viernes, 23 de agosto de 2024

A la caza del perro asesino...

Estoy sola frente al mundo de imbéciles que nos rodea, prefiero empezar con rotundidad para dejar todo clarito desde el principio. Sólo hay esperpentos humanos pululando por las calles. En invierno se nota menos, porque hay más recogimiento hogareño, pero en verano, espantajos de todo tipo salen a las calles y hay que andar muy atento a las señales, que son muchas, pero no siempre evidentes.

Sólo voy a tratar dos de estas señales, una de ellas es la descripción de una situación real que he vivido en la playa y otra, una bienal de arte moderno.

Hay algo en España tremendamente extraño, los que cumplen las normas son los perseguidos, y los que se acogen al discurso vacío mientras hacen lo que les da la gana son los verdaderos héroes de la película. Enlazaré mi reflexión respecto a esta primera performance propia con la segunda de las señales de absoluto espantajismo planetario.

Imaginad que estáis en una playa del norte de España, no tan transitada como las de Levante, y que en la entrada hay un cartel en el que indica en cinco idiomas que los perros están prohibidos a partir de las nueve de la mañana, y que deben ir siempre atados. Son las diez y hay decenas de perros (algunos grandes y peligrosos) y ninguno atado. Alguien como yo, que vive en el interior y que gusta de pasear temprano por la playa, se ve rodeada de animales vetados y lo hace saber a sus dueños. Estos se unen, tienen fuerza, en ese momento pertenecen a una secta de tarados mentales que se creen con el derecho de avasallar a una mujer que pasea en paz y, en vez de coger a sus perros, al menos controlarlos, se unen para proceder a insultarme sin piedad y llenarme de todo tipo de improperios. Juro que sólo dije que eran las diez y que en cualquier caso debían atar a los animales.

Pregunta, si hubiese llamado a la policía... ¿A quién hubiesen dado la razón? Pues a los dueños de los perretes, es obvio. Da igual que haya una ordenanza municipal publicada y carteles por todas partes. La suelta indiscriminada e invasiva de perros es parte de la agenda eco-sostenible y planeta 'friendly' que atenta contra la inteligencia de cualquier persona con dos dedos de frente. 

Soy consciente de que muchos de mis lectores tienen perro y se sienten dolidos con mis comentarios, pero debéis entender que a mí también me gustaría incumplir algunas normas que son absurdas, pero no me dejan, porque hay paquetes de acciones subversivas que están penados por la sociedad y otros no, lo que no deja de ser ridículo. No puedo evitar tener una cierta sensación de avasallamiento eco-sostenible y resiliente, y de formar parte de un plan perverso al que no acabo de encontrar sentido.

Frases como 'los perros son más listos que los humanos', 'al que no le gustan los perros, le falta sensibilidad'..., me reafirman en mi machacona idea de que vamos hacia el abismo. El ser humano ha enviado cohetes al espacio, el perro no. En la Alemania Nazi el bienestar animal era una preocupación de primer orden, al mismo nivel que la eliminación de seres humanos en campos de concentración. Como en toda estrategia sectaria es importante que nos hagan creer que somos cagarruta para que cualquier ser vivo con más de una neurona pueda, en un determinado momento, aplastarnos y neutralizarnos. No creo que los perros lo consigan, pero sí los que nos hacen creer que en los animales está la respuesta a todas nuestras carencias humanas

Todo forma parte de la lucha entre débiles y poderosos. Una guerra ficticia, montada desde el tejado y sin cimiento alguno. Una vez formas parte de los beneficiados por la absurdez, ya eres el esclavo de los que han comenzado la casa por el tejado - tus benefactores - y opresor de las personas de bien, que sólo quieren vivir su vida en paz. El discurso perrunil va parejo al ecologismo más ridículo. El mantra es que estamos acabando con el planeta, claro, llevamos en ello desde que el hombre se hizo sedentario, comenzó a talar árboles para cultivar las tierras y de paso mató animales para comer. Algo tan obvio, tan de sentido común, ha sido exacerbado hasta límites agobiantes y ridículos. 

Si yo voy a trabajar en trasporte público y no contamino, el premio que recibo por parte del Estado es tardar el doble en llegar y pasar un calor de muerte oliendo a sobaco ajeno. Si decido adoptar un gato, me dan 125 euros libres de impuestos, sólo tengo que ir a una guarida de gatos y llevarme uno. Luego lo puedo tirar a un pozo.

Como siempre digo, hay algo que se me escapa, algo en este novelón de misterio cutre que es el escenario teatral de nuestras vidas. Una pena, pero así es. Lo insustancial permanece y lo importante se desvanece.

Por ello, cuando hay que colocar en el mapa artístico una bienal de arte que no conoce ni dios, es imprescindible cocinar la estrategia de marketing con los ingredientes del ecologismo y que las especias sean las habituales, el feminismo y el colonialismo (español, es el único denunciable, los otros no, repartían estampitas de Santa Teresita y abanicaban a los indios cuando hacía calor). Por centrarnos, estoy hablando de la Bienal del Whitney Museum de Nueva York, ya no os da tiempo a ir, pero no sufráis, no os habéis perdido nada, ha sido - literalmente - el vómito de una vaca moribunda con efluvios de radioactividad asesina. 

El vídeo que ilustra la puesta en escena de esta bienal, incluye todos los puntos del guion eco-sostenible y progresista imprescindible para que haya víctimas que acudan al museo. De otra forma, dada la poca calidad de las obras, no irían ni los familiares de los artistas, del puro sonrojo que sentirían al ver semejantes rastrojos colgados de las paredes. Perdón, rectifico, no hay nada que colgar, la mayoría de las obras son vídeos denuncia (imposible reproducirlos en casa continuamente, o acabas ingresado en un loquero) o grandes trozos de materiales colocados sin orden ni concierto con el objetivo de dejarnos claro que no tenemos remedio, que estamos acabando con nosotros mismos y el planeta. Señor bendito, es obvio. ¡Qué cansinos!


Gbenga Komolafe and Tee Park (they/them/he/him/she/her; she/her)
Film
Komolafe: born 2000 in Port-Harcourt, Nigeria
Park: born 1999 in Seoul, South Korea
Live in Los Angeles, CA

Tres reflexiones que por obvias, me da hasta vergüenza escribirlas.

1.- ¿Dónde está la obra de arte? Apagas el reproductor y... ¿Qué pasa entonces? Porque si esto es arte, cualquier vídeo de YouTube - el que sea - también lo es. Es denuncia, manifestación de las propias ideas, propaganda..., pero no es arte. ¿Quién es el artista? ¿El que escribe el guion? ¿El que filma y edita el contenido? ¿El que se disfraza de oprimido para encogernos el corazón ante tanta deshumanización como consentimos? 

2.- En la historia del progreso de los pueblos hay una persona a la que tengo especial afecto, León Trotsky (lo digo en serio). Fue un revolucionario comprometido, se creía todo lo que decía, en su cabeza imaginaba una sociedad igualitaria, mejor, más justa. Se refugió en México porque Stalin le seguía los pasos para liquidarlo (algo que finalmente consiguió), con el objetivo de pensar, de escribir, de afear la conducta de la humanidad perversa. No hizo otra cosa, algo que me llama muchísimo la atención, siendo esta la pauta que siguen muchos iluminados que imitan a este ilustre personaje. Jamás visitó a un pobre, no plantó ni un tomate para su propia subsistencia, sólo pensó y dejó escritas sus ideas para la posteridad. Esto es - punto por punto - el modus operandi que siguen los artistas de la generación woke, sólo nos alumbran desde el Olimpo - con menos bagaje cultural que Trotsky - con sus pensamientos, pero la lucha a pecho descubierto la dejan para otros. 

3.- Francia, que cree que su Revolución sirvió para algo, y Estados Unidos, que quiere mantener su liderazgo cultural como sea, pelean a brazo partido para aparecer en la foto como los faros de la humanidad hacia el progreso. ¡Dios! Ambos se han lanzado a una guerra por el control de la idiotez eco-sostenible+LGTB+Pet Friendly+feminista+bla bla bla, que da hasta miedo. ¿Qué pensarían Velázquez y Tiziano de estas manifestaciones de arte? El Bosco directamente las quemaría, porque estaba obsesionado con el fuego. 

No toméis a broma lo que digo, porque lo que estamos viviendo es perverso, retorcido y sin punto de fuga. Si pensáis que exagero, sólo tenéis que haceros una pregunta... ¿Qué preferiríais tener en casa, el fresco de la Última Cena de Leonardo - ridiculizado en los Juegos Olímpicos de París 2024 - o cualquiera de los rastrojos de la Bienal del Whitney Museum de Nueva York? Es más, si os lanzaseis a vender la obra, por el rastrojo no os darían nada, por el fresco sí. Por lo que - incluso en términos utilitaristas - nos estamos descapitalizando a manos llenas.

Lo último que me planteo es... ¿Qué quedará de nuestro mundo dentro de cien años? ¿Dónde se guardará tanta obra de arte desnuda de contenido, tanta idea absurda, tanta irreverencia?

Leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones.
M.







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