miércoles, 15 de septiembre de 2021

Campos de Castilla...

Leo despacio, poesía....

Castilla no es aquella tan generosa un día,
cuando Myo Cid Rodrigo el de Vivar volvía,
ufano de su nueva fortuna, y su opulencia,
a regalar a Alfonso los huertos de Valencia;
o que, tras la aventura que acreditó sus bríos,
pedía la conquista de los inmensos ríos
indianos a la corte, la madre de soldados,
guerreros y adalides que han de tornar, cargados
de plata y oro, a España, en regios galeones,
para la presa cuervos, para la lid leones.
Filósofos nutridos de sopa de convento
contemplan impasibles el amplio firmamento;
y si les llega en sueños, como un rumor distante,
clamor de mercaderes de muelles de Levante,
no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa?
Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa.
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora.
El sol va declinando. De la ciudad lejana
me llega un armonioso tañido de campana,
ya irán a su rosario las enlutadas viejas.
De entre las peñas salen dos lindas comadrejas;
me miran y se alejan, huyendo, y aparecen
de nuevo, ¡tan curiosas!… Los campos se obscurecen.
Hacia el camino blanco está el mesón abierto
al campo ensombrecido y al pedregal desierto.

"A Orillas del Duero". Campos de Castilla.
Antonio Machado (1912)

Y medito. Me pregunto en qué momento dejamos los castellanos que nos despojasen de nuestra identidad ¿Quiénes han sido los culpables? Las misas de palabras huecas, los Austrias y su empecinamiento imperial, nuestra pobre tierra pedregosa y despoblada, Madrid y su vampirismo secular, nuestra generosidad y audacia, la mala suerte, la envidia del resto de buscadores de tesoros que nos retrataron con matices de leyendas negras, nuestra nula capacidad para gestionar con frialdad, el desmembramiento final de Castilla con la nueva disposición territorial de la democracia... Estas y otras decenas de causas nos han convertido en un barco sin rumbo, al final nuestros enemigos han borrado de la historia todas y cada una de nuestras gestas, que ya ni se estudian en los libros escolares.
No repasaré aquí nuestra vapuleada historia, porque ha llegado un momento que - cuando se escribe o habla sobre esto - comienzas a sentir sobre tu cabeza el peso de la ignorancia, de la risa cruel del no saber, del aliento del enemigo más destructivo.

Castilla ha tenido y tiene enemigos externos, excusable en el juego de naciones a lo largo de miles de años. Pero su gran amenaza está en sus enemigos internos, cuando pienso en esto, me vienen a la cabeza imágenes medievales, en las que un hombre moribundo tiene a cada lado de su cama un tipo de influencia, el mal representado con un demonio rojo o verde con una cola larguísima, y el bien con forma de angelote anodino que baja los ojos, sin cola y con una alitas que no infunden miedo alguno. Los gobernantes españoles, avaros, incompetentes, mediocres en su mayoría, ciegos a la verdad, son - obviamente- el moribundo que no ve más que una realidad a corto plazo que pasa por dejarse embaucar por un demonio, nefasta influencia que nos conducirá a nosotros (los castellanos) y a nuestros vecinos peninsulares a la apocalipsis, nos veremos rodeados de otros demonios con colas más largas y colmillos más letales.

Muerte - lecho de muerte escena hombre moribundo rodeado por ángeles y demonios esperando para reclamar su alma. Desde un "Ars moriendi" de finales del siglo XV

Sólo un apunte, León y Castilla están unidas en una infame aleación que no tiene ni pies ni cabeza. Como reino peninsular sólido e influyente, León fue durante la Edad Media enemigo acérrimo de la Corona de Castilla, a pesar de su unión posterior por temas dinásticos, la rivalidad se mantuvo viva entre nobles de ambas regiones durante siglos. Aun hoy, si preguntas a un leonés si se siente castellano, probablemente te escupa en la cara. Pero - recordemos juntos - cuando se fijaron los límites regionales en 1978, se trató de preservar los derechos y privilegios de las "Regiones Históricas", Castilla, no era una de ellas, León, monarquía que gestó todos los reinos que aparecen en los mapas peninsulares, tampoco.
 
Siento una sobrecogedora lástima cuando veo a personajes que no han leído un libro en su vida, que no conocen ni su propia historia, caricaturizar y vetar nuestra centenaria cultura de forma vulgar y ridícula, víctimas de la ceguera del adoctrinamiento. No hay que culparles, nunca nos hemos defendido, tal vez porque dentro de nosotros - los castellanos - haya una vena derrotista y soñadora que nos hace vivir sin un plan preconcebido al albur de hechos inconexos y casuales que nos han hecho ser locos al vivir y cuerdos al morir.

Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

"El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha".
Libro II - Cap.LXXIV
Miguel de Cervantes (1615)

Fue el espantajo y el coco... ¡Qué divertido! En su locura vital don Quijote fue más humano y leal a sus principios que cualquier verdadero espantajo racional y cruel. Sólo ante la inminencia de su muerte se dio cuenta que dar estocazos a los monstruos, no tiene sentido alguno, y sólo resta dejar el mundo de una forma quieta y sencilla.

De estos avatares castellanos de las aventuras de locos idealistas y aventureros, os recomiendo libros como 'El dios de la lluvia llora sobre México' de László Passuth, 'La visita en el tiempo' de Arturo Uslar Pietri (sobre la vida de Juan de Austria) o 'La aventura equinoccial de Lope de Aguirre' de Ramón J. Sender. Con estos tres ya tenéis lectura para un tiempo. La novela de Lope de Aguirre es densa y conviene tener nociones de la aventura que relata, o no se entiende bien la trama.

He escogido estas tres porque describen a los castellanos a la perfección, la primera habla de osadía e inconsciencia, a nadie se le hubiese ocurrido enfrentarse a un imperio sólido y centenario con unos pocos hombres enfermos y débiles, usando una amalgama de inteligencia y desesperación. El segundo de ellos, la vida de Juan de Austria, hijo reconocido del emperador Carlos I, describe una aplastante verdad, los hombres que ostentaron el poder, nunca estuvieron a la altura. Y el tercer libro es un compendio de despropósitos que han abonado en parte la leyenda negra, aventureros que libraron su propia guerra al amparo de la ineficacia de la burocracia castellana. Seguimos igual, los españoles osados que triunfan ahora, lo hacen lejos de aquí, al abrigo de sus propios recursos, porque la madre patria premia y da pábulo a los malos y castiga a los buenos. Esta enseñanza del catolicismo que tanto defendieron los Austrias, la aprendimos al revés.

También os recomiendo, por simpático y ameno, el libro de Juan Eslava Galán, 'Historia de América contada para escépticos', con cuatro brochazos nos hace viajar a una América agreste, exuberante de naturaleza, inconmensurable y misteriosa. Para descubrirla (no conquistarla, ni hacer colonias, conceptos muy posteriores, de la época borbónica) unos hombres aguerridos, sufridos, con una tibia fe, gran capacidad amatoria, sin nada que perder, procedentes de una tierra fronteriza poco fértil y despoblada, se adentran en selvas peligrosísimas y se enfrentan a imperios milenarios, sin más armas que su inquebrantable voluntad. ¿Dónde está ahora esa voluntad? ¿Qué queda de aquellos espíritus? Creo que nada. 

'La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente que hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo... Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga, la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la historia' (Charles F. Lummis. Los Ángeles.1916)

Citado en el libro de María Elvira Roca Barea. "Imperiofobia y leyenda negra
2ª Edición . Dic.2016 (Pág. 291)

Hay un libro infame, tendencioso y sectario, que sirvió de argumento a una película infumable del mismo título, 'Raza' de Francisco Franco (el dictador). He leído fragmentos, todos teñidos de un tono grandilocuente y con un tufo folletinesco bastante obvio. Dudo que Franco fuese capaz de escribir un libro, siempre me ha parecido un tipo bastante limitado intelectualmente, muy mediocre, el tipo perfecto para convertirse en un dictadorzuelo ridículo. Estoy segura que el libro lo escribió otra persona bajo los dictados doctrinales de Franco. No perdáis el tiempo leyendo estas páginas, a no ser que lo abordéis con el objetivo de asomaros a otro mundo, desde un enfoque superficial y con ganas de reír. De otra forma, dan ganas de tirarse por una ventana.

Saco este libro a la palestra como ejemplo de 'enemigo interno', por no citar los más obvios. La falta de rigor y contar las cosas con fines partidistas - como está haciendo la democracia desde hace años - sólo conduce a cubrir de barro y de ignorancia los aspectos de una historia que fue como fue, buena o mala, simplemente fue. Y eso ha sido barrido por nuestra incapacidad para enarbolar la bandera de la transparencia ('verdad' es un concepto muy subjetivo).

Leed y sacad vuestras propias conclusiones, estas son algunas de las mías.
M.

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