martes, 25 de junio de 2024

Otros caminos.

Pese a ser una bloguera de pacotilla y un verso suelto en prácticamente todo, remuevo sentimientos entre mis seguidores. Tras escribir a corazón abierto lo que pienso sobre el fútbol, he provocado un huracán de reacciones y un rechazo inesperado. Mis propios familiares han criticado ferozmente mi visión directa y sincera sobre el tema. Es obvio que en un diario deportivo no me van a contratar, pero pensé - inocentemente - que alguien compartiría algo de mi furibundo rechazo, me equivoqué.

Esto me lleva a una conclusión obvia, no debo apartarme de la literatura y el arte, como de este tema casi nadie sabe nada, puedo hasta inventarme cosas. No lo hago, pero podría, porque aquí despierto admiración en aquellos que me leen. La sinceridad no se valora lo suficiente y no despierta debate alguno, lo sé, pero no escarmiento.

Hoy, por tanto, hablaré de dos escritores y sus libros y - de paso - daré alguna pincelada sobre la exposición de Rosario de Velasco en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Si no os interesan estos temas, podéis encender la televisión y ver un partidito de fútbol, hay todos los días a todas horas.

Como ya comenté aquí, a principios de mayo viajé a Sicilia, Italia me genera una explosión de sentimientos, me abraza y me inspira, me hace mirar a los bárbaros del norte de Europa con desprecio y altivez, me llena de asombro y me invita a leer y a comprender el mundo desde su historia, que nos ha modelado a todos y cada uno de nosotros. 

Somos tan parecidos a los italianos, tanto, que manifiestan hacia nosotros ninguna animadversión pese al tiempo que estuvimos allí, en el Ducado de Milán, en Sicilia y en Nápoles. A los austriacos y a los franceses, por el contrario, los odian con todas sus fuerzas, especialmente a los primeros. 

Otro apunte más, cuando se estudia la historia de la Península Ibérica, se describe a los musulmanes, a los fenicios, a los propios godos y a otros pueblos como invasores. Pero al hablar de Roma, nos parece un hecho totalmente lógico que cuatro de los emperadores más importantes nacieran en Hispania, como parte de un proceso natural y lógico. No tenemos la sensación de que invadieran la península (que lo hicieron), ni que sometieran con bastante violencia a muchos pueblos, condenando a sus miembros a la esclavitud y al destierro. Hay un lazo que nos une, es sutil, pero está ahí.

Esta hermandad es muy patente en Sicilia y, por extensión, ha influido en los escritores que en ella han nacido. Leonardo Sciascia (1921-1989) es el ejemplo más evidente de esto, gran conocedor de España y del Quijote, en sus impresiones sobre ambos países describió con gran agudeza este sentimiento de inferioridad, de caos y individualismo estéril que nos caracteriza. No es muy conocido aquí y es una pena, porque escribe maravillosamente. Algunas de sus novelas policiacas están un poco pasadas de moda, pero no por su prosa, más bien por los métodos policiales que describe, ampliamente superados por el avance científico en este particular.

Leonardo, como la gran mayoría de escritores sicilianos de su época, fue militante del Partido Comunista Italiano, defensor de los oprimidos, crítico con la Iglesia y sus miembros, y - por extensión - con la Mafia, que consentía y ampliaba sus privilegios centenarios, entre otros agravios. No fue hasta muy avanzado el siglo XX, cuando sacerdotes y obispos se atrevieron a denunciar abiertamente su métodos y su violencia. No obstante, no puede dejar de incluir en sus libros a algún sacerdote modesto y con fe verdadera que observa con espíritu crítico y desde la absoluta impotencia como los corruptos y los malos se hacen con el control de todo. 

En esos días de viaje por la isla leí 'Todo Modo', una novela que sólo puede contextualizarse tras observar la vida siciliana durante un tiempo. Os la recomiendo porque ofrece un relato cerrado pero certero de la miseria que esconde la política y las intenciones de los que a ella se dedican. Ante las embestidas del mal sólo hay dos opciones, acabar muerto o huir cuando aun se está a tiempo.

Como el viaje fue en grupo, no pude perderme sin rumbo ni concierto por las ciudades. Igual que hay personas a las que les gusta perderse por la selva para ver si aparece una oruga, o se cuelgan de un árbol para que les pique una libélula asesina, a mi me encanta patear las ciudades, caminar y caminar, entrar a sitios raros y dedicar horas a visitar museos. En Sicilia esto último es complicado porque su patrimonio histórico ha sido expoliado concienzudamente y - excepto los templos que son difíciles de mover - no queda nada. Afortunadamente en Palermo pude perderme un par de horas, tomarme una granita y comprar un libro de otro siciliano, Andrea Camilleri (1925-2019), este escritor sí es muy conocido en España, prácticamente toda su obra ha sido traducida. Como no hablo italiano, tuve que comprar 'El rey campesino' en español


Camilleri fue - veis que es una constante - gran conocedor de la literatura española y militante del Partido Comunista en su juventud. Su homenaje a Manuel Vázquez Montalbán cristalizó en las novelas del Comisario Montalbano. Los libros son muy buenos, pero indudablemente el caos y el atraso del sur vende muchísimo en los civilizados países del norte de Europa. Les encanta explotar esta idea, casi tanto como venir a cocerse como cangrejos a la playa y hacer el ridículo coreando canciones de Abba en karaokes de quinta categoría. 

No hablaré de Montalbano, pero sí de 'El rey campesino'. Hay épocas de la historia de Sicilia que son apasionantes, la más alucinante es la de los Normandos, de la que ya hablé, otra es el reinando de Alfonso V el Magnánimo y la tercera - para mí - es el impacto que tuvo en la isla el cambio de dinastía en la Corona Española (comienzos del siglo XVIII). Esta novela trata esta época, aunque hay que bucear entre líneas porque, como he leído en las críticas que se hacen a la novela, la trama empieza muy bien, es divertida y ácida, pero se desinfla al pasar las páginas, convirtiéndose en un batiburrillo de personajes que no pintan nada y cuya aparición sólo se justifica como azote de poderosos y víctimas de los desmanes de la Iglesia, pero sin un argumento que genere interés y que permita dibujar a los protagonistas en el contexto histórico que justifique sus acciones.

Un escritor famoso, con proyección internacional, se ve obligado a publicar y publicar, como consecuencia de algún contrato leonino por el que debe sacar a la luz un número mínimo de libros al año. Esta novela creo que es producto de esta circunstancia. Camilleri es capaz de escribir sin ton ni son, de llenar páginas y páginas, porque tiene un don que pocas personas poseen, el de jugar con las palabras y combinarlas de infinitas maneras para poder componer un mosaico que - aunque poco consistente - no deja de tener interés.

Cada vez que describe a un sacerdote o a un noble español, nos ofrece una caricatura exagerada de avaricia, impotencia sexual, estupidez y cortedad de miras. Tampoco creo que pudieran actuar de otra manera, porque los sicilianos de la época no parece que fueran un prototipo de sofisticación. Pero el poderoso/rico siempre es malo para un comunista, el causante de todos los males, el germen mismo de la desigualdad. Es muy fácil dar forma a una novela si eres un virtuoso de la palabra y explotas esta idea que compra casi todo el mundo.

Si nos guiamos por las ideas de Karl Marx, la casa debe comenzarse por el tejado, no hay que preocuparse por los cimientos. Es tan difícil - una vez significado políticamente - abandonar el proselitismo, que debe resultar casi imposible lograr escribir un relato constructivo de la historia de Sicilia. Tengo la impresión de que sólo hay una capa de ideas que sobrevuelan - el tejado - sin que necesariamente tengan mucha consistencia -  los cimientos -.

Hay que comer, y para eso es conveniente repetir los mantras del progresismo. Por eso, una pintora talentosa y transgresora ha sido relegada al olvido, porque ella militó en el otro bando, el de los afines a la dictadura fascista de Franco. Gracias a la obstinación de algunos familiares, su obra ha sido rescatada y se puede ver (una parte) en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta septiembre de 2024. Os pido que vayáis a contemplar los cuadros de Rosario de Velasco, la fuerza de una mujer (en este caso, como fue creyente, el sexo no inclina la balanza a su favor) que expresó de forma honesta sentimientos sencillos pero poderosos, que se dejó influir - para darles forma - en Sandro Botticelli y en Piero della Francesca, pintores que aun nos conmueven, que nos alejan de ideologías y de perjuicios, que nos evitan el tormento de tener que mirar más allá del cuadro para poder entenderlo todo.

Rosario de Velasco
Óleo sobre lienzo, 164 x 167,5 cm
Museo de Bellas Artes de Valencia

Leed mucho,
M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario