sábado, 12 de mayo de 2018

Herejías del los tiempos modernos....

Nota previa: NO voy a hablar de herejes, hogueras, disquisiciones religiosas o chamuscados varios. Voy a hablar de un libro y de una fiesta llena de glamour y trajes caros. Un libro sobre Cuba, una reflexión sobre la pobreza y el Sistema Castrista y una fiesta en Nueva York de ricos ociosos necesitados de algún sustrato cultural y/o actividad más orientada al bienestar de otros seres humanos. Una reflexión profunda en un castellano católico, frente a un esperpento instigado por los perjuicios protestantes. 

El libro, 'Herejes' de Leonardo Padura, un mago de las palabras y los sentimientos. Recomendable sin un pero. Instructivo, sincero, bien escrito y mejor estructurado. Un constante desafío a nuestra vena sensible, a nuestra reflexión sobre qué lugar ocupamos en un universo infinito, de designios extraños pero asombrosamente sorprendentes, de casualidades y círculos que se cierran cuatrocientos años después, porque todo lo bello logra trascender.

Lo bello en este caso no es la propia novela, es un cuadro de Rembrandt, el retrato de un judío, que puede ser Jesús o bien un contemporáneo del propio pintor y que constituye el eje del libro. Una historia que comienza a mediados del siglo XVII en Ámsterdam y concluye en 2008 en La Habana. Hay objetos cuya pertenencia marca la vida de las gentes, sus objetivos, su destino. Pero no por su valor intrínseco, más bien por lo desencadenan a su alrededor y como consiguen despertar la codicia en personas que ni tan siquiera conocen su verdadero bagaje, su alma.


Desconocía, antes de leer el libro, que en 1939 un barco, el  S.S. Saint Louis estuvo fondeado frente a La Habana. En él viajaban 900 judíos que tenían la esperanza de encontrar en Cuba un lugar del que escapar de la barbarie nazi. Así se les había prometido, por ello habían pagado un alto precio. Hasta ahí un hecho histórico probado. En ese punto, la novela nos da a conocer a una familia judía, los Kaminsky, que -  intuyendo la falsedad de la promesa - esconde entre sus pertenencias este lienzo de Rembrandt, con el que aspiran a comprar su libertad. Finalmente no son autorizados a desembarcar, dejando en tierra a parte de sus familiares, ya asentados en Cuba. El cuadro, desaparece. Como desaparecerá la familia Kaminsky, ellos en un campo de concentración a su vuelta a Europa. Los cubanos no los aceptaron, pero los estadounidenses, tampoco. La cosa de la guerra en 1939 no estaba clara para ellos y nos se quisieron mezclar, total, novecientas personas arriba/abajo, no van a parte alguna. 

El lienzo volverá a aparecer, claro. Dejando tras de sí víctimas, pero - como suele suceder - no las que merecen serlo, más bien los inocentes, los que sin remedio y como una partitura machacona e irreversible, sufren los daños colaterales buscando su sitio en la trama.

Cómo llega a conocer Padura la vida de Rembrandt con ese detalle, porque estoy casi segura de que todo lo que cuenta es cierto, es algo que merecería la pena que nos explicara. Cómo un hombre criado - como él - en una cultura ajena en el espacio y en el tiempo a la del pintor, puede expresar con esa sensibilidad y conocimiento, cada uno de los detalles que rodean la gestación de un cuadro, polémico desde su alumbramiento. ¿Cómo? Por eso os recomiendo que lo leáis y lo disfrutéis. Conoceréis la realidad de las familias judías que tuvieron que huir de España en 1492 (los sefardíes), como orientaban su brújula hacia la Península desde una ciudad a la que consideraban la Nueva Jerusalén, Ámsterdam. Da igual lo que nos arrebaten, siempre queda algo que nos une a lugares legendarios a leyendas y vivencias de nuestros antepasados.

En algunos momentos de la trama, piensas que ellos mismos - los judíos - se traicionan sin remedio, porque ni en la adversidad son capaces de procurar un bienestar común, de eliminar la intolerancia entre sus propias filas. Y - para justificar su propia ceguera - es habitual que aparezca un mesías en la Tierra. Entonces todo se precipita hasta el abismo. ¡Qué previsibles son los humanos y qué bien lo narra Padura! 

Hay un punto de inflexión en el que - de una manera directa - tiene que tender un paralelismo entre el siglo XVII en Holanda y el XXI en Cuba, nada más sencillo conceptualmente. La eterna decepción de los sueños incumplidos, aniquilados por discursos grandilocuentes y movimientos salvíficos que hacen aguas por todas partes. En el caso de Cuba es claro, el Comunismo de Castro y su efecto arrastre hacia generaciones perdidas en busca del mesías, porque el comunismo destruye (palabras del propio Padura) pero es incapaz de modelar nada que guíe al ser humano. Para explicar la vida de los judíos en Ámsterdam, se vale de un mesías que quiere desde Jerusalén cambiar el destino de su pueblo y que - al igual que Castro - los dejará a todos al borde del precipicio, tras haberse llevado por el camino vidas e ilusiones.

Para ilustrar y llevar al extremo la sensación de abandono vital, se vale, tras el punto de inflexión del que ya he hablado, de la desaparición de una joven 'emo', otro grupo urbano que desconocía antes de este momento. Básicamente son individuos que desprecian el mundo en el que viven y se alejan a su manera, autolesiones, drogas y una estética de pelos lisos y echados a la cara, maquillaje blanco, ojos marcados en negro y ropa estrafalaria. Confundibles con los góticos, pero diferentes hasta en sus gustos literarios y musicales.

Su forma sencilla y concisa de explicarnos que cada uno escapa como puede de lo que no le gusta, que suele ser más de lo que puede soportar. Objetiva o subjetivamente, este mundo lo hacemos un asco entre todos. Deberíamos ser más tolerantes con los deseos de otros y con su libertad para escoger. Esta debería ser una máxima que nos enseñasen desde pequeños, pero la moral que aprendemos no tiene sustrato alguno, es endeble y llena de frases huecas. Hemos pensado que el progreso nos liberaría de las lacras de Dios. Error. Los hombres, desde siempre hemos necesitado para vivir el influjo invencible de un creador, algo que siempre el arte, con su poder trascendente, ha intentado transmitirnos.

En la búsqueda de salvadores y mesías varios hemos empeñado esfuerzos que nos han dejado desorientados y maltrechos. La mayoría han sido farsantes, enfermos con sed de poder, con la avasallante pasión del dominio sobre otros hombres y sus destinos, sus mentes y su voluntad. Hitler, Stalin, Castro, Mao...

Las últimas páginas de la novela son los pensamientos en voz alta del escritor, identificándose con la joven emo desaparecida, ''ya no hay nada en que creer, ni mesías que seguir. Solo vale la pena militar en la tribu que tú mismo has elegido libremente. Porque si cabe la posibilidad de que, de haber existido, incluso Dios haya muerto, y la certeza de tantos mesías hayan estado convirtiéndose en manipuladores, lo único que te queda, lo único que en realidad te pertenece, es tu libertad de elección. Para creer o no creer. Incluso, para vivir o para morirte''.

Es posible que - como defiende Padura sin tapujos - Dios haya muerto. O lo hemos matado, al ignorarlo y convertirlo (estoy hablando de cualquier tipo de Dios, de confesión/creencia) en una especie de esperpento. Unas líneas más arriba, comentaba la falta de sustrato de la moral que nos enseñan en el siglo XXI, en la que - para colmo - hay credos intocables y otros pueden convertirse en objeto de mofa y divertimento de un grupo minúsculo de actores, modelos y gente con dinero que - puesto que no tienen que plantearse ningún interrogante filosófico, es innecesario para su cerebro de chorlito - organizan fiestas para hacer ver a la humanidad que ser católico es participar en un conjunto de ritos trasnochados pero vistosos, llenos de superstición medieval y que, como tal, hay que convertirlos en temática de una fiesta cuya celebración tiene lugar en uno de los museos que atesoran más cuadros de temática católica del mundo, el Metropolitan de Nueva York. Cuadros y obras de arte que han sido atesorados conscientemente con el dinero de millonarios estadounidenses, y que atraen a millones de personas cada año a sus salas, para que - así, siguiendo la estela de una idea brillante - idiotas pagados de sí mismos, aparezcan de esta guisa:


¿Realmente los asistentes a esta fiesta necesitan este tipo de eventos? ¿Son capaces de no plantearse lo patéticos que resultan, más cuando su posición en el mundo de la farándula no necesita de estos actos esperpénticos? ¿A qué tipo de mesías siguen? ¿Dónde está su moral? ¿En la de lanzar mensajes huecos para salvar el planeta? 

Efectivamente Padura tiene razón, de haber existido Dios - da igual cual - ya estaría muerto. 

Leed muchísimo.
M.

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