domingo, 28 de agosto de 2022

Una bestia maligna pululando por Madrid en 1834.

Lecturas de verano, sin sustancia, pero fáciles y comprensibles para disfrutar bajo la hamaca de la playa o la piscina. Hay cientos de recomendaciones en webs varias de todo tipo, pero yo - como había leído las primeras novelas de Carmen Mola y me gustaron bastante - me decanté por 'La Bestia', Premio Planeta 2021.

Como este no es un blog de suspense, ni pretende tener al lector en vilo, diré ya que el libro es una basura inmunda. De esta forma, aquellos de mis lectores a los que les haya gustado, no tendrán necesidad de asistir al despelleje del libro infecto y podrán abandonar desde ya la lectura de los siguientes párrafos.

Primera pregunta que cabe hacerse: ¿Cómo es posible que este libro haya ganado el Premio Planeta, galardón comercial, pero con prestigio? Respuesta: Entra dentro de los sucesos paranormales a los que la humanidad lleva asistiendo desde hace milenios, comparables sólo al milagro de San Miniato, que vivió llevando su cabeza en la mano durante varios días, o a los avistamiento de ovnis en el desierto de Arizona. Debemos achacar este galardón a algún momento de iluminación inducida por las drogas en algún miembro del jurado, o puede que en todos.

Segunda pregunta: ¿Cómo críticos de literarios de renombre pueden afirmar que es una novela histórica rigurosa si está plagada de falsarios y medias verdades? Respuesta: Muy fácil, tienen que comer y dar de comer a sus familias. Aquí no hay hecho paranormal alguno. Por lo que no me detendré. 

Tercera pregunta: Después de miles de novelas históricas publicadas, ¿Cómo siguen construyendo el ideario de los protagonistas siguiendo un esquema mental del siglo XXI? Es un error de principiantes. Las mujeres españolas de la primera mitad del siglo XIX no sabían ni lo que era el feminismo, las de las clases altas puede que algo se les pasara por la cabeza, pero no al nivel que describe el libro, eso seguro que no. Por dar un dato objetivo, 97 años después de los acontecimientos que narra la novela en las elecciones de 1931, el voto femenino se cuestionó desde el principio porque las mujeres eran mucho más influenciables por las doctrinas de los sacerdotes, y - sobre todo los políticos de izquierdas - no querían que influyesen en los resultados finales. Es decir, que la media de la mujer española ni pensaba que algún día podría llegar a ocupar un puesto de responsabilidad en parte alguna y era claramente un producto de la herencia ortodoxa católica fomentada desde la monarquía. 

Esto último enlaza con la cuarta pregunta: ¿Alguien en su sano juicio puede distorsionar tanto a los personajes para llegar a pintar a un sacerdote carlista como el defensor de la libertad y la emancipación de la mujer? Es de sobre sabido, que las Guerras Carlistas comenzaron porque Fernando VII, para hundir a España ya definitivamente, y con el fin de que su hija Isabel fuese reina, modificó las reglas del juego (ley sálica) que - hasta ese momento - daban papel protagonista al hombre. Su hermano Carlos María Isidro, era el heredero 'legal' del trono, y luchó contra viento y marea por él, con consignas ultraconservadoras, en las que la mujer no tenía protagonismo alguno. 

El binomio Isabel II + Guerras Carlistas = desastre sin precedentes, catarsis abismal. Llegamos al siglo XX exhaustos, pobres y analfabetos. A lo que hay que añadir - consecuencia de las sabias decisiones de los iluminados al mando - la génesis de los nacionalismos excluyentes como el vasco, que tuvo su origen en estas guerras. Antes, las Provincias Vascongadas habían sido devotas defensoras de la Corona de Castilla, las más grandes hazañas llevadas a cabo en los siglos de los descubrimientos fueron lideradas por vascos, tales como Elcano, Urdaneta o Legazpi. Ahí lo dejo. 

Una peculiaridad de los españoles es que, a la hora de analizar los acontecimientos de cualquiera de las guerras civiles habidas a lo largo de los siglos (ha habido muchas desgraciadamente), siempre hemos ensalzado a los perdedores, dotándolos de cualidades superlativas que - de haber sido ciertas y tangibles - no les habrían llevado a perder sus guerras. Citaré tres ejemplos, la Primera Guerra Civil Castellana del siglo XIV entre Pedro I y su hermanastro Enrique II de Trastámara, las Guerras Carlistas antes mencionadas, y la Guerra Civil del siglo XX.


Estatua de Pedro I 
Museo Arqueológico Nacional (MAN) - Madrid.

Yo también simpatizo en estos tres casos con los perdedores, pero por seguir con el argumento de 'La Bestia', diré que el ideal romántico con el que se revistió a los carlistas (Valle-Inclán, quizás sea uno de los rostros más conocidos de esta corriente) ha calado profundamente. Los ideales del carlismo no son muy conocidos, por lo que el mito se puede agrandar todo lo que se quiera, y la estela de Isabel II ha sido tan nefasta que cualquier sustituto posible se convierte en un ser beatífico y celestial.

De esto, a afirmar que los carlistas eran defensores de los derechos de la mujer, media un abismo.

Sigamos con las preguntas. Cuarta: ¿Por qué Carmen Mola, seudónimo de tres periodistas con experiencia y mundo, cae en otro de los errores de los best-sellers previsibles, a saber, la Iglesia y los ricos tienen la culpa de las calamidades que asolan al mundo? Todo hecho descrito en sus páginas, por insignificante sea, es consecuencia de la lucha de clases y un ataque directo a los Borbones, particularmente hacia la futura reina Isabel. Desenfoque total, el otro aspirante al trono también era Borbón, no veo dónde está la diferencia si era la misma saga familiar y los valores de Carlos María eran más tradicionalistas y rígidos. Eso sí, cuando una noble defiende a la reina (mujer) todo se vuelve turbio y escabroso, el desenlace de este lance - además de mal contado - es previsible y sin sustancia.

Antes de abordar la quinta pregunta, por si no lo habéis leído aun, haré un pequeño resumen de la trama. Madrid 1834, una epidemia de cólera asola la ciudad. Ante ese desolador panorama - y subidos ya al carro de la literatura post-Covid19 - la gente común, en un 99% pobre y sin recursos, sobrevive en una ciudad que es putrefacción pura, no hay ni una sola frase en la que alguna calle de la capital salga bien parada, sólo se describe miseria, hambre, abusos por parte de personas de elevada posición social (no se salva ninguno de la quema) y asesinatos, niñas que aparecen descuartizadas por algo o alguien a quien llaman La Bestia. Para resolver el misterio, una niña pobre con el pelo rojo que se ve obligada a prostituirse (inciso, estad tranquilos, porque luego se incorpora a la vida social como si tal cosa, algo impensable en aquella época). Otro de los protagonistas es un periodista que - la cabra tira al monte - es íntegro, comprometido y su vida le importa un bledo con tal de salvar niñas de las garras del monstruo. Lo da todo, hasta que conoce a una mujer rica y - claro - se ciega, el dinero es lo que tiene. Esta mujer también juega un papel importante, al igual que un policía tuerto y una madame, que - como no podía ser de otra manera, y ya puestos a tirar del filón de la obviedad - es listísima y hábil en el madrileño mundo de la peste y el abuso nobiliario-eclesial. Lástima que se acabe contagiando. Ya adelanto también que todo el que enferma, muere. No se salva nadie. Si leéis el libro y alguien de repente se encuentra mal, avanzad rápido esas páginas - no perdéis nada, es basura pura - porque no sobrevive.

En medio de todo este caos de pobreza y enfermedad, aparece un sacerdote disfrazado de franciscano, pero que no lo es. Es uno de los enviados por la providencia (el dios cristiano no existe, es malísimo) para salvar a las niñas, que parecen no importar a nadie. Este falso sacerdote es carlista, amigo de Tomás de Zumalacárregui y con un pasado algo violento, del que se arrepiente y es perdonado por todos, puesto que no pertenece a la ortodoxia católica que tiene a Madrid en un puño. Convencido absolutista, de repente, cuando ve a las niñas pobres y desamparadas, se convierte en un trasunto de Irene Montero y - como en esa época llevar armas era normal - da mamporros a diestro y siniestro, en este caso justificados totalmente porque es un absolutista que despreciaba el feminismo pero ha visto la luz. ¡Qué bien! ¡Gracias a dios que existieron personajes así! 

Quinta pregunta: ¿Por qué hay decenas de historiadores publicando libros para desterrar la idea de la Leyenda Negra, que nos muestra como retrasados mentales y fanáticos, empobrecidos ante una Europa resplandeciente; y escritores como Carmen Mola insisten en explotar el filón del imaginario de hombres en alpargatas y analfabetos sólo con el objetivo de vender libros? Esto no tiene perdón. Que Goya pintara una España de pandereta es perdonable, porque fue un genio. Pero estas páginas están mal escritas, dan mala publicidad y encima para nada. No lo entiendo.

Sexta y última pregunta, no me quedan fuerzas para seguir despellejando. ¿Tanta prisa tenían por terminar el libro para que les dieran el premio, que no se han molestado en disfrazar qué parte ha escrito cada uno de los tres? Hay detalles tan obvios de falta de continuidad en la narración, que hasta un lector habitual de Pronto se daría cuenta. Se describe a un personaje de la trama, con todo lujo de detalles, entrando en claves ocultas, cerrando capítulos con una acción que parece tendrá muchísima importancia en el argumento, y de repente, se muere o simplemente desaparece, y - lo que es peor - ya ni se le nombra. Al final, por solidaridad, mueren todos, es de suponer que uno de ellos escribió los primeros capítulos, liquidando ya a algunos protagonistas sin contemplaciones, otro los siguientes y así sucesivamente. Al final, por solidaridad, todos los personajes del libro pasan a mejor vida. 

La niña protagonista, de repente se rapa el pelo rojo, hay un capítulo entero en el que habla de este rasgo distintivo, recuerdos, sueños...  El desaguisado doméstico no tiene después mayor trascendencia, uno de los detalles que - como he comentado en el párrafo anterior - empobrecen aun más la trama.

Llegamos al final, creo que es de las críticas más crueles que he escrito nunca. Ya había avisado a los que me emplean y preguntan de lo que pensaba del libro, aun así he sido más dura de lo que pensaba. Por decir algo bueno, la labor de documentación de las calles y los barrios de Madrid es espléndida. Si - mientras pasáis las páginas - queréis profundizar sobre ello, como guía es muy buena.

Se acabó, leed mucho.
M.

sábado, 20 de agosto de 2022

Buscando la felicidad.

En torno a la vida real que uno ha tenido están las sombras de las otras vidas posibles que no llegó a vivir: casi siempre por casualidad, no por empeño consciente, porque uno manda sobre su biografía mucho menos de lo que piensa. La vida verdadera es única, y las vidas posibles se despliegan en abanico en los márgenes de su línea recta.

Así comienza el libro 'Rondas del Prado' de Antonio Múñoz Molina, que reúne sus reflexiones sobre los cuadros del Museo, como parte de las conferencias de la Catedra del Prado 2019.

A la hora de reflexionar sobre las otras vidas posibles, las no vividas, hay muchos escenarios. Están los principescos y noveleros, que - no hay que engañarse - nos acompañan prácticamente hasta el final de nuestros días. ¿Quién no sueña con ser una princesa con un caballero galante y siempre joven rendido a sus pies? A este joven no le importa la clase social, ni el aspecto físico, simplemente vive desarmado y rendido al amor de su princesa.

Otro escenario es el de la riqueza, una vida regalada llena de lujos que no se sabe cómo ni de dónde vienen. Galas, cenas, focos, cero preocupaciones..., este escenario irreal es más improbable - aunque pueda parecer lo contrario - que el anterior. El número de personas que disfrutan de esta vida de lujo y embrujo, está medido, y no son demasiadas, teniendo en cuenta somos más de 7.700 millones habitantes en la Tierra.

Pero no creo equivocarme al afirmar que el escenario que más nos viene a la cabeza, el que más nos atormenta, sobre todo al ir acumulando años y desencantos en nuestra mochila vital, es aquel en el que la rutina laboral engulle aquello que nos apasiona. En el atolondramiento de la juventud, tomamos decisiones que nos conducen a prisiones sin salida, a trabajos penosos que nos arrastran sin remedio a una vida que nos hace sentirnos profundamente miserables y vulnerables.

Un joven de 18 años sorprendió al mundo académico porque eligió ser feliz. El titular de la prensa reflejaba una idea sorprendente. Ser feliz es estudiar humanidades, entonces ¿por qué han desaparecido de los planes educativos? ¿Es uno de los objetivos del progreso privarnos de la felicidad? Por si no habéis pinchado en el enlace, resumo brevemente la noticia, Gabriel sacó la nota más alta en la EvAU de Madrid en junio de 2022, y eligió estudiar filología clásica. Esta elección generó ríos de tinta virtual, hasta tal punto, que El País le dedicó su editorial del domingo. Si sabemos que no vamos a ser felices ¿por qué elegimos sumergirnos en las disciplinas que nos dicta el mundo tecnológico en el que vivimos? ¿Por qué un niño de 18 años ha inquietado a los dioses del progreso? Porque ha elegido ser feliz, él no tendrá que buscar entre las sombras de su pasado las otras vidas posibles que no llegó a vivir.

Aunque la frase suene un poco melodramática, me siento sola en esta lucha. En un pasado no muy lejano, cuando veía una exposición que me había impactado, o leído un libro que me había hecho reflexionar, compartía lo que sentía con la gente que me rodeaba. No cabía en mi cabeza que alguien no entendiera que lo que diferencia al hombre del resto de seres vivos es su capacidad para 'inventar y alimentar' su alma y su espiritualidad. Pero me equivocaba dramáticamente, el 99% de ellos carecía de interés completamente, habían sido educados siguiendo los dictados progreso, donde todo lo necesario para vivir se reduce a una fórmula matemática, una necesidad cubierta y una felicidad efímera.

Uno de los estragos más evidentes del progreso intelectual sobre una base científica (el que vivimos nosotros), es creer a pies juntillas que los hombres de la antigüedad eran imbéciles, lelos del todo, y que aceptaban todo lo que se les contaba con una candidez que les hacía ser lo que eran, poco avanzados científicamente. El cine ha sido clave en esta idea. Si miramos un cuadro pintado en 1475 por un seguidor de Hugo van der Goes, lo primero que se nos viene a la cabeza es que ese orden familiar, esos santos protectores que aparecen de repente en la escena, son algo artificioso, fruto de una mente cegada por una fe inmovilista que prolongó innecesariamente la oscuridad medieval.


Calvario con santos y donantes
Hacia 1475. Óleo sobre tabla, 125,5 x 140,5 cm
Hugo van der Goes. Museo Nacional del Prado (Madrid)

Olvidamos, para empezar, que las épocas de oscuridad son consecuencia de los actos humanos. Ambición y destrucción ha habido siempre, por lo que los protagonistas de este cuadro no eran tan cándidos y crédulos como puede parecer. Eran igual que nosotros, pero con los medios del siglo XV. Obviamente no podían manipular un virus en un microscopio, ni lanzar cíber ataques con el objetivo de perjudicar a empresas y países, no se espiaban desde drones y tardaban años (no horas) en ir de Europa a Asia. Los siglos XV y XVI fueron extremadamente violentos en Europa, casualmente los historiadores los identifican con el comienzo de la modernidad. 

Creo que este cuadro tiene la clave para explicar lo que nos diferencia de los hombres de hace seis siglos, lo he contemplado tantas veces que creo que la fascinación que ejerce este cuadro sobre mí se debe precisamente a la revelación de este misterio. Si observamos detenidamente el papel de cada personaje, terrenal o celestial, en la escena, enseguida somos conscientes de que todos asumen su misión sin queja alguna, con una serenidad inquietante. No tienen más remedio, las mujeres no pintan nada y los hombres siguen las convenciones de la época, el hermano mayor heredará todo, el siguiente se dedicará a labores eclesiásticas (que tenga fe o no, da igual) y el tercero, está relegado sabe dios a qué misión, probablemente la guerra o buscarse la vida como buenamente pueda. El padre de familia debió sentirse muy afortunado, porque pudo dar forma al ideal familiar de la época, de ahí que encargara este cuadro donde aparece rodeados de santos y del propio Jesús en el momento de morir. 

La serenidad que transmiten no es consecuencia de sus creencias religiosas, ni de su ignorancia, era el resultado de un modelo social guiado por la filosofía, la religión y el arte. Probablemente fueran aun menos crédulos que nosotros, pero no tenían otro asidero para sus desventuras, y eso les hizo avanzar a su manera, y sus cimientos son el germen de nuestro mundo del siglo XXI, aunque lo hayamos olvidado.

En el siglo XXI pensar así es una amenaza, de ahí el ataque furibundo hacia Gabriel cuando decidió ser feliz. Alguien que no cree en la ciencia es un outsider, alguien peligrosísimo, porque la búsqueda del alma hoy y hace cinco mil años refuerza el libre albedrío y la individualidad, y eso es precisamente lo que hay que cortar de raíz.

Pensemos en el concepto de metaverso, la realidad virtual paralela donde podemos ser lo que no somos en el mundo real. Llegaremos, por sofisticados medios en desarrollo, a otros lugares que habrán diseñado a medida de nuestros deseos, de una forma sutil habremos perdido toda nuestra capacidad de soñar, habremos renunciado a nuestra individualidad. ¿Qué será de los libros? ¿Del arte? ¿De la filosofía? No tendrán cabida porque, ya a edades tempranas, el EdTech (Tecnología Educativa en español), habrá minado toda capacidad de soñar en algo que no sea en botones y fórmulas científicas que solucionen todos los problemas habidos y por haber.

Es tan intimidante que las purgas de Stalin o Pol Pot serán una anécdota en la historia de la humanidad. Saco a relucir estos dos lamentables episodios contemporáneos porque la línea de progreso que han trazado para nosotros, sin márgenes posibles, tiene algo de las bases conceptuales del comunismo, donde todos los hombres han de ser iguales. No caben clases sociales, religión, progreso..., individualidad. Leyendo ideas de gurús de EdTech como Svenia Busson o Jeff Selingo, me vienen a la cabeza humanoides hablando inglés, pronunciando frases grandilocuentes y vacuas, donde sólo se modifica el orden de los sintagmas, permaneciendo inalterables los mantras de base.

De repente, en este mundo ideal de aprendizaje y progreso, aparece un joven que afirma sin miedo que en su tiempo libre, se sienta a leer libros de Tomás de Aquino, Platón, Ovidio..., que su vida se inspira en textos que dieron fuelle a nuestro mundo, como 'La Iliada' o 'El Quijote', y sólo cabe proceder desprestigiando de forma colectiva y manipulada a semejante peligro público. Y, en última instancia, mostrarlo como un rara avis, valiente pero exótico.

Ahora cabe preguntarse sobre nuestra biografía. ¿Hemos influido tan poco en nosotros mismos como afirma Múñoz Molina? ¿Cuál es nuestro metaverso deseado, la realidad virtual que crearán para nosotros? ¿Podremos reflexionar sobre un cuadro del siglo XV? 

¿Dónde están nuestra alma y nuestros sueños?
Leed mucho.
M.