domingo, 27 de agosto de 2017

Galdós, las heroínas del siglo XIX y las grandes miserias de España.

Nada más refrescante para el verano que NO leer las novelas encuadradas en el tipo "lecturas estivales". Lo que pide el cuerpo es meterse en una trama otoñal, llena de frío, de esas que te llegan al alma. De esas que - algunas veces - por tener la sensación de disponer de más tiempo libre, debes leer. Novelas largas pero imprescindibles en el currículum de todo lector que se precie. De las que hablas sin parar a quien se presta a escucharte, de las que no pierden frescura ni actualidad porque sacan a la luz todas y cada una de las miserias humanas, sin omitir ningún detalle. 

Pues bien, como ya se puede intuir, hablaré de "Fortunata y Jacinta" de Benito Pérez Galdós. No haré un resumen de la novela, porque eso ya está publicado en mil páginas de internet. Ni hablaré de que dos mujeres luchan por el mismo hombre, siendo víctimas - cada una a su manera - de una sociedad anestesiada por los valores retrógrados de la Iglesia. Eso es repetitivo y manido. Ellas mismas son, sin duda, culpables de muchas de las miserables aventuras en las que se ven envueltas. Hay episodios en la vida que son consecuencia del azar, de nuestro nacimiento en uno u otro lugar, nuestra familia... Pero hay otros muchos que son consecuencia de nuestros actos, nadie mejor que nosotros mismos para crear cuentos destructivos en nuestra mente y llevarlos al escenario de nuestro día a día con letales consecuencias. 




Así, para empezar, hay tres conclusiones básicas que yo resaltaría de la novela:
1.- No hay un trama tan compleja (estoy segura) que trate el tema femenino con tal profundidad y delicadeza como "Fortunata y Jacinta". Otros libros realistas que abordan el tema de la mujer ("Anna Karennina" o "La Regenta") se focalizan en una sola vida. Aquí hay dos, paralelas y muy intensas.
2.- Es sorprendente que sean hombres los que saquen a relucir, de una forma tan reveladora, la esencia femenina. Las mejores novelas sobre mujeres han sido escritas por hombres. Esto me da que pensar. Es una especie de mezcla de sorpresa, caución, estupor, prevención y - por qué no decirlo - alegría. Si ellos quieren, parece ser que sólo si quieren, pueden llegar a conocernos. (No es - lo juro - un comentario feminista). 
3.- Lo que subyace en esta historia, que no esconde la miseria de los pobres, ni la ceguera conformista de los ricos, es la decadencia de España. ¡Oh España! Pero desde el punto de vista de dos víctimas, que - por ser mujeres - lo son doblemente.

(...) Esto pasaba a finales de 1872 (...) cuando la Península, ardiendo por los cuatro costados, era una inmensa pira a la cual cada español había llevado su tea y el gobierno soplaba. 
Fortunata y Jacinta. Parte II: 1, 2.

Aunque obvio, tengo que resaltarlo. De total actualidad. Sólo cambiando 1872 por 2017 y nadie sospecharía la edad de la frase.

Con "todo el pescado vendido" y en la cima de su creatividad literaria, Galdós se lanzó a retratar la vida del Madrid más convulso del siglo XIX, contando con personajes que son segundones, tanto en la novela como en la hipotética vida real, pero con el objetivo de demostrar que - precisamente por eso - su protagonismo es vital, activo, revelador y aleccionador. ¿Quién se atrevería a usar a dos mujeres - sin derecho a voto, sin una cultura boyante, sin voluntad - y a una comparsa de desheredados, miserables, enamoradizos, visionarios, y guerrilleros para retratar la vida diaria en Madrid? Sólo Galdós. Nadie podría haberlo hecho mejor, porque nadie tiene - creo yo - su capacidad creativa ni su desbordante imaginación.

La historia es la suma de relatos de vidas silenciosas. Vidas a las que una y otra vez les resulta imposible unir su voluntad a las palabras y los hechos. Construida por los que se hacen daño sin pretenderlo o pretendiéndolo.

¿Es realmente Jacinta una santa? No. Tampoco es una frustrada. Asume con una rapidez pasmosa su papel de esposa de un acaudalado miembro de la sociedad madrileña más influyente, valiéndose de la religión para justificar sus recelos y su deseo de preservar el orden establecido. Pero reivindica la modernidad y el papel de la mujer en ella cuando le parece conveniente. 

¿Es Fortunata una víctima de la miseria? No. Tiene en su mano la llave de una vida mejor, pero se lanza tozudamente a la perdición, en muchas ocasiones por maldad y por venganza, justo hacia las personas que más le han ayudado. No acaba de darme pena. Sí en la parte central de la novela, pero no al final, a pesar de su repentina muerte.

Los hombres, y de nuevo reitero que no son sensaciones feministas, actúan como lo que son. Hombres. Galdós no usa aquí matiz alguno para disfrazar lo que son y serán siempre, seres humanos que usan la fuerza y la inercia social que les protege para hacer lo que les viene en gana y engañarse a si mismos. 

Hacer su voluntad, por encima de todo y de todos. Juanito Santa Cruz a su servicio.

Engañarse hasta convertirse en un demente, pensando que un tipo feo, sin atractivo alguno, impotente y sin ambiciones, puede llegar a enamorar a una joven guapa, impetuosa y con ansias de libertad. He aquí la descripción de Maximiliano Rubín, voluntario perpetuo para rescatar a Fortunata de su descarriada vida.  Ejemplo común del comportamiento masculino redentor, que tantos tópicos ha generado en la literatura y en la vida cotidiana.

Por lo demás, creo que "Fortunata y Jacinta" es una novela redonda y soberbia. Tierna y descarnada a la vez. Imprescindible para toda persona que quiera convencerse de que España no tiene remedio, ni ahora ni nunca. Y pese a todo, ser capaz de sentir un amor inconmensurable hacia ella, precisamente por eso, por un simple y espontáneo deseo de huir de la perfección.

Contrariamente al sentimiento general, lo que más se quiere, es lo que más se critica. Y por eso Galdós era un amante profundo y sincero de su país. No perdió el tiempo en adularlo y, por eso, como ocurre siempre con las mentes críticas y reflexivas, fue apartado de los círculos de poder de este país de pandereta. Al final de su vida se quedó ciego, tal vez no quería ver. Ya había visto suficiente para querer a España a su manera, una manera con la que me identifico plenamente.

Leed mucho y sacad vuestra propias conclusiones de todo.
M.








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