Sigo obsesionada con Plutón. No consigo quitármelo de la cabeza. Ya intuía yo que tendría que hacer terapia para superar estos delirios. A veces hasta sueño que yo soy una de las elegidas por el Estado para integrar la primera misión allí, la de toma de contacto. Y me visualizo haciendo una lista con las cremas que tendría que comprarme, porque a - 230º la piel debe cuartearse muchísimo, el tipo de ropa - intuyo cero glamourosa - necesaria para ese frío terrible y los libros que tendría que llevarme, no sesudos, más bien novelas de misterio para imbuirme en la trama y olvidarme de donde estoy. Yo intimar con los plutonianos, no creo que lo haga. En este tipo de expediciones siempre hay gente que se presta a ir diciendo sandeces a los lugareños, como si sus vivencias y sus opiniones fuesen la pera, un faro en el universo, y como seremos escogidos de forma científica, por miembros especializados de los poderes públicos, cargos políticos curtidos en las disciplinas para las que son nombrados, pues ya se cuidarán de que haya un espécimen de cada grupo humano, en lo que se refiere a etnias, gustos musicales, sexuales, estéticos... etc. Lo cual me tranquiliza mucho, puesto que ya intuirán, en las entrevistas previas a la expedición, que yo no tengo interés en enseñar nada, ni compartir nada con los plutonianos, y que no sé ni a qué voy.
Muchos os estaréis preguntando, ¿y entonces para qué van a elegirte, si no piensas interactuar? Pues muy sencillo. Soy parte de esa clase media - cada vez más exigua en número de personas y recursos - que es esquilmada sin piedad por el Estado. Llegado el momento de dar un paso más, otra vuelta de tuerca, que requiera que busquemos nuevos asentamientos para los humanos (por si la Tierra llega a ser inhabitable) escogerán a los que ya explotan, a los mismos de siempre. No indagarán si hay otros a los que les apetece montarse en la nave espacial. NO, eso supondría trabajar, gestionar, y recordemos que los que nos dirigen no creen que tengan que hacer esa labor. Su gran aportación al sistema social consiste en la esquilmación y aniquilación de las fuerzas intelectuales y productivas para aprovechamiento y lucro personal, y para conseguirlo, lo mejor es ir a lo fácil pronunciando discursos grandilocuentes. Lo sé, ahora os he metido el miedo en el cuerpo, muchos ya os veis en la nave espacial. Mirad que lo siento. Y con la mala noticia, que por más que busco en internet, no encuentro ningún tipo de establecimiento especializado en este tipo de terapias cósmicas.
Importante si no queréis acabar peor, no leáis el link de Wikipedia relativo a Plutón, porque podéis caer en la desesperación.
Así que con estos delirios constantes, me dio por investigar a fondo la figura de Juana I de Castilla, más conocida como ''Juana la Loca''. Antes de seguir, por si lo olvido, debéis saber que los nobles castellanos jamás consideraron ni declararon a Juana como loca o demente. Puede que por interés, pero me inclino a pensar que por llevar la contraria a su hijo, Carlos I, el Emperador aniquilador de herejes y fundidor de recursos castellanos para beneficio y gloria propias.
Por partes. Algo tenemos los castellanos que todo el mundo se cree con derecho a esquilmarnos y en los tiempos modernos - yendo un paso más allá - se ha ampliado al insulto y la vejación más grosera. Obviamente esto se corta con un poder central fuerte y centrado en lo nuestro, pero históricamente esto ha brillado por su ausencia. Isabel la Católica fue la última gobernante que procuró dar lustre a Castilla mediante mecenazgo de artistas (Juan de Flandes es un ejemplo de ello) y por vía de matrimonios de conveniencia de sus hijos con los herederos europeos. Colón había llegado a América, ahora se trataba de poner a Castilla en el mapa (ojo digo Castilla, no España, aun no habíamos dado el paso hacia la integración del resto de naciones que componen este peculiar Estado). Su hijo varón heredaría el trono, y el resto estarían ''felizmente'' casados con los reyes de Inglaterra, el Emperador de Sacro Imperio y Portugal. Pero - cosas del destino - la cosa fue malamente. Como en el juego de ajedrez, fueron cayendo las piezas clave y al final Juana se erigió con legítima heredera de la Corona de Castilla.
La historia de Castilla, como Reino independiente y poderoso, es sencillamente apasionante.
Cuando contrajo matrimonio con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, duque de Borgoña, Brabante y conde de Flandes, en 1496, tenía diecisiete años, pensaba que viviría siempre en la corte de Flandes, que sería feliz y comería perdiz. Pero la vida de muchas vueltas y la codicia humana sigue un camino constante. No somos nadie. Y encima la pobre se enamoró perdidamente del idiota de su esposo. Porque el pobre muy listo no parecía. Codicioso y ponzoñoso si, pero inteligente no demasiado.
Juntos hicieron dos viajes a Castilla, en el segundo de ellos, nuestro Felipe murió. Antes, como suele ser habitual en estos casos, había esquilmado junto con sus consejeros todo lo que había podido, y había urdido mil intrigas en connivencia con el monarca francés.
Nuestra Juana, aquejada de lo que ahora llamaríamos ''Trastorno Bipolar'', enfermedad entonces no diagnosticada, aunque sí conocida, vivía momentos de auténtica zozobra. Era la heredera de Castilla, pero todo era rarísimo, porque su padre (Fernando el Católico) no quería perder el control de los bastos territorios de Ultramar y veía que su hija era mentalmente inestable. O tal vez no. Pero en aquella época el control del hombre sobre la mujer y su peso a la hora de colocarla en un estamento definido era infinita. Si Juana hubiese sido un hombre, hubiera heredado el Reino y punto. Luego habría pasado a la historia como loco, sádico, demente, injusto... Pero en un hombre, esto son pecadillos sin importancia.
Total, que entre pitos y flautas, pactos entre gobernantes, derechos adquiridos e intereses de aquí y de allá, nuestro Carlos I de España llega a la Península, tras un accidentado viaje, en 1517. Un año muy prolijo en eventos, clave para Europa, con acontecimientos que se dejaron sentir en Plutón. Sólo que entonces no había recursos para enviar humanos allí y así huir de tanto despropósito.
El hombre flipó con lo que veía, claro, un sentimiento que ya ha sido una constante en los gobernantes patrios, y que dura hasta la actualidad, a saber... Constatación de que la miseria desborda y que hay seres necesitados de los mínimos recursos para su subsistencia, pero ninguna voluntad de repartir los suyos con ellos. Teniendo siempre en mente la expoliación de las arcas públicas sin pudor. Y de paso reparto con sus más allegados. La ventaja del siglo XVI es que el Rey era indiscutible, absoluto... Y no tenía que dar explicación alguna sobre su comportamiento insolidario y despótico. En la actualidad - lamentablemente - tenemos que tragarnos discursos huecos y vomitivos, llenos de engañifas y promesas incumplidas que nos amargan la vida sin necesidad. Unido lo anterior a un afán recaudatorio irrespirable. Y si alguien se queja e intenta ganar algún dinerillo extra, será observado por quien todo lo sabe y ve, el Estado, que si puede te manda a Plutón para seguir explotándote y vejándote. La humanidad avanza y las torturas se sofistican, pero el principio es el mismo.
Por partes. Algo tenemos los castellanos que todo el mundo se cree con derecho a esquilmarnos y en los tiempos modernos - yendo un paso más allá - se ha ampliado al insulto y la vejación más grosera. Obviamente esto se corta con un poder central fuerte y centrado en lo nuestro, pero históricamente esto ha brillado por su ausencia. Isabel la Católica fue la última gobernante que procuró dar lustre a Castilla mediante mecenazgo de artistas (Juan de Flandes es un ejemplo de ello) y por vía de matrimonios de conveniencia de sus hijos con los herederos europeos. Colón había llegado a América, ahora se trataba de poner a Castilla en el mapa (ojo digo Castilla, no España, aun no habíamos dado el paso hacia la integración del resto de naciones que componen este peculiar Estado). Su hijo varón heredaría el trono, y el resto estarían ''felizmente'' casados con los reyes de Inglaterra, el Emperador de Sacro Imperio y Portugal. Pero - cosas del destino - la cosa fue malamente. Como en el juego de ajedrez, fueron cayendo las piezas clave y al final Juana se erigió con legítima heredera de la Corona de Castilla.
La historia de Castilla, como Reino independiente y poderoso, es sencillamente apasionante.
Cuando contrajo matrimonio con Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, duque de Borgoña, Brabante y conde de Flandes, en 1496, tenía diecisiete años, pensaba que viviría siempre en la corte de Flandes, que sería feliz y comería perdiz. Pero la vida de muchas vueltas y la codicia humana sigue un camino constante. No somos nadie. Y encima la pobre se enamoró perdidamente del idiota de su esposo. Porque el pobre muy listo no parecía. Codicioso y ponzoñoso si, pero inteligente no demasiado.
Juntos hicieron dos viajes a Castilla, en el segundo de ellos, nuestro Felipe murió. Antes, como suele ser habitual en estos casos, había esquilmado junto con sus consejeros todo lo que había podido, y había urdido mil intrigas en connivencia con el monarca francés.
Nuestra Juana, aquejada de lo que ahora llamaríamos ''Trastorno Bipolar'', enfermedad entonces no diagnosticada, aunque sí conocida, vivía momentos de auténtica zozobra. Era la heredera de Castilla, pero todo era rarísimo, porque su padre (Fernando el Católico) no quería perder el control de los bastos territorios de Ultramar y veía que su hija era mentalmente inestable. O tal vez no. Pero en aquella época el control del hombre sobre la mujer y su peso a la hora de colocarla en un estamento definido era infinita. Si Juana hubiese sido un hombre, hubiera heredado el Reino y punto. Luego habría pasado a la historia como loco, sádico, demente, injusto... Pero en un hombre, esto son pecadillos sin importancia.
Total, que entre pitos y flautas, pactos entre gobernantes, derechos adquiridos e intereses de aquí y de allá, nuestro Carlos I de España llega a la Península, tras un accidentado viaje, en 1517. Un año muy prolijo en eventos, clave para Europa, con acontecimientos que se dejaron sentir en Plutón. Sólo que entonces no había recursos para enviar humanos allí y así huir de tanto despropósito.
El hombre flipó con lo que veía, claro, un sentimiento que ya ha sido una constante en los gobernantes patrios, y que dura hasta la actualidad, a saber... Constatación de que la miseria desborda y que hay seres necesitados de los mínimos recursos para su subsistencia, pero ninguna voluntad de repartir los suyos con ellos. Teniendo siempre en mente la expoliación de las arcas públicas sin pudor. Y de paso reparto con sus más allegados. La ventaja del siglo XVI es que el Rey era indiscutible, absoluto... Y no tenía que dar explicación alguna sobre su comportamiento insolidario y despótico. En la actualidad - lamentablemente - tenemos que tragarnos discursos huecos y vomitivos, llenos de engañifas y promesas incumplidas que nos amargan la vida sin necesidad. Unido lo anterior a un afán recaudatorio irrespirable. Y si alguien se queja e intenta ganar algún dinerillo extra, será observado por quien todo lo sabe y ve, el Estado, que si puede te manda a Plutón para seguir explotándote y vejándote. La humanidad avanza y las torturas se sofistican, pero el principio es el mismo.
La tortura que impuso Carlos I a sus súbditos castellanos fue la sangría sin control para crear una gran Europa Católica controlada por él. Pero la mayor tortura se la procuró a su madre, como necesitaba reinar en su nombre sin que ésta molestase, la tuvo encerrada en Tordesillas cincuenta años, incitando a sus cuidadores - generosamente recompensados - a que por todos los medios la volvieran más loca de lo que ya estaba. Otro de los trucos de los poderosos, hacer pasar por demente a quien más sabe o más daño puede hacerles. Ahora hay otros medios más sutiles, como el escarnio público, el chantaje, manipulación de pruebas, uso de influencias y manipulación de voluntades obedientes dentro de una organización de mayor o menor tamaño. Lo cierto es que poco o nada cambia el alma humana.
Y ahora diréis... ¿Qué tiene esto que ver con Plutón? Todo. Veréis. Cuando leo el periódico o analizo las decisiones que se toman en la empresa donde presto mis servicios, creo no comprender nada. Cada vez que he intentado criticar algo, poner de manifiesto hechos que a todas luces son ridículos, he sido tachada de demente y me han apartado. Como a mí, a personas mil veces más brillantes que yo, porque de lo que se trata es de crear un mundo hueco de matices, sin sustrato, de hojas que vuelan y palabras que se lleva el viento. De gestos que no sirven porque son un maquillaje de infamia y deshonor. Un deshonor larvado y cruel que ataca siempre a los más débiles, a los que no pueden defenderse y son atrapados en una tela de araña tejida con las justificaciones más viles. Por eso se encerró a Juana hace 500 años, por eso cualquier día de estos - si no servimos o somos molestos - justificarán nuestro traslado a Plutón. Porque nada hay más molesto que la sensibilidad y la crítica.
Así que ahora, 500 años después recuerdo a esta mujer, Juana I, víctima de mil infamias, diana de intrigas y ambiciones ajenas. E imagino lo feliz que hubiera sido en otro planeta, porque este deja mucho que desear.
Leed mucho (menos los detalles del Planeta Enano, eso no).
M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario