Nota: Este artículo fue publicado en Abril de 2014 en la edición impresa del Periódico Guay del Paraguay.
De ahí que (aunque publicado en este Blog en Octubre de 2015) haya preferido mantener su formato tal y como se redactó entonces.
-------
Este mes de abril ha
sido muy señalado para la literatura en español. Noticias tristes como la
muerte de Gabriel García Márquez se han casi solapado con la entrega del Premio
Cervantes a una mujer mejicana, Elena Poniatowska, que con su traje colorado y
su desparpajo dejó bien claro que el encanto que emana de algunas personas,
cubre de armonía y luz todo aquello que tocan.
Todos los periódicos,
cuando hablaban de ella, decían que estaba emocionada y nerviosa, no era para
menos, sólo cuatro mujeres han recibido el galardón. Sólo tres antes que ella
habían elevado su voz para hablar sobre los sueños, sobre la literatura, sobre
el poder de palabra y sobre lo maravilloso que es soñar, porque dejar de soñar
es morir, dejar de leer es no existir.
‘Mi madre nunca supo que
país me había regalado cuando llegamos a México en 1942 (…) Llegamos a la
inmensa vida de México, al pueblo del sol. Desde entonces vivimos
transfiguradas y nos envuelve entre otras encantaciones, la ilusión de
convertir fondas en castillos con rejas doradas’, leyó Elena Poniatowska en
Alcalá de Henares. Consciente o inconscientemente reveló el origen de ‘El
Realismo Mágico’. Porque siglos después de que don Quijote convirtiera las
fondas en Castillos y los molinos en gigantes, los Buendía esparcieron su
propia magia en medio en Macondo.
La magia del los
Buendía, es la magia de los que – como don Quijote – huyen del realismo
arrasador que los envuelve. Cuando Melquiades inspira a los niños Buendía, la
familia medra y sus ilusiones construyen mundos maravillosos en la selva. Hasta
consiguen engañar a la muerte. Cuando la
civilización se asoma a ellos, la lluvia, el progreso en forma de trenes y las
compañías bananeras, acaban con todo.
García Márquez, al
recibir el Nobel en 1982, mostró una América Latina diferente, llena de
contrastes y de miserias. Una realidad descomunal, y no sólo su expresión
literaria (…). Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros
y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que
sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, dijo
Gabo teniendo a Úrsula y a Macondo en la cabeza. Se sentía orgulloso de caminar
al lado de los ilusos, los candorosos, los destartalados, los que resisten
montados en Rocinante, como la ganadora del Cervantes de este año.
Mucho he leído estos
días sobre García Márquez, algunas cosas, estoy segura, le hubieran
abochornado, avergonzado y disgustado. Todo lo que nos rodea es tan complejo
que tendemos a reescribir lo que está escrito y a interpretar lo que
simplemente es magia. Por eso al igual que Gabo, seguiré buscando una nueva y
arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la
forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y
donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para
siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario