Martes, 4 de abril de 2017. Inauguración en el Museo del Prado de la Exposición “Tesoros de la Hispanic Society de Nueva York”. Dos plantas en el Edificio de los Jerónimos dedicadas a mostrar pequeños tesoros de nuestra historia patria, que otros buscaron, pero nosotros no. Interesante momento el de las Vanguardias de principios del siglo XX, escritores y pintores superlativos, ignorados y desconocidos para muchos pero no para el filántropo estadounidense Archer Milton Huntington. Por no se sabe qué razones, se enamoró de la cultura española y – como dinero no le faltaba – se dedicó a comprar arte y literatura de toda época y formato, y a frecuentar a escritores y pintores de una época fecunda como pocas pero mal retribuida pecuniariamente. Excepto Sorolla, que llegó a ser tremendamente conocido tanto en Europa como en América, el resto vivió como pudo o como le dejaron. España, por una manía histórica irritante trata muy mal a sus genios y si estos sienten devoción por lo hispano, los vilipendia y hunde en la miseria.
Y ¡voilà!, aparece un yankie con pasta para aburrir que se toma la molestia de aprender a hablar español y de recorrer España y América del Sur de cabo a rabo, sacando el jugo a una cultura milenaria, no llegando a entender – por lo mucho que le entusiasmó - cómo había sido rodeada de oprobio a lo largo de los siglos. Me pregunto qué hubiese pensado Huntington si hubiese conocido a alguien tan despreciable y mediocre como Puigdemont. ¡Pobre! ¡Qué chasco se hubiese llevado!
Para aquellos a los que voluntariamente el sistema educativo español se lo ha ocultado, además de Cervantes (no queda más remedio que hablar del Quijote, es una novela demasiado influyente para ignorarla) existen en español plumas de primer orden, cuya influencia es apreciable en todo el globo. Os animo a que exploréis el Siglo de Oro. Quevedo, uno de mis favoritos. Sor Juana Inés de la Cruz, una monja poco convencional ahogada entre la imagen bien condimentada de que las religiosas son lelas y mojigatas perdidas. Santa Teresa de Jesús, no hay filósofo o persona medianamente sensible que no la nombre. Para nosotros, ¡oh víctimas de lo insustancial! era una tipa que levitaba y entraba en trance, viajando por ahí en una burra y pasando hambre para hacer penitencias varias.
Del propio Cervantes nos cuentan más bien poco y del Inca Garcilaso de la Vega menos, eso de que a un peruano le dé por gustarle lo español y no vea al conquistador como un bruto y un exterminador, intentando explorar lo mejor de los dos mundos, es algo inconcebible, impensable y hay que enterrarlo pero ¡ya! Y nada, bien enterrado está.
Este buen hombre, este buscador de tesoros tuvo un rapto místico (como Santa Teresa) al leer la Celestina, y desde entonces no paró. Yo, así de primeras, siento una INCONMENSURABLE envidia de él. La mayor ventaja de ser rico, además de disponer de tu tiempo, es poder ir contracorriente sin que la mediocridad y los topicazos más sinsentido te arrastren y te enfanguen.
Como vivimos rodeados de un sinfín de ‘lugares emblemáticos y frases huecas’, entender estos pormenores nos resulta difícil. Algo así como a San Agustín resolver el enigma de meter el agua de mar en un pocillo. No se puede ir contracorriente. Por dos razones, primera porque los ‘malos’ harán todo lo posible porque no quede de ti ni el polvo y segunda porque los ‘buenos’ sacarán partido de forma torticera a tu manía de colocarte fuera de la distribución normal de probabilidad.
Con esto quiero introducir a Eduardo Mendoza, individuo que, al contrario de Huntington, ha llegado a abandonar su residencia en Barcelona, porque – en su caso – no tenía el dinero suficiente para reírse de todos los idiotas que le rodean. Los catalanes están mosca porque escribe en castellano y los españoles sólo mencionan este hecho como un pirrioso triunfo ante el desmadre que se vive allí. Cuando, precisamente, la batalla del español sobre el catalán es la única que tiene claro vencedor. Pero no por la gestión de la gentuza en el poder, más bien por personas como Huntington o escritores de primer nivel como Quevedo, que ni conocen.
En el Discurso de Entrega del Premio Cervantes 2016 (Alcalá de Henares 20 de Abril 2017), Mendoza apeló precisamente a esto, a las distintas lecturas del loco mundo de Don Quijote, que no deja de ser el nuestro. Para llegar a la conclusión de que verdaderamente estaba loco, y esta locura es el instrumento del que se vale para hacer lo que le da la gana.
(...) Alguna vez me he preguntado si don Quijote estaba loco o si fingía estarlo para transgredir las normas de una sociedad pequeña, zafia y encerrada en sí misma. Aunque ésta es una incógnita que nunca despejaremos, mi conclusión es que don Quijote está realmente loco, pero sabe que lo está, y también sabe que los demás están cuerdos y, en consecuencia, le dejarán hacer cualquier disparate que le pase por la cabeza. Es justo lo contrario de lo que me ocurre a mí. Yo creo ser un modelo de sensatez y creo que los demás están como una regadera, y por este motivo vivo perplejo, atemorizado y descontento de cómo va el mundo.
No puedo estar más de acuerdo con Mendoza. Suscribo cada palabra, y al hacerlo tiemblo porque, para seguir realmente tu camino es necesario, o bien ser riquísimo o estar loco. ¡Puf!
Como he hablado de Mendoza en este blog, poco más diré. Sólo el desconcierto que me causó la poca presencia en los medios cuando le fue entregado el premio. Él, supongo, se lo tomaría con humor, porque es su juego, su talismán. En su caso, el humor le ayuda a ocultar su miedo y perplejidad.
Sirva como conclusión un consejo (extraído del discurso), pase lo que pase y se diga lo que se diga, el humor lo impregna todo y todo lo transforma.
Sed felices e id al Prado a ver la exposición, mientras meditáis sobre lo que os he dicho.
M.
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