domingo, 10 de marzo de 2019

Feminismo, Rustaveli y Brilka. El mundo como un libro de caballería.

Como cada ocho de marzo, las mujeres hemos celebrado nuestro gran día. Hemos esperado siglos para reivindicar nuestros derechos y - ahora que los tenemos reconocidos (al menos en el papel) - gritamos como locas para pedir una libertad que ya tenemos, y de paso lograr a empellones nuestro lugar en un mundo hecho a medida de los hombres. Como estrategas dejamos muchísimo que desear. Menos mal que dios no ha dado otros atributos. 

Dentro de estos grupúsculos reivindicativos hay todo tipo de mujeres, están las verdaderamente maltratadas por los hombres, las bombardeadas catódicamente y manipuladas intelectualmente por los medios y las que han hecho de esta gesta su forma de vida, estas últimas son las que sujetaban las pancartas de manifestaciones varias el viernes ocho de marzo, con enorme convencimiento de que 'o estás conmigo o estás contra mi'. Es decir, que el 99% de las mujeres que vivimos en España somos un pálido reflejo de lo que nos hubiera gustado ser. Sobre este particular hay - claro está - muchos estadios intermedios que, si seguimos una línea de pensamiento único, se diluyen irremediablemente. Perdiendo la mujer aquello que la hace sublime, es decir, su superioridad sensitiva en casi todo aquello que se propone. La prueba de esto último es que los más bellos libros escritos hablan sobre mujeres, o bien están escritos por mujeres. Del hombre hay poco que hablar, por eso es mejor no agitar pancartas, no vaya a ser que acabemos iguales y esto sería terrible.

Hemos llegado al 2019 equiparadas legalmente a los hombres, pero llenas de enemigos por todas partes. A saber, la religión, el estado, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros hijos (que deben acostumbrarse a que el insustituible papel que ocupan sus madres lo ocupen sus padres), nuestros amigos, las empresas (públicas o privadas) para las que trabajamos, los gobernantes, los jueces, los conductores del metro... Cualquier ente es susceptible de convertirse en un enemigo para nosotras, alguien potencialmente peligroso. El mundo ideal es aquel en el que todo está repartido al 50%, y existen inspectores que vigilan para que haya igualdad en cada una de las esferas de nuestra vida, donde nada fluye y todo es rígido. El gran OJO de la igualdad nos observa. Ya no hay magia, ni historias de amor, ni chispa, ni miradas picaronas... No, no. Ya sólo hay consejos de administración donde la mitad de sus miembros son mujeres (es decir miembras) y existe un Gran Hermano que todo lo ve y que siempre sabe qué es lo que más nos conviene.

Echaros a temblar porque vienen tiempos malos.

Me sorprende también que sea la izquierda la que abandere sin sonrojo un movimiento de liberación mundial de la mujer, porque en los lugares donde se vivió bajo el yugo comunista, las mujeres fueron maltratadas sin piedad convertidas en un instrumento del Estado sin voz ni voto en casi ningún ámbito de la vida pública (la privada no existía). Tal vez diga esto porque coincidiendo con estas fechas tan 'feministas' he concluido la lectura de 'La Octava vida (para Brilka)' de Nino Haratischwili. Una monumental y larguísima novela que aborda las vidas de una familia georgiana a lo largo del siglo XX, donde las mujeres son la clave del argumento y donde el comunismo los conduce a todos/as a destinos controlados por Papá Estado, por el Generalísimo (es decir Stalin), y por agentes de este último que como grandes iluminados por el sol de la verdad comunista, no dejaron títere con cabeza. La familia protagonista y otros muchos, fueron arrastrados a un destino miserable adornado con palabras grandilocuentes, borrando para siempre todo lo sublime que hubo en un país como Georgia, encerrado en las montañas del Cáucaso, pero con una larga historia de hadas y duendes. 




Nino Haratischwili es una mujer georgiana, nacida en Tiflis en 1983, pero criada en Alemania, el libro  -de hecho - está escrito en alemán. Nino ha dado forma a un libro redondo, que no hace más que mostrar las debilidades humanas y cómo estas afectan a la mujeres, que al final, cuando son controladas y no viven conforme a sus sueños, sino como parte de un plan mundial de contingentes y de ideas que iluminarán el universo, son un pálido reflejo (ahora sí) de lo que siempre quisieron ser. Envueltas en una "nomenklatura" ridícula, víctimas del atropello constante de su feminidad. Georgia, en sí misma, como nación que perteneció a la URSS, no deja de ser mostrada como una mujer que sufre estas humillaciones siendo consciente de que es la única manera de sobrevivir, dentro de una realidad absurda y descarnada.

Creo que llegados a este punto, se hace necesario hablar un poco de Georgia y de su magia. De este país, aquí en España, se conoce poco o nada. Más bien esto último. Y eso que su familia real en el exilio vive en Madrid. Pero esto es normal, sabemos poco de nuestra historia, como para ponernos a investigar sobre un país encajonado entre las montañas del Cáucaso y el mar Negro, que desde el año 1801, con diferentes tipos de vínculos, formó parte de la órbita rusa, cuyo periodo de máximo esplendor tuvo lugar en los siglos XII-XIII, y que alcanzó su independencia (al menos de facto) en 1991, viéndose desde esta fecha envuelto en múltiples conflictos de todo tipo, especialmente territoriales y como consecuencia de su relación de amor-odio con Rusia. Sin ir más lejos, el 8 de Agosto de 2008 los tanques rusos llegaron a la capital, Tiflis. Doscientos años de dominio ruso no se borran fácilmente. 


Con impresionante inteligencia, la madre Rusia había decidido reforzar siempre a su pequeño, levantisco y quizás demasiado travieso hijo Georgia en todas sus debilidades, y proclamarlas como fortalezas hasta que el hijo empezara a cogerle el gusto a su papel y creyera haber engañado a su madre, haberla privado de su poder, sin darse cuenta de hasta qué punto - esforzándose en ser querido por el padre - se prostituía por su amor.
Página 547. Primera Edición. Septiembre 2018.



Para colmo, hablan una lengua muerta, totalmente ajena al mundo latino, que se escribe con una especie de gusanitos rarísimos, sin paralelismo ni parecido con ninguna otra. Tan especial y característico es su acento, que Stalin no logró despojarse de él en toda su vida, por más que lo intentó. (Stalin era georgiano).

A mi este país me atrae poderosamente. Su estética, su aproximación al cristianismo y su fascinante historia. Georgia es la antigua Colquis, hacia donde fueron Jasón y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. En georgiano se volcaron - durante el siglo V - los textos de culto a Mithra, un dios persa que tuvo enorme influencia en el Imperio Romano. Y - también en esta lengua extraña con tres mil años de historia - escribió Shota Rustaveli 'El caballero en la piel de tigre'. Rustaveli (1172-1216) fue un rico aristócrata, ministro del tesoro durante el glorioso reinado de la Reina Tamar (la etapa más dorada que se recuerda en aquellas tierras), gran viajero y conocedor de la literatura persa y árabe. 


Shota Rustaveli.
Monasterio de la Cruz (Jerusalén)


Y ¡ahora sí! se va a producir el momento mágico de unión entre feminismo del siglo XXI y un poema caballeresco del siglo XII compuesto en el Cáucaso. Y será maravilloso.


¿Cómo responder a tu pesar sólo con palabras...?
Dime cuál es el tormento que te apena y su remedio.
El caballero en la piel de tigre. (Estr.26)


Sí, en los poemas caballerescos los hombres adoraban sin reserva a su amada, y éstas no necesitaban exhibir pancarta alguna. Nueve siglos después, mientras gritamos hasta quedar afónicas para que los hombres se sometan a nuestro yugo, ni imaginamos que hace nueve siglos, el amor que sentían los nobles caballeros hacia sus amadas era total, un sometimiento absoluto. Porque todo lo que procedía del amor era fuente de honor. O al menos así lo creía Rustaveli. Un amor que rozaba la idolatría, que surgía de forma inmediata, donde el enamorado pasaba a ser un enfermo, la amada - mientras - se quedaba tan campante en casa urdiendo nuevos planes maléficos para el caballero, que él llevaría a cabo sin rechistar.

Si la amada desaparecía, se adentraban en bosques mágicos, en naturalezas salvajes, porque ya no tenían lugar en el mundo. Este amor enloquecido era fuente de sabiduría. Porque esta última no es más que la necesidad de que los hombres y las mujeres sean capaces - en su avance vital -  de crear historias mágicas donde alcancen un nuevo nivel de existencia.

Ese nivel de existencia mágico y misterioso lo vamos minando poco a poco con nuestras ideas de contingentes, y nuestro desprecio a lo que la historia y la literatura nos enseñan.

El siglo XX en Georgia fue un cúmulo de desgracias provocadas por el hombre. De mujeres camaradas al servicio de asesinos como Beria o el propio Stalin. De literatura perdida, de identidades difusas. Donde las mujeres lloraron y lucharon para nada, porque de ese mundo nada queda excepto las brasas de décadas de sumisión a un poder que pretendía salvarlas.

No tengo que elegir el mundo en el que quiero vivir, ya lo hice hace mucho tiempo. Y desde luego, no es el que pintan para mí en paredes, ni escriben en manifiestos llenos de frases intrascendentes. Si apartamos a los hombres de nuestra vida, no podremos enviarlos a luchar contra dragones o a buscar griales lejos, muy lejos. Tal vez sólo sirvan para eso, pero con eso, es suficiente.

Te debes a mi servicio por dos razones en verdad:
primero porque eres un caballero que ningún otro puede igualar
y después porque me amas, si ello es verdad y no una mentira.
Ve, busca a aquel hombre donde se encuentre, ya sea cerca o lejos.


El caballero en la piel de tigre. (Estr.130)

Leed mucho.
M.



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