sábado, 4 de junio de 2016

Bienvenido a Madrid Jeroen van Aeken, El Bosco.

Bueno, por fin llegó el día... Y tenía que estar ahí. La más ambiciosa de las exposiciones de El Bosco cuando se cumplen 500 años de su muerte. 'La Exposición del Centenario' en el Museo del Prado de Madrid.

He soportado la mañana trabajando, venciendo la tentación de salir a correr e irme a la exposición. Mirando de vez en cuando la web para hacerme idea de lo que iba a ver, y ¡por fin! a las 16.00 horas del 31 de mayo de 2016 entraba en el Museo tras meses de espera y de visitas al 'Jardín de las Delicias'.

Ahí estaba yo junto a otros cientos de personas, para poder recordar dentro de un tiempo que fui de las primeras en disfrutar de un acontecimiento memorable. ¿Sueno exagerada? Puede, tengo tendencia a magnificar las cosas. Pero os aseguro que en este caso me quedo corta. La exposición es maravillosa, superlativa, una delicia para los sentidos. 



El deficiente (cada vez más) sistema educativo español, nos ha ocultado información valiosísima que resulta útil para contextualizar mil acontecimientos. El Prado es lo que es gracias a los Austrias y su amor por el arte. Ellos como nadie entendieron la esencia castellana, su austeridad sensible y su extraña forma de acercarse a las cosas mundanas. Nunca, que yo recuerde de mi época escolar, nos contaron que Felipe II era un enamorado de la Pintura Flamenca, que tenía agentes por toda Europa adquiriendo obras y que procuraba rodearse de belleza y vanguardia. Él es el culpable de que los mejores cuadros de El Bosco estén en España. Que los mejores pintores flamencos nos deleiten desde su reposo en El Prado.

Por ello era imprescindible que la exposición tuviera lugar en Madrid. Como homenaje también a esos reyes denostados, tildados de fanáticos y necios. Que nos enseñaron a amar el arte.

Digo esto porque El Bosco es fascinante y complejo. Nosotros, terrícolas del siglo XXI lo vemos gracioso, original e incluso infantil. Hemos visto de todo, y sin querer transportamos nuestra percepción de este tipo de pintura al cesto de lo digno de analizar desde nuestro cerebro programado para el cientifismo. Pero para Felipe II, era sólo un deleite para la vista, una inspiración y un desafío. Bien, creo haber llegado al meollo del asunto. El monarca en cuyo imperio no se ponía el sol, dio con la clave para entenderlo. Basta mirarlo y dejar volar la imaginación. Su sola contemplación impregna todo de criaturas mágicas.

¡Qué extraño es El Bosco! Sus criaturas llenas de simbolismo medieval, de carga moral y de minuciosidad en el trazo son únicas en la historia del arte. Y es sorprendente, porque no fue un pintor viajero ni cosmopolita. Tampoco visitó cortes extranjeras conociendo a sabios y eruditos, era simplemente un creador de galaxias propias. ¿Cómo es la frase? 'Hay otros mundos, pero están en este'.

Así que en mi afán de dar sentido a la obra de El Bosco me preguntaba cómo había llegado a dar forma al 'Jardín de las Delicias', por ejemplo, en el contexto flamenco del siglo XVI. Sin querer, en el metro, encontré una respuesta aceptable, no necesariamente válida. Bien, iba pensado en mis cosas cuando entraron en el vagón tres mujeres, horribles, horripilantes, indescriptibles. Eran amigas y pertenecían a una tribu urbana gótica, vestidas de negro, con unos sayos infames que -a la sazón - les sentaban fatal. Pero con un matiz sorprendente, irradiaban felicidad. Cada gesto, cada palabra transmitía alegría de vivir. A su lado, una chica guapísima a más no poder, lloraba desconsoladamente, no sé por qué.

¡Voilà! El mundo, el verdadero, el auténtico, está hecho de criaturas que creamos a nuestro alrededor, moldeamos nuestro entorno en función de nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestros miedos. Si conseguimos dar forma a algo tan sencillo, alcanzaremos - como le ocurrió a El Bosco - una parte del mundo vetado a los que se mueven siempre sin pensar y sin cuestionar lo ridículo.

Por ello os animo a que os paréis en cada una de las obras que muestra la exposición, para que os sintáis dominadores del mundo, como Felipe II. O por el contrario toméis ideas para construir vuestros propios sueños. Lo conseguiréis - sin duda - si prestáis atención. Debéis meceros por sus ondulantes formas, prestar atención a las criaturas que os saludan desde los lienzos. Sobre todo pensad que la felicidad está lejos de la perfección, y siempre hace guiños a las criaturas que no se avergüenzan de si mismas.

Por favor, id a ver los cuadros. Es una ocasión única para levitar.
M. 

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