viernes, 9 de octubre de 2015

El realismo mágico y el premio Cervantes 2014.

Nota: Este artículo fue publicado en Abril de 2014 en la edición impresa del Periódico Guay del Paraguay.
De ahí que (aunque publicado en este Blog en Octubre de 2015) haya preferido mantener su formato tal y como se redactó entonces.
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Este mes de abril ha sido muy señalado para la literatura en español. Noticias tristes como la muerte de Gabriel García Márquez se han casi solapado con la entrega del Premio Cervantes a una mujer mejicana, Elena Poniatowska, que con su traje colorado y su desparpajo dejó bien claro que el encanto que emana de algunas personas, cubre de armonía y luz todo aquello que tocan.

Todos los periódicos, cuando hablaban de ella, decían que estaba emocionada y nerviosa, no era para menos, sólo cuatro mujeres han recibido el galardón. Sólo tres antes que ella habían elevado su voz para hablar sobre los sueños, sobre la literatura, sobre el poder de palabra y sobre lo maravilloso que es soñar, porque dejar de soñar es morir, dejar de leer es no existir.

‘Mi madre nunca supo que país me había regalado cuando llegamos a México en 1942 (…) Llegamos a la inmensa vida de México, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de convertir fondas en castillos con rejas doradas’, leyó Elena Poniatowska en Alcalá de Henares. Consciente o inconscientemente reveló el origen de ‘El Realismo Mágico’. Porque siglos después de que don Quijote convirtiera las fondas en Castillos y los molinos en gigantes, los Buendía esparcieron su propia magia en medio en Macondo.

La magia del los Buendía, es la magia de los que – como don Quijote – huyen del realismo arrasador que los envuelve. Cuando Melquiades inspira a los niños Buendía, la familia medra y sus ilusiones construyen mundos maravillosos en la selva. Hasta consiguen engañar a la muerte.  Cuando la civilización se asoma a ellos, la lluvia, el progreso en forma de trenes y las compañías bananeras, acaban con todo.

García Márquez, al recibir el Nobel en 1982, mostró una América Latina diferente, llena de contrastes y de miserias. Una realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria (…). Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, dijo Gabo teniendo a Úrsula y a Macondo en la cabeza. Se sentía orgulloso de caminar al lado de los ilusos, los candorosos, los destartalados, los que resisten montados en Rocinante, como la ganadora del Cervantes de este año.


Mucho he leído estos días sobre García Márquez, algunas cosas, estoy segura, le hubieran abochornado, avergonzado y disgustado. Todo lo que nos rodea es tan complejo que tendemos a reescribir lo que está escrito y a interpretar lo que simplemente es magia. Por eso al igual que Gabo, seguiré buscando una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.


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