domingo, 13 de diciembre de 2015

I (corazón hortera que significa me encanta) NYC

Hace ya algunos años, cuando aun llevábamos pesetas en los bolsillos, Mecano cantó aquello de 'No hay marcha en Nueva York'. Para aquellos que no conozcáis la canción, os cuento. Una ocasión especial en la que el dólar estaba devaluado, un tipo cualquiera decidió poner, allá por los años 80, agua de por medio e irse a Nueva York. Y allí - entre otras cosas - descubrió que los jamones no eran de York. 

Los aventureros de entonces, que ya conocían la ciudad, pusieron el grito en el cielo. Ese pelmazo, que aprovechó la devaluación para cruzar el charco, más parecía que estuviese en una cámara de tortura que en la capital del mundo, Nueva York. Mecano se apresuró a explicar que el personaje era un tipo aburrido y cansino, no un aguerrido castellano en busca de acción trepidante y espesas selvas. Sí creedme, los castellanos fuimos los únicos que acometimos gestas semejantes en América, por más que intenten ahora desacreditarnos. Estimo entonces que el protagonista de la canción de Mecano debía ser catalán. Por eso de que no se entendía con nadie allí, una ciudad en la que casi todo el mundo habla español.


Además del elemento hispano, desaprovechado e ignorado como tantas cosas en este nuestro país de catetos funcionariales (no confundir con funcionales), y de las típicas cosas que nos cuentan las guías, a saber, la ciudad que nunca duerme, la ciudad de los rascacielos, la ciudad de las compras bla, bla bla.... ZZzzzzzz. Nueva York es absolutamente envolvente y fascinante por una única y exclusiva razón, porque te mimetizas al instante, lo que desata en tí una auténtica y genuina sensación de libertad. Algo así debió sentir el francés al que se le ocurrió regalar a los estadounidenses 'La Estatua de la Libertad' en 1886. Porque excepto en Madrid, Londres y algún caso aislado más, pocas ciudades del mundo te hacen experimentar algo semejante.

Cosas que se pueden hacer en un par de días (el que piense que el agua engorda, y sea un maniático de los batidos adelgazantes, por favor, que no siga leyendo, gracias). Primero desayunar 'sano', un capuchino que tardan muchísimo en hacer, por eso de dotar de sofisticación al asunto, y unos cupcakes con sabor a calabaza. Típico sabor americano al que no acabo de cogerle el punto. Tras rellenar de calorías el cuerpo y sentirte como un globo, tomas el metro dirección al MoMa, para pagar quince dólares y pasar un día entre turistas, y privilegiados habitantes de Park Avenue vestidos como Yoko Ono en sus años más atrevidos.


El MoMa tiene una cualidad única, es un lugar que nos descubre que en Europa somos unos acomplejados que no conocemos nuestro pasado. Y el futuro del que más nos fiamos es el de la bola de cristal de alguna bruja ambulante. La mayor recopilación de obras de arte de las vanguardias Europeas del siglo XX están en este museo. Mientras nosotros nos aniquilábamos en dos monstruosas guerras mundiales, ellos tomaban posiciones para convertirse en la referencia del mundo occidental a todos los niveles. ¿Sabéis una cosa? He ido a cientos de charlas sobre Picasso, y nadie me ha hablado en profundidad de sus esculturas. Un descuido propio nuestro, ciegos de estupidez.


No muy lejos del MoMa y una vez imbuidos de arte, nada mejor que comer una hamburguesita rica, rica... Frita con grasas y mantequillas varias y acompañada por todo tipo de ingredientes a cual más engordante, patatas fritas envueltas en colesterol y guacamole con nata agria. En fin, delicias para el paladar que luego recuerdas con cariño infinito al hacer footing. Consejo, hay que asumir que has engordado dos kilos y no torturarte. Para comer lechuga siempre hay tiempo.


Un paseo por la Quinta Avenida para pasar la tarde es perfecto. Tiendas, todas las que quieras y más. Pero mi lugar favorito es la Catedral de San Patricio, más si al entrar la misa que están oficiando es en español. (¿Veis? El de la canción de Mecano era catalán, seguro). La esencia católica en un mundo de protestantes. 


Caminando hacia el sur, dirección al SoHo, lo suyo es hacer una parada en Union Square y tomar unas tortitas. La comida ya sido digerida convenientemente y el estómago está listo para ingerir otra bomba calórica. Otro paseíto por las tiendas de Broadway y con certeza se hace hueco para la cena y los cocktails. El día no ha hecho más que empezar...

A los españoles nos critican muchísimo porque no leemos y no hablamos bien inglés. Bueno, la generosidad y la elegancia se miden por la capacidad de hacer una crítica constructiva de uno mismo, para después, comenzar con los demás. Desde esta perspectiva, ellos no son ni una cosa ni la otra. Son incultos funcionales, sólo conocen su mundo, su ciudad, sus puntos de vista, su historia. Es verdad que hay una élite culta que ha comprado con dinero la excelencia (ver párrafo en el que hablo del MoMa), pero son los menos. 

Muchas de las grandes librerías de NYC han ido desapareciendo, y eso que no son fanáticos de las descargas como aquí. La moral protestante es más severa y más respetuosa con el esfuerzo. Lo cual lleva a pensar que no leen tanto como dicen. Aun así, como les gusta mucho lo usado y los mercadillos de chatarra, las librerías de segunda mano tienen su aquel. 

El siglo XX ha sido el de los iluminados, la ciencia nos hizo creernos más listos de lo que somos, y la cosa sigue un ritmo vertiginoso, no creáis. Total, que ignorando la esencia humana, aun hay pensadores y sobre todo políticos, que creen que los seres humanos viven en una burbuja constante de felicidad, que se respetan y se mezclan creando un mundo ideal de creciente gozo. Es mentira, somos racistas por naturaleza, lo cual es terrible, pero es... ¡Dios que manía con negar lo evidente! Una prueba palpable de esto es Canal Street, los chinos viven felizmente en su gheto de Manhattan y no piensan salir de ahí. Lo cual es genial, porque así podemos comer noodles mientras nos miran con cara de asco. Planazo de muerte para cenar en NYC. Una margarita en un sitio cool, ya lo borda.

Llegados a este punto, lo mejor es acostarse. Con la mente convencida de que el día ha sido de lo más sano en lo que a costumbres culinarias se refiere. Seguros de ello, al levantarnos es obligatorio degustar alguna de esas delicias que destacan en el New York Times, por las que la gente hace cola en medio del frío, y que tampoco son para tirar cohetes. Aquí he llegado a otra conclusión, muchos seres humanos tienen poco/nada que hacer. Otra de los pensamientos que me viene a la cabeza, ya lo había mencionado al hablar de Londres, es que a los anglosajones todo lo que huela a francés y a mantequilla, les pone. 

Un desayuno sano, necesariamente debe darnos energía para sumergirnos en el Metropolitan Museum of Art. Soberbio museo, mezcla de escultura, pintura, arquitectura... En el caso del British Museum no hay duda, todo lo han robado, aquí hay mezcla de saqueo y compra, lo cual lo hace encantador. Es el más claro ejemplo de su constante búsqueda de sus raíces europeas, y con esto no hago referencia a sus colecciones de arte centradas en el viejo continente. Me refiero al enfoque claramente colonialista y paternalista que tienen las salas dedicadas a otras culturas, como la oriental y la africana.  

Para almorzar, puesto que admiro profundamente a Vargas Llosa, lo suyo es ir a comer a uno de sus restaurantes favoritos. Ostras y hamburguesa de langosta. Los americanos son los más creativos en lo que a formas y contenidos de hamburguesa se refiere, y claro, tanto pensar en lo mismo les lleva a resultados deliciosos. 

Tras este tour culinario, ya habremos explotado o caído enfermos de un ataque de colesterol. Eso si no nos han lanzado un objeto contundente en algún restaurante por no dejar el 23% del importe de la cuenta en propinas, con el 15% se quedan cariacontecidos. Una de las cosas más incómodas e incomprensibles de Estados Unidos: ¡Atención! La persona que te contrata no te paga. Te paga el que se sienta a comer o demanda el servicio que corresponda. Esto ha devengado en una especie de extraña y extendida jerga, los americanos sólo y exclusivamente hablan de dinero. Y tienen medido todo en función de lo que pagan/reciben. Es terrible, lo sé. 

Por favor, id a Nueva York, y aprended a ver el mundo con vuestros ojos, disfrutando cada pequeña experiencia al máximo.

M.













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