viernes, 12 de febrero de 2016

Un poco de todo...

Ayer pensaba en las mentiras históricas que nos hemos tragado a lo largo de nuestro periplo académico, todas encaminadas a crear un caldo de cultivo sin sustrato, alimentado por la falta generalizada de curiosidad por conocer la verdad. La consecuencia inmediata es que los mediocres pueden llegar lejísimos en este nuestro mundo. 

Últimamente leo muchos libros sobre la Edad Media, y flipo ante todo lo que nos han ocultado. Dejando que creyésemos que los hombres de entonces eran unos idiotas que pululaban sin rumbo y con una armadura ridícula, ocultándose por los bosques y participando en gestas de pacotilla a ver si la reina (muy ligera de cascos y con un tocado absurdo) caía en los brazos del caballero andante más fuertote. 

Primer culpable de esta visión, el poco peso que concede el sistema educativo español a la Historia. Segundo, Hollywood. Tercero (este seguro que no lo habíais pensado) los Ayuntamientos y sus esperpénticas ferias medievales. ¿Hay algo más anacrónico y ridículo? No, la respuesta es no. 




Unos tipos vestidos con una especie de trapos sintéticos y deportivas New Balance (son muchas horas de pie haciendo el tonto, hay que ponerse cómodo) y otros disfraces con mayor o menos gracia. Aderezados con un espectáculo callejero de flauta de madera (fabricada en China), tamborcillo ridículo y una serpiente pitón que no pega ni con cola. Porque este tipo de reptil proviene de climas cálidos y húmedos, es decir selvas tropicales que no había pisado nadie en la Edad Media. ¡El colmo de la perversión intelectual! Pero la gente acude como moscas a este horror sin precedentes que huele a fritanga.

Antes de que me olvide, es muy común colgar de los balcones blasones variados, la mayoría inventados, pero con la presencia invariable de la flor de lis. Todo vale en estas abominaciones festivaleras. 

Pues resulta que lejos de este folclore, la Edad Media engendró un motor intelectual que impregna nuestra cultura hasta límites que no alcanzamos a sospechar. Sí, nosotros hombres cultos del siglo XXI, con un horizonte a la vista que roza lo inconmensurable, somos nada al lado de lo que el hombre de la Edad Media fue capaz de gestar con unos exiguos medios materiales.

Unos pocos ejemplos:

Tras la caída del Imperio Romano, el hombre se encontró sin una referencia de poder temporal. Constantino, gracias a su providencial (es decir interesada) conversión al Cristianismo, dio la alternativa a que - tras las invasiones bárbaras - la Iglesia se constituyera como única fuerza de cohesión en un mundo de tinieblas. 

Quedaba, a partir de ese momento, un largo camino por recorrer. El primer reto era maquillar los ritos paganos para adaptarlos - en la medida de lo posible - al pujante dominio del Cristianismo, ahí nos encontramos a San Agustín. No olvidéis que, creyente o no, el ser humano busca la trascendencia. San Agustín trascendió sirviéndose de un pagano como Platón. Muy interesante este Padre de la Iglesia, gracias a su concepción de la sociedad, tenemos un presidente, un rey, un CEO en nuestras empresas. Alguien que está por encima de nosotros y debe dirigirnos ¿Empezáis a ver que la cosa tiene más miga de lo que parece? 

Los Bárbaros, en sus reinos esparcidos por Europa, seguían el Arrianismo (creo que dedicaré un espacio a esto, merece la pena), pero tras años de reticencias, finalmente sus reyes se convirtieron al catolicismo. El primer rey franco en hacerlo fue Clodoveo (481-511), que ya apuntaba maneras chovinistas. Y así uno tras otro hasta llegar a Carlomagno (742-814), aquejado de delirios ambiciosos. Los nietos de éste, en lo que se conoce como 'El tratado de Verdún', tuvieron que hacer frente a sus delirios dejando perfilada la historia de Europa para los siglos venideros. A saber, la eterna rivalidad Francia-Alemania, el desprecio de ellas dos a Italia como estandarte del poder de los Papas (ojo que esto parece que ha cambiado, pero nada de nada) y la fragmentación de Europa en nacionalidades más o menos sinsentido, pero muy beligerantes.

Conforme Bizancio perdía poder (sobretodo preeminencia cultural), los árabes nos ayudaban - ¡cosas de la vida! - a conocer a Aristóteles. Ahí Santo Tomás de Aquino estuvo bien atento y se valió del macedonio para hacernos ver que la búsqueda de la verdad se encuentra en la inmutabilidad, en el esfuerzo por evadirnos de un tiempo histórico siempre en movimiento. O lo que es lo mismo, el mundo se mueve, el hombre avanza y nuestro horizonte es necesariamente el más amplio. Esta imagen que tenemos del empequeñecimiento histórico en beneficio del presente. 

Hoy tantos siglos después, tenemos exactamente la misma visión de nuestro lugar en el Universo. 'Somos enanos que vamos a hombros de gigantes (la evolución de la humanidad) pero nuestro horizonte es más amplio que el suyo', decían allá por el siglo XIII.

Continuaré, esto es sólo el principio y por favor, no vayáis a ferias medievales. Es un insulto a la inteligencia.
M.


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