jueves, 28 de enero de 2016

Esperando a Herr Nobel.

Entre los 'siempre nominados' para el Premio Nobel está Haruki Murakami. Desde ya manifiesto públicamente que jamás había leído un libro suyo. 

Me he enfadado cada vez que le han dado el Nobel a un desconocido y añadido la coletilla: ¿Cómo no se lo dan a Murakami? ¡Vaya injusticia! (Y eso sin leer ni un libro suyo, ¡tiene mérito y desinterés por mi parte!). Tal postura tuvo una consecuencia, que me preguntaran qué era lo que me gustaba de sus libros. ¿Qué contestar? ¡Si no había leído ninguno!

Tenía que poner remedio a semejante impostura. Y empecé por el más conocido. 'Tokio Blues' (Norwegian Wood). Y entonces entendí perfectamente por qué no le han otorgado este galardón.



Pongámonos en situación. Los japoneses fueron realmente malotes en la Segunda Guerra Mundial. En el Pacífico hicieron estragos y no tenían pensado rendirse ni remotamente (son un poquitillo fanáticos y cuadriculados). La Guerra había acabado en Europa en mayo de 1945. Ellos a la suya, sin posibilidad de ganar nada y de perder todo, obedecían órdenes desesperadas. Los aliados (bueno, Estados Unidos) vieron claro que no había forma humana de que se rindieran, y tuvieron la 'genial' idea de achicharrarlos con dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. El Emperador le vio ya las orejas al lobo, y junto con sus generales, tomó la decisión de dar por terminada la guerra. 
(Nótese que los que se desintegraron bajo las bombas fueron los pobres desgraciados que estaban deseando que se acabase el infierno de la contienda. El que se obstinó en prolongarla acabó sin un rasguño, un ejemplo de que la vida es - sin duda alguna - injusta a más no poder).

Los retos y desencantos vinieron en cadena, había que reconstruir un país en el que no había quedado ni una brizna de paja indemne y - para colmo - los americanos, que no se fiaban de ellos, decidieron ponerlos bajo su tutela directa (estaba justificado, creedme). Esto era una tragedia sin precedentes, Japón es un conjunto de islas (obvio) y como tales habían creado durante siglos una específica identidad cultural que tenía como cabeza visible al Emperador,  que era directamente Dios. Como por arte de magia, gran parte de sus tradiciones desaparecieron, el Emperador pasó a ser un humano casi-normal y otros individuos que hasta hace dos días eran el enemigo y que no tenían ni idea de japonés ni de historia de Japón, decidían lo que había que hacer (esto para un isleño era terrorífico).

Esta opresión se prolongó hasta abril de 1952, porque tuvieron suerte (habían aparecido otros malos en el panorama mundial) y se portaron bien. No hace falta decir que la suma de la Guerra y la ocupación de Estados Unidos, marcaron a varias generaciones. Y a fuego.

¿Qué dice Murakami de todo esto? Nada. ¿Cómo se refleja el cambio de rumbo en la historia de Japón en este libro? Directamente ni se menciona ni se hace sentir. 

Lo estoy viendo, seguro que muchos piensan: '¡Pero si describe un triángulo amoroso a principios de los años setenta! ¿Qué tendrá que ver con el rollo anterior! Pues muchísimo. Los libros no sólo hay que leerlos, hay que ponerlos en contexto.

Efectivamente, Watanabe (el protagonista absoluto de la novela) salta de un triángulo amoroso a otro sin comerlo ni beberlo. El primero, el compuesto por su mejor amigo, la novia de este, llamada Naoko y él. El segundo lo componen, Naoko, Midori y él. Naoko no anda muy bien de la cabeza, es normal, la pobre sufrió algún que otro shock en su juventud. Es ella la que sirve de bisagra a dos estadios en la evolución de la vida de Watanabe. Midori es una chica especial y también compleja, prototipo de su época. Bien, estas situaciones, tal y como están contadas, pueden producirse en Tokio, en San Francisco o en Madrid. No hay nada (excepto lo que se refiere a la alimentación) que sea típicamente japonés.

La novela describe un modo de vida claramente occidental. Cabe hacernos entonces las siguientes preguntas: ¿Murakami ha olvidado el pasado? ¿No le importa? ¿Quiere ser un escritor universal? ¿Quiere poner sólo énfasis en los sentimiento y en el devenir de la existencia?

Si comparo a cualquiera de los tres Premios Nobel citados anteriormente en este blog, (Vargas Llosa, García Márquez y Undset) con Murakami y en concreto con este libro, se me queda muy pobretón.

Undset describe su cultura nórdica con tal maestría que hace que veas a los noruegos de otra forma. La magia de la selva te hace llorar de emoción al leer a García Márquez y Vargas Llosa nos muestra su Perú, el de un literato casi autodidacta. 

Murakami, con el siglo XX a sus espaldas, desperdicia una oportunidad única para mostrarnos a los hijos de la Guerra despertando en un nuevo Japón.

Con todo, por favor, leed el libro y disfrutad de su música. Es decir, la genial descripción de la música occidental de la época. 

Por cierto, el título 'Norwegian Wood' es una canción de los Beatles.

M.

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