domingo, 10 de enero de 2016

Munch y su grito desesperado.

Como propósito de año nuevo, hacer más vida cultural. No plantea problemas porque en Madrid hay opciones de sobra, quizás lo que no tenga sea tiempo o capacidad para sentarme y planear un delicioso fin de semana cultural. 

Con este objetivo en la cabeza nada mejor que visitar la exposición de Edvard Munch en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Acaba dentro de una semana y tenía que hacer de tripas corazón, es decir, hacer como que no veía las colas de domingueros a las puertas del Museo. Lo había intentado varias veces y no lograba superar el vértigo. Hoy, a siete días del cierre, y con pocas perspectivas de ir a Oslo a visitar el 'Munch Museet', he entrado como una autómata, comprado la entrada y sin pensar me he visto en la primera sala de la exposición. Un acto heroico sin precedentes.

Dicho esto, ya tengo otro propósito para este 2016, pensar muy y mucho si volveré a ver otra exposición monográfica en el Thyssen. Todas sin excepción están tan llenas de gente que, lejos de disfrutar del arte, acabas atronado y con vértigos. La primera exposición en la que no ves ni un cuadro, piensas que te ha pillado la hora punta. La segunda, lo achacas a la mala suerte, y a que sólo puedes ir en sábado o domingo. La tercera, vas un martes, y es exactamente igual o peor... Y suma y sigue. Conclusión, es un problema de gestión del Museo. 

Tienen otro reto, la eliminación de las audioguías, el que para mí es el peor y más siniestro invento de la humanidad. Poder ver un centímetro de un cuadro es un logro. Escuchar el silencio y no un batiburrillo de explicaciones inconexas que salen de un aparato, es tanto como un milagro celestial.

Ahora toca hablar de Edvard Munch (1863-1944).




Conocí su obra gracias a una descripción de terapias contra la locura y el trastorno bipolar. Munch, que no debió nacer muy cuerdo, tuvo la mala suerte de tener un padre con gran obsesión por lo religioso (al ser protestante, estos detalles de su biografía se tapan, porque recordad, para los herejes, sólo los católicos son unos fanáticos y unos retrógrados). Para colmo su madre y su hermana murieron a edad temprana. Conclusión que era poco estable y así siguió. Su familia lo envió a un sanatorio mental y el médico (de ahí lo que comentaba de las terapias) le dijo que pintara, si esto le satisfacía y le ayudaba a estar tranquilo. Lo cual era algo revolucionario para la época.

Primera idea, todo loco y desequilibrado es - por definición - un genio. Porque Munch, digan lo que digan los noruegos y los críticos más sesudos, no es un gran pintor. Es cierto que tiene cuadros muy buenos, pero no es un creador singular, ni su obra tiene una fuerza conmovedora. Sí tiene el mérito de reflejar sus obsesiones, a saber, la soledad, la hipocresía, los celos, los vicios humanos y ¡atención! la maldad y perfidia femenina. Las mujeres, en sus cuadros, son retratadas como germen de todo mal, chupan la sangre de una forma extraña, absorbiendo desde la nuca. 


Al analizar sus cuadros no hay ni una sola genialidad que no haya sido usada antes por algún otro pintor. Todo genio desde el barroco hasta hoy sólo ha tenido un maestro, Velázquez. Él es la génesis de la expresión artística tal y como la concebimos. Suya es la pincelada al azar que encierra movimiento, la perspectiva, la fuerza apabullante del sufrimiento y también de la alegría. Hasta Madrid viajaron los Impresionistas, conscientes de que nadie podría igualarlo.

Los Impresionistas influyeron en Munch, se nota. Esa pincelada que había nacido en el barroco español, se deja sentir de forma tosca y desequilibrada.

También estuvo en Alemania, y allí copio a Ernst Ludwig Kichner. Pero la visión de la pubertad de Munch, claramente copiada de Kichner, carece de fuerza demoledora, de pasión y de empatía. Al ver los cuadros de Kichner percibes la soledad de la pobreza, la miseria de una sociedad que tiene como víctimas a niñas jóvenes. Al contemplar el cuadro de Munch, sólo ves a una adolescente desnuda.



Como veis, nada que sea completamente original suyo. Pero tengo la sensación de que si leéis esto no querréis - si visitáis Oslo - disfrutar de sus pinturas. Por favor, no. El arte se basa en la exploración personal de las emociones. Munch ofrece una visión de la vida que, sin duda, nos invita a pensar...

Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza.

(E.Munch. El Grito. 1893)

Por cierto, antes de que me olvide, y por si mis comentarios incitan a pensar otra cosa, la exposición es realmente buena.

M.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho la entrada. Sobre todo, la sinceridad, la mirada libre de prejuicios. ¡Enhorabuena!

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