domingo, 13 de mayo de 2018

Un canto a favor de Eurovisión... (por llevar la contraria)

Soy una friky, me gusta Eurovisión. ¡Toma ya! Me ha gustado siempre, desde que era pequeña, cuando en el festival sólo participaban los países de la Vieja Europa, y se presentaba al director de orquesta que acompañaría al artista antes de cada actuación. Me gustaban esas votaciones infinitas, en inglés y francés, empezando desde un punto y acabando en doce. 'Uayominí', era lo que yo entendía en francés, que era Reino Unido.

Ahora, esa parte del imaginario de mi niñez se ha visto sobrepasado por un espectáculo de luz y color, donde la música pasa a un segundo plano. Se ha abierto la puerta a países minúsculos, convencidos comunistas en el pasado, que echan el resto para aupar a cantantes que no tendrán más momentos de gloria, no porque sus canciones sean malas, que lo son, sino porque la música que escuchamos, la que se vende, se produce exclusivamente en Estados Unidos e Inglaterra, donde los productores saben de qué va el tema y además su inglés es nativo, del bueno. No una mezcla extraña de esloveno-inglés.

Tampoco el francés pinta nada ya, ni en el desarrollo del espectáculo, ni en las votaciones... No hace falta hablarlo, porque para votarse entre sí los de siempre, usar una lengua muerta se convierte en un anacronismo insulso y pesado. El inglés siempre va más al grano, no tiene tantos matices como el francés, que es una lengua latina llena de recovecos. Que en los Balcanes hubo una guerra infernal en los 90 y que se mataron (mejor dicho masacraron) entre sí no importa, porque Eurovisión, el nuevo, el del espectáculo de luces led y personajes a cual más raro, demuestra que existen lazos profundos por encima de cualquier circunstancia. Y para eso el inglés sobra y basta.

Y aun así, sigue gustándome, por dos razones, la más importante es que no logro sustraerme de los recuerdos infantiles del Festival 'Uayominí', y la segunda es que me parece un ejemplo claro de la hipocresía salvaje del ser humano.

La música es una basura, pero el presupuesto del evento es tal, que muchos países se han negado a lo largo de la historia del certamen a organizarlo. Pero entretiene a la gente, todo el mundo lo comenta durante las semanas anteriores, aun sabiendo que ninguna de las canciones (ni la ganadora) llegará a tatarearla nadie, excepto contadísimas excepciones. Lo que pone de manifiesto que lo ve más gente de la que lo confiesa abiertamente, como yo, y que ya cualquier manifestación artística carece de sustrato aprovechable, sólo hay que organizar un espectáculo.

Casi siempre ganan canciones 'protesta', en el caso de este año, Israel, presenta a una chica espantosa de fea, con un look imposible de calificar, que denuncia el acoso que sufre la gente como ella en el colegio, para lo que se vale de unos alaridos tipo gallo que dan hasta grima. ¡Qué gran momento para el europeo medio de mostrar su solidaridad e irse a la cama tan contento!! Ha hecho la buena obra del día. Sin entender ni lo que dice la canción, ha mostrado su rechazo al acoso infantil, su apoyo a la lucha de las personas que son diferentes para encontrar su lugar en el universo. El lunes, cuando vuelvan a sus tareas cotidianas, y conozcan de primera mano casos de acoso, no harán nada. Entra dentro de lo posible, que - tal vez sin darse cuenta - serán acosadores ellos mismos. En fin, pecadillos sin importancia que podemos purgar de forma fácil.

Luego tenemos los cantantes que quieren consagrarse, pero no lo logran... ¡Puf! Pobres, estos son los peores, viven engañados. Gurús de la canción, que culpan de su falta de galas y de éxito a festivales como este. La gente es idiota, no sabe de música, dicen. Entiéndase 'saber de música', gustarle única y exclusivamente la que ellos hacen. Esto valdría como argumento antes, pero ahora ya está un poco cogido por los pelos. En Spotify hay de todo, pero es que ni su familia les escucha. Además, si no les gusta la música que agrada a las masas... ¿por qué quieren ser partícipes del fenómeno? Otro matiz por el que chirría este razonamiento es que el año pasado ganó Salvador Sobral, con una puesta en escena sobria y enarbolando como única arma su música llena de alma y cadencia. Ellos no se rebajarían a ir a Eurovisión, es la peste, el mal reencarnado, el anticristo. Muy afín este tipo de artista a la defensa del 'pensamiento único', tienen muy claro como hay que actuar en el mundo de la música, estás conmigo o contra mí. Cuando es tan música dar con un palo a una botella, como 'La sinfonía del nuevo mundo' de Dvorak. Pero la democracia y el respeto son valores no siempre bien llevados a la práctica.

Otro de los temas preocupantes, al hilo de la democracia, es la obsesión por dar voz a gente que no tiene ni idea ni de lo que se pregunta. Abnegando la profesionalidad con el chusquerismo democrático. Los pensadores que nos dirigen defienden que tenemos el derecho a opinar sobre todo. Vamos a cambiar el trazado de una calle, se hace una encuesta por internet, hay que plantar un geranio en el balcón del Ayuntamiento, se pregunta al ciudadano si las flores que brotarán deben ser azules, verdes o blancas. Eso es el colmo de la democracia, dar voz al pueblo ¡Lo más grande! Desgraciadamente se ha trasladado a eventos frikis como Eurovisión. Ahora la gente vota y ese voto (el popular) decide quien gana el certamen... ¿¿¿??? ¿Qué se valora? Lo políticamente correcto, lazos históricos y espectáculos esperpénticos varios. Esto es terrible en sí mismo, porque se empieza así y se acaba haciendo un referéndum sobre el Brexit, en el que precisamente a los que ni les va ni les viene, acaban decidiendo sobre el destino de personas que tiene mucho que perder con la sinrazón del que no sabe ni los puntos básicos del cuestionario. 

¿Veis como Eurovisión tiene más miga de lo que parece?

Dejo para el final a España y su participación. Algo digno de un estudio pormenorizado. Daré sólo unas pinceladas. Nadie nos vota ni nos comprende, eso - para los gurús musicales de los que he hablado - debería ser bueno. NO NO, en este caso es malo. Que los frikis que siguen el festival, que no saben de música (recordemos), no aprecien nuestras canciones es MALÍSIMO, no ofrecemos una propuesta de calidad. 

España juega mal sus cartas, nada más. Somos uno de los mayores contribuyentes a Eurovisión, pero no nos aprecian. Otra de las hipocresías del mundo moderno. Países que hasta hace 30 años no sabían ni que existía el festival, que hablan lenguas muertas (de ahí sus canciones en inglés pírrico), se dedican a darnos lecciones sobre este particular. Habría que recordarles alguna cosilla menor, como nuestra avasallante cultura centenaria o que - después del inglés - la música que más se escucha/vende, es la que se produce en español. Pero España, dirigida por mediocres, no se atreve a dejar las cosas claras.

Valga este razonamiento para suecos, noruegos y otros países nórdicos, que nunca nos votan, tal altivos ellos. De vez en cuando (véase el escándalo de la Academia Nobel) tienen también trapos sucios que lavar.

Acabo sí, con Amaia y Alfred. Porque a mi.... ¡Me han gustado! Era obvio que en Europa no iban a entender la puesta en escena. Que dos jóvenes muestren un amor cándido y sin tapujos en la pantalla es - para los puritanos herejes - algo inconcebible. Que un catalán y una navarra, hayan defendido los colores de España, tampoco cuadra, recordad que desde hace un año se muestra fuera de nuestras fronteras una Cataluña en la que TODOS se quieren ir y en la que nadie - una vez prueba el jamón serrano - se reconvierte en español, aunque sea por puro interés. Porque eso sería reconocer una España plural y multicultural, con roces, sí, pero diferente y enriquecedora, vamos, lo que siempre hemos sido y lo que siempre les ha fastidiado a nuestros vecinos que seamos. Para ello se han dedicado durante siglos a crear una leyenda negra sobre nuestro retraso, rigidez y xenofobia. Alfred y Amaia son molestos, no importa la canción, la prueba es que la ganadora es bastante peor.

Cuando ganó Masiel con ese maravilloso vestido, aun teníamos sueños por cumplir, los sueños ahora los dicta la hipocresía.



Leed y pensad por vosotros mismos.
M.


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