Un año más he estado pegada a la televisión cuatro horas, un año más Eurovisión ha ocupado mis reflexiones y conclusiones. Me encanta este festival, tiene mucha más chicha de lo que parece, en esta ocasión se han dado cita, además de las canciones, los topicazos y absurdeces más bochornosas y ridículas. Malmö ha acogido tan magno evento y – como no podía ser de otra forma estando en Suecia – el aburrimiento y el barniz de racismo vacío e hipócrita han hecho acto de presencia.
Empecemos con lo más obvio. Se trata de un festival de la canción basura, no de un escaparate político donde cuatro desarrapados con dinero, que obviamente no tienen nada que hacer, van a protestar a las puertas del recinto o bien - de forma virtual – vierten su odio contra lo que se ponga a tiro en cada ocasión. En esta edición era Israel el enemigo a batir.
En la antigüedad, cuando alguien caía en desgracia, todos los allegados del condenado iban en cadena al suplicio o la esclavitud. Con el tiempo, bueno varios milenios, ya sólo era este último quien acababa con la cabeza cortada. La familia quedaba libre de todo castigo. Los cristianos, en un acto de auto-bombo, achacamos este avance al triunfo de nuestra fe en el mundo civilizado, creyendo inocentemente que tales prácticas han sido erradicadas. Nada más lejos de la realidad, valiéndonos del anonimato que otorgan las redes sociales y al empoderamiento de las frases huecas, nos sentimos legitimados para pitar y hacer escarnio público de la representante de Israel, sin molestamos en saber lo que piensa al respecto de las acciones de su país. No nos importa su integridad y mucho menos su individualidad. Nos importa todo una mierda, porque llevamos en nuestro ADN el germen de la crueldad en cadena, masiva e irreflexiva.
Este es el tercer año que Rusia no participa en el certamen. ¿Por qué Israel sí y Rusia no? ¿Qué criterio se sigue? ¡Ayyyy, amiguitos! El que ha marcado el camino a seguir desde que el hombre salió de las cavernas, el dinerito. Pobres tontos los que se dejan dar palos por defender algo utópico e irresoluble, más les valdría dedicarse a alimentar a las cabras en alguna montaña perdida.
Además del dinero que da la televisión pública israelí a Eurovisión, da la casualidad de que el patrocinador principal, el que da la cara y subvenciona a los esperpentos que asisten y que no tendrán donde caerse muertos dentro de unos años, tiene su sede social en Israel. Es una empresa judía… ¡Cielos! No hay problema, pelillos a la mar. En este caso, al ser una marca de productos capilares la frase viene al pelo.
Otro de los requisitos para postular, además de ser un esperpento subvencionado por una empresa judía, es haber sido víctima de abusos y tener preferencias sexuales que requieran consulta en Wikipedia, porque – debo ser muy vieja – no me queda claro cuando los presentan, si les gusta acostarse con hombres, con mujeres, con vacas, con humanoides o con caracoles de huerta, los de criadero generarían protestas contra el maltrato animal. Lo más común en esta edición es ser ‘no binario’, tomando como fuente a Wikipedia, es la denominación que se aplica a las personas que no se perciben ni como del género masculino ni como del género femenino. Importante (también siguiendo esta misma fuente) no debe confundirse con ‘Queer’, que son aquellos que no siguen ninguna regla sexual (estos deben ser los que se acuestan con caracoles).
Muchos de vosotros pensaréis que soy cruel hablando así de seres sufrientes. Para mi lo realmente cruel e insolidario es su comportamiento excluyente y xenófobo. Reducir a la anécdota minoritaria las múltiples realidades de abusos e indefensión a las que se enfrentan millones de seres humanos, me parece preocupante. Mujeres que son víctimas de ablación, algo espantoso que nunca mencionan, pobreza, trabajo infantil, racismo, violencia… Pero para ocultar tanta ignominia, tanta vergüenza, tanto sufrimiento, nos colocan enfrente, de forma sutil, el muñeco de trapo al que debemos atizar.
Una vez formas parte del grupo de las víctimas, convertirte en verdugo es el paso más lógico. Cientos de ejemplos pueden citarse si echamos la vista atrás en la historia. Todo está permitido y es legítimo. Siendo los Países Bajos un país civilizado, perteneciente al grupo de los listos, guapos y que todo lo hacen bien, muy gorda tuvo que montarla su representante para que lo echaran del certamen. Siendo también una víctima – es también no binario – consideró que la mala educación y la violencia le estaban permitidos. Se ha tapado, claro, si hubiera sido España, Italia, Portugal o Grecia no quiero ni pensar qué hubiese pasado y qué hubieran contado en la prensa. Siendo holandés el espantajo que metió la pata, la cosa medio se tapa y se exonera de toda culpa al resto de la delegación, que le ha escogido y que es – en última instancia – responsable de la participación de este idiota. Pero la xenofobia y el maltrato a una mujer (en este caso la representante de Israel) pasan a un segundo plano.
Como veis, Eurovisión da para mucho. Seguimos.
Patente es que la música que se presenta es una basura de marca mayor, en un descanso anunciaba la presentadora la comercialización del disco que incluye todas las canciones participantes… ¿Alguien va a comprar eso? Desde la invención del reguetón se abrió una senda peligrosa en la que todo cabe, incluido esto.
La presentadora (Petra Mede) fue lo más divertido de la gala. Tal vez sea yo, que no acabo de ver la razón por la que estos aburridos nos miran por encima del hombro, pero en todo momento la sensación de sopor frío y falto de ritmo era palpable, al menos para mí. La futura reina del país, subida a unos taconazos de vértigo (no le hacen falta, por cierto, es un caballo percherón) dio la bienvenida a todos a Suecia, rodeada de esculturas griegas y romanas y de otros atrezos rancios y trasnochados. Una monarquía nueva y sin historia, legitimada por la cultura del sur de Europa, pocos logros pueden ellos mostrar al mundo excepto los muebles de IKEA y una lengua muerta.
Vamos con España y el grupo Nebulossa. La cantante, sin voz y con tanto bótox inyectado que no puede ni hablar, apareció enfundada en un mono negro de dominatrix muy acorde con las circunstancias. No hace falta decir que también ha sido una persona apartada, maltratada, vejada… ¡La duda ofende y la canción lo indica bien claro! De otra forma no le hubieran dejado participar. Pero me caen bien, ella y su marido, miembro también del grupo. Una de las pocas genialidades de este nuestro país es siempre ir contracorriente, y en un certamen en el que sólo participan jóvenes desorientados que caerán víctima de alguna droga de diseño, apostar por una mujer mayor de 50 es encomiable. Nadie lo vio como yo, claro, por eso soy outsider.
Como esto es un blog cultural, y tengo que colar algo que tenga que ver con literatura y arte, diré que ni uno solo de los participantes se ha leído un libro en su vida, ni ha visitado un museo. Pero vamos, Eurovisión no es peor que la gala del MET 2024, y el uso de un museo brutal como decorado de fondo para un desfile de actores, modelos e influencers que son – para la cultura WASP – la antorcha que debe guiarnos. Esto requiere un análisis más profundo que dejo para otra ocasión.
MET Gala 2024
Nos extinguimos.
Vosotros leed y a lo vuestro.
M.
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