domingo, 17 de diciembre de 2017

Más sobre lo mismo...

¡Jope! Parece que no se me va de la cabeza el tema navideño. No entiendo esta  obsesión. Porque no hay nada que me la recuerde... Cuando leo el periódico y me atacan con ventanas emergentes, cuando salgo a la calle y la iluminación me deslumbra, cuando oigo frases huecas de contenido en medio de conversaciones llenas de lugares comunes.

En fin, que me veo como el protagonista del cuento de Dickens, un tipo que odia la Navidad y al que se le acaban apareciendo fantasmas vengativos... ¡Dios lo no quiera! Que me da un pasmo. Yo soy muy miedosa, casi prefiero disfrutar de estos días, consumir todo lo que pueda, comer e inflarme como un melón y - ya de paso - aprovechar este espacio para hablar de literatura navideña. Con este término doy cabida a novelillas de tres al cuarto, que los editores aprovechan para publicar en estas fechas y cerrar el año con algún beneficio extra. Porque la cosa está muy malita y siempre andan quejándose de que la gente no lee en España, y menos desde que estalló la crisis. ¡La crisis! Esa palabra mágica que explica cada una de nuestras desventuras, incluida la deplorable falta de buenos libros en Navidad.

Ahora que lo pienso hace meses que no hablo de LITERATURA en este espacio. Y eso que he leído libros maravillosos, geniales, superlativos. Destacaría dos, de los que no hablaré ahora, uno es "Me llamo Rojo" y otro es "El regreso de Sherlock Holmes", este último una debilidad mía. No importa las veces que haya leído los relatos, los vivo con la misma emoción. Y eso que sufrí un chasco morrocotudo cuando visité su casa en Londres, 221B de Baker Street, un pastiche turístico con una tienda llena de elementos plasticosos que emulan a los instrumentos que usaba el brillante detective para resolver sus casos. ¡Pobre hombre! Menos mal que es un personaje de ficción, porque de haber habitado un cuerpo humano, ahora mismo se hubiese convertido en uno de los fantasmas de Dickens para arrasar tal esperpento.




Bien, como no creo que editen ni vuelvan a traducir los libros de Holmes en edición navideña, una pena, tendremos que conformarnos con lo que nos venden, y dar una oportunidad a los nuevos talentos.

El primer talento es Javier Sierra, ganador del Premio Planeta 2017 con su libro "El fuego invisible". Varias cosas diré previas a mis comentarios sobre el libro. Primera que no lo he comprado, me lo han dejado, así dejo patente mi vena rebelde y mi defensa de la literatura de calidad. Segunda, aunque mi anterior comentario pueda dar a entender otra cosa, Javier Sierra me cae genial, es de Teruel una ciudad injustamente olvidada y eso ya merece un respeto, y pone una pasión superlativa en cada cosa que hace, en cada relato que cuenta. Cree y defiende la magia y el espíritu oculto que hay en los aspectos más minúsculos de lo que nos rodea. Rechaza el cientifismo radicalmente para conseguir explicar fenómenos ignorados históricamente por absurdos y molestos. Y para ello se documenta concienzuda y rigurosamente. Con ello no cae en la paranoia de lo paranormal, ni es un loco que viaja con bolas de cristal, ni lo detienen en los aeropuertos por llevar instrumentos alquímicos, nada de eso. Es sencillamente un individuo que busca más allá de lo que nos cuentan y lo hace con método y rigor. 

Es obvio que si un físico nos dice que la atmósfera de Marte contiene azufre, aunque nos sepamos ni lo que es el azufre, ni donde está Marte realmente, o si existe... Lo creemos a pies juntillas. Lo más que hemos visto del este planeta son unas imágenes tomadas desde satélites de la NASA, pero no se ponen en duda. Es la ventaja de ser científico en el siglo XXI, en vez de ir a la hoguera, todo lo que predican es venerado. Pero si intentas, si osas, si te atreves a decir que hay hechos misteriosos, que las palabras arrastran significados ocultos, y que la historia de la humanidad esconde más espiritualidad que cientifismo, directamente eres un perturbado mental. Un médico puede liquidarte por administrarte una medicina letal, pero seguirá siendo un héroe, un intérprete de nuestro bagaje cultural, es - simplemente - un iluminado.

Y en este punto estamos. En Marte, buscando agua. 
(Creo firmemente que Marte existe, lo he usado como licencia para hacerme comprender).

Tras esta defensa de la espiritualidad y de lo misterioso, imbuida con las ideas de Iker Jiménez y dispuesta a pegar un mamporro a aquel que afirme que la ciencia nos ha hecho mejores, me embarco en la crítica al ganador del Premio Planeta.

Es más que evidente que existe una tendencia hacia lo superfluo en la concesión de premios, hubo momentos - en el pasado - en el que éstos se concedían a magos de las palabras. Excepto el honroso caso del Premio Cervantes, lo cierto es que los premios literarios han perdido calidad y sustancia, incluso de un galardón que no esconde su vocación comercial, como este, esperaba más. Atrás quedan títulos como "El manuscrito Carmesí" o "Filomeno a mi pesar", joyas que dejan desplumado y temblando a un libro como el ganador de este año. La pregunta es: ¿Qué están premiando, la literatura o una tabla de salvación para una industria que también requiere renovarse?

El libro de Sierra NO es literatura, es una recopilación de sus saberes en distintos campos, bien documentados - como ya he señalado - colocados en medio de una trama complicada de creer, narrada con corrección, pero sin magia en su redacción, ni dominio manifiesto en el arte de manejar la lengua española. Vamos que su lectura no deja un poso indeleble... ¡Madre! Ahora, después de este párrafo, los fantasmas se me aparecen seguro.

Lo que no hay que dejar de reconocerle es la cantidad de información que incluye en sus páginas. Quien tenga un mínimo de curiosidad por lo que nos rodea, tiene una larga lista de términos para teclear en Google. Desde filósofos griegos, hasta científicos interesados por lo oculto, reyes, reinas, libros que requieren otro enfoque y - cómo no - el Grial y su constante reinvención en este tipo de publicaciones.

Como lectura para el tren o el avión, si tenéis que desplazaros estos días, no está mal. Siempre y cuando vayáis anotando lo que él cuenta y creéis después vuestro propio mundo mágico.


Bien, vamos con el segundo talento. Con este acabo rápido, porque no he leído su libro. Se trata de la novela de Dan Brown, "Origen". Esta es directamente un excremento, una bazofia. No perdáis el tiempo leyendo esto, por favor. Os hará sentir imbéciles por varios motivos, primero porque veréis que sois muy vulnerables, los personajes de Brown - como bien dice un amigo - no comen, no beben, no duermen, no hace sus necesidades. Son máquinas perfectas, humanoides que se ven envueltos en aventuras sin fundamento, mal construidas y peor documentadas. ¡Cómo puede sentirse uno al acabar uno de sus libros y ver que tiene HAMBRE! Pues como un auténtico pringado. Y si se le aparece un fantasma navideño, la sensación de ser tonto de remate ha de ser difícilmente digerible. El segundo de los motivos es que, habiendo libros estupendos, ¿para qué leer esto? 

Ahora sólo me queda concluir, con algo mágico, claro... 35 años del estreno de Thriller. Fantasmas, seres del más allá y recuerdos. Aunque os intenten convencer de lo contrario, hay momentos en la vida, en los que diez minutos abren un mundo - si no desconocido - al menos sorprendente. Quizás él no creyera en fantasmas, pero yo aun busco el suyo.

Feliz Navidad.
M.




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