domingo, 10 de mayo de 2020

Historias que se repiten invariablemente.

Hace dos meses nos encerraron para protegernos de una terrible pandemia que - por lo que parecía - iba a acabar con los seres humanos. Los del primer mundo, claro, los otros no importan. Todas las enfermedades más o menos letales que afectan a los países donde los humanos malviven en cabañas y se tapan sus vergüenzas con un trapo, carecen de relevancia. 

Hace dos meses las mujeres, como cada año, nos manifestamos para dejar constancia de la perfidia masculina. Ahora, encerradas con nuestros maltratadores, y sin posibilidad de escapar ni de denunciar, aguantamos los palos con estoicismo porque hemos dejado de ser noticia para quienes tienen otros objetivos más elevados. 

Tengo la impresión de que, en nuestras sociedades, los muertos y las desgracias son la principal fuente de manipulación carroñera y mediocre de los gobernantes, y de los que les hacen el juego sucio, los periodistas. Que además de no saber informar ni escribir, se prestan a la grandilocuencia vacía.

Os animo a que profundicéis sobre cualquier noticia (la que tenga una mayor cobertura en el momento de vuestro estudio) observaréis que, cuanto más leéis, menos sabéis lo que está pasando, por el uso de la técnica del refrito impulsivo y sin criterio. Un periodista puede decir alegremente que ayer murieron 300 personas y que la cifra acumulada mensual son 200. Porque así cumple dos objetivos, rellena el hueco y segundo crea una confusión absurda que abona futuros discursos políticos más embrollados aun.

Esto no es un mal de España, es un mal de todo el primer mundo. No veáis, ni leáis, ni escuchéis noticias. Los ermitaños de hace dos mil años vivían en cuevas comiendo cardos y - por lo que parece - fueron bastante longevos y felices. Eso sí, a ser posible en la cueva hay que tener una lavadora, un ordenador e internet de alta velocidad. Así creo que se puede vivir todavía más. Podemos llegar con este método de aislamiento instructivo a vivir doscientos años sin problema.

Ayer - como parte de la rutina de aislamiento - dediqué un par de horas a ver documentales en televisión, las películas me aburren un poco, sobre todo las modernas. Buscando, encontré una serie de cuatro episodios de 'National Geographic' sobre la dinastía Kim en Corea del Norte y sus métodos para perpetuarse en el poder. Nada que no sepamos, pero aderezado esta vez con imágenes y testimonios inéditos sobre episodios mitad ridículos, mitad brutales, ideados por unos dementes que tienen atemorizada a la población.


Foto: David Guttenfelder 
© National Geographic


Hay episodios en la historia de Corea del Norte, después de 1953, fin de la Guerra con sus hermanos del Sur, que más parecen pertenecer a un guion de película gore con tintes patéticos, que a la vida real. Con un denominador común inquietante y una reflexión aterradora. La maldad se instala en las mentes de estos locos de tal forma que - llegado un momento - no creo que diferencien entre el bien y el mal. La reflexión aterradora es que desde hace 67 años nos limitamos a producir documentales para 'reírnos' de este patetismo, lo que no deja de ser aterrador en sí mismo. Hemos convertido el sufrimiento humano en algo hilarante. ¡Qué risa dios mío cuando vemos a esos hombres y mujeres saludar al líder con ojos llorosos de la emoción, mientras el tirano mira de reojo regodeándose en su perfidia! Es ni más ni menos que DIOS, tiene el mandato del cielo, la legitimación de la historia con su doble rasero para juzgar los crímenes en función de quién los cometa.

Hay otro momento en el que una terrorista 'arrepentida' - todos se arrepienten, es increíble como entienden el camino de la virtud cuando ven que pueden acabar liquidados ellos también - cuenta cómo en 1987, cuando tenía 19 años, hizo volar un avión de Korean Air Lines. El aparato había despegado en Abu Dhabi y se desintegró sobre el mar de Andamán. Más de cien personas murieron. Ella intentó suicidarse, tomando cianuro, sin éxito. Tenía la certeza de que estaba haciendo lo correcto, el fin último era ensalzar a su dios. Y ese dios había conseguido arruinarle la vida a los 19 años mediante un método que jamás falla, el terror abonado con adoctrinamiento. Ese método funciona en Corea del Norte hace más de sesenta años.

Al hilo de esto, reflexiono en tres direcciones, la ya mencionada Corea del Norte, el Coronavirus y - cómo no - un libro, 'Creación', de Gore Vidal, una de las novelas que me ha acompañado en estos días de encierro.

'Creación' es la historia de Ciro Espitama, un persa de madre griega que vive en un momento crucial de la historia de la humanidad (siglo V aC), cuando habitan en la tierra al mismo tiempo, Buda, Confucio, Zoroastro - éste muy traído por los pelos - y Lao Tse. Digo lo de Zoroastro, porque vivió muchos siglos antes, pero Gore Vidal lo coloca en esta época para dar forma a su novela y dotar a su protagonista de un toque 'celestial', Ciro Espitama es nieto de Zoroastro.

Lo más novedoso de la trama es que todo está contado desde un punto de vista persa, ensalzando la vida de los persas en detrimento de los griegos, que son - en el libro - sucios, mentirosos, traidores y faltos de principios de todo tipo. Siempre se nos ha contado lo contrario. Grecia es y ha sido para nosotros el espejo donde mirarnos. Los griegos inventaron la democracia, la filosofía, construyeron un ideario de aventuras mitológicas en Troya, y Ulises se convirtió en el prototipo de hombre íntegro en todos los sentidos, no había peligro que no pudiera sortear, su odisea fue una mezcla de fantasía y lección de superación-aprendizaje, como no ha habido otra en la historia de la literatura.

Si leéis este libro, vuestro punto de vista cambiará. No hay griego que salga bien parado en la novela. Todos palidecen ante el más grande de los gobernantes persas, Darío I el Grande. Tal vez lo que plantea Gore Vidal esté más cerca de la verdad que nuestra greco-visión de la historia, no lo sé, no tengo los conocimientos suficientes de historia persa para valorarlo. Eso sí, como tributo propio a la audacia del planteamiento de Gore Vidal, admito que Persia era más avanzada que Grecia en el siglo V a.C.

La descripción de la democracia griega es desoladora, por el paralelismo con las nuestras del siglo XXI. En realidad, y muy simplificadamente, sólo servían para que unos ambiciosos, traidores y sinvergüenzas ocuparan el poder con las tramas y alianzas más sofisticadas. En aquella época es entendible, excepto pegar mamporros en guerras sin fin, y estar sentado viendo el horizonte, poco más había que hacer (si pertenecías a la nobleza, claro, si eras pobre o esclavo, tenías que trabajar hasta reventar). Los cambios de gobierno eran muy sangrientos, toda la familia del perdedor se liquidaba, para evitar problemas futuros, y se purgaba debidamente a sus adeptos (o sospechosos de serlo). Esto se ha hecho hasta bien entrado el siglo XX, véase la Unión Soviética y la civilizada Alemania de Hitler, que fue elegido democráticamente por el pueblo. Bien es verdad que en el siglo pasado, no había tantas víctimas de una vez, para algo debía servir la Declaración de los Derechos Humanos y el progreso.

Otro tema muy bien descrito en el libro es la situación de la mujer, no pintaba nada. Es más, las mujeres orientales, es decir, persas, indias y chinas vivían recluidas toda su vida en un harén, sin posibilidad de salir e inventando intrigas letales rodeadas de sus eunucos. Aquí tengo que incluir una reflexión personal, en nuestras sociedades actuales, en las que buscamos lo rompedor, 'lo moderno', muchas mujeres abrazan religiones y filosofías orientales como algo trasgresor, me divierte su candidez, ya en el siglo V a.C., en lo que ahora conocemos como Europa, la mujer - pintando poco o nada - tenía una vida normal, podía salir a la calle y ver la luz del sol. Para Buda y Confucio, la mujer ni tan siquiera existía. Gore Vidal lo plasma claramente usando los diálogos del protagonista con estos insignes personajes.

Esta idea de la mujer, enraizada en las sociedades orientales durante siglos, explica la situación desigual de nuestro estatus en el mundo. Sin ir más lejos Japón, una sociedad desarrollada y libre, no permite constitucionalmente que una mujer sea emperador. Sorprendentemente, en países de religión musulmana (como Pakistán) una mujer ha regido el destino de su pueblo. Y en España, Reino Unido y  Francia ha habido reinas desde hace siglos.

De todos los personajes que nos presenta en la novela, Gore Vidal desliza sus preferencias sutilmente. Zoroastro es una especie de espejo de las ideas cristianas, un dios simbolizado con el fuego, que lucha contra el mal, en un mundo de constante lucha entre estos dos opuestos, lo bueno y lo malo. El nieto del profeta Zoroastro, Ciro de Espitama, ve difícil - llegado un punto - entender el concepto de 'Creación'. Si hay un Dios que lo crea todo, ¿quién lo ha creado a él? Ahí deja la pregunta, flotando.

Cuando él plantea esta y otras reflexiones a Confucio y a Buda, la respuesta es clara, carecen de interés a este respecto, su imaginario del mundo es tan opuesto, que ni se molestan en dilucidar ni tratar de comprender nada. Confucio - más educado y el preferido de Gore Vidal - es más refinado y respetuoso en sus respuestas, Buda y sus seguidores son - literalmente - mezquinos y faltos de empatía. Existe un abismo entre oriente y occidente, aun hoy. 

El concepto del tiempo, lineal para nosotros, circular en oriente, es algo recurrente en las páginas del libro. Para Buda desprenderse de todo sentimiento y posesión en las diversas reencarnaciones, practicar el Noble Camino Óctuple -que no es sino un código de buena conducta, con raíces en el hinduismo - es la guía para llegar al Nirvana, cuando ya dejas de circular en un universo de reencarnaciones, dejas de estar, dejas de sufrir, te conviertes en un buda tú mismo.

Para Confucio - repito, el favorito de Vidal - el tiempo circular se rige por el Mandato del Cielo, que deja bien claro lo que hay que hacer, otro código de conducta en el más amplio sentido de la palabra. Tenemos que estar en armonía con el cosmos, rendir culto a nuestros antepasados y seguir un rígido esquema social en el que cada uno debe hacer lo que el cielo cree que está bien, los gobernantes, en la cúspide de la rígida pirámide confuciana, deber ser justos y sabios:

Condenar a muerte a un hombre sin enseñarle lo que es justo. Eso es salvajismo. En segundo lugar, esperar que una tarea esté concluida en cierta fecha sin advertir al obrero. Eso es opresión. En tercer lugar, dar órdenes imprecisas cuando se quiere un cumplimiento perfecto. Eso es atormentar. Finalmente, dar a alguien de mala gana lo que se le debe. Eso es odioso y mezquino.
Creación. Gore Vidal.
© 1981, Edhasa
Colección Narrativas históricas
(e-book Pág. 8782)


Ciro de Espitama, como nieto de Zoroastro y heredero de la tradición de dioses arios (nosotros también), no puede dejar de preguntar a Confucio qué opina de la idea de un creador universal, y por lo tanto cuestiona qué es el Cielo, dónde está, y de qué manera es patente y nos influye, esta es la respuesta del sabio:

Si uno elimina a un creador de todas las cosas, será una excelente solución reemplazar a ese creador por una idea muy clara de lo que es la bondad a escala humana.

Creación. Gore Vidal.
© 1981, Edhasa
Colección Narrativas históricas
(e-book Pág. 9235)

Bien, ¿quién ha eliminado al creador y se ha coronado como la encarnación de todas las virtudes? Está claro, Kim Jon-un, el dictador de Corea del Norte, al igual que hicieron su padre y su abuelo. Es un truco muy viejo, apoderarse de principios religiosos - inherentes en todo ser humano - para hacer trapazadas varias. La dictadura de Corea de Norte está sustentada de una forma sutil en los principios del confucianismo y también los de otras religiones orientales.  

No hay que reírse de ellos, aquí también sucede. Las grandilocuentes frases sobre el bien y el mal de nuestros gobernantes son un 'copia-pega' de lo que Jesús les contaba a las masas que le seguían hace dos mil años. 

Por lo que no debemos juzgar con severidad lo que vemos en otros países, de una forma mucho menos letal, nosotros también somos víctimas de la manipulación más chapucera y vil.

Ciro de Espitama, como reflexión final, encarna a esa masa de ciudadanos reflexivos y críticos que no pintan nada en ningún sistema de gobierno. Tenemos a los gobernantes en la pirámide. En un estadio inferior se sitúan los que expanden su propaganda, los periodistas. Por último hay una gran masa de hombres y mujeres, cuyos destinos, opinión y conocimientos, no cuentan. Si además son pobres, cuentan aun menos.

Todo está inventado.
Leed mucho.
M.

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