domingo, 31 de diciembre de 2023

El año 2023 termina, bueno... ¡Adiós!

El año 2023 se despide, adiós. Creo que ha pasado sin pena ni gloria en lo que se refiere a hitos humanos. Al no haber Covid - en marzo dieron por concluida la pandemia, aunque seguía y sigue habiendo enfermos - los científicos se han relajado, no había que producir una vacuna en tiempo récord, y los hombres - como animales que somos - sólo nos activamos cuando tenemos la espada de Damocles sobres nuestras frágiles cabecitas. 

Damocles, un personaje inventado con objetivos moralizantes alrededor del siglo  IV aC., me trae a la memoria a mi aburrido profesor de filosofía de COU, un ex-sacerdote que repetía con monótona cadencia las ideas de Platón y Aristóteles sin ningún tipo de entusiasmo ni convicción, pero que - de vez en cuando - nos abría los ojos ante la realidad más evidente, imagino que como parte de su mentalidad de orientador de fieles. Un día, tras afirmar de forma categórica que cada parte de nuestro 'mundo de las ideas' está configurado con el esquema mental de estos dos filósofos griegos, nos hizo notar que nada de esto hubiera sido posible sin la existencia de esclavos. Para que hubiera hombres que se dedicasen a pensar, tenía - necesariamente - que haber guerras espantosas que permitiesen la captura de esclavos que trabajasen.

Pensaréis, ¿Qué tiene que ver esto con el final del año 2023? Pues todo queridos lectores. Veinticuatro siglos han pasado desde la invención de la historia de Damocles y la espada que pendía sobre su cabeza, dos mil cuatrocientos años de guerras, de destrucción, de esclavitud en todas sus formas, pero sobre todo de ceguera. No puedo entender cómo señales obvias y terroríficas se ignoran de forma sistemática disfrazando nuestro ideario de frases sin sentido, dando a entender que el hombre se encamina hacia el paraíso de las ideas (las de Platón o sabe dios las de quien), del buenismo y el progreso libertador. Hace veinticuatro siglos tal vez fueran más bárbaros, pero no eran tan hipócritas.

Busto de Platón.
Museos Capitolinos (Roma)

Estaba leyendo un libro sobre la historia del cristianismo de Paul Johnson y,  mientras reflexionaba sobre cómo se gestó la Iglesia durante los cuatro primeros siglos de su existencia y sobre la figura de Agustín de Hipona, me ha venido a la cabeza la historia de la esclavitud y de Platón, y de que cualquier tiempo pasado fue mejor/peor/igual. Por eso despedir el 2023 no me genera ningún sentimiento de tristeza, excepto el vértigo de ver pasar el tiempo.

Dado que este no es un espacio de análisis político ni estratégico (¡Dios me libre!) usaré los acontecimientos vividos en este año que acaba simplemente como punto de partida para desarrollar mis ideas.

Como queda más que patente en todo lo que he ido escribiendo este año, me espanta el cientifismo y la economía. Pero, por encima de todo, me asquean sobremanera las frases huecas e hipócritas que guían nuestros pasos. Todo este coctel molotov de cientifismo dirigido por élites de incultos es - para  mí - muy inquietante. Pensemos en aquellos que desarrollan estrategias para masacrar a inocentes en las decenas de guerras que hay esparcidas por el mundo. Puedo imaginarlos dibujando flechas sobre mapas y manteniendo sesudas reuniones de alto nivel, detallando con frialdad cómo se acercarán a su objetivo dejando un rastro de miseria y horror, en el que el anonimato de los inocentes tapará el remordimiento y la vergüenza. Esas personas, sin duda, creen estar trabajando por el progreso de la humanidad.

Parte de ese ideario de estupidez lo conforma el gregarismo al que vamos abocados sin remisión. El 2023 ha sido un ejemplo impagable de este preocupante fenómeno. No somos capaces de entretenernos solitos, necesitamos constantemente un plan orquestado por otros para 'quemar el tiempo'. Pondré un ejemplo personal. Con el objetivo de crear un ambiente más acogedor y moderno, la empresa donde trabajo ha acometido una reforma integral en sus instalaciones, creando un espacio que pretende dar apariencia de coleguismo y modernidad que - la verdad - han conseguido. Una de las novedades implantadas es que ningún empleado tiene sitio fijo, puedes llegar y sentarte donde te apetezca. Previo paso por una reluciente máquina de café de Starbucks, te sientes protagonista de una serie de Netflix, se incluye el portátil de última generación. 

Huelga decir que el 99,99% de la plantilla sigue trabajando en la misma zona que ocupaba antes de la reforma, y se sienta con las mismas personas. Excepto yo, de ahí que no se llegue al 100% de empleados gregarios. Eso sí, ejercer de sociópata me ha traído en este 2023 terribles sinsabores que no voy a relatar por no echar más sal en la herida, ya de por sí muy infectada por la desafección al gulag empresarial. 

Por lo tanto otra de las enseñanzas de este año que acaba, el gregarismo sectario acabará con nosotros. La saña con la que se lucha contra el sociópata es la prueba de ello.

Siempre acabo mis escritos con 'Leed mucho', para mí como persona poco dada a cultivar el mencionado sectarismo, un ser humano se con construye leyendo, viajando y observando de forma tranquila y no invasiva. Por ello, conceder protagonismo y generar polémica tomando como base un campeonato de fútbol femenino, dando pábulo a unas mujeres tatuadas, incultas y mercenarias me genera desazón y - por encima de todo - desconcierto.

En mi mundo de libros y museos, donde las mujeres aparecen retratadas desde hace siglos con preciosos vestidos de princesas, la vulgaridad del fútbol y la lucha que proclama, no exenta de violencia y xenofobia, me desespera. A mi me gustaría que, cuando se hablase de feminismo, de la lucha que durante siglos hemos librado las mujeres, se mencionase a Teodora, a Juana I de Castilla o a Isabel Clara Eugenia, por citar a algunas de las mujeres que más admiro. Pero ésta, como otras, es una batalla que he perdido. Me he dado cuenta que no sólo la batalla, la guerra en su conjunto está más que ganada por los que creen que poner al frente de la trasmisión de las campanadas de Nochevieja a una futbolista ultrajada y a una cantante con serios problemas mentales (que ella misma ha reconocido) es un gran avance para el feminismo. Ninguna de las dos se ha leído un libro en su vida, añado.

El 2023 me ha servido para dejar de luchar en guerras que ya considero perdidas, por lo que me he vuelto más silenciosa y reservada al sentirme aislada en la mayoría de los foros y encuentros en los que tengo que tomar parte activa. He aprendido a decir lo que los demás quieren oír, y no lo que realmente pienso. Porque la verdad nos hace libres, pero de forma íntima. Soy una mezcla de pensadora y esclava. Tengo que trabajar duramente en algo en lo que no creo, consintiendo - desde la indefensión - que otros/as pronuncien discursos y creen un 'mundo de las ideas' que - al contrario del platoniano - nos destruirá, nos ocultará la verdad y no seremos más libres. 

Podría seguir, pero parar de escribir ahora es mi forma de dar paso a un nuevo año (bisiesto). Leed  mucho, viajad, visitad museos o cultivad cualquier cosa que sintáis que os hace libres.

Feliz año nuevo.
M.

lunes, 25 de diciembre de 2023

El otoño de...

Hay libros que pasan sin pena ni gloria, son flor de un día, una luz efímera confundida entre las palabras escritas a lo largo de miles de años. Irene Vallejo narra, en su ensayo 'El Infinito en un junco', los parlamentos habidos entre eruditos cuando se plantearon dejar huella de sus palabras en soportes que pervivieran en el tiempo, sus dudas sobre la relajación de la memoria al poder recurrir a los textos escritos. Desde entonces, en cientos de soportes, tras millones de historias y acontecimientos, la palabra escrita nos ha dado la llave de la libertad, pero también nos ha hecho esclavos.


Piedra de Rosetta.
196 aC.
Museo Británico (Londres)

¿Dónde está la verdad? ¿Cómo podemos comenzar a buscarla? Preguntas chusqueras y manidas que no tienen respuesta. No hay verdad porque nunca hemos querido verla, ni buscarla. Nos engañamos a nosotros mismos con el objetivo de alejarnos de la realidad que a cada uno - de forma individual - nos toca vivir. Juzgamos con ligereza las acciones de nuestros antepasados sin darnos cuenta de que - con sus medios y a su manera - actuaban exactamente igual que nosotros.

Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Las guerras, que siempre han existido y existirán, son una prueba de lo que digo. ¿Cómo es posible que en el siglo XXI con todos los medios que poseemos a nuestro alcance sigamos luchando por un trozo de tierra, por el poder y la gloria de otros? Ideas de supremacía, de búsqueda de una realidad inalcanzable siguen ocupando nuestros desvelos. ¿Cómo es posible que la brecha abierta entre la utopía del bienestar humano y el clima de violencia que nos rodea sea cada vez más grande? Es posible porque hemos olvidado que tenemos una vena espiritual y estamos convencidos que la ciencia dará respuesta a todo.

Los hombres de ciencia sospechan algo sobre ese mundo, pero lo ignoran casi todo.
Los sabios interpretan los sueños, y los dioses se ríen.
H.P. Lovecraft

Cuando leo las noticias, todas perturbadoras, tengo la certeza de que vivimos el fin de una era, el comienzo de un mundo nuevo. Históricamente los cambios han venido precedidos por acontecimientos cataclísmicos e irreversibles. Ejemplos típicos son la Caída del Imperio Romano y la de Constantinopla. Hay muchos más, las dos Guerras Mundiales del siglo XX han sido puntos de inflexión muy traumáticos. Todos rezamos para que nuestro paso por este mundo trascurra sin sobresaltos, nos parece que esas personas que caminan con sus pertenencias sin rumbo tras ver sus hogares saltar por los aires son algo que sucede lejos y que en nada nos afecta. 

Toda civilización, momento histórico, acontecimiento, persona..., tiene un otoño, su canto de cisne, el momento en el que brilla de forma intensa y - de repente - se desvanece. Barrido por el viento ('Gone with the wind') quedó el sur de los Estados Unidos tras la Guerra de Secesión, barrida quedó Europa tras enterrar en los Campos de Flandes a generaciones enteras de jóvenes tras la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo se deshará de nosotros la historia? Tengo curiosidad y miedo al mismo tiempo. Porque nuestro declive se puede sentir sin hacer mucho esfuerzo perceptivo.

Solemos anteponer la palabra 'otoño' a todo aquello que se marchita, y - es curioso - porque la mayoría de mis recuerdos, los felices y los tristes, asociados a mi niñez trascurren en otoño o invierno. Quizás sea consecuencia de la acumulación de años a mis espaldas, o porque leo demasiado y comienzo a deformar la realidad tangible. 

Como apunta Irene Vallejo, el título del libro - sin que nos demos cuenta - es el alma misma de la historia que cuenta. Al incluir la palabra 'Otoño' en su ensayo sobre la Edad Media, Johan Huizinga construyó una visión sobre la extravagancia de la Corte de Borgoña, su lujo y su mecenazgo de las artes iluminó una Europa que daba paso al Renacimiento. Tras poner en valor muchas de las ideas que movían las voluntades de sus protagonistas - los Duques de Borgoña - su mundo fue barrido por el viento dando paso a la Edad Moderna, más avanzada pero menos deslumbrante.

Mengs afirmó que Velázquez pintaba sólo con la voluntad. No necesitaba más para sentarse delante de un lienzo, porque el resto venía solo. Felipe IV quizás intuía - como los Duques de Borgoña en el siglo XV - que estaba viviendo ese esplendor que precede a la extinción de una época,  ese otoño deslumbrante que conduce a una decadencia larga que deja muchos daños colaterales. 

Lo que cabe preguntarse llegados a este punto, es qué imperio es el que está cayendo,  porque por mucho que nos disguste la idea, en cada momento de la historia hay un poder hegemónico y su caída conduce a siglos de incertidumbre. Ahora mismo ese poder se encuentra en Estados Unidos y el mundo protestante de habla inglesa, ellos son el colchón intelectual en el que descansamos. Bien es cierto que la globalización difumina fronteras, pero el motor del mundo es ese y éste será el que caiga y con él, todos nosotros siguiendo una secuencia lógica e innegable, lo que se conoce como efecto dominó.

Si hay repuesto, la caída de un imperio no plantea más problema que los ajustes del cambio. Lo terrorífico es que no hay repuesto. Estados Unidos, su evidente decadencia que se siente en Europa, deslumbra - como antes lo hicieron otros - proyectando sin saberlo su particular declive. En su caso es una mezcla de muchas variables que explotarán dejando una honda expansiva terrible. Ética calvinista del trabajo sin alma, anulación de la espiritualidad humana, cultura del espectáculo sin sustrato alguno, exaltación de ideas tópicas que no tienen fundamento pero si agarraderas para que el ciudadano medio crea tener algo de cultura. 

Hay miles de ejemplos de lo que digo, podría citar dos muy extremos, uno es la gala del MET de 2018, donde los invitados (muchos católicos, imagino) tuvieron que inspirarse para elegir su vestuario en esta sugerente frase: 'Heavenly Bodies: Fashion and the Catholic Imagination'. De ahí a ver a seres esperpénticos vestidos de monjas o curas lascivos hay un paso. No hablaré de la Leyenda Negra, lo que me preocupa es que el reclamo del que se vale uno de los museos más importantes del mundo es la imagen de cuatro payasos vestidos de forma estrafalaria, con grandes lagunas intelectuales, la mayoría beodos funcionales y con serios problemas de adicciones a todo tipo de sustancias.

Lana del Rey en la Gala MET-2018

El siguiente interrogante es qué tipo de visitantes desea atraer el Metropolitan de Nueva York (MET), desde luego los interesados en arte barroco - por ejemplo - no están en este grupo de potenciales, tampoco los que se paran durante horas delante del Tríptico de Mérode, analizando el simbolismo de una obra llena de espiritualidad y trascendencia, porque esta idea está tan adulterada que realmente, si alguno de estos espantajos se pusiera delante del cuadro, no sabría ni por donde empezar. Los dueños del mundo, prefieren que el MET sea conocido por este tipo de bailes, que su cultura tenga como referencia a drogadictos tarados y no a estudiosos del arte o de cualquier disciplina. No deja de ser verdad que en la Corte Borgoñona del siglo XV, la idea era la misma, deslumbrar para tapar vergüenzas, pero sobre ese otoño de decadencia aun reposan nuestros ojos, sobre las galas del MET, dentro de 500 años no reposará mas que la losa del olvido.

Tríptico de la anunciación ("Tríptico de Mérode")
64,5 cm × 117 cm - h. 1425-30
Museo Metropolitan (Nueva York)

La caída del Imperio protestante de la ética del trabajo inspirado por Calvino, repito, acarreará consecuencias imprevisibles de las que espero no ser testigo, porque la inexistencia de repuesto generará una verdadera honda expansiva de atrocidades sin fin. 

Sobre esto he meditado y medito mucho. Tras visitar Florencia hace unas semanas, la ciudad más bonita del mundo, venía a mi memoria la sensación que me causó ver su catedral la primera vez que fui, llegar a la plaza, ver las puertas del Baptisterio de Ghiberti, la cúpula de la Catedral, el conjunto de obras de arte que se custodian en la ciudad. No es un tópico, pero nada volvió a ser igual. Cuando visito otras ciudades, incluida Nueva York, me entusiasmo, pero no me conmuevo. Porque esto último sólo se logra a base de espiritualidad, de desprenderse de utilitarismo protestante, de ceder protagonismo al alma y a los sentimientos. Italia dio forma al ser humano de la modernidad. No niego que Venecia, Florencia y Génova fueran ciudades beligerantes, siempre metidas en guerras y pendencias, que obtuvieron su riqueza del comercio, pero eran conscientes de la trascendencia y su impronta en los siglos por venir. ¿Estados Unidos sabe que dejar de lado esta faceta humana es un error terrible?

Soy consciente que tales ideas generan risa a esta sociedad cuyos cimientos sólo descansan sobre la solución inmediata que proporciona nuestro avance científico. Pero estos logros, estas ideas intangibles han dejado una huella y dan de comer - aun hoy - a mi millones de personas. Egipto vive de las pirámides, Madrid de la colección de pintura de Felipe IV y todos vivimos de Florencia. ¿Interesará la gala del MET dentro de 500 años? Sinceramente lo dudo, no creo ni que haya testimonio de su existencia.

"Todos somos peregrinos que buscan Italia"
Viaje a Italia (1786-88)
J.W. Goethe.


Leed mucho y viajad a Italia un par de veces al año.
M.

miércoles, 20 de septiembre de 2023

El paraíso nórdico...

Mediados de octubre, momento perfecto para una escapada (término muy de moda) al norte de Europa. El paraíso nórdico, donde todo es ecológico, civilizado, armonioso, feliz... No hay fisura alguna en esta sociedad en la que sus habitantes gozan de una alta renta per cápita y sus reyes - en consecuencia - organizan fiestas ostentosas, como si estuviésemos en la Edad Media. Los protagonistas tienen cara de borrachos y beodos, pero como son los abanderados de la civilización occidental, se les perdona.

¡Da gusto ser sueco, danés o noruego! Lástima que su idioma sea una especie de aullido gutural y que carezca de proyección alguna. Todos hablan inglés, menos mal.

El destino soñado para esta escapada otoñal ha sido Copenhague, capital del diminuto estado de Dinamarca, ciudad de cuento de hadas, con casitas bajas y de colores, cero delincuencia (o eso dicen) y llena de iglesias luteranas sin adornos, para presumir de austeridad. Adjetivos estos que no guardan relación con su monarquía, ni con su historia de vikingos saqueadores y asesinos. Pero como vivimos en un mundo de filtros donde nada es lo que parece, sumamos esto al resto de mentiras que creemos sin rechistar. 

No hay que dejarse engañar por este escenario de felicidad perpetua, todos escondemos polvo y miserias bajo la alfombra. Nuestro pecado (sur de Europa) es airear nuestros trapos sucios sin complejos, en el norte todo se disfraza de un artificio deslumbrante, acompañado de un montaje de marketing ilusorio, con un repertorio de slogans y atrezos de quinientos años de antigüedad. No podemos competir con ellos de forma alguna en lo que a mentir se refiere, de ahí nuestro complejo de inferioridad. 

Me propongo ahora desmontar todas sus mentiras desde este humilde púlpito. Allá vamos.

Aunque parezca increíble, hace mil quinientos años, cuando cayó el Imperio Romano de Occidente (476), el norte de Europa era un lugar inhóspito, habitado por salvajes que malvivían en zonas frías y pantanosas. Eran salvajes en estado puro, sin leyes, sin ciudades medianamente salubres y que subsistían a base del pillaje y la violencia sin control. Miles de años antes, en Sumeria, en Persia o Grecia ya se habían construido edificios notables, ciudades majestuosas y sistemas de gobierno que permitían una cierta estabilidad social. Nada de eso se vislumbraba en los mares del norte de Europa. De hecho ninguna civilización expansiva y colonizadora, como la propia Roma, se planteó nunca adentrarse en aquellas tierras en las que no había nada realmente aprovechable.

Daneses a punto de invadir Inglaterra
Miscelánea sobre la vida de San Edmundosiglo XII.
Fuente: Wikipedia (Vikingos)

Primera idea que debe quedarnos en la cabeza, ninguna civilización nórdica ha igualado al Imperio Romano. Debemos incluir en la lista de los que palidecen ante las gestas romanas al Reino Unido. La caída de Roma (476 dC), la de Constantinopla (1453) y finalmente la del Imperio Español en la Batalla de Trafalgar (1805), supusieron la estocada y enterramiento del Mediterráneo como centro de poder. El norte comenzó, con su despiadada ética calvinista del trabajo como guía, a dirigir nuestros designios con frialdad cuadriculada. Y esto, a la larga, nos liquidará y nos convertirá en máquinas sin sentimientos. O mejor dicho, en máquinas que reciclan lo que previamente han generado sin control con el único objetivo de ganar dinero y trabajar horas y horas en la pura deshumanización. Esto, queridos, es el mundo nórdico. Bienvenidos y a disfrutarlo mucho.

Otro de los mantras que ellos se repiten sin cesar, para tapar sus vergüenzas, es la barbarie del Imperio Español en América. Bueno, supongo que las barbaridades más atroces se empiezan a contar cuando los españoles cruzamos el Atlántico, antes, cuando los vikingos daneses sembraban de caos los mares del norte, no cuentan. ¿Dónde debemos poner la línea temporal que etiqueta a un pueblo como violento y sanguinario? ¿En qué hitos de la historia la violencia humana se considera como tal, y en cuáles es algo sin importancia, cosilla a no tener en cuenta? Porque los suecos, por ejemplo, durante la Guerra de los Treinta años, no dejaban títere con cabeza allá por donde pasaban. Los holandeses en Batavia (actual Yakarta) llevaron a cabo auténticas masacres, que les permitieron empezar de cero y crear la 'Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales'. Ya en épocas más actuales, Suecia y Noruega albergaban en su territorio a auténticos entusiastas de Hitler, esta última hasta tuvo un régimen colaboracionista que contó con cierto apoyo popular. Comento esto último porque no hay que olvidar las terribles imágenes de seres humanos eliminados de la faz de la tierra virtud de las ideas emanadas del luteranismo y del calvinismo más clasista y xenófobo.

Para apoyar esta última y rotunda afirmación, animo a mis lectores a que busquen algún texto, frase o palabra - por mínima que sea - escrita en la Europa católica del sur hasta el siglo XIX, que supure xenofobia y odio en estado puro, como las que se conservan de pensadores del norte de Europa. Aquí debo incluir a Alemania y sus sucesivas emanaciones panfletarias que condujeron al continente a dos guerras espantosas, cuyas consecuencias aun estamos pagando.

Voy a bajar el ritmo, porque me veo en alguna cárcel del paraíso nórdico, con platos y cubiertos de cartón, para no contaminar.

Os preguntaréis, es normal, de dónde procede gran parte de esta imagen civilizada y eficiente que tenemos de estos cuadriculados del norte, es muy obvio, de Hollywood. Sé que da risa, pero es la puritita verdad. La idea que proyecta el cine y las series es la siguiente: cada vez que aparece - por ejemplo - un vikingo es aguerrido y valiente, pero virtud de sus ideas cristianas previas a la Reforma, es oscuro, víctima de la ceguera y el oscurantismo propios de la Edad Media. En ideas no está muy avanzado. Una vez que vio la luz, tras la Reforma Protestante, ya es un producto perfecto de la raza humana. Que nosotros lo creamos, no es peligroso en absoluto, pero si ellos lo interiorizan - como ha sucedido - debe ser tenido en la más alta consideración, al convertirse en nazis y xenófobos en estado puro. Una máquina perfecta engrasada - como ya he dicho - por las ideas calvinistas que anteponen el trabajo al espíritu, esas ideas que nos hacen creer que las máquinas - carentes de conciencia y sentimientos - solucionarán todos los retos habidos y por haber. Da un poco de miedo lo que está por venir, porque les hemos cedido el timón, y - de momento - no tiene vuelta atrás.

La verdad innegable es que estos pobres iluminados empezaron a enderezarse un poco cuando en el año 960 el rey Harald Blåtand Gormsson (más conocido como Bluetooth, y al que este sistema de enlace de dispositivos debe su nombrese convirtió al cristianismo y obligó a sus súbditos a hacer lo mismo. Tuvieron que seguir viviendo del pillaje, allí no había nada, pero al menos sus barrabasadas se atemperaron algo.

Con estas reflexiones previas, buen tiempo y ganas de contrastar estas ideas con la realidad, comenzó mi viaje a Dinamarca... ¡La tierra de los vikingos! Astutamente los daneses nos han hecho creer que todos los países nórdicos participaron de la orgía de violencia, pero no, los vikingos auténticos fueron ellos. Conste que a mí, como amante rendida de la Edad Media, me parecen dignos de estudio, hasta he asistido a algunas conferencias sobre ellos.

Primera situación sorprendente al llegar a Copenhague, control de pasaportes, aguerridos policías rubios imbuidos de xenofobia maltratan a los confiados latinos que creen que todo es baile, diversión y generosidad. 'Hay que poner freno a estos sureños que vienen a aprovecharse de nuestro nivel de vida', piensan. No pueden desprenderse de sus perjuicios, tanto amor a Calvino es lo que tiene. Una vez salvado este escollo, como la ciudad es pequeña y bien organizada, en dos segundos te encuentras disfrutando de sus calles vacías a las ocho de la tarde. Como los indigentes (que los hay) no pueden entrar en bares a beber, lo hacen en la calle, ofreciendo un espectáculo semejante al que ofrecen sus compatriotas en Benidorm, pero sin sol ni ruido. 

Pronto a dormir, sin olvidar solicitar - vía app - que limpien la habitación del hotel (carísimo, como todo allí) al día siguiente. Esta sandez es parte de una política de sostenibilidad que consiste en contratar a menos gente y tratarla peor. Somos esclavos de la naturaleza y el calentamiento global, mejor dicho, vivimos esclavizados por ideales que otros ponen en marcha y repiten como un mantra, convencidos que el hombre es un corcho en medio del mar y que se debe sacrificar para salvar a las anchoas. Mientras, los dueños de los conglomerados financieros viven a todo trapo. Esto me recuerda a las sectas, en las que el líder hace lo que le da la gana y los imbéciles que le siguen malviven y son sometidos a todo tipo de abusos en aras al advenimiento de un futuro ideal, lleno de pajaritos y mariposas que sobrevuelan. 

Pienso también en gente mayor incapaz de entrar en una app para pedir que limpien su cuarto, y que tiene que enfrentarse con un empleado que - de forma machaconamente cuadriculada - le dice que no puede hacer esa gestión desde su ordenador de pantalla de diseño. 

En el desayuno todo sigue la misma pauta, la comida - ofrecida en abundancia - se recicla, y en medio del comedor hay un contador de kilos de residuos comestibles ahorrados. ¿Quién pesa esa comida? ¿No tienen empleados para hacer las camas en los cuartos, pero sí para pesar comida tirada y/o aprovechada? Porque el dispositivo se va moviendo, y va ofreciendo cantidades en aumento. ¿Lo hacen con una tecnología semejante a la que usan los ricos para escaparse a otros planetas? Esto requiere un análisis que yo no puedo hacer, no soy persona de ciencia, pero es obvio que hay avances tecnológicos que no nos han contado, como que hay vida en otros planetas y que se habla de tú a tú con sus habitantes y de que existen unas básculas que pesan los residuos de forma virtual, mágica o sabe dios. Pero en el paraíso nórdico nada se discute, porque todo es posible.

Hay una gran ventaja, no obstante, y es que, como hasta bien entrado el siglo XVIII no pintaban nada, sus museos reflejan eso, el vacío de la nada. Lo cual en cierto modo es una bendición, no están masificados y puedes pasear por sus salas en silencio. Comparar la Galería Nacional de Arte de Dinamarca con el Prado o la National Gallery da risa. Pero bueno, el museo tiene su aquel. 

La reflexión que me viene a la cabeza es... ¿Por qué no hay masas de gente para admirar el Renacimiento o el Barroco danés, y sólo inspiran a la humanidad pesando residuos de comida o repitiendo que son ecológicos y responsables? ¿Por seguimos agolpándonos en los Museos Vaticanos para mirar al cielo y ver la majestuosidad de la Capilla Sixtina? ¿Tenemos que seguir mirando a Roma para buscar lo sublime que esconde el ser humano? Sí, porque la otra opción es convertirnos en máquinas que no piensan, escenario al que nos encaminamos a velocidad vertiginosa.

¡Bienvenidos al paraíso nórdico, la antorcha que guía a la humanidad!
Viajad y pensad por vosotros mismos.
M.

domingo, 10 de septiembre de 2023

Dando tumbos por museos...

De todos los lugares del mundo, uno de mis favoritos es - como ha quedado patente en este espacio - el Museo Nacional del Prado, en Madrid.

Que nadie entre en pánico, porque no voy a hablar del Museo ni de su colección. Para eso están los conservadores y eruditos en arte. Yo soy una pobre aficionada que se deja llevar más por sentimientos que por conocimientos. O - dicho de otra forma - justifico mis ideas mirando cuadros de una forma un tanto cogida por los pelos. Pero el arte, algo que hemos olvidado con tanto iluminado suelto, es eso, el encuentro con uno mismo bajo la alargada sombra de obras esbozadas hace cientos de años. Reivindico aquí el espiritualismo como forma para crecer, una vez más.

Ayer, en el Prado, guiada por mi instinto y mecida por la música de Boccherini, logré evadirme de tal forma, que llegué a creerme protagonista de la historia alto medieval castellana mientras observaba 'La Lamentación ante Cristo muerto',  del Maestro del Tríptico del Zarzoso. Huelga decir que era una princesa o noble, ser pobre nunca ha molado, ni entonces ni ahora. De ahí tanta guerra y desavenencia, para quedarse con los lucros y logros de otros, mientras una comparsa de imbéciles - los que pegan tiros y se dejan matar - creen formar parte de una gesta gloriosa.

Maestro del Tríptico del Zarzoso (1460)
Técnica mixta sobre tabla, 148 x 97 cm
Museo Nacional de Prado (Madrid)

Momentazo en el que el cuadro tira de mis neuronas y ya ni veo ni oigo nada alrededor. Tal fue mi abstracción, que el vigilante de sala me preguntó algo alarmado - nunca se sabe si el visitante tiene buenas intenciones o quiere pegarse para protestar porque los grillos se mueren de sed en Marte - qué veía en el cuadro. En un chispazo de inspiración le dije que estaba escribiendo un libro sobre los Reyes de la Casa Trastámara. Una trola como una montaña, pero que lo dejó gratamente asombrado e inflado de orgullo por hablar con una especialista (falsa, pero él no lo sabía) en esta estirpe real que goza de todas mis simpatías y a la se ha ignorado en la Galería de la Colecciones Reales

Sin ánimo alguno de protagonismo, afirmo que hice una labor social inmensa contando esta mentira. Raudo y veloz corrió a comentárselo a otra compañera que andaba por allí, y ambos me miraron con arrobo y admiración. Juro que si alguna vez escribo el libro - por ahora lo veo difícil, por no decir imposible - pienso dedicárselo. Son unos héroes, aguantan con paciencia la mala educación de turistas disfrazados de Capitán Cook empeñados en hacerse fotos con su móvil, lo que les obliga a gritar constantemente la frase 'no foto', preguntándose - como me pregunto yo - para qué querrán esos engendros fotográficos, cuando pueden descargarse cómodamente las imágenes en la web del Museo. Por eso, mi disfraz de erudita en historia debió brindarles un momento de desahogo y subidón tras lidiar hora tras hora contra tanto beodo suelto como hay.

Lo de mentir e inventar un alter ego me está dando muchísimas alegrías. Ayer no fue la primera vez en la que - con toda naturalidad - inventaba una profesión sobre la marcha. El éxito - al igual que sucede con los disfraces de Mortadelo - está en lo inverosímil de la invención, de ahí que nadie dude. Hace unas semanas, en Berlín, en la exposición sobre Hugo Van de Goes de la Gemäldegalerie, tuve que improvisar otra profesión. Enseñé - con el único objetivo de entrar gratis - mi carnet de amigo de Museo del Prado. Muy interesados me preguntaron qué acreditaba ese carnet y - sin inmutarme ni pestañear un segundo - les dije que estaba haciendo un estudio sobre la influencia de la Pintura Flamenca en España. Enseguida pusieron todo su empeño y diligencia no sólo para dejarme entrar sin pagar, sino también para hacer mi estancia lo más agradable posible.

El único inconveniente de estas mientes es que - como constatas una fe ciega en los engañados - llegas a creerte realmente lo que no eres ni de lejos, y tomar contacto con la realidad es durísimo. Tanto que, al entrar y toparme con el 'Retablo de Monforte', no podía para de llorar. Los Trastámara tendrán que esperar, y los Primitivos Flamencos, también. 

La justificación de mis mientes es el interés que pongo en estos temas. Ya en la misma cafetería de la Gemäldegalerie, comencé a buscar información sobre la exposición. ¡Chasco! Nada había, podéis comprobarlo. Un vídeo que dura 45 segundos y que tiene dos comentarios. Alemania es rica, poderosa, el motor de Europa, el hada madrina que con sus alitas de hierro nos dicta qué hacer en cada coyuntura. Pero sólo dedica unos segundos a Hugo van der Goes. Sé que el 99,99% de la población mundial no está de acuerdo conmigo, de ahí mi complejo de outsider, pero a mi esto me da qué pensar, muchísimo.

Ortega y Gasset en su libro 'La España invertebrada' (1921) afirmaba que los españoles íbamos a la cola de Europa porque los godos que llegaron a la Península durante las Invasiones Bárbaras del siglo V dC, eran medio lelos y llegaron aquí ya sin fuelle alguno. Los buenos e inteligentes - según Ortega - se habían quedado en los países del norte, que eran una auténtica charca infame por aquel entonces. Porque la riqueza de Europa estaba en los puertos del Mediterráneo, eso no debía saberlo, o lo ignoró sabe dios con qué fines, porque las élites españolas casi nunca han perseguido el bien común. Pero no sólo él se lo creyó, también el resto de los españoles y - qué duda cabe - nuestros vecinos europeos. Bueno, ellos ya lo tenían interiorizado desde hace tiempo.

Ni aun viendo vídeos sobre el nazismo, nos convencemos que algunas cosas se hacen mejor aquí. Una cosa sí que debo reconocerles, son extremadamente confiados. Para ellos mentir es un pecado mortal de necesidad, también tergiversar las cosas y razonar de forma poco clara. De ahí ese tópico que les encasilla como 'cuadriculados'.

Pero sigamos con el arte, la semana pasada recurrí también a la mentira para colarme en otro museo (el MoMA de Nueva York). La última vez que estuve en Estados Unidos, otoño 2019, pude acceder gratis algunas tardes a la semana gracias al patrocinio de una empresa de ropa japonesa. No me importa pagar para ver cuadros de Rubens, pero sí para ver basura conceptual moderna, que es lo que enseñan en esta tipología de museos. Siento como si me robaran cuando - al acceder a las salas - me encuentro con alambres, pantalones vaqueros pintados, botellas de plástico encima de montañitas de arena, etc... Soy consciente de que los artistas deben comer, pero como los criterios para considerar qué obras son las que deben estar expuestas son muy opacos a nivel global, prefiero no participar en este juego de la modernidad que me desagrada profundamente. 

Como decía, colarme en el MoMA era imprescindible para reconducir y dar forma a mis quebrantados principios, tras la visita a la exposición 'Gego: Measuring Infinity' en el Museo Guggenheim de Nueva York. Una basura tan esperpéntica que sólo me inspiró desasosiego. El museo, diseñado por Frank Lloyd Wright, una obra maestra de la arquitectura, se concibe como un espacio espiral desde arriba, en el que las salas mismas se integran es esa concepción limpia y geométrica del espacio. Sólo por disfrutar de esta obra maestra, me dije a mí misma, merece la pena pagar los 30 dólares de la entrada.

Museo Guggenheim (1071 5th Av. - Nueva York)

Estaba equivocada, porque algún conservador del museo tuvo a bien estropear tan fantástica perspectiva colgando unos alambres y otras infamias que - por lo que parece - son obras de arte. Ni con la mejor voluntad, y yo la tenía, eso puede considerarse algo más que basura pura y dura. La artista, una mujer judía nacida en Alemania en 1912 y nacionalizada venezolana (Gertrud Goldschmidt - Gego), desarrolló un conjunto de ideas sobre el movimiento (los alambres), cuya serie más famosa es 'Reticuláreas'. Reúne en su persona todo aquello que a los directores de museos de arte moderno del siglo XXI les entusiasma, mujer, judía escapada de los nazis, que habitó en un país considerado bananero para los neoyorquinos, esto último es fundamental para darle el toque de exotismo que toda exposición subvencionada requiere. 

Hubo un momento en el que estaba tan enfadada y desorientada, que me senté en un banco apartado del recorrido en espiral, en un recoveco escondido, con el fin de convencerme de que efectivamente Gego merece el lugar que la historia del arte le ha otorgado. Y entonces vi, tirados de cualquier forma, despojos de los alambres y otros materiales que no habían sabido cómo y dónde colocar. Tirados sin ninguna medida de seguridad que preservase este legado de valor incalculable. Podría haber cogido un trozo de tela, un plástico o un alambre para colgar los cuadros de mi casa y - cuando llegase alguna visita - comentarle con orgullo que el soporte de cobre o tela que sujeta el cuadro vale mucho más que toda mi casa junta. Idea turbadora y preocupante.

Sin lugar a duda tenía que ponerme otro de los disfraces de Mortadelo y colarme en el MoMA, corría el riesgo - si abonaba la entrada - de sufrir algún tipo de choque emocional, y a seis mil kilómetros de casa es mejor no tentar la suerte. Esta vez fue más complejo, me hice pasar por investigadora y estudiosa del arte residente en Nueva York. Lo sé, hay que tener mucha imaginación para inventar una miente tan elaborada. Pero - como ya he dicho antes - es tan inverosímil que nadie puede dudar de semejante disfraz. Entré en la web del museo, marqué que vivía en la ciudad, escribí una dirección (de un restaurante en Queens) e indiqué el departamento de la Universidad de Columbia para el que trabajaba, y voilà, la entrada enviada a mi correo electrónico. Tuve un momento de pavor, por si me pedían algún documento acreditativo al entrar, pero no fue el caso. 


Disfraces de Mortadelo


La vista del MoMA fue más tranquilizadora, aunque algo decepcionante. La última vez (en 2019) que paseé por sus abarrotadas salas, pude al menos refrescar mis oxidados conocimientos sobre las Vanguardias del siglo XX, y todos los movimientos artísticos que revolucionaron el arte para orientarlo hacia una nueva concepción en la que el artista imprimía su percepción de lo que le rodeaba, lo tangible y lo espiritual, mezclando estilos y materiales, rompiendo perspectivas y dejando vía libre - al margen del academicismo - a nuevos artistas por nacer. Picasso, Kirchner, Chagall o Monet me entusiasman, me hacen confiar en que el ser humano aun alberga la posibilidad de crecer como una suma de vivencias y experiencias dignas de ser contadas y compartidas, por muy tormentosas que sean.

Pablo Picasso (1907)
Óleo sobre lienzo 243,9 x 233,7 cms.
Museo de Arte Moderno (MoMA) Nueva York

Pero todo era un espejismo, en un momento dado choqué con la realidad del momento presente, porque - tras abandonar el academicismo - hemos aceptado otra forma de tutelaje artístico, la del Estado, la de la cultura de masas regida por un estricto guion del que no conviene desviarse ni un milímetro. El MoMA, pese al poder económico y cultural de Estados Unidos no podía ser una excepción y ha terminado por sucumbir, reorganizó el museo en verano de 2020. Transformando la espiritualidad del arte en un parque de atracciones de colorines donde ir a pasar los fines de semana, incluyendo conciertos y bailes (todos de países exóticos) en su patio central, con el objetivo de llenar las conversaciones de café durante la semana laboral.

Cuadros de Kandinsky, por ejemplo, han desaparecido en su gran mayoría. Joan Miró (que me espanta, debo admitir) ha sido relegado a una esquina, Dalí tampoco es que reluzca mucho. Para evitar hacer una lista del 'Salón de los Rechazados', baste decir que el MoMA posee la que es sin duda la colección más importante de las vanguardias de todo el siglo XX. ¿Por qué los 'esconden'? ¿Para enseñarnos a ser ecológicos? ¿Son los museos lugares para trascender con el arte o para el adoctrinamiento?

Y ayer, cuando me sumergí en la piedad y delicadeza de 'La Lamentación ante Cristo muerto', del Maestro del Tríptico del Zarzoso, encontré la solución a mis preguntas. El arte de hace quinientos años nos comunicaba con nuestro espíritu, y - en última instancia - con Dios. Nos aupaba hacia una trascendencia imperceptible pero real. Ahora, somos, sin embargo, nosotros mismos, nuestros problemas, nuestra interpretación de la realidad..., los que aparecemos en las obras de arte. El MoMA como muestra de una preocupante tendencia, nos muestra las miserias de las que somos capaces como una forma de adoctrinamiento a gran escala, y - sinceramente - no creo que sea bueno.

Leed mucho, viajad y pensad por vosotros mismos.
M.

domingo, 20 de agosto de 2023

La individualidad, así como la verdad, NO nos hará libres.

Semana complicada, secuestrada por mi trabajo y por la turbiedad mediocre implícita al cargo que ocupo. Si afirmo que la humanidad está perdida es consecuencia de lo que vivo cada día en el entorno de una multinacional donde todo son medias verdades, luces (pocas), sombras (casi todo) y maldad cutre e improductiva como denominador común de todas las decisiones.

Durante años, para engañarme creyendo que otros mundos son posibles, he ido creando un universo paralelo de cuadros y libros que han ayudado pintar un cuento de hadas en el cual no hay cabida para la vida real, cada vez que me he desnudado ante los demás, cada vez que he reflexionado de forma sincera y honesta, me han dado hostias con tal intensidad que, sólo tras un largo periodo de meditación, eliminación de las malas energías e inmersión en los libros, he conseguido recuperar algo de mi equilibrio. 

No hace falta comentar que, para mis superiores, son una persona 'conflictiva', entiéndase como tal aquella que no comulga con los principios básicos de la secta y tiene ideas propias. Esta semana, mi odio y desprecio a todos aquellos que me dan órdenes alcanzó unos niveles preocupantes, y - aun controlándome - dije cosas que, en un mundo tomado por saqueadores y adeptos, es mejor no sacar a la luz. Mi discurso se sustentaba en un solo concepto, coherencia.

Me sorprende muchísimo, ahora que todo queda grabado y registrado en redes sociales y otros soportes digitales, cómo se dan bandazos ideológicos dependiendo de la ocasión sin sonrojo ni vergüenza alguna, virtud de los objetivos cambiantes y sin fundamento que requiera la situación. La clave del éxito de esta estrategia está en que los saqueadores se reconocen nada más verse. Pergeñar un plan que sólo a ellos beneficie a costa de agitar las voluntades mediante el mantra de 'la necesidad está por encima del talento', es pan comido, porque llevamos años de adoctrinamiento chusquero, de asimilación de frases huecas y de empobrecimiento intelectual preocupante.

¿Cómo saber qué siente un outsider que ha sido ridiculizado públicamente en multitud de ocasiones, cuando es demandado para que ponga sus conocimientos al servicio de saqueadores y sinvergüenzas? Bien, pues para saberlo, es necesario trabajar con mediocres e imbéciles (mi caso), o leerse las mil trescientas páginas de la novela de Ayn Rand 'La rebelión de Atlas'. Recomiendo la segunda opción, la primera es muy traumática.


Ayn Rand. 'La rebelión de Atlas' (Título original: 'Atlas Shrugged') (1957)
Traducción: Domingo García. Revisión: Javier Cuesta.

El término 'saqueador' ('looter' en inglés) que he estado usando, ha sido tomado de esta novela.

Comenzaré exactamente igual que la novela, con esta pregunta: "¿Quién es John Galt?". Remontémonos a Enero de 2021, cuando simpatizantes de Donald Trump asaltaron el Capitolio de Estados Unidos, denunciando fraude electoral. Algunos de ellos portaban pancartas con la frase 'Who is John Galt?' Complicada pregunta. En ese momento, imaginé que John era un individuo afín a Trump que había sufrido algún tipo de silenciamiento político. Hasta que hace unos meses, un amigo, conociendo mis ideas sobre la podredumbre de los dirigentes y sus decisiones basadas en el cortoplacismo y la ignorancia de los procesos, me hizo llegar este libro a casa. 

Me lo envió como si fuera un 'admirador anónimo' o un 'paquete bomba'. Era para mí, porque mi nombre completo y dirección estaban escritos en la etiqueta, pero era raro, primero porque yo no conocía a la escritora, y segundo porque jamás he pedido nada por Amazon, me parece una aberración. Hay que comprar los libros en las librerías a pie de calle. 

Poco después me llegó un mensaje del remitente con el siguiente texto: "Te ha llegado un libro de Ayn Rand, deja todo lo que estés haciendo, y ponte a leerlo ahora mismo". Tarea ardua porque - como he dicho - tiene 1300 páginas, algunas muy sesudas.

Y de repente, primera página, primera frase, "¿Quién es John Galt?" Y automáticamente me di cuenta que tenía en mis manos la clave para descubrir muchos misterios, cual si fuera la última pista para descubrir al asesino en una novela de misterio. Pero la resolución del delito no iba a cambiar nada en parte alguna. Todo seguiría igual, nadie iría a la cárcel y los saqueadores seguirían campando a sus anchas. Pero la luz con la que vería e interpretaría cada acontecimiento sería la de los ojos de Ayn Rand, que supo plasmar en palabras algo que cualquier persona con un mínimo de perspicacia ve, pero no sabe como darle forma y explicar de manera tan lúcida y magistral.

¡Bienvenidos al mundo de los saqueadores y los mediocres! 

Sin ánimo de alarmar a nadie, el mundo se dirige hacia derroteros muy peligrosos. Cuatro pringados están dilapidando la riqueza acumulada durante generaciones de esforzado trabajo. Muchos de los que vivimos de una manera desahogada, tenemos que representar un papel laboral que nos asquea, y de forma ingenua y honesta seguimos pensando que los buenos se hacen con el premio. Preferimos pensar que, cuando nos sustraen parte de nuestro esfuerzo sin que podamos rechistar, justificado el latrocinio con frases grandilocuentes que dan a entender que la riqueza hay que repartirla, conseguiremos que las clases menos favorecidas, los enfermos, las personas desgraciadas y aquellos a los que la vida trata mal, accederán a unas condiciones mejores. Pero es mentira.

Para repartir los bienes de forma equitativa y justa, hace falta una gestión eficaz y realista, y tal premisa no se cumple. Porque antes de llegar a esa utopía hay que alimentar las ambiciones personales de los saqueadores.

Precisamente sobre esto gira la trama de esta monumental novela, sobre como - cuando las personas que saben gestionar se cansan de hacerlo - el mundo sustentado por las nubes de mentiras grandilocuentes pronunciadas por saqueadores, se derrumba como un castillo de naipes.

Esto va a pasar, tarde o temprano en nuestra sociedad, tal y como la conocemos.

Vamos con el libro. Estados Unidos, años cincuenta del siglo XX. Las élites que controlan y dirigen grandes entramados financieros, están a punto de enfrentarse a cambios que ni sospechan. Todos ellos, los protagonistas de la novela, Dagny Taggart, Hank Rearden, Ragnar Danneskjöld y sobre todo, Francisco D'Anconia y John Galt, lucharán con unas y dientes para que el esfuerzo de generaciones, y - sobre todo - para que su inteligencia y perspicacia no caiga en manos de los saqueadores. Estos últimos han llegado a la cúspide del poder gracias a coincidencias absurdas, consecuencia de la carambola y la 'patada hacia delante'. Los que trabajáis en grandes empresas, sabréis de qué estoy hablando.

Todas las medidas - fruto de la imprevisión, pero sobre todo de la maldad y el egoísmo - conducirán al colapso económico y a la muerte de muchas personas totalmente inocentes. A lo largo de las páginas acompañamos a los protagonistas en su lucha sin cuartel, escuchamos su gritos de desesperación ante la inminencia de la catástrofe. Cuando todo está perdido, se nos concederá el privilegio de desmenuzar el discurso de John Galt, el brillante científico que prefiere trabajar de obrero, antes que vender su inteligencia a los saqueadores.


Os dejo aquí algunas frases, podría incluir muchas más, porque el discurso es largo, tanto que algunas veces cae en una rueda de repeticiones, ahondando en las mismas ideas una y otra vez, sin aportar nada nuevo.

La felicidad es el estado exitoso de la vida, el sufrimiento es el agente de la muerte. La felicidad es el estado de conciencia que proviene del logro de los propios valores. Una moral que se atreva a decirte que encuentres la felicidad en la renuncia a tu propia felicidad, que valores la pérdida de tus propios valores, es una insolente negación de la moral. Una doctrina que te proponga como ideal el papel de un animal expiatorio que sólo quiere ser inmolado en los altares de otros, te está dando a la muerte como parámetro. Por gracia de la realidad y de la naturaleza de la vida, el ser humano es un fin en sí mismo, existe para sí mismo, y el logro de su propia felicidad es su más alto propósito moral.
(...)
Un proceso racional es un proceso moral. Puedes cometer un error en cualquier paso, sin nada que te proteja excepto tu propio rigor, o puedes tratar de hacer trampa, de falsear la evidencia y evadir el esfuerzo de la búsqueda; pero si la devoción hacia la verdad es la marca de la moral, entonces no existe una forma de devoción más grande, noble y heroica que el acto de un hombre que asume la responsabilidad de pensar.
(...)
La independencia es el reconocimiento del hecho de que la responsabilidad de juzgar es de uno y nada puede ayudar a eludirla; de que ningún sustituto puede pensar por uno, como ningún suplente puede vivir nuestra vida; que la forma más vil de autodegradación y autodestrucción es la subordinación de nuestra mente a la mente de otro, la aceptación de sus aseveraciones como hechos, sus dichos como verdad, sus edictos como intermediarios entre nuestra conciencia y nuestra existencia
(...)
Orgullo es el reconocimiento de que uno es su mayor valor y que, como todos los valores del hombre, debe ser ganado; que de todos los logros alcanzables, el que hace posibles a todos los demás es la creación de nuestro propio carácter; de que nuestro carácter, nuestras acciones, nuestros deseos, nuestras emociones son producto de las premisas sostenidas por nuestra mente.
(...)
Pero ni la vida ni la felicidad pueden lograrse mediante la persecución de caprichos irracionales. El hombre es libre de intentar sobrevivir de cualquier manera, pero perecerá a menos que viva de acuerdo con su naturaleza. Igualmente, el hombre es libre de buscar su felicidad en cualquier fraude insensato, pero todo lo que encontrará será tortura y frustración a menos que busque la felicidad apropiada para él. El propósito de la moral es enseñarnos, no a sufrir y morir, sino a disfrutar y vivir.
(...)
Vencerás cuando estés listo para pronunciar el juramento que yo hice al comienzo de mi batalla. Y para aquellos que quieran conocer la fecha de mi retorno, voy a repetirlo ahora, para que lo escuche el mundo entero: ‘Juro por mi vida, y mi amor por ella, que jamás viviré para nadie, ni exigiré que nadie viva para mí'

Estas afirmaciones son la síntesis del Objetivismo, doctrina filosófica que creó y defendió Ayn Rand, y que pretendía demostrar en última instancia que el propósito moral de la vida es la búsqueda de la propia felicidad o el interés propio racional. Línea de pensamiento con la que yo comulgo al 100%, y así me ha ido. Como persona contraria al gregarismo militante, defensora de la individualidad no invasiva, me doy cuenta - tarde - de que la lucha es estéril. Los malos siempre ganan. Esta es la conclusión a la que debe llegarse y vivir asumiéndolo como mejor se pueda en cada caso.

Vivid lo mejor que podáis porque - pondría la mano en el fuego - vienen tiempos duros, sustentados en la podredumbre intelectual más vil y engañosa. Los mediocres han elaborado un sistema de ideas que no admiten réplica, sólo hay que esperar a la debacle final, para poder comenzar de nuevo. 

Leed mucho. 
M.

lunes, 15 de mayo de 2023

Eurovisión 2023, mis reflexiones.

Festival de Eurovisión 2023. Reflexiones varias me vienen a la cabeza, es importante prestar atención a lo que nos dicen las imágenes de este tipo de acontecimientos. 


Tendemos a pensar que las baldosas del camino las colocan grandes pensadores, influyentes mentes que nos dirigen desde rascacielos sin alma. Es cierto para los grandes giros macroeconómicos que acaban en cataclismo, pero en lo que se refiere al día a día, a la superficie de nuestra vida cotidiana, son artistas, fans y presentadores de este tipo de eventos los que nos indican hacia donde vamos. 

Aviso que voy a ser políticamente incorrecta.

Nunca he ocultado mi fascinación por el festival, me entusiasma el desarrollo y no me disgusta su evolución a lo largo de los años. La representante de España, Blanca Paloma, me ha gustado bastante, su propuesta arriesgada y personal proyectaba algo que pocos han entendido, porque la superficialidad manda, es una de las razones de ser del festival. No soy tan osada para afirmar que, como en general el flamenco no se entiende, el gusto musical del público es mediocre. Hay demasiados estilos musicales, y ya no es posible separa la paja del trigo. Por cierto, superficialidad y mediocridad no son conceptos sinónimos. 

Lo primero que me viene a la cabeza cada año cuando veo aparecer en el escenario a algún artista nativo de los antiguamente conocidos como 'Países del Este', es la metamorfosis que sufren los humanos en su estética sin sonrojo ni transición traumática. Visualizo aquellos desfiles del otro lado del telón de acero, donde mujercitas virginales desfilaban con retratos del dictador comunista de turno, con guirnaldas de flores y sonrisas anodinas, mientras ladeaban sus cabecitas observando la sonrisa picarona de los orondos burócratas que elegían, desde su privilegiado balcón a las afortunadas que se meterían en sus camas esa misma noche.


Las nietas de estas inocentes jovencitas aparecen en 2023 semidesnudas y con la cara a reventar de bótox, como si hubieran inventado el festival y nunca hubiera existido el Telón de Acero. Porque estas féminas que desfilaban levantando el retrato de dictador, se creían a pies juntillas todas las mientes que les contaban. Aparecer ahora en Eurovisión, cantando en inglés - ¡con lo bonito que es el ruso! -  y con esa estética impersonal pero visualmente atractiva, es parte del engaño, del juego de luces y sombras con el que pretenden convencernos de que el Telón de Acero no existió y que - de existir - fue un desfile inocentón y sin mayor trascendencia.

Segundo pensamiento, Europa Occidental siempre ha subestimado a Rusia. Un gravísimo error, que - ya anuncio, y sin bola de cristal - no se va a subsanar. Para entender un poco este desamor secular, recomiendo la lectura de 'Los hermanos Karamazov', podéis ir profundizando sobre esta idea mientras pasáis las páginas.

Rusia es un país del que sólo conocemos lo que nos han contado de forma superficial y poco objetiva. El 99,99% de los europeos tienen esta noción de Rusia: antes de la Revolución Rusa, las clases adineradas hablaban francés y celebraban fiestas suntuosas. El zar ignoraba de forma sistemática lo que necesitaba su pueblo y lo acabaron matando a tiros. Después vino el Comunismo, del que se oculta casi todo - excepto los desfiles, que eran muy vistosos - y ahora está Putin, que es malísimo y va contra Europa. Por esta y otras razones, Rusia no participa en el Festival desde hace dos años. Una pena, porque siempre estaba entre las favoritas para ganar, sobre todo cuando subían al escenario a una viejecita, como trasunto de una campesina en la época de los zares, o a unas feministas que sólo decían sandeces. Estas propuestas gustan mucho porque sirven para afianzar las falacias sobre las que se asienta nuestro mutuo desconocimiento. 

Lo que hay que hacer entender a las masas es que Rusia es - casi siempre - el enemigo. Un espectáculo que ven millones de personas es perfecto para enviar un mensaje perfectamente sincronizado y controlado - ahora sí - por los que nos observan desde sus despachos en las alturas. El presidente ucraniano (¡pobre fantoche!) quiso dirigir unas palabras a los eurofans, y hubo que pararle los pies, entre otras cosas porque a los europeos la guerra de Ucrania les importa un bledo, sólo les sirve para llenar algún que otro hueco en conversaciones de café. Que un tipo, simulando estar en un refugio atómico, vestido de militar, diga frases sacadas del diario de Lenin, no entra dentro de la estética de un acontecimiento de este calado, ni conviene tras año y medio de guerra.

Tanta fiesta y demagogia, hay que pagarla. Recuerdo a mis lectores, al hilo de lo anterior, que el Comunismo como sistema de gobierno fracasó estrepitosamente, y que el Capitalismo triunfó, esto supone un sistema de precios y medidas que es inflexible y cruel, sobre todo para el que se da cuenta de algo tan obvio. Aquí anoto otra reflexión, los cinco países que pagan el festival (Big Five) son los que casi siempre obtienen peores resultados. Este año, sin ir más lejos, Alemania ha quedado la última. Aquí la moraleja es muy evidente, 'al rico hay que denostarlo, porque su obligación es proveernos de dinerito para que lo pasemos bien, para algo sacábamos el retrato de Stalin a pasear cuando empezaba el buen tiempo'.

Esta idea, que se expande como una mancha de aceite sin control, nos obliga a asumir que España NUNCA ganará el festival. No es el desconocimiento del flamenco, tango o la melodía de 'Paquito el chocolatero', la causa de tal obviedad, es simplemente que España está dentro de una cesta de capitalistas que - excepto Italia - hacen lo posible por mostrarnos ante el mundo como subdesarrollados y poco serios. Y claro, el capitalismo no comulga con durmientes y vagos. El binomio chirría tanto, que acumulamos decepciones sin parar, y así seguirá. En cuanto empiezan las votaciones, los que no pagan el festival, comienzan a votarse entre sí, y contra esto no hay quien pueda. 

En este sentido los peores son los nórdicos. El sufrimiento de suecos, noruegos, daneses, finlandeses o islandeses, condenados a un segundo plano bajo la sombra española debe rozar la tortura. En venganza no nos votan nunca. 

Hay esperanza en todo este maremágnum de lealtades y política encubierta, el Reguetón ha venido para quedarse. Este género musical me espanta, me pone los pelos de punta. Pero como las letras son en español, debo defenderlo. Aunque sólo sea para fastidiar a tanto iluminado como hay suelto. Que el reguetón esté  amenazando al monopolio de música en inglés nos da idea de hasta qué punto la música que producen es una basura auténtica. 

Por cierto, el festival tenía más gracia cuando cada país cantaba en su idioma. A veces se defienden las lenguas muertas y otras se entierran, no hay quien se aclare.

La última reflexión es la más obvia y carente de desapasionamiento. La luz del Imperio Británico se está extinguiendo, si es que no se ha extinguido ya. Todos los imperios entran en decadencia, no es algo malo, es algo esperable y natural. Aunque pueda parecer lo contrario, yo no quiero que esto suceda, porque el relevo es incierto y aterrador. Digo esto último porque - de nuevo, viendo Eurovisión - los ingleses no son conscientes de que su luz languidece y su potencial cultural merma por momentos. Estamos en una fase de descenso cuesta abajo y sin frenos. Y para revertir la inercia del movimiento, es necesario que el que maneja los mandos se de cuenta, pero nada, ni lo ven venir. Terrible.

El festival fue terriblemente aburrido, no por el contenido y dinámica, casi invariables a lo largo de los años, más bien por su forma de proyectar lo evidente de su decadencia. Más o menos a la mitad de la retransmisión, los presentadores, con estética y gestos propios de un evento de tercera en Benidorm, dijeron:  "Liverpool es la cuna de la música, aquí se han compuesto canciones que han influido en músicos de todos los tiempo" ¿Qué músicos? ¿Qué tiempos son esos? Doy por hecho que se referían a los Beatles y que - al no tener los derechos de autor - no pudieron interpretar sus canciones. Para sortear este inconveniente, aparecieron sobre el escenario una amalgama inclasificable de artistas, entre los que apareció una mujer que se rebozó en agua mientras interpretaba algo que ya ni recuerdo. Hubo que distraer a la audiencia de tan penosa impresión proyectando un video de Kate Middleton al piano rodeada de lujo, luciedo un vestido de más de tres mil euros.  

El  festival pretendía ser un gesto de solidaridad y conmiseración con los que viven bajo cuatro maderos en Ucrania. No sé si esto es un claro signo de decadencia del Imperio Británico o del mundo en general. No por el vestido y la puesta en escena, más bien por la hipocresía apabullante de todo lo que nos rodea.

¿Soy la única que se da cuenta? 

Lo sé, esto es demasiado 'intenso'. Pero podéis ver el festival entero, y sacar vuestras propias conclusiones.
Leed y observad mucho.
M.