jueves, 27 de junio de 2019

Los cuatro jinetes del apocalípsis y sus conclusiones universales...

Hay pasajes de la historia que me interesan más que otros, la Primera Guerra Mundial es uno de los que más me atraen. Creo que ha quedado claro en este blog porque he escrito un montón sobre ella. Me espantan los temas bélicos, los cargos militares, no sé si es más un teniente o un capitán. Sé - vagamente - que el sistema anglosajón de rangos militares difiere del nuestro en los grados medios, no sé diferenciar un tanque alemán de uno soviético, pero la Gran Guerra me fascina, la catarsis a la que condujo y la explicación que ofrece a gran parte de mi estructura mental, creo que son la clave a este atracción tan poderosa. 

El 11 de noviembre de 2018 se cumplieron cien años del fin de la Gran Guerra, la que juraron no repetir, la que destinó ingentes recursos a hacer el mal sin reflexión alguna, la que trituró sin estrategia millones de vidas humanas y - pese a todo - no consiguió lapidar lo que latía en el fondo, la inabarcable ambición alemana y, por extensión, la del resto de potencias europeas con el apoyo de los Estados Unidos. La herida que no cerró y que sigue sin cerrarse cien años después, con otra devastadora guerra de por medio. 

Creo que el conflicto simplemente manifestó, con los recursos y el progreso disponible hasta la fecha, todos los odios y rencillas mal resueltas en Europa en los anteriores dos mil años. No hay nada, ningún pensamiento, ningún principio, ninguna idea que no hubiese servido ya antes para lanzarse a dar palos al vecino, sólo que entonces, en 1914-18, había gas mostaza, bombas más potentes y - una vez abandonada la espiritualidad de la fe - un absoluto desprecio por el ser humano. ¡Bienvenidos al siglo XX! 

Y así, como sonámbulos que caminan sin rumbo, la humanidad comenzó el siglo buscando algo que jamás encontrará. Afortunadamente de estas contiendas se extraen infinitas conclusiones y moralejas. Y también se escriben maravillosas novelas, como 'Los cuatro jinetes del Apocalipsis' de Vicente Blasco Ibáñez.




Llevaba tiempo queriendo leer este libro. Blasco Ibáñez fue un excelente narrador y un puntilloso descriptor de la naturaleza humana. Hombre cosmopolita y con una vida muy activa en política, sus ideas 'revolucionarias' le obligaron a huir de España en varias ocasiones, llegando a establecerse durante un tiempo en Argentina, es precisamente durante uno de sus viajes en barco desde América a Europa, cuando conoce a un grupo de alemanes imbuidos de ideas imperialistas, xenófobas y pseudo-nazis que le inspiran la redacción de este libro. Donde los teutones quedan - sin excepción - en muy mal lugar. Digo pseudo-nazis, porque este libro se publicó en 1916 y Blasco Ibáñez murió en 1928, con lo que no es posible que se viera influido por el nazismo real posterior y que condujo a la Segunda Guerra Mundial.

Estas son la enseñanzas fundamentales de la novela, leída más de cien años después de su publicación: las heridas mal cerradas y la omnipresente xenofobia excluyente alemana condujeron a una segunda guerra en Europa en 1939. Y así seguimos, no hay que pensar otra cosa. Blasco Ibáñez nos describe una mentalidad enferma y llena de complejos hipócritas en personajes que - cuando son pobres - comen con humildad y obsequiosidad de la mano que les alimenta, pero cuando cuentan con recursos, su desprecio y sentimiento de superioridad no conoce límites. 

(...) ¿Dónde estaba, en los últimos cuarenta años de grandeza imperialista, la hegemonía intelectual de la que alardeaban los alemanes?... Excelentes peones de la ciencia; sabios tenaces y de vista corta, confinando cada uno en su especialidad; benedictinos de laboratorio, que trabajaban mucho y acertaban algunas veces a través de enormes equivocaciones dadas como verdades por ser suyas: eso era todo. Y al lado de tanta laboriosidad paciente y digna de respeto, ¡qué de charlatanismo! ¡Qué de grandes nombres explotados como muestra de tienda! ¡Cuántos sabios metidos a hosteleros de sanatorio!... Un Herr Professor descubría la curación de la tisis, y los tísicos continuaban muriendo como antes (...). La ciencia alemana ha dado mucho a la humanidad, lo reconozco; pero la ciencia de otras naciones ha dado mucho igualmente. Sólo un pueblo loco de orgullo puede imaginar que él lo es todo para la civilización y los demás no son nada... Aparte de sus sabios especialistas, ¿qué genio ha producido en nuestros tiempos esa Alemania que se cree universal? Wagner es el último romántico, cierra una época y pertenece al pasado. Nietzsche tuvo empeño en demostrar su origen polaco y abominó de Alemania, país, según él, de burgueses pedantes. Su eslavismo era tan pronunciado, que hasta profetizó el aplastamiento de los germanos por los eslavos... Y no quedan más (...) Alemania fue la patria de la música; pero los músicos rusos del presente son más originales que los continuadores del wagnerismo, que se refugian en las exasperaciones de la orquesta para ocultar su mediocridad... El pueblo alemán tuvo genios en su época de dolor, cuando aun no había nacido el orgullo pangermanista, cuando no existía el Imperio. Goethe, Schiller, Beethoven, fueron súbitos de pequeños principados. Recibieron la influencia de otros países, contribuyeron a la civilización universal, como ciudadanos del mundo, sin ocurrírseles que el mundo debía hacerse germánico porque prestaba atención a sus obras (...).
Los cuatro jinetes del Apocalipsis.
Ebook. Proyecto Gutemberg. Págs. 116 y ss.


Estas frases fueron escritas en 1915. Sobra cualquier tipo comentario o idea rompedora al respecto.

Hablemos un poco del argumento. Marcelo Desnoyers es un francés que huye a Argentina por dos razones, una ser rico y dos evitar alistarse en la Guerra Franco-Prusiana (1870-71). Con una mano delante y otra detrás, llega a América a buscar fortuna. Al principio, para dar emoción a la novela, no le va bien. Pero la suerte le acaba sonriendo y contrae nupcias con la hija de un castellano afincado en Buenos Aires, peculiar y muy acaudalado. Éste tiene dos hijas legítimas solamente. Una - como ya he dicho, se casa con Marcelo, la otra, una chica soñadora y endeble, se casa con un emigrante alemán, Karl von Hartrott. Ya se puede ver por dónde irán los tiros. Las dos familias, alemana y francesa, se encontrarán en Europa en agosto de 1914. 

Comienza la Gran Guerra con la familia alemana imbuida en ideas palmarias sobre la superioridad racial teutona, y la francesa sin saber qué hacer con el dinero y con un hijo único que sólo piensa en divertirse y bailar tangos. Julio Desnoyers.

Este personaje - verdadero protagonista de la novela - cae rendido a los pies de una mujer casada, que tras jurarle amor eterno e incluso abandonar a su marido, acaba transformada - a los pocos meses de empezar la guerra - en un alma piadosa y poco inclinada al vicio. Julio, desesperado y con la cabeza repleta de auto-reflexiones moralizantes, se mete en el avispero de la guerra. Mal. Muy mal. Los ideales grandilocuentes sólo conducen a abismo. 

(...) Todo eso de la lucha por la vida con su cortejo de crueldades puede ser verdad en las especies inferiores, pero no debe ser verdad entre los hombres. Somos seres de razón y de progreso, y debemos libertarnos de la fatalidad del medio, modificándolo a nuestra conveniencia. El animal no conoce el derecho, la justicia, la compasión; vive esclavo de la lobreguez de sus instintos. Nosotros pensamos, y el pensamiento significa libertad. El fuerte, para serlo, no necesita mostrarse cruel; resulta más grande cuando no abusa de la fuerza y es bueno. Todos tienen derecho a la vida, ya que nacieron. (…) La finalidad de nuestra existencia no es matar, para que luego nos maten a nosotros, y que, a su vez, caiga nuestro matador. Dejemos eso a la ciega naturaleza. Los pueblos civilizados, de seguir un pensamiento común, deben adoptar el de la Europa Mediterránea, realizando la concepción más pacífica y dulce de la vida que sea posible (…) Pero existe la Kultur, que los alemanes quieren imponernos y que resulta la más opuesto a la civilización. La civilización es el afinamiento del espíritu, el respeto al semejante, la tolerancia de la opinión ajena, la suavidad de las costumbres. La kultur es la acción del Estado que organiza y asimila individuos y colectividades para que la sirvan en su misión. Y esta misión consiste principalmente en colocarse por encima de otros estados, aplastándolos con su grandeza, o lo que es lo mismo, orgullo, ferocidad, violencia.(…)

Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Ebook. Proyecto Gutemberg. Págs. 123 y ss.
El error de Julio Desnoyers, es pensar que los pueblos del norte tienen valores elevados que defender, y sumarse al reto de luchar por ellos en un momento - el de la Gran Guerra - en el que la vida humana sólo tenía el valor de la carne picada. Porque en Verdún, en el Somme, en Ypres… la grandeza alemana, francesa e inglesa consistía en lanzar a jóvenes a matarse entre sí para aniquilar generaciones enteras de esperanzas. Las fuerzas ciegas del mal (como dice Blasco Ibáñez) corrían libres por el mundo. Pero hoy, aun hoy, pensamos, gracias al ingente esfuerzo de marketing realizado por nuestros vecinos del norte, que los pueblos del sur somos unos bárbaros sin ideas. El autor deja claro este punto, y, aunque lo intenta sin parar, no puede excluir a Francia de tan terrible realidad. Llega a afirmar,  con este único objetivo, que Francia pertenece a la órbita latina. Cuando ellos - los franceses - han usado este término con bastante arbitrariedad y como mejor les ha convenido.

(...) El aprendizaje de los príncipes herederos de Prusia consistió siempre en recibir bofetadas y palos de su progenitor el rey. El Káiser pegó a sus retoños; el oficial, a sus soldados, el padre a sus hijos y a la mujer; el maestro, a los alumnos; y cuando el superior no puede dar golpes, impone a los que tiene debajo el tormento del ultraje moral. 

Por eso, cuando abandona su vida ordinaria, tomando las armas para caer sobre otro grupo humano, son de una ferocidad implacable (…)

Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Ebook. Proyecto Gutemberg. Pág. 290

Blasco Ibáñez era un visionario, no cabe duda. Al leer esto me venían a la cabeza las imágenes de los oficiales alemanes pegando tiros en la cabeza a unos pobres diablos que caían en una zanja, como parte de su estrategia de avance por Ucrania y Rusia durante la Segunda Guerra Mundial. Estos oficiales cuadrados y con caras imperturbables, avanzando sin dudar para reventar cráneos, vestidos con abrigos impecables de Hugo Boss, y botas lustrosas de buena piel. Todo fabricado a conciencia, todo hecho a medida para expandir su xenofobia. El germen de esta imagen, como ya he dicho, está perfectamente descrito en esta novela. 



Hay pocas mentes privilegiadas y capaces de extraer consecuencias sustanciosas de los avatares del hombre, Blasco Ibáñez fue una de ellas, aun no había acabado la guerra y ya intuía el desenlace de ésta, lo que vendría después, y lo que significa en realidad la justicia. Estamos desamparados ante tanta arbitrariedad.

(...) No había justicia; el mundo era un producto de la casualidad; todo mentiras, palabras de consuelo para que el hombre sobrelleve sin asustarse el desamparo en que vive.


Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Ebook. Proyecto Gutemberg. Pág. 339


Leed muchísimo y disfrutad del verano.
M.

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