lunes, 24 de septiembre de 2018

La semilla de la bruja... Los premios y las reseñas.. Y otros temas que ya se me irán ocurriendo.

Hace unos meses comencé un nuevo episodio en mi modesta tarea de crítica literaria y de arte (el título me lo he otorgado yo, a falta de personas físicas o jurídicas que lo hagan), la de destripadora de los críticos...

Esta nueva fase de mi experiencia bloggera me está reportando innumerables momentos felices, primero porque en virtud de esta faceta me expreso como yo soy de forma espontánea, lo cual es genial porque me activa la hormona de la felicidad sin pretenderlo. Segundo, porque demuestro que cuando me expreso sin tapujos ni maquillajes, denunciando lo absurdo del entorno, acabo teniendo razón. ¡Y pensar que hay gente que mira en una bola de cristal!

No sé, tal vez debería dar un paso más y predecir el futuro analizando la yema del huevo, como hacía el extraterrestre que buscaba a Gurb desesperadamente por Barcelona.

Siendo honesta, y sin huevos de por medio, hay desenlaces que se ven con antelación. Ya grité desde esta tribuna - por ejemplo -  que la representación de Monte Olimpo era una basura incompresible, y que no entendía como había personas que soportaban 24 horas semejante espanto. Y resulta que mi punto de vista era el correcto, por coherente más que nada. El espectáculo ha pasado de ser la pera limonera, a ser criticado como malo malísimo porque su director  es un acosador y un sinvergüenza. Eso se veía venir, eso y que se valora todo en función de la carga ideológica que arrastra, si se critica a los dioses y a la religión, automáticamente es lo más. Pero si hay acoso, aunque sea infundado (recordemos que todos somos inocentes hasta que se demuestra lo contrario) ya el autor no está legitimado para criticar a la sociedad, y la obra pasa a la categoría de ''castaña pilonga''

Abarcar toda las tipologías de estupidez humana es imposible, porque - al igual que en Universo - están en continua expansión. Por ello se hace imprescindible inventar premios y rankings de todo tipo. Esto lo hemos copiado a los estadounidenses, que son los maestros en vender humo tóxico. ¿Qué tienen que ver los premios con la estupidez? Todo, todo absolutamente, son dos caras de la misma moneda. 

Como soy una fanática de la Edad Media, a la que tanto le debemos, intentaré explicar esta idea valiéndome de un modelo social enteramente medieval. Imaginemos un gremio de escultores en piedra de una catedral gótica, en el que hay un maestro conocedor de todos los secretos del oficio y que lo transmite día tras día a los aprendices. Éstos, que son analfabetos casi seguro, aprenden a expresarse y a influir en sus vecinos inventando lenguajes secretos más o menos esotéricos, estableciendo un sistema de recompensa basado en promociones y premios que sirven para hacer creer a los demás que lo que hacen es importantísimo, más de lo que quizás sea, porque la importancia de las cosas se mide en función de las necesidades de cada momento de la historia. Es simplicísimo. A un pobre campesino le importaba un bledo que una gárgola de la Catedral de León llevase un gorro frigio, si no tenía que llevarse a la boca. Pero a los canteros, semejantes necesidades del prójimo les traían al fresco, y se empeñaban en ser pequeños diosecillos que creaban magia en la piedra y - estoy completamente segura - organizaban comilonas para premiarse unos a otros y así clavar puñaladas traperas a otros compañeros con las mismas armas que se han usado siempre, las influencias, el dinero y el sexo.

Estas pautas de comportamiento son iguales ahora. No han cambiado nada. De ahí mi aseveración de que la Edad Media nos ha dado más de lo que pensamos y de que el ser humano vende humo, por más que queramos disfrazarlo de trascendente o fundamental. Todo depende del valor subjetivo que demos a obras, trabajos, pensamientos... Vivimos en una nube de mentiras sin fin.


Cada día, en mi trabajo, veo publicados en la intranet las decenas de eventos a los que van siempre los mismos y en los que se premian a los mismos. Es una especie de endogamia enfermiza y mareante, que no aporta realmente nada. Normalmente monopolizada por una élite excluyente que tiene gran poder sobre los medios y sobre los humanos que están a su cargo. Estos últimos han sido debidamente adiestrados para no darse cuenta de las mentiras que cuentan, y así se va inflando el globo, hasta que explota. No hay otra explicación para la crisis ¿pasada? y para las que vendrán. No es una crisis de deuda, ni inmobiliaria ni nada, es una crisis de humo a la venta.


Esto se puede extrapolar al mundo de la política. Los que piensan por nosotros y promulgan leyes absurdas, están muy ocupados para estudiar. ¿Alguien en su sano juicio puede realmente pensar que un líder de la oposición, ascendido a presidente del gobierno, una ministra o una presidenta de Comunidad Autónoma tienen tiempo para documentar y escribir un Master? Si realmente ha llegado a creerlo posible, es que nunca ha abordado el dominio de ninguna disciplina, ni la de jugar a las canicas en el parque.


Que les otorguen un premio es seguro, a los que tienen el Master y a los que, leyendo el currículum de estos iluminados, creyeron a pies juntillas que era cierta cada línea. Se premia al que miente y al que se cree la mentira, llevamos siglos así. El problema lo tiene quien no se traga nada de esto y se convierte en un paria y en un marginado. Si no trabajas y vives del cuento, es triste, pero al menos no te roban nada, más bien el sistema te da. Pero si - como es mi caso y el de cientos de miles de personas, encima te roban - sin que puedas rechistar - más de la mitad de tu sueldo (=esfuerzo), eres un paria por partida doble y un pringado de tomo y lomo. Un idiota, un anormal y seguramente te irá mal, por tonto. ¡Uf! Madre mía... ¡Cómo me he desahogado! Ni yoga ni nada, esto es la pera. Muy recomendable.

Yo iba a hablar de un libro de Margaret Atwood, me he vuelto a dispersar, no tengo remedio, pero es que la actualidad me absorbe más de lo que quisiera.





Mi primera aproximación a Atwood fue "El Asesino Ciego’’, que me encantó. Es audaz, agil, con un argumento bien planteado y resuelto con solvencia, toque de misterio incluido. Luego fue un no parar, “Alias Grace” y "El cuento de la criada’’ fueron los siguientes y ya…. ¡parón total! Pero con un recuerdo tan bueno que este verano, cuando trasteaba en una librería y encontré el nombre de Margaret escrito en letras rojas junto a un ojo maligno de bruja que todo lo ve, no me lo pensé, y decidí probar suerte.

Existen una obsesión cansina y repetitiva en los angloparlantes, Willam Shakespeare. De él emana toda la literatura mundial, el presente y el pasado, la luz que nos ilumina. No exagero, por favor, intentad recordar alguna película americana en la que haya alumnos y profesores, de cualquier tipo y condición, que no acabe tocando el tema de las obras de teatro de este individuo. No le quito mérito, y hasta me cae simpático, era - además de católico en tiempos convulsos -  un vividor con bastante empatía con lo que le rodeaba. De esto a que haya pasado a la historia como un "influencer" me parece demasiado.

Como no podía ser de otra manera hay UN PREMIO, otorgado por la editorial Hogarth, fundada por Virginia Wolf en 1917, que insta a los participantes a  transformar y/o reinterpretar alguna de las obras de Shakespeare. ¡Qué pesadez, dios de mi vida! Pero aun así - leyendo la sinopsis y siendo una rendida admiradora de Atwood - el planteamiento me resultó atractivo.

La obra Shakesperiana a transformar era... ¡Tachún, tachún! La Tempestad. (Importante: leed el argumento de obra antes de abordar el libro, ayuda bastante). El comienzo está genial, todo muy canadiense, un tipo (Félix) que organiza el festival de teatro de una localidad de nombre inventado, planteando ideas nuevas, totalmente volcado en su trabajo, tras dejar atrás un pasado de renuncias y pérdidas. Como era de esperar, otros se aprovecharán de su trabajo, tergiversando todo y empujando a este pobre hombre a vivir una vida de retiro tortuoso, en medio de los fríos que aquellas tierras ofrecen a sus habitantes.

Hasta ahí, fenomenal, todo muy esperable y con una prosa muy amena. Ya vas viendo que Próspero (el protagonista de La Tempestad) se asemeja muchísimo a este pobre diablo, que también tiene una hija que se llama Miranda... (He descubierto en este libro por qué hay tantas mujeres en América que se llaman así, a mi me parece un nombre espantoso, dicho sea de paso).


Miranda --- The Tempest (1916)



La segunda parte de la obra se sume en un fangoso y previsible argumento. Y pienso, si a esta mujer le han dado el premio sobre Shakespeare, porque se lo dieron... ¿Cómo eran las demás novelas que se presentaron? Por lo que, DESDE YA, me reafirmo en mi idea de que los premios son endogámicos y están totalmente podridos por dentro. 


El fárrago de la segunda parte describe la venganza de Félix, y cómo hunde en la miseria a todos sus enemigos, valiéndose de la desinteresada ayuda de los presos a los que imparte clases de teatro. Todo muy de Hollywood, muy poco creíble, más parece una serie tipo 'El barco del amor', conocido en España como..... ¡Vacaciones en el mar!

Como libro de autoayuda, genial, con la moraleja de 'los buenos siempre ganan y los malos acaban pagando', pero todos sabemos que eso NUNCA se cumple. Básicamente porque el concepto de bueno/malo es muy difuso. En fin, que es como lo de los premios, un mundo extraño, muy corrupto y con pocas ideas claras. Una lástima. Por ejemplo, las críticas que he leído sobre este libro son todas buenísimas, pero si yo tuviera que quemarlo, pues no me daría pena.

Un ejemplo más de lo sobrevalorado que está el mundo anglosajón.
Eso sí, leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones. 
M.

Por cierto, Margaret Atwood es una gran escritora, aunque este libro no me haya gustado mucho.

Cuando eres joven, crees que todo es posible. Te mueves en el presente, jugando con el tiempo como si fuera un juguete a tu disposición. Piensas que puedes deshacerte de cosas y personas, y aun no sabes bien que tienen la mala costumbre de volver
Margaret Atwood










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