en sus instalaciones, creando un espacio que pretende dar apariencia de coleguismo y modernidad que - la verdad - han conseguido. Una de las novedades implantadas es que ningún empleado tiene sitio fijo, puedes llegar y sentarte donde te apetezca. Previo paso por una reluciente máquina de café de Starbucks, te sientes protagonista de una serie de Netflix, se incluye el portátil de última generación. 

Huelga decir que el 99,99% de la plantilla sigue trabajando en la misma zona que ocupaba antes de la reforma, y se sienta con las mismas personas. Excepto yo, de ahí que no se llegue al 100% de empleados gregarios. Eso sí, ejercer de sociópata me ha traído en este 2023 terribles sinsabores que no voy a relatar por no echar más sal en la herida, ya de por sí muy infectada por la desafección al gulag empresarial. 

Por lo tanto otra de las enseñanzas de este año que acaba, el gregarismo sectario acabará con nosotros. La saña con la que se lucha contra el sociópata es la prueba de ello.

Siempre acabo mis escritos con 'Leed mucho', para mí como persona poco dada a cultivar el mencionado sectarismo, un ser humano se con construye leyendo, viajando y observando de forma tranquila y no invasiva. Por ello, conceder protagonismo y generar polémica tomando como base un campeonato de fútbol femenino, dando pábulo a unas mujeres tatuadas, incultas y mercenarias me genera desazón y - por encima de todo - desconcierto.

En mi mundo de libros y museos, donde las mujeres aparecen retratadas desde hace siglos con preciosos vestidos de princesas, la vulgaridad del fútbol y la lucha que proclama, no exenta de violencia y xenofobia, me desespera. A mi me gustaría que, cuando se hablase de feminismo, de la lucha que durante siglos hemos librado las mujeres, se mencionase a Teodora, a Juana I de Castilla o a Isabel Clara Eugenia, por citar a algunas de las mujeres que más admiro. Pero ésta, como otras, es una batalla que he perdido. Me he dado cuenta que no sólo la batalla, la guerra en su conjunto está más que ganada por los que creen que poner al frente de la trasmisión de las campanadas de Nochevieja a una futbolista ultrajada y a una cantante con serios problemas mentales (que ella misma ha reconocido) es un gran avance para el feminismo. Ninguna de las dos se ha leído un libro en su vida, añado.

El 2023 me ha servido para dejar de luchar en guerras que ya considero perdidas, por lo que me he vuelto más silenciosa y reservada al sentirme aislada en la mayoría de los foros y encuentros en los que tengo que tomar parte activa. He aprendido a decir lo que los demás quieren oír, y no lo que realmente pienso. Porque la verdad nos hace libres, pero de forma íntima. Soy una mezcla de pensadora y esclava. Tengo que trabajar duramente en algo en lo que no creo, consintiendo - desde la indefensión - que otros/as pronuncien discursos y creen un 'mundo de las ideas' que - al contrario del platoniano - nos destruirá, nos ocultará la verdad y no seremos más libres. 

Podría seguir, pero parar de escribir ahora es mi forma de dar paso a un nuevo año (bisiesto). Leed  mucho, viajad, visitad museos o cultivad cualquier cosa que sintáis que os hace libres.

Feliz año nuevo.
M.

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