lunes, 8 de febrero de 2016

Tita & Margaret


Hay seres humanos que buscan mariposas, nuevas especies de flores del campo, pájaros, descripción de modelos macroeconómicos que cuantifican la profundidad de la crisis... etc.; un heterogéneo mundo de saber que a mí no me dice nada, pero que estoy segura ha proporcionado momentos de auténtico deleite en aquellos que consideran haber logrado algo sublime. ¡Bien por ellos! Contrariamente a lo que piensan los nuevos refundadores del Estado, con o sin coleta, la grandeza de la humanidad tiene su base en la diversidad de pensamiento.

Cuando yo hago recuento mental de esos efímeros instantes en los el mundo no es un lugar caótico y asqueroso (lo que realmente es), me encuentro con que todos ellos están relacionados con cuadros, esculturas, libros y edificios. Sí, soy muy urbanita. Recuerdo la descripción de Rebeca Buendía en 'Cien años de Soledad', la muerte de Don Quijote de la Mancha, cuando se cansó de pelear por sus sueños, la primera vez que vi las Puertas del Baptisterio de San Juan en Florencia, o la Capilla de los Scrovegni en Padua, un día de noviembre en el que no había turistas. No puedo olvidar a Teodora en Rávena o a la 'Mujer Planchando' de la época azul de Picasso, expuesto en el Museo Guggenheim de Nueva York. Me refugio en esos pequeños recuerdos conmovedores cuando la mediocridad que me rodea no me permite ni respirar.

Otra de mis grandes pasiones es pasear por Madrid, perdirme un tercio de Mahou y poner una cruz a aquellos sitios donde no sirven esta delicia tan típicamente nuestra. Como en Platea, mal este sitio, mal. Sirven una cerveza que intenta ser sofisticada, pero que sólo es cara y a años luz de Mahou. Momento chungo en Madrid, rematado al salir de este pretencioso lugar con la horripilante visión del nombre de una mini-plaza que está dentro de la propia Plaza de Colón, no sé a cuento de qué venía una cosa así. Estoy hablando de la Plaza Margaret Thatcher. ¡Inaudito momento en mi vida! ¡Alucinante e indignante!

Desde el origen de los tiempos, España ha sido el enemigo al que había que aniquilar para ingleses y franceses. No han perdido ocasión para hacernos la pirula. Francia llegó a aliarse con los turcos, la gran amenaza para la Cristiandad, en la Batalla de Lepanto, sólo para perjudicarnos. Los ingleses apoyaban a muerte a los herejes en Flandes, no por comunión de ideas, sino porque tenían que reducirnos a cenizas.

Situándonos en épocas más recientes, hay dos personajes que han odiado a España de forma enfermiza. El francés Jacques Delors y la británica Margaret Thatcher. Solitos hubieran hecho las delicias de los psiquiatras especializados en 'manías persecutorias'. Estoy segura que la fobia/manía era tan profunda que los especialistas se hubiesen declarado incapaces de encontrar el origen de la enfermedad.
De Delors no voy a hablar, podéis consultar sus hazañas en internet, y de Margaret Thatcher sólo diré que se opuso a nuestra entrada en la Comunidad Europea, y que habló siempre de España con profundo desprecio. ¿Por qué le ponemos su nombre a una plaza en el centro de Madrid? ¿Cuánto más nos odian más reciben de nosotros? ¿Somos gilipollas? Estoy más allá de indignada.

Ayer, visitando el Museo Thyssen de Madrid, tuve uno de esos momentos maravillosos y sobrecogedores que anotaré en mi 'Diario de Arte'. Subí a la segunda planta del museo y me encontré de frente con el cuadro de Jaume Huguet (1414-1492), 'Misa de Peregrinos'. Su sobrecogedora delicadeza y fervor, me conmovió. Así que me dio por pensar en Carmen (Tita) Thyssen, en lo agradecida que me sentía hacia ella por procurarme este instante. Gracias a ella, hay en Madrid una soberbia colección de arte, y no existe ni una sola calle o plaza con su nombre. ¡Dios qué asco de país!






De acuerdo con la sociedad progre española, Tita es un ser despreciable, que engañó a un Barón multimillonario, cuya colección de arte, que - como cenutrios - no se han percatado que está deliciosamente escogida y conservada, fue pagada con creces por el Estado Español. Nos hemos reído de ella porque se ha encadenado a un árbol, y publicamos - como si fuera un bufón - detalles de su vida. La comparamos sin rubor con una retrasada mental. ¡Pero Margaret Thatcher tiene una plaza con su nombre en el centro de Madrid!

Creo que cuando los agoreros predicen para España un futuro negro como el carbón, se fijan en detalles como este. Indignante pero no sorprendente. Porque en este país, el que gana dinero es una mala bestia, que nos explota y maldice con su sola presencia nuestro absurdo entorno. Si alguien dona a la sociedad belleza o dedicación, lo hace por algo. Alguna razón oscura e inexplicable, que parte de una conspiración orquestada por unas fuerzas malignas que nadie se molesta en buscar (porque no existen, entre otras cosas) pero que con certeza están ahí.

Eso sí, cuando estas fuerzas malignas se alían para juntar sus venenos contra nosotros, les dedicamos una plaza.
Menos mal que existen cuadros y existe el Museo Thyssen, para que al llorar sea de emoción, no de impotencia.

M.

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