lunes, 25 de diciembre de 2023

El otoño de...

Hay libros que pasan sin pena ni gloria, son flor de un día, una luz efímera confundida entre las palabras escritas a lo largo de miles de años. Irene Vallejo narra, en su ensayo 'El Infinito en un junco', los parlamentos habidos entre eruditos cuando se plantearon dejar huella de sus palabras en soportes que pervivieran en el tiempo, sus dudas sobre la relajación de la memoria al poder recurrir a los textos escritos. Desde entonces, en cientos de soportes, tras millones de historias y acontecimientos, la palabra escrita nos ha dado la llave de la libertad, pero también nos ha hecho esclavos.


Piedra de Rosetta.
196 aC.
Museo Británico (Londres)

¿Dónde está la verdad? ¿Cómo podemos comenzar a buscarla? Preguntas chusqueras y manidas que no tienen respuesta. No hay verdad porque nunca hemos querido verla, ni buscarla. Nos engañamos a nosotros mismos con el objetivo de alejarnos de la realidad que a cada uno - de forma individual - nos toca vivir. Juzgamos con ligereza las acciones de nuestros antepasados sin darnos cuenta de que - con sus medios y a su manera - actuaban exactamente igual que nosotros.

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Las guerras, que siempre han existido y existirán, son una prueba de lo que digo. ¿Cómo es posible que en el siglo XXI con todos los medios que poseemos a nuestro alcance sigamos luchando por un trozo de tierra, por el poder y la gloria de otros? Ideas de supremacía, de búsqueda de una realidad inalcanzable siguen ocupando nuestros desvelos. ¿Cómo es posible que la brecha abierta entre la utopía del bienestar humano y el clima de violencia que nos rodea sea cada vez más grande? Es posible porque hemos olvidado que tenemos una vena espiritual y estamos convencidos que la ciencia dará respuesta a todo.

Los hombres de ciencia sospechan algo sobre ese mundo, pero lo ignoran casi todo.
Los sabios interpretan los sueños, y los dioses se ríen.
H.P. Lovecraft

Cuando leo las noticias, todas perturbadoras, tengo la certeza de que vivimos el fin de una era, el comienzo de un mundo nuevo. Históricamente los cambios han venido precedidos por acontecimientos cataclísmicos e irreversibles. Ejemplos típicos son la Caída del Imperio Romano y la de Constantinopla. Hay muchos más, las dos Guerras Mundiales del siglo XX han sido puntos de inflexión muy traumáticos. Todos rezamos para que nuestro paso por este mundo trascurra sin sobresaltos, nos parece que esas personas que caminan con sus pertenencias sin rumbo tras ver sus hogares saltar por los aires son algo que sucede lejos y que en nada nos afecta. 

Toda civilización, momento histórico, acontecimiento, persona..., tiene un otoño, su canto de cisne, el momento en el que brilla de forma intensa y - de repente - se desvanece. Barrido por el viento ('Gone with the wind') quedó el sur de los Estados Unidos tras la Guerra de Secesión, barrida quedó Europa tras enterrar en los Campos de Flandes a generaciones enteras de jóvenes tras la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo se deshará de nosotros la historia? Tengo curiosidad y miedo al mismo tiempo. Porque nuestro declive se puede sentir sin hacer mucho esfuerzo perceptivo.

Solemos anteponer la palabra 'otoño' a todo aquello que se marchita, y - es curioso - porque la mayoría de mis recuerdos, los felices y los tristes, asociados a mi niñez trascurren en otoño o invierno. Quizás sea consecuencia de la acumulación de años a mis espaldas, o porque leo demasiado y comienzo a deformar la realidad tangible. 

Como apunta Irene Vallejo, el título del libro - sin que nos demos cuenta - es el alma misma de la historia que cuenta. Al incluir la palabra 'Otoño' en su ensayo sobre la Edad Media, Johan Huizinga construyó una visión sobre la extravagancia de la Corte de Borgoña, su lujo y su mecenazgo de las artes iluminó una Europa que daba paso al Renacimiento. Tras poner en valor muchas de las ideas que movían las voluntades de sus protagonistas - los Duques de Borgoña - su mundo fue barrido por el viento dando paso a la Edad Moderna, más avanzada pero menos deslumbrante.

Mengs afirmó que Velázquez pintaba sólo con la voluntad. No necesitaba más para sentarse delante de un lienzo, porque el resto venía solo. Felipe IV quizás intuía - como los Duques de Borgoña en el siglo XV - que estaba viviendo ese esplendor que precede a la extinción de una época,  ese otoño deslumbrante que conduce a una decadencia larga que deja muchos daños colaterales. 

Lo que cabe preguntarse llegados a este punto, es qué imperio es el que está cayendo,  porque por mucho que nos disguste la idea, en cada momento de la historia hay un poder hegemónico y su caída conduce a siglos de incertidumbre. Ahora mismo ese poder se encuentra en Estados Unidos y el mundo protestante de habla inglesa, ellos son el colchón intelectual en el que descansamos. Bien es cierto que la globalización difumina fronteras, pero el motor del mundo es ese y éste será el que caiga y con él, todos nosotros siguiendo una secuencia lógica e innegable, lo que se conoce como efecto dominó.

Si hay repuesto, la caída de un imperio no plantea más problema que los ajustes del cambio. Lo terrorífico es que no hay repuesto. Estados Unidos, su evidente decadencia que se siente en Europa, deslumbra - como antes lo hicieron otros - proyectando sin saberlo su particular declive. En su caso es una mezcla de muchas variables que explotarán dejando una honda expansiva terrible. Ética calvinista del trabajo sin alma, anulación de la espiritualidad humana, cultura del espectáculo sin sustrato alguno, exaltación de ideas tópicas que no tienen fundamento pero si agarraderas para que el ciudadano medio crea tener algo de cultura. 

Hay miles de ejemplos de lo que digo, podría citar dos muy extremos, uno es la gala del MET de 2018, donde los invitados (muchos católicos, imagino) tuvieron que inspirarse para elegir su vestuario en esta sugerente frase: 'Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination'. De ahí a ver a seres esperpénticos vestidos de monjas o curas lascivos hay un paso. No hablaré de la Leyenda Negra, lo que me preocupa es que el reclamo del que se vale uno de los museos más importantes del mundo es la imagen de cuatro payasos vestidos de forma estrafalaria, con grandes lagunas intelectuales, la mayoría beodos funcionales y con serios problemas de adicciones a todo tipo de sustancias.

Lana del Rey en la Gala MET-2018

El siguiente interrogante es qué tipo de visitantes desea atraer el Metropolitan de Nueva York (MET), desde luego los interesados en arte barroco - por ejemplo - no están en este grupo de potenciales, tampoco los que se paran durante horas delante del Tríptico de Mérode, analizando el simbolismo de una obra llena de espiritualidad y trascendencia, porque esta idea está tan adulterada que realmente, si alguno de estos espantajos se pusiera delante del cuadro, no sabría ni por donde empezar. Los dueños del mundo, prefieren que el MET sea conocido por este tipo de bailes, que su cultura tenga como referencia a drogadictos tarados y no a estudiosos del arte o de cualquier disciplina. No deja de ser verdad que en la Corte Borgoñona del siglo XV, la idea era la misma, deslumbrar para tapar vergüenzas, pero sobre ese otoño de decadencia aun reposan nuestros ojos, sobre las galas del MET, dentro de 500 años no reposará mas que la losa del olvido.

Tríptico de la anunciación ("Tríptico de Mérode")
64,5 cm × 117 cm - h. 1425-30
Museo Metropolitan (Nueva York)

La caída del Imperio protestante de la ética del trabajo inspirado por Calvino, repito, acarreará consecuencias imprevisibles de las que espero no ser testigo, porque la inexistencia de repuesto generará una verdadera honda expansiva de atrocidades sin fin. 

Sobre esto he meditado y medito mucho. Tras visitar Florencia hace unas semanas, la ciudad más bonita del mundo, venía a mi memoria la sensación que me causó ver su catedral la primera vez que fui, llegar a la plaza, ver las puertas del Baptisterio de Ghiberti, la cúpula de la Catedral, el conjunto de obras de arte que se custodian en la ciudad. No es un tópico, pero nada volvió a ser igual. Cuando visito otras ciudades, incluida Nueva York, me entusiasmo, pero no me conmuevo. Porque esto último sólo se logra a base de espiritualidad, de desprenderse de utilitarismo protestante, de ceder protagonismo al alma y a los sentimientos. Italia dio forma al ser humano de la modernidad. No niego que Venecia, Florencia y Génova fueran ciudades beligerantes, siempre metidas en guerras y pendencias, que obtuvieron su riqueza del comercio, pero eran conscientes de la trascendencia y su impronta en los siglos por venir. ¿Estados Unidos sabe que dejar de lado esta faceta humana es un error terrible?

Soy consciente que tales ideas generan risa a esta sociedad cuyos cimientos sólo descansan sobre la solución inmediata que proporciona nuestro avance científico. Pero estos logros, estas ideas intangibles han dejado una huella y dan de comer - aun hoy - a mi millones de personas. Egipto vive de las pirámides, Madrid de la colección de pintura de Felipe IV y todos vivimos de Florencia. ¿Interesará la gala del MET dentro de 500 años? Sinceramente lo dudo, no creo ni que haya testimonio de su existencia.

"Todos somos peregrinos que buscan Italia"
Viaje a Italia (1786-88)
J.W. Goethe.


Leed mucho y viajad a Italia un par de veces al año.
M.

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