sábado, 7 de marzo de 2020

Por fin hablaré de un libro...

He repasado mis últimos escritos y todos ellos versan sobre exposiciones (que no salen bien paradas) y experiencias estrafalarias en viajes y eventos varios. Parezco una loca que camina por el mundo buscando frikies. Tal vez lo sea, pero es que lo 'normal' me aburre mucho. Al estar secuestrada durante ocho horas diarias en un trabajo lleno de gente que habla de estupideces tales como atascos, hijos listísimos, política española, noticias sin fuelle que publica la prensa, etc., es comprensible que en mis momentos de esparcimiento, busque desesperadamente a personajes esperpénticos y con algo original. Prefiero a un frikie absurdo, que a un cotizante a la Seguridad Social que no discute las órdenes en una empresa que basa su avance imparable en la sumisión y la obdiencia. Hitler tuvo la guerra ganada hasta la Batalla de Stalingrado, con esta estrategia, adoctrinamiento machacante y no discusión de la órdenes que emanaban desde arriba. Fue muy ambicioso en su avance, si hubiese sido más modesto en sus objetivos, ahora mismo todos hablaríamos alemán, lo que sería espantoso por mil razones, la más obvia es que las generaciones siguientes a la de Hitler hubieran sido más devastadoras que él mismo. Es un hecho probado, que los tiranos engrendran sádicos imbuídos y aupados por la estética del poder. 

Aunque en mi experiencia personal, debo admitir que el mundo empresarial moderno sigue las máximas hitlerianas del propaganda y obediencia, con apabullante eficacia.

Admitámoslo, entre la incompetencia del sector público y el sectarismo del sector privado estamos creando un engendro de difícil manejo, una maremágnum esperpéntico y asustante.

En este caldo de cultivo extraño y enrarecido hay personas que voluntariamente toman otro rumbo. Unas se quedan quietas viendo como el mundo encalla una y otra vez en los mismos males; otras - como los protagonistas de 'Retorno a Brideshead' - deciden moverse, navegar a su manera, en busca de su estrategia particular para no verse involucrados en la deriva implacable del tiempo que les toca vivir.




Me siento completamente identificada con este segundo grupo, el de la novela de Evelyn Waugh, aunque nos separen cien años y muchas catarsis intermedias, propias y ajenas.

Ahora sabemos que el periodo que medió entre las dos guerras mundiales, fue una especie de ilusión de progreso. Las heridas que se creían cerradas, se abrieron con furia, soltando toda su podredumbre, devastando esperanzas y haciendo comprender - ya sin lugar a dudas - que no hay esperanza para los que gritan su desesperación, porque nadie les escucha.

No importa la religión, ni el comunismo, ni el fascismo, estos son - simplemente - accidentes superfluos, irrelevantes ante la enorme crueldad que puede albergar el ser humano. Son el cuerpo teórico que justifica la insensatez, la mediocridad y la ceguera. Huir es tan difícil que - sinceramente - no creo que nunca nadie lo haya conseguido, de una forma u otra, la maquinaria de la sinrazón acaba atrapándonos. Puede que los eremitas del desierto lo consiguieran, aunque lo dudo mucho.

Los protagonistas de esta novela, de clase acomodada, viven durante los años veinte del siglo XX una realidad tan fugaz, que les impide establecer bases sólidas para su futuro, por tres razones. La ya mencionada condición de 'outsiders', el estallido de la Segunda Guerra Mundial, y - por último - el problema social que siempre ha supuesto la existencia de católicos relevantes en aristocracia inglesa, y por extensión, en el resto de clases sociales. Es un tema que no logran resolver, con su pragmatismo y eficacia indudables. 

El gran prototipo que todo hombre (inglés) quisiera ser, el galán que toda mujer (de cualquier nacionalidad) hubiese querido conocer es Charles Ryder. Estudiante en Oxford, díscolo y verso suelto, capaz de crear sus propias reglas hasta donde parece más complicado. Conoce a Sebastian Flyte, un homosexual que ahora - cien años después - calificaríamos como 'una loca', que lo introduce en los locos años veinte, en las fiestas desenfrenadas y en su mundo familiar. Estos ven a Charles como a un verdadero amigo, el bote salvavidas que logrará, tarde o temprano, llevar a Sebastian a las orillas de la cordura. Nunca sucede así, porque Charles sigue la máxima de 'vive y deja vivir'.

El mayor hallazgo en la familia Flyte es Lady Julia. Alguien que no sabe qué papel juega en el microcosmos social en el que se desenvuelve. Católica convencida, pero crítica con la juventud que le obligaron a vivir, llena de dogmas y reglas. Evelyn Waugh, pese a ser católico él mismo, no puede escapar de esta imagen de ritos, supersticiones y sacramentos tan asentada en las mentes anglicanas y protestantes. 

Sorprende sin duda, Waugh fue un gran detractor del Concilio Vaticano II, atacando precisamente sus esfuerzos por introducir aire fresco en los ritos católicos. Determinados clichés están tan asentados en determinados grupos sociales que, al dar forma a un escrito, emana precisamente lo que la propaganda de siglos ha metido en sus cabezas, y no lo que realmente defienden. Reconozco que esto me dio que pensar, es un comportamiento sociológico interesantísimo.

Lady Julia y Charles se convierten en amantes, cuando ambos ya están casados y - en el caso de él - con dos hijos. Una historia que forma parte del plan de apartarse de las convecciones, de los estereotipos. Hay un toque de rebeldía que suple - creo - la falta de un amor verdaderamente enloquecido. Ambos, como rechazados por los demás y por sí mismos que son, no diferencian lo que es aventura de lo que es despecho. Y finalmente verán como, con el soplido del remordimiento, todo se derrumba. 

Años después de separase de Julia, Charles Ryder regresa a Brideshead, la mansión familiar de la familia Flyte, como capitán de un destacamento inglés, librando otra guerra ajena a él mismo, la Segunda Guerra Mundial. Es el momento de enfrentarse a la realidad, esa que todo verso suelto tiene que mirar a la cara tarde o temprano, para decidir qué quiere ser, un peón silencioso que se desenvuelve en una pantomima destructiva, o una oveja negra que será pisoteada con crueldad extrema.

Charles Ryder decide ser un peón. No es una rendición, es simplemente supervivencia. 

Si no lo habéis hecho, leed la novela. No está entre las cien mejores novelas de todos los tiempos, como dicen los ingleses, pero sí ocupa un lugar de honor entre los tratados de resistencia y los manuales de cómo espantar fantasmas, para acabar rindiéndote ante lo inútil de la lucha.
M.

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