domingo, 13 de mayo de 2018

Un canto a favor de Eurovisión... (por llevar la contraria)

Soy una friky, me gusta Eurovisión. ¡Toma ya! Me ha gustado siempre, desde que era pequeña, cuando en el festival sólo participaban los países de la Vieja Europa, y se presentaba al director de orquesta que acompañaría al artista antes de cada actuación. Me gustaban esas votaciones infinitas, en inglés y francés, empezando desde un punto y acabando en doce. 'Uayominí', era lo que yo entendía en francés, que era Reino Unido.

Ahora, esa parte del imaginario de mi niñez se ha visto sobrepasado por un espectáculo de luz y color, donde la música pasa a un segundo plano. Se ha abierto la puerta a países minúsculos, convencidos comunistas en el pasado, que echan el resto para aupar a cantantes que no tendrán más momentos de gloria, no porque sus canciones sean malas, que lo son, sino porque la música que escuchamos, la que se vende, se produce exclusivamente en Estados Unidos e Inglaterra, donde los productores saben de qué va el tema y además su inglés es nativo, del bueno. No una mezcla extraña de esloveno-inglés.

Tampoco el francés pinta nada ya, ni en el desarrollo del espectáculo, ni en las votaciones... No hace falta hablarlo, porque para votarse entre sí los de siempre, usar una lengua muerta se convierte en un anacronismo insulso y pesado. El inglés siempre va más al grano, no tiene tantos matices como el francés, que es una lengua latina llena de recovecos. Que en los Balcanes hubo una guerra infernal en los 90 y que se mataron (mejor dicho masacraron) entre sí no importa, porque Eurovisión, el nuevo, el del espectáculo de luces led y personajes a cual más raro, demuestra que existen lazos profundos por encima de cualquier circunstancia. Y para eso el inglés sobra y basta.

Y aun así, sigue gustándome, por dos razones, la más importante es que no logro sustraerme de los recuerdos infantiles del Festival 'Uayominí', y la segunda es que me parece un ejemplo claro de la hipocresía salvaje del ser humano.

La música es una basura, pero el presupuesto del evento es tal, que muchos países se han negado a lo largo de la historia del certamen a organizarlo. Pero entretiene a la gente, todo el mundo lo comenta durante las semanas anteriores, aun sabiendo que ninguna de las canciones (ni la ganadora) llegará a tatarearla nadie, excepto contadísimas excepciones. Lo que pone de manifiesto que lo ve más gente de la que lo confiesa abiertamente, como yo, y que ya cualquier manifestación artística carece de sustrato aprovechable, sólo hay que organizar un espectáculo.

Casi siempre ganan canciones 'protesta', en el caso de este año, Israel, presenta a una chica espantosa de fea, con un look imposible de calificar, que denuncia el acoso que sufre la gente como ella en el colegio, para lo que se vale de unos alaridos tipo gallo que dan hasta grima. ¡Qué gran momento para el europeo medio de mostrar su solidaridad e irse a la cama tan contento!! Ha hecho la buena obra del día. Sin entender ni lo que dice la canción, ha mostrado su rechazo al acoso infantil, su apoyo a la lucha de las personas que son diferentes para encontrar su lugar en el universo. El lunes, cuando vuelvan a sus tareas cotidianas, y conozcan de primera mano casos de acoso, no harán nada. Entra dentro de lo posible, que - tal vez sin darse cuenta - serán acosadores ellos mismos. En fin, pecadillos sin importancia que podemos purgar de forma fácil.

Luego tenemos los cantantes que quieren consagrarse, pero no lo logran... ¡Puf! Pobres, estos son los peores, viven engañados. Gurús de la canción, que culpan de su falta de galas y de éxito a festivales como este. La gente es idiota, no sabe de música, dicen. Entiéndase 'saber de música', gustarle única y exclusivamente la que ellos hacen. Esto valdría como argumento antes, pero ahora ya está un poco cogido por los pelos. En Spotify hay de todo, pero es que ni su familia les escucha. Además, si no les gusta la música que agrada a las masas... ¿por qué quieren ser partícipes del fenómeno? Otro matiz por el que chirría este razonamiento es que el año pasado ganó Salvador Sobral, con una puesta en escena sobria y enarbolando como única arma su música llena de alma y cadencia. Ellos no se rebajarían a ir a Eurovisión, es la peste, el mal reencarnado, el anticristo. Muy afín este tipo de artista a la defensa del 'pensamiento único', tienen muy claro como hay que actuar en el mundo de la música, estás conmigo o contra mí. Cuando es tan música dar con un palo a una botella, como 'La sinfonía del nuevo mundo' de Dvorak. Pero la democracia y el respeto son valores no siempre bien llevados a la práctica.

Otro de los temas preocupantes, al hilo de la democracia, es la obsesión por dar voz a gente que no tiene ni idea ni de lo que se pregunta. Abnegando la profesionalidad con el chusquerismo democrático. Los pensadores que nos dirigen defienden que tenemos el derecho a opinar sobre todo. Vamos a cambiar el trazado de una calle, se hace una encuesta por internet, hay que plantar un geranio en el balcón del Ayuntamiento, se pregunta al ciudadano si las flores que brotarán deben ser azules, verdes o blancas. Eso es el colmo de la democracia, dar voz al pueblo ¡Lo más grande! Desgraciadamente se ha trasladado a eventos frikis como Eurovisión. Ahora la gente vota y ese voto (el popular) decide quien gana el certamen... ¿¿¿??? ¿Qué se valora? Lo políticamente correcto, lazos históricos y espectáculos esperpénticos varios. Esto es terrible en sí mismo, porque se empieza así y se acaba haciendo un referéndum sobre el Brexit, en el que precisamente a los que ni les va ni les viene, acaban decidiendo sobre el destino de personas que tiene mucho que perder con la sinrazón del que no sabe ni los puntos básicos del cuestionario. 

¿Veis como Eurovisión tiene más miga de lo que parece?

Dejo para el final a España y su participación. Algo digno de un estudio pormenorizado. Daré sólo unas pinceladas. Nadie nos vota ni nos comprende, eso - para los gurús musicales de los que he hablado - debería ser bueno. NO NO, en este caso es malo. Que los frikis que siguen el festival, que no saben de música (recordemos), no aprecien nuestras canciones es MALÍSIMO, no ofrecemos una propuesta de calidad. 

España juega mal sus cartas, nada más. Somos uno de los mayores contribuyentes a Eurovisión, pero no nos aprecian. Otra de las hipocresías del mundo moderno. Países que hasta hace 30 años no sabían ni que existía el festival, que hablan lenguas muertas (de ahí sus canciones en inglés pírrico), se dedican a darnos lecciones sobre este particular. Habría que recordarles alguna cosilla menor, como nuestra avasallante cultura centenaria o que - después del inglés - la música que más se escucha/vende, es la que se produce en español. Pero España, dirigida por mediocres, no se atreve a dejar las cosas claras.

Valga este razonamiento para suecos, noruegos y otros países nórdicos, que nunca nos votan, tal altivos ellos. De vez en cuando (véase el escándalo de la Academia Nobel) tienen también trapos sucios que lavar.

Acabo sí, con Amaia y Alfred. Porque a mi.... ¡Me han gustado! Era obvio que en Europa no iban a entender la puesta en escena. Que dos jóvenes muestren un amor cándido y sin tapujos en la pantalla es - para los puritanos herejes - algo inconcebible. Que un catalán y una navarra, hayan defendido los colores de España, tampoco cuadra, recordad que desde hace un año se muestra fuera de nuestras fronteras una Cataluña en la que TODOS se quieren ir y en la que nadie - una vez prueba el jamón serrano - se reconvierte en español, aunque sea por puro interés. Porque eso sería reconocer una España plural y multicultural, con roces, sí, pero diferente y enriquecedora, vamos, lo que siempre hemos sido y lo que siempre les ha fastidiado a nuestros vecinos que seamos. Para ello se han dedicado durante siglos a crear una leyenda negra sobre nuestro retraso, rigidez y xenofobia. Alfred y Amaia son molestos, no importa la canción, la prueba es que la ganadora es bastante peor.

Cuando ganó Masiel con ese maravilloso vestido, aun teníamos sueños por cumplir, los sueños ahora los dicta la hipocresía.



Leed y pensad por vosotros mismos.
M.


sábado, 12 de mayo de 2018

Herejías del los tiempos modernos....

Nota previa: NO voy a hablar de herejes, hogueras, disquisiciones religiosas o chamuscados varios. Voy a hablar de un libro y de una fiesta llena de glamour y trajes caros. Un libro sobre Cuba, una reflexión sobre la pobreza y el Sistema Castrista y una fiesta en Nueva York de ricos ociosos necesitados de algún sustrato cultural y/o actividad más orientada al bienestar de otros seres humanos. Una reflexión profunda en un castellano católico, frente a un esperpento instigado por los perjuicios protestantes. 

El libro, 'Herejes' de Leonardo Padura, un mago de las palabras y los sentimientos. Recomendable sin un pero. Instructivo, sincero, bien escrito y mejor estructurado. Un constante desafío a nuestra vena sensible, a nuestra reflexión sobre qué lugar ocupamos en un universo infinito, de designios extraños pero asombrosamente sorprendentes, de casualidades y círculos que se cierran cuatrocientos años después, porque todo lo bello logra trascender.

Lo bello en este caso no es la propia novela, es un cuadro de Rembrandt, el retrato de un judío, que puede ser Jesús o bien un contemporáneo del propio pintor y que constituye el eje del libro. Una historia que comienza a mediados del siglo XVII en Ámsterdam y concluye en 2008 en La Habana. Hay objetos cuya pertenencia marca la vida de las gentes, sus objetivos, su destino. Pero no por su valor intrínseco, más bien por lo desencadenan a su alrededor y como consiguen despertar la codicia en personas que ni tan siquiera conocen su verdadero bagaje, su alma.


Desconocía, antes de leer el libro, que en 1939 un barco, el  S.S. Saint Louis estuvo fondeado frente a La Habana. En él viajaban 900 judíos que tenían la esperanza de encontrar en Cuba un lugar del que escapar de la barbarie nazi. Así se les había prometido, por ello habían pagado un alto precio. Hasta ahí un hecho histórico probado. En ese punto, la novela nos da a conocer a una familia judía, los Kaminsky, que -  intuyendo la falsedad de la promesa - esconde entre sus pertenencias este lienzo de Rembrandt, con el que aspiran a comprar su libertad. Finalmente no son autorizados a desembarcar, dejando en tierra a parte de sus familiares, ya asentados en Cuba. El cuadro, desaparece. Como desaparecerá la familia Kaminsky, ellos en un campo de concentración a su vuelta a Europa. Los cubanos no los aceptaron, pero los estadounidenses, tampoco. La cosa de la guerra en 1939 no estaba clara para ellos y nos se quisieron mezclar, total, novecientas personas arriba/abajo, no van a parte alguna. 

El lienzo volverá a aparecer, claro. Dejando tras de sí víctimas, pero - como suele suceder - no las que merecen serlo, más bien los inocentes, los que sin remedio y como una partitura machacona e irreversible, sufren los daños colaterales buscando su sitio en la trama.

Cómo llega a conocer Padura la vida de Rembrandt con ese detalle, porque estoy casi segura de que todo lo que cuenta es cierto, es algo que merecería la pena que nos explicara. Cómo un hombre criado - como él - en una cultura ajena en el espacio y en el tiempo a la del pintor, puede expresar con esa sensibilidad y conocimiento, cada uno de los detalles que rodean la gestación de un cuadro, polémico desde su alumbramiento. ¿Cómo? Por eso os recomiendo que lo leáis y lo disfrutéis. Conoceréis la realidad de las familias judías que tuvieron que huir de España en 1492 (los sefardíes), como orientaban su brújula hacia la Península desde una ciudad a la que consideraban la Nueva Jerusalén, Ámsterdam. Da igual lo que nos arrebaten, siempre queda algo que nos une a lugares legendarios a leyendas y vivencias de nuestros antepasados.

En algunos momentos de la trama, piensas que ellos mismos - los judíos - se traicionan sin remedio, porque ni en la adversidad son capaces de procurar un bienestar común, de eliminar la intolerancia entre sus propias filas. Y - para justificar su propia ceguera - es habitual que aparezca un mesías en la Tierra. Entonces todo se precipita hasta el abismo. ¡Qué previsibles son los humanos y qué bien lo narra Padura! 

Hay un punto de inflexión en el que - de una manera directa - tiene que tender un paralelismo entre el siglo XVII en Holanda y el XXI en Cuba, nada más sencillo conceptualmente. La eterna decepción de los sueños incumplidos, aniquilados por discursos grandilocuentes y movimientos salvíficos que hacen aguas por todas partes. En el caso de Cuba es claro, el Comunismo de Castro y su efecto arrastre hacia generaciones perdidas en busca del mesías, porque el comunismo destruye (palabras del propio Padura) pero es incapaz de modelar nada que guíe al ser humano. Para explicar la vida de los judíos en Ámsterdam, se vale de un mesías que quiere desde Jerusalén cambiar el destino de su pueblo y que - al igual que Castro - los dejará a todos al borde del precipicio, tras haberse llevado por el camino vidas e ilusiones.

Para ilustrar y llevar al extremo la sensación de abandono vital, se vale, tras el punto de inflexión del que ya he hablado, de la desaparición de una joven 'emo', otro grupo urbano que desconocía antes de este momento. Básicamente son individuos que desprecian el mundo en el que viven y se alejan a su manera, autolesiones, drogas y una estética de pelos lisos y echados a la cara, maquillaje blanco, ojos marcados en negro y ropa estrafalaria. Confundibles con los góticos, pero diferentes hasta en sus gustos literarios y musicales.

Su forma sencilla y concisa de explicarnos que cada uno escapa como puede de lo que no le gusta, que suele ser más de lo que puede soportar. Objetiva o subjetivamente, este mundo lo hacemos un asco entre todos. Deberíamos ser más tolerantes con los deseos de otros y con su libertad para escoger. Esta debería ser una máxima que nos enseñasen desde pequeños, pero la moral que aprendemos no tiene sustrato alguno, es endeble y llena de frases huecas. Hemos pensado que el progreso nos liberaría de las lacras de Dios. Error. Los hombres, desde siempre hemos necesitado para vivir el influjo invencible de un creador, algo que siempre el arte, con su poder trascendente, ha intentado transmitirnos.

En la búsqueda de salvadores y mesías varios hemos empeñado esfuerzos que nos han dejado desorientados y maltrechos. La mayoría han sido farsantes, enfermos con sed de poder, con la avasallante pasión del dominio sobre otros hombres y sus destinos, sus mentes y su voluntad. Hitler, Stalin, Castro, Mao...

Las últimas páginas de la novela son los pensamientos en voz alta del escritor, identificándose con la joven emo desaparecida, ''ya no hay nada en que creer, ni mesías que seguir. Solo vale la pena militar en la tribu que tú mismo has elegido libremente. Porque si cabe la posibilidad de que, de haber existido, incluso Dios haya muerto, y la certeza de tantos mesías hayan estado convirtiéndose en manipuladores, lo único que te queda, lo único que en realidad te pertenece, es tu libertad de elección. Para creer o no creer. Incluso, para vivir o para morirte''.

Es posible que - como defiende Padura sin tapujos - Dios haya muerto. O lo hemos matado, al ignorarlo y convertirlo (estoy hablando de cualquier tipo de Dios, de confesión/creencia) en una especie de esperpento. Unas líneas más arriba, comentaba la falta de sustrato de la moral que nos enseñan en el siglo XXI, en la que - para colmo - hay credos intocables y otros pueden convertirse en objeto de mofa y divertimento de un grupo minúsculo de actores, modelos y gente con dinero que - puesto que no tienen que plantearse ningún interrogante filosófico, es innecesario para su cerebro de chorlito - organizan fiestas para hacer ver a la humanidad que ser católico es participar en un conjunto de ritos trasnochados pero vistosos, llenos de superstición medieval y que, como tal, hay que convertirlos en temática de una fiesta cuya celebración tiene lugar en uno de los museos que atesoran más cuadros de temática católica del mundo, el Metropolitan de Nueva York. Cuadros y obras de arte que han sido atesorados conscientemente con el dinero de millonarios estadounidenses, y que atraen a millones de personas cada año a sus salas, para que - así, siguiendo la estela de una idea brillante - idiotas pagados de sí mismos, aparezcan de esta guisa:


¿Realmente los asistentes a esta fiesta necesitan este tipo de eventos? ¿Son capaces de no plantearse lo patéticos que resultan, más cuando su posición en el mundo de la farándula no necesita de estos actos esperpénticos? ¿A qué tipo de mesías siguen? ¿Dónde está su moral? ¿En la de lanzar mensajes huecos para salvar el planeta? 

Efectivamente Padura tiene razón, de haber existido Dios - da igual cual - ya estaría muerto. 

Leed muchísimo.
M.

domingo, 6 de mayo de 2018

El zumo de arándanos y la Dictadura del Proletariado.

Hay un movimiento global, mundial, planetario… de seres que visten con andrajos zarapastrosos y que luchan contra la globalización y la manipulación de las masas. Que todos vistamos ropa de Zara o de H&M es un abismo de malignidad para ellos, el reflejo de un capitalismo adoctrinante y destructivo que acabará aniquilando a la humanidad. La peluquería ecléctica y la ausencia de ducha también suman en los estilismos de estos mal llamados ‘anti-sistema’, porque muy aseados no son. No veo que relación puede guardar ser un guarro/a con la lucha anti-globalización, pero hay que contemplar el pack completo con objetividad. El español tiene un calificativo para estos humanos, "perroflauta".

Siempre que los veo en televisión destruyendo todo lo que pillan me espanto, y me digo a mi misma que – además de locos – están ociosos. Uno de los males de nuestro mundo es que los ociosos dictan las normas, porque tienen infinito tiempo para protestar. Y al final, como hacen ruido, condicionan a los que están en el poder y quieren mantenerlo, sólo salen a la luz leyes y normas que rozan lo ridículo, tendentes a satisfacer a estos idiotas y a perjudicar a los que mueven cada día la maquinaria productiva. El mundo al revés.

Pero… he sufrido una CATARSIS. Ha sucedido algo que marcará un antes y un después en mi vida terrenal. Y todo por culpa del zumo de arándanos. Un líquido viscoso, azucarado, con apariencia de vino añejo que ha cambiado completamente mi perspectiva, ahora miro con respeto y hasta con abierta curiosidad a los perroflautas.

Es costumbre desde hace unos años, matar de hambre y sed a los pasajeros de vuelos de corta duración. No dan nada, ni la hora. Si no eres tacaño, puedes pedir alguna de las deliciosas opciones de la carta menú y pagar a precio de oro un sandwich que es puro plástico o un café hecho con polvos y agua caliente. Son muy listos los directivos de las compañías aéreas, porque - aunque el vuelo no sea tan corto – inventan triquiñuelas para justificar su mezquindad, para contento de accionistas y acreedores. “Disfruten de una deliciosa y sana selección de productos de nuestra carta menú’.

Existe también el modelo mixto, es decir, dan algo para beber, pero las patatas fritas tienes que pagarlas tú. A este vamos... Viaje a San Petersburgo, con escala en Helsinki, compañía Finnair. La bebida es gratis, agua y zumo. Pero no cualquier zumo, sólo el de arándanos. Es sabido que en aquellas latitudes la bayas crecen hasta debajo de las piedras, lo que les lleva a desconocer por completo la existencia de otros néctares, es chocante cuando menos. "¿Desea un zumito?’’ "Si, por favor, un zumo de naranja sería genial’’ "No, sólo hay de arándanos’’. Y entonces… ¡La catarsis! Estamos en un cilindro cerrado herméticamente, a 10.000 metros de altura, y nos ofrecen de forma uniforme y machacona zumo de arándanos, entonces reflexiono sobre los perroflautas y su idea de que estamos dirigidos como borregos por una mente macabra y vendida al capital, y caigo en la cuenta de que algo de razón tienen. El ser humano no para hasta que no domina y – de cuando en cuando - destruye a otros de su especie. Lo bueno que tiene nuestro mundo global, es que este sometimiento está adornado con palabras grandilocuentes y escenas bucólicas.

Ya no me caen tan mal, excepto por lo vagos y desaseados que son, esa percepción permanece inalterable.
Tras esta ingestión masiva de líquido morado oscuro, me dispongo a deambular en el Aeropuerto de Helsinki un par de horitas, lo que dura la escala. Este corto intervalo de tiempo constituye el reflejo de lo que será el resto del viaje en términos de relaciones mías con otras personas y los diferentes momentos catársicos que iré sufriendo hasta caer exhausta de tanto pensar, observar y ser empujada y barrida por ingentes contingentes humanos que siguen a un paraguas cuando no llueve. En ese preciso instante, atribuyo tan funestos pensamientos a la ingesta masiva de bayas azucaradas y machacadas, más tarde mis peores presentimientos se manifestarán con toda viveza.
Sin ánimo de ofender a nadie, ninguna raza, ni religión, sexo… etc., afirmo categóricamente que el turismo oriental constituye una plaga que se extiende sin armonía, y de la que hemos de vivir momentos escalofriantes como no se le ponga freno. Pero no adelantemos acontecimientos. Vamos primero con San Petersburgo.
Fundada por Pedro I, en 1703… ZZzzzzz Para más detalle os recomiendo que leáis el enlace de Wikipedia, no es gran cosa, pero da una idea general aceptable. Yo me propongo contaros mis impresiones.
He sido una lectora compulsiva de literatura rusa del siglo XIX, he disfrutado muchísimo y me he ‘teletransportado’ al mundo previo a la Revolución de 1917, leyendo libros como “Anna Karénina”, “Crimen y Castigo” o – justo hace un mes – “Los hermanos Karamazov”, cuya relectura me ha proporcionado momentos de nirvana por sus diálogos profundos sobre la esencia propia del alma rusa y su acercamiento a Dios. La descripción de ese mundo rural, supersticioso y trascendente, la estructura de una sociedad al borde de su inconsciente abismo y el coqueteo ruso entre la ilustrada y desarrollada Europa del siglo XIX y la espiritualidad inocente de un Asia completamente desconocida para nosotros, al menos en el momento en el que Dotstoivht escribió la novela, me deleitaron e ilustraron de forma deliciosa.
Pero la primera vez que visité Rusia, tuve la sensación de que ese mundo había sido barrido, y con él parte de mis historias de ensueño inspiradas en palacios donde Anna Karénina se veía a escondidas con el Conde Vronsky, o donde – ya en el mundo real – el príncipe Yusúpov asesinó a Rasputín, rociando de cianuro pastelitos y vino, sin que el curandero diera señales de sucumbir. Ahora, los rusos no saben ni quienes son, el comunismo ha aniquilado su mentes, arrebatándoles los sueños de príncipes y princesas (como los que yo tenía), y no son más que unos autómatas sin criterio que beben su propio zumo de arándanos a sorbos, marcado el ritmo por sabe dios quien. Lo cual para alguien como yo, que vivía ajena a la realidad campesina, porque ningún escritor ruso, en su mayoría criados en un estrato social medio alto, se molestó en contármelo de forma realista jamás, que pensaba que – de ser rusa en el siglo XIX - habría sido una princesa que tomaba el té con la zarina en sus aposentos privados, pasear por San Peterburgo sólo me deja, cada vez que voy, una sensación de desasosiego ecléctico y extraño, dibujado por una sociedad rusa víctima de setenta años de comunismo. Con la certeza de que - de haber seguido en pie los palacios de condes y príncipes - la vida en Rusia, da igual lo que nos hayan contado, sería mejor, al menos menos hipócrita y con mejor gusto.

Me siento mal afirmando esto, en parte porque yo no conozco en profundidad lo que se denomina 'Alma Rusa', lo vislumbré un poco leyendo "Los Hermanos Karamazov", aun así no quiero emitir sentencias desde mi más absoluto desconocimiento. No obstante, al visitar el Palacio de Invierno, o pasear por la Avenida Nevski, no puedo evitar pensar que la sociedad de San Pertersburgo, era - en 1917 - mucho más avanzada de lo que nos han contado y que, sin necesidad de purgar y transformarla vía Dictadura del Proletariado, Rusia hubiera llegado a ser una nación mucho más poderosa e influyente de lo que es ahora.
Francia y su ponzoñosa influencia, crearon en Europa una imagen de Rusia atrasada, dirigida por élites corruptas, donde el Comunismo era la única vía para avanzar. Sus intelectuales aplaudieron, auparon y protegieron a locos que sólo pensaban en eliminar con criterios chusqueros a millones de seres humanos. Pero yo, no puedo estar más en desacuerdo.
Siempre voy contracorriente, y claro, así me va.
La refundación del modelo social ha dado forma a seres que deambulan como autómatas, que no saben ni donde están, ni lo que ven y que perturban la paz de las mentes inquietas y dedicadas a la observación.
Como Rusia, que es un país de dimensiones inabarcables, se le quedaba pequeña a Lenin&Co., decidieron exportar el modelo a otros países. Como China estaba cerca, los emperadores allí estaban ya de capa caída y - siguiendo el rígido sistema taoísta de clases - convencer a los chinos que siguieran a un líder sin rechistar no parecía del todo complicado, se pusieron a ello con ahínco, y salió de entre los arrozales chinos nuestro querido Mao y sus secuaces. Personaje asesino y despreciable donde los haya, entre sus mayores gestas se encuentra haber dado 'Un Gran Salto Adelante' con nefastas consecuencias y millones de muertos en el camino.
Pero mereció la pena todo ese sufrimiento, porque ahora, cuando los chinos se han dado cuenta de que el capitalismo no está tan mal, y que tener dos camisas en el armario en vez de una de corte revolucionario, tiene su aquel, se han lanzado al mundo en masa, quieren conocer otras culturas. Lo que pasa es que - al haber aniquilado el comunismo su individualidad - no tienen criterio ni voluntad propia, y son una especie de engendros volátiles que pululan, suben y bajan de autobuses y se mueven como espíritus molestos y maleducados, usando combinaciones de ropa imposibles de calificar. El patente fracaso de la 'Revolución Cultural'. ¿Qué pensarían Stalin y Mao si levantasen la cabeza y asistiesen a la representación del 'Lago de los Cisnes' en el Teatro del Hermitage y se topasen con una mujer con un sombrero rosa, un bolso imitación de sabe dios que marca y una mala educación sonrojante? Simplemente que sus Revoluciones no sirvieron para nada.


Acabo justo aquí, en el Hermitage, escuchando la envolvente música de Chaikovsky, justo a unos metros de cuadros y tesoros artísticos de incalculable valor. Cuadros que los despreciados por la Dictadura del Proletariado atesoraron durante años, y que - para verlos - es necesario hacer una cola infernal entre megáfonos, paraguas de colores y empujones. La contemplación de las obras se convierten en una meta inalcanzable, Leonardo, y su 'Madonna Litta', estrellas lejanas imposibles de tocar y sentir. Nada puedes ver, te arrastra la corriente...¿de la globalización? Quizás los perroflautas tengan - de nuevo - razón.



En la evolución humana existen miles de matices, a lo que hay que sumar lo complicado que resulta comprender un siglo XX devastador para la humanidad. Sé que no es justo que unos pocos atesoren privilegios y belleza, mientras otros muchos están rodeados de miseria e incultura. Pero no puedo sustraerme de la imagen de Anna Karénina y su infinito amor por el Conde Alekséi Vronsky, no consigo apartar de mi mente una sociedad desigual, pero especial, injusta, pero llena de cuentos de hadas por vivir. No puedo dejar de pensar en el amor de Anna y Alekséi, luchando contra toda la sociedad, la rusa, que cambia una Dictadura de la Élites por otra del Proletariado. No vieron que sólo con amor no se avanza, para pasar a la historia debes beber zumo de arándanos y no pensar, no amar.

Leed mucho.
M.