sábado, 27 de enero de 2018

Los tipos raros e incomprendidos...

Siguiendo con mis razonamientos intrascendentes - entendiéndose aquí el término 'intrascendente' como un conjunto de ideas que no llegarán a ninguna parte, ni provocarán cambio alguno en el pensamiento universal - me propongo dar una clase magistral sobre los individuos/as raros e incomprendidos que, con el tiempo, llegan a ser considerados genios. No llegará a ser mi caso, aunque me gustaría. 

Lo diré ya, la lectura de best-sellers tipo 'El Fuego Invisible', me dejaron turulata antes de las Navidades, las Fiestas me han atontado más, y el comienzo de la Cuesta de Enero y los tópicos que escucho a todas horas, han contribuido a no conocer ya ni mi nombre. Estoy en un laberinto oscuro, y no quiero ver la luz al final del túnel, porque tal cosa - ya sólo de pensarla - da miedo. Seguiré con mis anacrónicos pasatiempos y continuaré con las terapias para disfrazar el ruido que me rodea. Ya me veo con un trajecito largo y unos bucles tapándome las orejas, como su fuera Jane Eyre. ¡Qué bonito!




Reconozco que este tipo de libros 'top ventas' me aburren un poco, ya manifesté aquí que no les niego cierta capacidad didáctica, pero la redacción y el uso del vocabulario me parecen muy pobres, resultándome en ocasiones soporíferos. El lado bueno es que provocan en mí una necesidad perentoria de devorar literatura de la buena, para resarcirme de la pérdida de tiempo y para engañarme con que yo sería capaz de escribir algo como Jane Eyre, Fortunata y Jacinta, Ana Karenina... Y no como 'El Código da Vinci', aunque en realidad no soy capaz de abordar ninguno de los dos conceptos literarios, ni algo intermedio, ni dar un sentido coherente a una historia una vez me siento a escribirla. Me conformo entonces con leer buenos libros, a ser posible bien traducidos.

Lo sorprendente de leer un libro como 'Washington Square' de Henry James, es que - aunque conozcas perfectamente la historia y su desenlace - te engancha y te absorbe el tiempo que te tomas para saborearlo. Está tan bien escrito, desmenuza tan bien la psicología de los personajes, su entorno, como sus diferencias y peculiaridades conducen a una trama que es específica y particular por ser ellos como son, que no dejas de pensar que el escritor es una mezcla de psicólogo, crítico social y mago de las palabras. Galdós es superior, sin duda, pero el castellano es una lengua más rica que el inglés, que va directamente y sin ambages al meollo del argumento. Con lo cual, siendo menos intenso, puede resultar más delicioso e instructivo a ratos.

"Washington Square" narra la historia de una muchacha rica, pero con pocos atractivos sociales. Si bien al principio del libro parece tonta de remate, con el paso del tiempo se convierte en alguien más reflexivo y con un conocimiento de todo muy superior al de las mentes más hábiles que le rodean. Lo que me lleva a pensar que - una vez alcanzada la edad adulta de forma brusca tras un chasco monumental - excusada de tener que cumplir con las rígidas etiquetas sociales por lástima, alcanza su plenitud. Porque - a los raros - les va mejor cuando los dejan en paz. ¡Qué manía con querer enderezarlos! 

La sociedad de Nueva York a mediados del siglo XIX no dejaba de estar teñida de puritanismo e hipocresía (como repito una y otra vez). Cada cual debía ocupar su lugar y cada cual debía juzgar con dureza a los otros, aunque su acciones en el pasado hubieran sido similares a las que condenaban. El ser humano es así, no tiene remedio. Como entonces no había ayudas sociales a fondo perdido, ni se espoleaba a las masas con frases huecas que permitieran vivir a cuatro listos del cuento y el esfuerzo de los demás, el que nacía o se convertía en pobre tenía que buscarse la vida como podía. Ahí aparece nuestro buscavidas, el otro protagonista de la novela, Morris Townsend. Dos segundos le bastan para darse cuenta que vivir a costa de la riqueza de Catherine Sloper es una apuesta segura. Un cazafortunas con cierta cultura y mucho encanto. Ella - tened en cuenta que la edad del matrimonio entonces estaba entre los 18 y los 20 años -  una niña inexperta pero impulsiva que cae fulminada por el amor. 

¡Qué estupendo todo! ¡Qué maravilloso es el amor en todas sus facetas! Incluyendo - claro - la atracción sexual. La pobre Catherine no vive de la emoción, pero siempre hay un malo y un tonto que lo fastidian todo. Otro topicazo que desgraciadamente se cumple con matemática precisión. El malo es su padre, el doctor Sloper, la tonta su tía, Lavinia Penniman. Letal mezcla de cabezas pensantes y no pensantes que acaba en desastre. Hay momentos en los que no sabes si su padre intenta protegerla o fastidiarle la vida. Al final del libro, la conclusión es que buena persona no es, es más bien un déspota metomentodo que considera a las mujeres como seres insulsos y con necesidad sometimiento a rígidas normas. 

Haré una reflexión en este punto, un ser humano almacena vivencias y sensaciones, pero son suyas, específicas. ¿Por qué hay que imponérselas a los demás? ¿Por qué cuando eres padre, madre, jefe, cargo de cierta relevancia pública o privada tienes que machacar sueños con tus ideas? Hay una diferencia abismal entre gestión e invasión. Y aquí llega mi llamamiento universal en defensa de los raros y los que no comulgan con los pequeños teatrillos en los que actúan cada día. Chicos/as... ¡La historia me da la razón! Los más extraños e incomprendidos, han resultado ser los más influyentes, transgresores y maravillosos habitantes del planeta. El propio Henry James fue algo friky, no acabó de encontrarse en ningún lugar ni con nadie. Pero el tipo, fijarse en las cosas se fijaba y escribía historias donde el lelo es al final el más perceptivo y el que - llegado un momento - adquiere tal conocimiento de lo que puede esperar de las cosas, que ni se molesta en cambiarlas. Aceptando todos los castigos impuestos con ironía y desapego.

Creo que - si leéis el libro - os sentiréis algo identificados con la trama y adoraréis a Catherine Sloper, a pesar de que viviese en la ficción hace casi doscientos años. Su vulnerabilidad no consiste en ser ignorante o débil, más bien se debe a que en un determinado instante de su vida, avaricia, egoísmo, despotismo, hipocresía y maldad se confabulan contra ella.  Sólo por salir victoriosa a su manera, merece un lugar entre los personajes literarios más relevantes. Como heroína de una lucha silenciosa que se libra cada día por millones de personas.

Y ahora, a salir a la calle disfrazados de Darth Vader, o sabe dios. Recordad, la mayoría no siempre tiene la razón. Los que no se parapetan tras la ironía y el humor (como dijo Eduardo Mendoza en su discurso de entrega del Premio Cervantes) son muy peligrosos, y sólo contemplan la vida desde la escena en la que ellos actúan.

Leed mucho.
M.






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