sábado, 1 de junio de 2019

Adios Balthus, bienvenido Fra Angelico y el verano Renancentista Florentino.

Lo conseguí, me he despedido como dios manda de las pinturas de Balthus en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid. En muchos momentos dudé que tuviera tiempo para contemplar de nuevo las sobrevaloradas obras de este pintor, aupadas por la superioridad moral de Francia y apuntaladas por la comunidad francófona suiza. Un cocktail de triunfo seguro, porque ni la temática, ni la evolución, ni el uso de la perspectiva, ni la copia pseudo-ecléctica de las caras de Piero dellaFrancesca, justifican el culto que se rinde a este pintor aun hoy. Puede que yo sea una crítica de arte chusquera, lo tengo asumido, pero empujar a Balthus hacia el Olimpo de los Artistas que han influído a la humanidad, me parece desmesurado y una burda compra por parte de marchantes de arte en busca de novedades alejadas de corrientes ya maduras (Balthus no puede encuadrarse en ninguna de la vanguardias del siglo XX) y americanos ricos atraídos por una vida bohemia y culta paradigma de lo que ellos tenían en su cabeza como concepto de "europeo digno de ser contemplado". Si leéis la vida de Balthus entenderéis esto último, un tipo con dinero, rodeado de artistas que pasó de puntillas por toda la miseria de la historia europea del siglo XX y que - merced a su posición acaudalada - pudo permitirse opinar sobre todo y todos. En fin, lo dejo. Reconozco que la primeras veces que vi la exposición no me disgustó (es soberbia en cuanto a comisariado y elección de las obras), pero mi despedida ha sido algo agridulce.

Por eso he recibido como un soplo de aire puro el gran acontecimiento artístico de 2019, la exposición de "Fra Angélico y los inicios del Renacimiento en Florencia" en el Museo del Prado de Madrid. ¿Qué tiene que ver esto con Balthus? Absolutamente nada, aunque si se le quiere buscar una línea de conexión - siempre la hay -  Fra Angélico era toscano, oriundo de una aldea cercana a Florencia. Piero della Francesca conoció a Fra Angélico en Florencia y - como ya he comentado - Balthus era un entusiasta Piero, al que copió, pero no superó intelectualmente ni en ningún sentido. Della Francesca es uno de los personajes más enigmáticos de la historia del arte, algo fuera de lo común. 

Pero hablemos de Fra Angélico (1390-1455) y la visita de sus cuadros a Madrid 564 años después de su muerte en Roma. El mundo en 2019 es diametralmente opuesto al que este monje dominico conoció en vida. Esto es importantísimo, porque hemos pasado de una aproximación al arte vetada a las personas comunes, es decir, la gran mayoría de los habitantes del mundo, a una especie de masificación descontextualizada y grotesca. Florencia en el siglo XV, estaba manejada por poderosas familias que amparaban a artistas en función de sus criterios propios, muy rígidos y encorsetados, academicismo se llama esto. Este academicismo estaba impregnado de principio a fin por la fe y los temas religiosos, vidas de santos, de Jesús y de la Virgen. Faltaban cien años para la invención de la imprenta, que conllevó la difusión masiva de las ideas, por lo que las obras de arte hacían la función de 'libros' a color, llenos de imágenes simbólicas que contaban de una forma visual y sencilla lo que los poseedores de dinero y poder querían. Estos mensajes a transmitir se resumían en dos ideas, Dios puede con todo, y es mejor ser pobre que rico, le caerás mejor al Altísimo cuando vayas al más allá.

En 2019, ya despojados felizmente de estos miedos y supersticiones, Florencia ha pasado de ser una poderosa Ciudad Estado a convertirse en Disneylandia. Una parque temático de arte lleno de vociferantes chinos y americanos de crucero por Europa, acompañados por europeos que pasan el fin de semana en la ciudad porque han conseguido un vuelo tirado de precio. Un horror. Si la visita es en verano, es más terrible todavía. Menos mal que el ingente patrimonio florentino justifica todo tipo de penurias que puedas encontrarte, incluida la cola infinita para entrar a la Galería de los Uffizi.


(Fra Angélico)
Museo Nacional de Prado (Madrid)


Fra Angélico es uno de los culpables de convertir Florencia en una de las ciudades más bonitas del mundo, y por ende, de transformarla en un parque temático de beodos en busca de inspiración que - por más que busquen - no van a encontrar. Porque para entender su obra hay que entender la fe (no tenerla, ojo) y cómo gracias a ella, guiado por la inspiración divina, este monje dominico alcanza la perfección en su obra. Porque sólo persigue alabar la figura de dios y dejar que su humilde mano se guíe sola, con la fuerza de su amor a Jesús. Difícil comprenderlo. No estoy haciendo un tratado de fe, ni una reseña en una estampita piadosa. A mi también me cuesta trabajo imaginar que alguien se pasara la vida pensado esto, pero claro, a mi me ha tocado vivir en el siglo XXI, no en el XV.





"Non mihi sit laudi quod eram velut alter Apelles, sed quod tuis meritis omnia Christe dabam"

No me alabéis por ser otro Apeles, sino porque todo lo entregaba, oh Cristo, por tus méritos.

Basílica de Santa María Sobre Minerva (Roma)

Pero, ¿por qué la obra de Fra Angélico es tan importante y por qué la exposición del Prado coloca al pintor ahí donde debe estar, entre los privilegiados poseedores de un don inalcanzable para el común de los mortales? Muy sencillo, durante el tiempo que anduvo por este valle de lágrimas, el Gótico agonizó, comenzó a aletear el Renacimiento italiano, Florencia adquirió poder en un mundo donde América aun no aparecía y él mismo, como ya he repetido, tenía un innegable talento.

A lo largo de la Edad Media, potentes pensadores como Tomás de Aquino (también dominico) intentaron dotar al dogma cristiano de una dimensión racional. Había que explicar con la razón muchos de los puntos que la fe no podía aclarar, es decir, razón y fe andaban de la mano. Durante cientos de años, hasta la llegada del Renacimiento, el avance intelectual fue potentísimo, con la ayuda de los postulados de Platón y Aristóteles, se dotó a la sociedad de unos valores universales de los que todavía (sin ser conscientes de ello, me temo) nos nutrimos. Tras el fin del Gótico (Baja Edad Media) y con la caída de Constantinopla, transcurre una época bisagra que busca raíces donde sustentarse y, como siempre, la piedra angular se fija en el progreso (=dinero) y la soberbia de los hombres.

En el caso de la obra de Fra Angélico, y la exposición del Prado, esto se ve con sorprendente claridad. En las primeras salas, contemplamos una obra sin perspectiva, con cero audacia, reflejo de su aprendizaje como miniaturista en el taller de Lorenzo Mónaco, el hombre está al servicio de Dios, y su obra es humilde. Pero ¡oh cielos! Florencia adquiere poder, y atrae a arquitectos como Filippo Brunelleschi o Lorenzo Ghiberti, artistas como Paolo Uccello o Masaccio, estos por citar los más conocidos, y Fra Angélico - virtud de su contacto con ellos - dota a sus pinturas de movimiento, que junto con la espiritualidad, hace que las figuras se muevan con una cadencia tan armoniosa y delicada que te elevan a altísimas cotas de trascendencia. No hay muchos pintores que consigan esto, creedme. A partir del siglo XV y con esta senda marcada por artistas como él, la razón y el progreso siguen un camino separado de la fe, para no volver a juntarse nunca.

El divorcio razón/fe que se da en el Renacimiento, tiene - sin duda - consecuencias que han conducido a Europa y su cultura a dominar el mundo conocido. Separar los asuntos mundanos de los religiosos es la base de nuestro progreso. Pero - por otra parte - ha elevado al hombre a una categoría de diosecillo sin fe que ni los filósofos más eminentes han conseguido caracterizar, al menos en el papel, para llegar - ya en el siglo XXI - a dar forma a un tipo de individuo que pasea en pantalones cortos por Florencia sin saber ni lo que ve, la fe la perdió hace siglos, y la razón es un concepto abstruso para él. Y esto es grave. 

He leído muchas cosas estos días en relación a Fra Angélico y a los aspectos que rodearon sus quehaceres pictóricos. No era el fraile mojigato que solemos tener en la cabeza, más bien lo contrario. Pero me llamó la atención un apunte sobre el movimiento que comienzan a tener las pinturas en este época y cuya piedra angular son los trabajos de Masaccio en la Capilla Brancacci de Florencia, y en concreto la escena de 'San Pedro cura a los enfermos con su sombra'.


Masaccio. 
"San Pedro cura a los enfermos con su sombra"
Capilla Brancacci (Florencia) 1425


En esta pintura al fresco, San Pedro mueve sus pies. Como se moverán los brazos de la virgen en 'La Anunciación'  de Fra Angélico del Museo del Prado, dando a entender que los designios de Dios son inescrutables y su decisiones están tomadas con férrea e inapelable condición, pero el ser humano tiene la última palabra para aceptarlas y cambiar su vida, y la de muchos otros. Y aquí está lo más sublime de toda idea humana, de nuestro mundo y de nuestra fe. Seamos creyentes o no.

Con calma he analizado cada pincelada de este genio en la exposición que podremos disfrutar hasta septiembre de 2019 en El Prado, al que la razón y el progreso dieron de lado en un determinado momento historia. Ahora, con nuestra mente modelada bajo el cincel de siglos de imparable progreso, creo que es un buen momento para - viendo estos cuadros - valorar si lo que hemos ido dejando por el camino debemos resucitarlo de cuando en cuando, para no perder la esperanza en la grandeza del hombre y sus infinitas facetas.

Id a ver la exposición.
M.

1 comentario:

  1. Qué disertación tan interesante. Balthus no me ha disgustado visto a distancia, pero es que yo soy benévolo con todo lo que sea plástica (mis conocimientos también son limitados), y si hubiera visto la exposición acaso tuviera una idea más definida. Recuerdo que hace años unos amigos que andaban en el mundo creativo, digamos, no me hablaron nada bien de Balthus, pero pensé que era cosa de gente que sabe y yo solo me dejo guiar por lo instintivo de la mano de lo emocional. Pero bueno, me he perdido la muestra por lo que sigo sin un criterio claro sobre la obra del tal Balthus. Agradezco, no obstante, tus pinceladas particulares.

    El siguiente comentario que haces sobre el Fra y el Renacimiento es más apetitoso. No sé exactamente qué obras hay, aunque en la página del Museo de El Prado he visto nombres, no así cuadros (tal vez no he dado con ellos) Das una explicación fascinante, de clase pero para mayores, y como estoy aún en tiempos de aprender (no tanto de aprendizajes, aunque acaso al final se trate de lo mismo) te he leído con interés. Y ahí sí que me pica hacer la visita a esa exposición. Además porque tengo un tanto olvidado el tema Renacimiento. Por supuesto vi al Fra Angelico de Florencia in situ, con mucha comodidad, por cierto. Hace tiempo. Y aunque las colas de los Uffizi ya eran un hecho y la aglomeración dentro ídem, al menos fue un impacto, porque aquello es el Olimpo de las obras de los dioses, que no de los dioses mismos. El secreto de la semana que pasé en Firenze es que no tuve prisas, no vi ni la mitad de la mitad, dejé mucho de la ciudad para otra ocasión y disfruté de vistas superiores sobre el Arno, calle, trattorias y terraza de café a pesar de las ingentes excursiones de todas nacionalidades que deambulaban como zombies. En fin una constante aberrante, no solo por la masa en sí, sino por lo que señalas, que la mayor parte de esos hombres y mujeres de masa no aprecian ni preguntan ni se interesan ni indagan ni buscan el resquicio para soñar ante tanta grande bellezza.

    Y para evitar lo que dicen que le pasó a Stendhal hace tiempo que me conformo con poco cuando visito los paisajes del arte. Siempre hay posibilidad de seguir indagando, de volver a la visión directa y de dejarse deslumbrar, si es que te dejan. Lo del Renacimiento, la transmisión de pensamiento, la exploración de recursos e invenciones, las ciudades y el crecimiento burgués, las luchas de poder entre fuerzas de todo tipo, es todo un capítulo complejo que también se puede deducir de la contemplación de obras de aquel tiempo. No es mera estética, es sobre todo vida, incluso con sus impurezas y contradicciones. Y naturalmente, no es un tema de fe, no solo para mí sino para los mismos creyentes actuales creo que las imágenes no les suscitan demasiado interés, son vírgenes guapas y episodios de vida de santos y bíblicas, se sienten refrendados por ellas de una manera vulgar, pero dudo que exploren lo que había en otro tiempo tras la mano de pintores, clanes sociales y políticos, y formas de vida urbanas sumamente avanzadas. En fin, que me he liado, pero te diré que yo no me atrevo a hablar como hacen muchos de una cultura cristiana, y menos cuando veo la riqueza y multiplicidad expresiva que hubo.

    Que me apunto al Fra, vaya, aún hay tiempo. Ah, antes mencioné al viajero del síndrome y he recordado que cuando visité la ciudad estaban rodando un film titulado precisamente "El síndrome de Stendhal", no basado en la vida y obra del escritor, es un título excusa para una película de serie B de Dario Argento, en la que trabajaba (y por allí la vi actuar en las tomas) su hija Asia.

    Disculpas por enrollarme. Gracias, salud.

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