sábado, 26 de octubre de 2024

España, sin más.

12Oct2024, 532 años de la llegada de Cristóbal Colón a América, a una isla (lo he consultado en Wikipedia, porque nunca estoy segura de este dato) en las Bahamas que se llama actualmente Guanahani, a la que Colón bautizó como San Salvador.

El estupor de los habitantes de la isla al ver desembarcar a unos melenudos, atufando a sudor y comidos los dientes de escorbuto, debió ser mayúsculo. Los marineros también debieron alucinar lo suyo. Sobre el motivo que llevó a la Reina de Castilla a financiar la expedición se han escrito muchos libros y teorías, pero las razones que empujaron a unos cien hombres (mujeres no fue ninguna), a meterse en unos barcos enanos, llenos de humedad, con provisiones escasas y sin tener ni puñetera idea de cuál iba a ser el propósito real del viaje, creo que no se ha estudiado lo suficiente. Hay que ser muy corajudo para acometer tal aventura. Ni drogada y sometida a las más terribles torturas hubiera participado yo en aquel viaje.

Los imbéciles reduccionistas afirman rotundamente que el motivo fue dinero, la avaricia y el fanatismo religioso, en fin, hay que tener cero neuronas para no darse cuenta de que el futuro de la expedición era más que incierto y que había muchas papeletas para acabar sepultado en el fondo del mar o algo peor. En el siglo XV el conocimiento sobre otras ciudades más allá de la propia donde se residía era escaso. Que la tierra era redonda se sabía desde hacía mucho, de ahí a conocer la ubicación exacta de las minas de Potosí había un abismo tan grande como el propio universo.

En los últimos años se han publicado decenas de libros en defensa de España y de su papel en América y – por extensión – en la historia de la humanidad. Esto incluye, como es obvio, un argumentario extenso contra la Leyenda Negra que nos persigue aun hoy y contra las mentiras - que nadie discute y se dan por ciertas – inventadas por ingleses, holandeses y – por encima de todos los sátrapas despreciables – franceses.

María Elvira Roca Barea y Marcelo Gullo son los mayores generadores de divulgación en defensa de lo que fuimos y de lo que ya nunca llegaremos a ser, tal vez no haga falta – ya en el siglo XXI - liderar revoluciones, cambiar fronteras, alfabetizar pueblos, abanderar movimientos religiosos, cerrar matrimonios ventajosos para perpetuar linajes…, quizás no, pero un poco de orgullo no nos vendría mal, un poco de sustrato cultural sobre lo que significamos en el contexto de los avatares terrestres que, siglo tras siglo, han sido convulsos, violentos y llenos de terror, impiedad y miedo.

La inexistencia de pensamiento crítico (empezando por uno mismo) es el origen de la creación de sentencias históricas que todo el mundo da por válidas. Hay una serie de frases que se dejan caer en conversaciones para refrendar escasos conocimientos sobre una realidad diversa e inconmensurable que se llama España, y que lleva llamándose así desde hace siglos, no pueden decir lo mismo otros países que sacan pecho sobre su estabilidad y su buen hacer, como Alemania que en el siglo XX ha visto como sus fronteras han cambiado varias veces, tras someter a otros seres humanos a hambre, miseria y exterminio.

Virtud de la mediocridad de nuestras élites y de la inoculación del pensamiento de izquierdas en determinados estamentos sociales, la destrucción y enturbiamiento de nuestros logros forma parte del ideario necesario para no ser un apestado social, un excomulgado. No deja de tener gracia (en realidad es muy triste) que un ser humano – el español medio – crea ser mejor llenando de oprobio y mientes a sus antepasados, de los que él es consecuencia y producto. Los intelectuales radicales de izquierdas (progresistas, como ellos se llaman) defienden la estrategia de tierra quemada, hay que acabar con todo para alumbrar un mundo nuevo, mejor. Pero eso es IMPOSIBLE, porque Hernán Cortés, existió. Pizarro, existió. Los Jesuitas, existieron. Fray Junípero Serra, existió. Blas de Lezo, existió. El Imperio Español, existió. El hecho de que cientos de millones de personas hablen español, existe. La violencia contra otros pueblos existe, ha existido y existirá. En el siglo XVI la Escuela de Salamanca afirmaba que todos los hombres eran iguales. En el siglo XX, hace cuatro días, Hitler afirmaba en mítines, aclamado por masas enardecidas, la existencia de infrahombres, seres que no merecían vivir y que había que exterminar sin contemplaciones. Pero vemos incivilidad y subdesarrollo en nuestra historia, porque eso es bueno, eso nos hace progresar.

Alumnos en la Escuela de Salamanca

Decía Franco que los españoles somos ingobernables. Pero él siguió gobernándonos, hasta su muerte. No se planteo irse. Era un masoquista, claramente. Esta idea de ser chusqueros, seres inconsistentes, sin remedio, una anomalía en medio de naciones civilizadas – que han demostrado ser mucho más crueles y depredadoras – está tan asentada en nuestro concepto de España, que nos hace tremendamente vulnerables y nos pone a merced de nuestros enemigos, sin que tengamos la más mínima defensa intelectual para poder mantener -aunque de forma precaria - nuestro barco a flote.

Para controlarnos, para manipularnos, para que lleguemos a no ser nada más que hojarasca empujada por el viento, la idea de nuestra grandeza debe ser despojada de todo contenido, de lo bueno y de lo malo. No debe quedar rastro de Colón, ni de los Austrias ni de nada que consiga colocar los cimientos de un edificio precario, pero que nos sostenga ante lo que está por venir.

No pretendo avivar el patriotismo peliculero y populista, sólo quiero que nos paremos a pensar dónde estuvimos y donde queremos acabar.

Leed mucho.
M.

domingo, 6 de octubre de 2024

Inteligencia Artificial.

La Edad Media, el Ducado de Borgoña y la pintura de Giotto, no son compañeros de viaje acertados para afrontar soporíferas jornadas de trabajo en una multinacional, son la peor compañía posible.

Otra mala compañía es estar dotada de la sensibilidad suficiente para darme cuenta de que la situación del mundo da un poco de miedo, hay guerras por todas partes y mediocres llevando el timón del barco. Teniendo esto claro, sentir sosiego es harto complicado. Menos mal que ha venido la Inteligencia Artificial (IA) para salvarnos.

Uno de los signos del fin de los tiempos es la proliferación de reuniones de humanos en las que se habla de lo que van a hacer los ordenadores por nosotros. Tareas en las que un humano invertía horas, un ordenador va a tardar menos de un segundo en terminarlas. Tareas (esto es importante) embrutecedoras que no aportan nada para el desarrollo intelectual de los pobres trabajadores – entre los que me incluyo – y que llevan haciéndolas décadas. Ahora no sólo soy vieja, además soy comparable a un esclavo que remaba en una galera romana, entonces - ¡suerte para ellos! – no existía la IA.

Hay algo inquietante en todo esto, esta semana, en una reunión en la que nos contaban lo que se había avanzado en la mecanización de procesos con IA, observaba a aquellas personas que habían liderado estos cambios, su exultante felicidad, su confianza en el progreso, su ceguera, su espantosa ignorancia, y – lejos de enfadarme, o de constatar una vez más su incapacidad para gestionar nada – sentí un miedo cerval, terrible y – para variar – me sentí sola en una guerra que ya sé de antemano que he perdido.

Es terrorífico constatar cómo aquellos que se vanaglorian de liderar el cambio que conducirá a que las máquinas acaben con nosotros, no se den cuenta que ellos también entrarán en algún momento en ese ‘nosotros’. Esto me recuerda – no puedo evitarlo – a la Gran Purga que Stalin llevó a cabo entre los años 1936 y 1938. Grandes jerarcas soviéticos acabaron con un tiro en la nuca o peor. Pocos años antes ni imaginaban que iban a ser las víctimas, porque en esos tiempos no tan remotos eran ellos los que, con absoluta arbitrariedad y frialdad, decidían quien viviría y quien no. Se luchaba por un hombre nuevo, una sociedad nueva, un sol que iba a salir y los iba a alumbrar a todos por igual. Porque – eso es innegable en el caso de la IA, dado que carece de alma – todos los seres humanos somos iguales y debemos luchar contra aquello que nos oprime. Pero… ¿Qué es crecer cuando se carece de alma para disfrutar del aprendizaje de la vida?

Sin cuestionar el progreso y sus beneficios, me surgen dos preguntas, la primera – obvia – es quién y cómo hará uso de esa tecnología y, la segunda, es qué pasará cuando – convencido de que es un dios que puede con todo – el hombre se olvide de que su mayor activo es su espíritu, su alma y su sensibilidad.

Otra reflexión, no puedo incluirla como pregunta, es cómo llegaremos a darnos cuenta de que somos un producto imperfecto de la evolución y que podemos fracasar muchas veces a lo largo de nuestra vida. Tema este nada baladí, porque – llegado un momento no muy lejano – nuestros logros se medirán en cifras, no en emociones, ni en sensaciones, seremos criaturas cuantificables y previsibles en función de sabe dios qué algoritmo matemático.

Decía Tomás de Aquino, que la vida buena es aquella en la que hay equilibrio y carencia de exceso. Asumía que la vulnerabilidad del hombre debía inspirar indulgencia y compasión. Imbuido en un teocentrismo en el que esperar la misericordia de dios era una terapia válida para poder seguir caminando, no cabía otra conclusión posible. Esa terapia del siglo XIII, si la propusiera a cualquier persona con la que colaboro cada día, provocaría su risa y el escarnio público de mi persona, porque el sueño científico ha creado monstruos sin alma. Y por eso hay que andar con pies de plomo.

Es curioso que todas las formaciones (coaching, usando la abominable expresión inglesa) para motivar al pobre sufriente empleado que será sustituido por un ordenador, explotan los mismos lugares comunes que inundan cada discurso de personajes públicos de mayor o menor calado. Debemos seguir una línea ascendente que nos catapultará al éxito, y – si caemos – nos levantamos y tan campantes. Pero… ¿Y si no podemos? ¿Qué pasa si nuestro espíritu crítico no consigue vencer la barrera del desasosiego? ¿Qué pasará? Pues nada querido lector, porque se ha trivializado tanto el concepto de solidaridad que probablemente los versos sueltos acabemos recogiendo basura radioactiva en un vertedero de Bombay. 

Os recomiendo que vayáis al Museo del Prado en Madrid, planta baja, salas de pintura italiana y os sentéis delante del cuadro de La Anunciación’ de Fra Angélico, aunque no tengáis fe en el dios cristiano, aunque penséis que la Edad Media fue un periodo oscuro (que no lo fue) en el que los frailes sólo se dedicaban a quemar herejes (también esto es falso), tomaros la molestia de mirar e interpretar cada gesto de las figuras que aparecen pintadas en la tabla y meditad sobre el fracaso, sobre el futuro y sobre vosotros mismos… Os aseguro que será un camino mucho más sencillo que leer interminables textos en inglés sobre lo importante que es crecer sin mirar nunca hacia atrás, sin trascender, sin ser...

'Anunciación' Fra Angélico (hacia 1425)
Oro y temple sobre tabla
194 x 194 cms
Museo Nacional de Prado (Madrid)

Leed mucho y pensad por vosotros mismos.
M.

viernes, 23 de agosto de 2024

A la caza del perro asesino...

Estoy sola frente al mundo de imbéciles que nos rodea, prefiero empezar con rotundidad para dejar todo clarito desde el principio. Sólo hay esperpentos humanos pululando por las calles. En invierno se nota menos, porque hay más recogimiento hogareño, pero en verano, espantajos de todo tipo salen a las calles y hay que andar muy atento a las señales, que son muchas, pero no siempre evidentes.

Sólo voy a tratar dos de estas señales, una de ellas es la descripción de una situación real que he vivido en la playa y otra, una bienal de arte moderno.

Hay algo en España tremendamente extraño, los que cumplen las normas son los perseguidos, y los que se acogen al discurso vacío mientras hacen lo que les da la gana son los verdaderos héroes de la película. Enlazaré mi reflexión respecto a esta primera performance propia con la segunda de las señales de absoluto espantajismo planetario.

Imaginad que estáis en una playa del norte de España, no tan transitada como las de Levante, y que en la entrada hay un cartel en el que indica en cinco idiomas que los perros están prohibidos a partir de las nueve de la mañana, y que deben ir siempre atados. Son las diez y hay decenas de perros (algunos grandes y peligrosos) y ninguno atado. Alguien como yo, que vive en el interior y que gusta de pasear temprano por la playa, se ve rodeada de animales vetados y lo hace saber a sus dueños. Estos se unen, tienen fuerza, en ese momento pertenecen a una secta de tarados mentales que se creen con el derecho de avasallar a una mujer que pasea en paz y, en vez de coger a sus perros, al menos controlarlos, se unen para proceder a insultarme sin piedad y llenarme de todo tipo de improperios. Juro que sólo dije que eran las diez y que en cualquier caso debían atar a los animales.

Pregunta, si hubiese llamado a la policía... ¿A quién hubiesen dado la razón? Pues a los dueños de los perretes, es obvio. Da igual que haya una ordenanza municipal publicada y carteles por todas partes. La suelta indiscriminada e invasiva de perros es parte de la agenda eco-sostenible y planeta 'friendly' que atenta contra la inteligencia de cualquier persona con dos dedos de frente. 

Soy consciente de que muchos de mis lectores tienen perro y se sienten dolidos con mis comentarios, pero debéis entender que a mí también me gustaría incumplir algunas normas que son absurdas, pero no me dejan, porque hay paquetes de acciones subversivas que están penados por la sociedad y otros no, lo que no deja de ser ridículo. No puedo evitar tener una cierta sensación de avasallamiento eco-sostenible y resiliente, y de formar parte de un plan perverso al que no acabo de encontrar sentido.

Frases como 'los perros son más listos que los humanos', 'al que no le gustan los perros, le falta sensibilidad'..., me reafirman en mi machacona idea de que vamos hacia el abismo. El ser humano ha enviado cohetes al espacio, el perro no. En la Alemania Nazi el bienestar animal era una preocupación de primer orden, al mismo nivel que la eliminación de seres humanos en campos de concentración. Como en toda estrategia sectaria es importante que nos hagan creer que somos cagarruta para que cualquier ser vivo con más de una neurona pueda, en un determinado momento, aplastarnos y neutralizarnos. No creo que los perros lo consigan, pero sí los que nos hacen creer que en los animales está la respuesta a todas nuestras carencias humanas

Todo forma parte de la lucha entre débiles y poderosos. Una guerra ficticia, montada desde el tejado y sin cimiento alguno. Una vez formas parte de los beneficiados por la absurdez, ya eres el esclavo de los que han comenzado la casa por el tejado - tus benefactores - y opresor de las personas de bien, que sólo quieren vivir su vida en paz. El discurso perrunil va parejo al ecologismo más ridículo. El mantra es que estamos acabando con el planeta, claro, llevamos en ello desde que el hombre se hizo sedentario, comenzó a talar árboles para cultivar las tierras y de paso mató animales para comer. Algo tan obvio, tan de sentido común, ha sido exacerbado hasta límites agobiantes y ridículos. 

Si yo voy a trabajar en trasporte público y no contamino, el premio que recibo por parte del Estado es tardar el doble en llegar y pasar un calor de muerte oliendo a sobaco ajeno. Si decido adoptar un gato, me dan 125 euros libres de impuestos, sólo tengo que ir a una guarida de gatos y llevarme uno. Luego lo puedo tirar a un pozo.

Como siempre digo, hay algo que se me escapa, algo en este novelón de misterio cutre que es el escenario teatral de nuestras vidas. Una pena, pero así es. Lo insustancial permanece y lo importante se desvanece.

Por ello, cuando hay que colocar en el mapa artístico una bienal de arte que no conoce ni dios, es imprescindible cocinar la estrategia de marketing con los ingredientes del ecologismo y que las especias sean las habituales, el feminismo y el colonialismo (español, es el único denunciable, los otros no, repartían estampitas de Santa Teresita y abanicaban a los indios cuando hacía calor). Por centrarnos, estoy hablando de la Bienal del Whitney Museum de Nueva York, ya no os da tiempo a ir, pero no sufráis, no os habéis perdido nada, ha sido - literalmente - el vómito de una vaca moribunda con efluvios de radioactividad asesina. 

El vídeo que ilustra la puesta en escena de esta bienal, incluye todos los puntos del guion eco-sostenible y progresista imprescindible para que haya víctimas que acudan al museo. De otra forma, dada la poca calidad de las obras, no irían ni los familiares de los artistas, del puro sonrojo que sentirían al ver semejantes rastrojos colgados de las paredes. Perdón, rectifico, no hay nada que colgar, la mayoría de las obras son vídeos denuncia (imposible reproducirlos en casa continuamente, o acabas ingresado en un loquero) o grandes trozos de materiales colocados sin orden ni concierto con el objetivo de dejarnos claro que no tenemos remedio, que estamos acabando con nosotros mismos y el planeta. Señor bendito, es obvio. ¡Qué cansinos!


Gbenga Komolafe and Tee Park (they/them/he/him/she/her; she/her)
Film
Komolafe: born 2000 in Port-Harcourt, Nigeria
Park: born 1999 in Seoul, South Korea
Live in Los Angeles, CA

Tres reflexiones que por obvias, me da hasta vergüenza escribirlas.

1.- ¿Dónde está la obra de arte? Apagas el reproductor y... ¿Qué pasa entonces? Porque si esto es arte, cualquier vídeo de YouTube - el que sea - también lo es. Es denuncia, manifestación de las propias ideas, propaganda..., pero no es arte. ¿Quién es el artista? ¿El que escribe el guion? ¿El que filma y edita el contenido? ¿El que se disfraza de oprimido para encogernos el corazón ante tanta deshumanización como consentimos? 

2.- En la historia del progreso de los pueblos hay una persona a la que tengo especial afecto, León Trotsky (lo digo en serio). Fue un revolucionario comprometido, se creía todo lo que decía, en su cabeza imaginaba una sociedad igualitaria, mejor, más justa. Se refugió en México porque Stalin le seguía los pasos para liquidarlo (algo que finalmente consiguió), con el objetivo de pensar, de escribir, de afear la conducta de la humanidad perversa. No hizo otra cosa, algo que me llama muchísimo la atención, siendo esta la pauta que siguen muchos iluminados que imitan a este ilustre personaje. Jamás visitó a un pobre, no plantó ni un tomate para su propia subsistencia, sólo pensó y dejó escritas sus ideas para la posteridad. Esto es - punto por punto - el modus operandi que siguen los artistas de la generación woke, sólo nos alumbran desde el Olimpo - con menos bagaje cultural que Trotsky - con sus pensamientos, pero la lucha a pecho descubierto la dejan para otros. 

3.- Francia, que cree que su Revolución sirvió para algo, y Estados Unidos, que quiere mantener su liderazgo cultural como sea, pelean a brazo partido para aparecer en la foto como los faros de la humanidad hacia el progreso. ¡Dios! Ambos se han lanzado a una guerra por el control de la idiotez eco-sostenible+LGTB+Pet Friendly+feminista+bla bla bla, que da hasta miedo. ¿Qué pensarían Velázquez y Tiziano de estas manifestaciones de arte? El Bosco directamente las quemaría, porque estaba obsesionado con el fuego. 

No toméis a broma lo que digo, porque lo que estamos viviendo es perverso, retorcido y sin punto de fuga. Si pensáis que exagero, sólo tenéis que haceros una pregunta... ¿Qué preferiríais tener en casa, el fresco de la Última Cena de Leonardo - ridiculizado en los Juegos Olímpicos de París 2024 - o cualquiera de los rastrojos de la Bienal del Whitney Museum de Nueva York? Es más, si os lanzaseis a vender la obra, por el rastrojo no os darían nada, por el fresco sí. Por lo que - incluso en términos utilitaristas - nos estamos descapitalizando a manos llenas.

Lo último que me planteo es... ¿Qué quedará de nuestro mundo dentro de cien años? ¿Dónde se guardará tanta obra de arte desnuda de contenido, tanta idea absurda, tanta irreverencia?

Leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones.
M.







domingo, 14 de julio de 2024

España VS. Inglaterra... Una historia plagada de desencuentros.

Nunca veo la televisión, y cuando digo nunca, es nunca. Si me siento delante de la tablet o el ordenador es para ver alguna serie, aunque tampoco soy muy adicta a esto, la mayoría me aburren por estar plagadas de Cultura Woke e ideario protestante. Lo huelo a la legua.

Pero justamente hoy, tomando una cerveza en un lugar típicamente español, con camarero gordo al otro lado, aperitivos en la barra y televisión colgada en la pared, he sido testigo de la emisión en Televisión Española de un reportaje sobre la rivalidad España-Inglaterra, que me ha dejado turulata.

No es noticia, es imposible sustraerse por otra parte a la estulticia futbolera, que España se enfrenta a Inglaterra en la final de la Eurocopa 2024. Por ello la televisión pública ha considerado que venía al pelo sacar a la palestra los valores patrióticos y hacer un repaso de las veces que hemos ganado/perdido contra ellos.

Podrían habérselo ahorrado, porque desde la mal llamada Guerra Independencia Española, hemos perdido en todas las batallas, al menos en las importantes.

Para ocultar semejante obviedad, al menos para mí, han sacado a relucir grandes triunfos de España en el fútbol, en Eurovisión (¡Ojo que a mi me encanta!), en disciplinas deportivas varias y en otros eventos a cual más chusquero y falto de contenido intelectual.

Bien, pues poco más queda por decir. Nos han reducido a imbéciles funcionales, a personas que se sienten orgullosas de cosas que no dejarán impronta alguna en el futuro de la humanidad. Preocupante es el hecho de que nuestras élites desmembren España, oculten intencionadamente nuestro pasado glorioso por el bien del progreso, pero pretendan que nos sintamos orgullosos porque casi ganamos Eurovisión hace dos años.

Lo sé, estoy sola en esto. 

Me gustaría que España, con una lengua universal y habiendo cambiado la historia de la humanidad, tuviera universidades punteras, intelectuales respetados y lanzara cohetes al espacio, eso es el progresismo, no tirar el dinero lanzando proclamas vacías (esto vale para todas las ideologías de nuestras élites). Por el contrario tenemos intelectuales y mandatarios que palidecen cuando daneses o suecos dicen soflamas contra España, esas naciones de nueva planta xenófobas, cuadriculadas y con lenguas muertas. Eso, porque - por alguna razón que tras años trabajando en una gran empresa aun se me escapa - no sabemos premiar el talento. Los listos se van, los mediocres crean leyes y normas para que todo se vuelva más estricto, más irrespirable, menos espiritual.

Podrían haber repasado otras grandes gestas en las que España ha aplastado a Inglaterra, a sus mentiras y a su imperialismo sin alma, a su racismo. Pero eso no entra en sus planes, lo nuestro es lo chusquero, lo inconsistente. Aunque me duela meter en este saco a Eurovisión.

En la idea del progreso siempre se engloba la visión utilitarista de las emociones. En este sentido, y para que no quede nada al azar, alimentan nuestras almas con emociones vacuas. Todo forma parte de la misma tendencia esquizoide hacia sabe dios dónde.

Dejo aquí mi reflexión, horas antes del comienzo del partido.
Que gane el peor.
M.

sábado, 13 de julio de 2024

El siglo XXI y su visión del colonialismo.

No somos conscientes de la importancia de la telenovela como motor para el desarrollo de tramas. Nos hacen gracia los giros absurdos en el argumento de determinadas producciones, un varón de nombre rocambolesco, muere en un accidente de avión, su patrimonio se reparte y sus cenizas se esparcen al viento. Después de 521 episodios aparece montado en una lancha y se persona en una fiesta al borde del mar donde se congregan sus peores enemigos del pasado y su viuda, que ya está con otro hombre, pero da igual, porque pese a que fue ella quien manipuló los frenos del avión para que pereciera volatilizado en el aire, sigue enamorada de él.

Estas ideas me rondaban la cabeza cuando asistí a la inauguración de la exposición ‘La memoria colonial en las colecciones Thyssen-Bornemisza’, cuya idea germinal tuvo que estar inspirada en alguna telenovela venezolana de 6954211 episodios. De otra forma no se puede entender. Esparce desconocimiento y sectarismo de principio a fin, un museo nacional no puede prestarse a organizar una exposición DE ARTE en la que las obras se exhiben sin hilo conductor, por más que diga el director, Guillermo Solana, que aborda 'el papel de los museos y las obras que albergan en el contexto de la creación y legitimación del relato eurocéntrico, poniendo de relieve las consecuencias del colonialismo iniciado en siglo XVI y su presencia en la iconografía occidental a través de imágenes idílicas y exotizantes que enmascaran la desigualdad y la violencia colonial'. ¡Ay, señor!

Los museos son eurocéntricos porque se inventaron en Europa, y – contrariamente a lo que afirma el director – fue con el fin de acercar el arte a todos los ciudadanos por lo que abrieron sus puertas. Antes de este invento, sólo los poderosos tenían colecciones de arte guardadas en sus casitas para su uso y disfrute.

En este mismo artículo afirma que esta exposición no se ha gestado en un día, quizás en una sola jornada no, pero como mucho en un par de meses, porque los cuadros – todos de la propia colección del museo – se han movido de una sala a otra. No se han traído obras de otras colecciones, esto último sí conlleva un esfuerzo logístico y monetario, no es el caso, más cuando – como ya he dicho – no existe hilo argumental alguno, sólo la pátina de una estrategia de telenovela en la que se va innovando sobre la marcha, por rocambolesco que sea el resultado, como es el caso.

Adelanto ya que, excepto cuatro iluminados, los visitantes de la exposición estaban estupefactos ante tanto batiburrillo descafeinado. Los entusiastas, claro está, son los que viven de la mamandurria y de repetir el discurso machacón de la crueldad del hombre blanco. Quiero afirmar rotundamente – reiterar más bien - que en España no ha habido racismo nunca. El racismo moderno, un invento anglosajón que hemos asimilado viendo películas y dejándonos arrollar por su cultura, es el que ha despertado un tipo de sentimientos y actitudes que para nosotros era desconocidas hasta hace relativamente poco tiempo.

Toda persona normal que paseaba por las salas reflejaba en su cara el estupor que le causaba la lectura de las cartelas, la colocación de los cuadros y la mezcla de obras de hace siglos con creaciones modernas de dudosa calidad artística, sólo con contenido ideológico, esto último - que me disculpe el Thyssen – no es arte.

En el primer panel explicativo leemos que los europeos llegaron a América a imponer el capitalismo. Me cuesta muchísimo disculpar este desliz. El concepto de ‘capitalismo’ no se conocía en los siglos XVI y XVII. Colón y los que le siguieron, españoles, ingleses, franceses…, no eran capitalistas. Eran unos pobres desesperados que se metían en un barco en busca de fortuna, porque – en la mayoría de los casos - no tenían dónde caerse muertos, y llevaron allí lo que ellos conocían, su concepto de la sociedad. Su viaje en barco no les daba derecho a camarote individual con luz eléctrica para leer tratados sobre el papel del hombre en el Nuevo Mundo. Eran analfabetos, brutos, ávaros, despiadados, crueles…, pero no eran racistas ni capitalistas.

La consolidación de las ideas protestantes en el norte de Europa dio lugar a decenas de corrientes religiosas con diferentes perspectivas, no sólo sobre la propia doctrina cristiana, también sobre la relación del hombre blanco con otras culturas. Hay – por tanto - cientos de tipologías de colonialismo, a esto hay que añadir el propio tamaño del mundo colonial. No hay que ser muy avispado para intuir que el sistema de gobierno del Virreinato de Perú no se parecía al que impusieron los holandeses en Nueva Ámsterdam en 1626. Para el comisario de la exposición todo es igual, es simplemente ‘colonialismo’.

El término ‘colonia’ es también muy ajeno a la Corona de Castilla. Para los Austrias todos los ciudadanos del Imperio Español eran exactamente iguales (al menos en el papel). No sabían que existía esta palabra, no aparece ni una vez en los documentos concernientes al tema que se dictaron en los siglos XVI y XVII. Los Borbones cambiaron el concepto y la concepción social de lo que en América había. Nos mezcla el Thyssen con corrientes protestantes totalmente ajenas al mundo hispánico. Decía la guía que nos acompañaba en el recorrido, en un ejercicio de autocrítica, que la colección es de un protestante y que se concibe con estas ideas. Me parece bien, pero, si tal es el caso, deberían advertirlo desde el principio para – al menos – tener una fina hebra conductora.

Las razas es otro tema delirante. Supongamos que no supiéramos nada de cómo se reparten los humanos por los distintos continentes y que, como primera aproximación, nos sirviésemos de las ideas de esta exposición. Al salir estaríamos convencidos que todos los humanos llevan mezclados desde hace milenos por los cinco continentes. Para el museo no existe diferencia entre negros, chinos, blancos, malayos, indios sioux, gitanos, árabes…, todos se entremezclan en las salas como si de un gran magma primigenio se tratase. Un gitano de Sevilla es igual que un negro de Jamaica, una mujer de un harén turco es igual que una nativa de la Polinesia. Las ideas de igualdad racial están falseando la historia de forma alarmante.

Muy ligada al imaginario protestante está la figura de los viajeros imbuidos de superioridad moral deambulando por otros mundos. Uno de estos tipos tiene protagonismo en la muestra, se trata de Franzs Jansz, pintor neerlandés que hizo las américas en busca de inspiración creando un imaginario particular. Como no podía ser de otra manera ha sido incluido en el caldo primigenio de la exposición. Porque – de nuevo – por muy xenófobo que fuese, loco, pervertido o sabe dios, no responde – ni él, ni muchos otros como él – al prototipo de hombre blanco que viajaba con el único objetivo de hacer dinerito y esparcir el capitalismo más desalmado, hubo diferentes motivaciones, no todas eran explotar a los nativos para hacer dinero.

Frans Jansz. Post
Óleo sobre lienzo. 79,8 x 111,4 cm
© Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid


Si Felipe IV resucitara, él y su brutal colección de arte, que todavía hoy da de comer a muchos madrileños, serían puestos en entredicho de acuerdo con las ideas que todo lo impregnan, sin ton ni son, sin criterio, con una vacuidad inquietante. Su colección sería – en vez de un elemento inspirador – un símbolo de la opresión de los españoles en América. Y como consecuencia, habría que quemar los cuadros de Rafael, de Guido Reni, de Claudio de Lorena…, de Velázquez.

Hay parcelas para la reflexión y la denuncia. Hay otras que deben dejarse tranquilas, el arte – como elemento material – no vale nada, es un trozo de madera o de lienzo lleno de barnices, un trozo de madera o mármol con formas variadas, pero su efecto en el alma de las personas es tan profundo, que agitarlo continuamente sólo conduce a desenfocar su objetivo y a despojar de dignidad a los seres humanos que lo concibieron.

Todo será barrido por el viento.
Leed mucho y sacad vuestras propias conclusiones.
M.

martes, 25 de junio de 2024

Otros caminos.

Pese a ser una bloguera de pacotilla y un verso suelto en prácticamente todo, remuevo sentimientos entre mis seguidores. Tras escribir a corazón abierto lo que pienso sobre el fútbol, he provocado un huracán de reacciones y un rechazo inesperado. Mis propios familiares han criticado ferozmente mi visión directa y sincera sobre el tema. Es obvio que en un diario deportivo no me van a contratar, pero pensé - inocentemente - que alguien compartiría algo de mi furibundo rechazo, me equivoqué.

Esto me lleva a una conclusión obvia, no debo apartarme de la literatura y el arte, como de este tema casi nadie sabe nada, puedo hasta inventarme cosas. No lo hago, pero podría, porque aquí despierto admiración en aquellos que me leen. La sinceridad no se valora lo suficiente y no despierta debate alguno, lo sé, pero no escarmiento.

Hoy, por tanto, hablaré de dos escritores y sus libros y - de paso - daré alguna pincelada sobre la exposición de Rosario de Velasco en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Si no os interesan estos temas, podéis encender la televisión y ver un partidito de fútbol, hay todos los días a todas horas.

Como ya comenté aquí, a principios de mayo viajé a Sicilia, Italia me genera una explosión de sentimientos, me abraza y me inspira, me hace mirar a los bárbaros del norte de Europa con desprecio y altivez, me llena de asombro y me invita a leer y a comprender el mundo desde su historia, que nos ha modelado a todos y cada uno de nosotros. 

Somos tan parecidos a los italianos, tanto, que manifiestan hacia nosotros ninguna animadversión pese al tiempo que estuvimos allí, en el Ducado de Milán, en Sicilia y en Nápoles. A los austriacos y a los franceses, por el contrario, los odian con todas sus fuerzas, especialmente a los primeros. 

Otro apunte más, cuando se estudia la historia de la Península Ibérica, se describe a los musulmanes, a los fenicios, a los propios godos y a otros pueblos como invasores. Pero al hablar de Roma, nos parece un hecho totalmente lógico que cuatro de los emperadores más importantes nacieran en Hispania, como parte de un proceso natural y lógico. No tenemos la sensación de que invadieran la península (que lo hicieron), ni que sometieran con bastante violencia a muchos pueblos, condenando a sus miembros a la esclavitud y al destierro. Hay un lazo que nos une, es sutil, pero está ahí.

Esta hermandad es muy patente en Sicilia y, por extensión, ha influido en los escritores que en ella han nacido. Leonardo Sciascia (1921-1989) es el ejemplo más evidente de esto, gran conocedor de España y del Quijote, en sus impresiones sobre ambos países describió con gran agudeza este sentimiento de inferioridad, de caos y individualismo estéril que nos caracteriza. No es muy conocido aquí y es una pena, porque escribe maravillosamente. Algunas de sus novelas policiacas están un poco pasadas de moda, pero no por su prosa, más bien por los métodos policiales que describe, ampliamente superados por el avance científico en este particular.

Leonardo, como la gran mayoría de escritores sicilianos de su época, fue militante del Partido Comunista Italiano, defensor de los oprimidos, crítico con la Iglesia y sus miembros, y - por extensión - con la Mafia, que consentía y ampliaba sus privilegios centenarios, entre otros agravios. No fue hasta muy avanzado el siglo XX, cuando sacerdotes y obispos se atrevieron a denunciar abiertamente su métodos y su violencia. No obstante, no puede dejar de incluir en sus libros a algún sacerdote modesto y con fe verdadera que observa con espíritu crítico y desde la absoluta impotencia como los corruptos y los malos se hacen con el control de todo. 

En esos días de viaje por la isla leí 'Todo Modo', una novela que sólo puede contextualizarse tras observar la vida siciliana durante un tiempo. Os la recomiendo porque ofrece un relato cerrado pero certero de la miseria que esconde la política y las intenciones de los que a ella se dedican. Ante las embestidas del mal sólo hay dos opciones, acabar muerto o huir cuando aun se está a tiempo.

Como el viaje fue en grupo, no pude perderme sin rumbo ni concierto por las ciudades. Igual que hay personas a las que les gusta perderse por la selva para ver si aparece una oruga, o se cuelgan de un árbol para que les pique una libélula asesina, a mi me encanta patear las ciudades, caminar y caminar, entrar a sitios raros y dedicar horas a visitar museos. En Sicilia esto último es complicado porque su patrimonio histórico ha sido expoliado concienzudamente y - excepto los templos que son difíciles de mover - no queda nada. Afortunadamente en Palermo pude perderme un par de horas, tomarme una granita y comprar un libro de otro siciliano, Andrea Camilleri (1925-2019), este escritor sí es muy conocido en España, prácticamente toda su obra ha sido traducida. Como no hablo italiano, tuve que comprar 'El rey campesino' en español


Camilleri fue - veis que es una constante - gran conocedor de la literatura española y militante del Partido Comunista en su juventud. Su homenaje a Manuel Vázquez Montalbán cristalizó en las novelas del Comisario Montalbano. Los libros son muy buenos, pero indudablemente el caos y el atraso del sur vende muchísimo en los civilizados países del norte de Europa. Les encanta explotar esta idea, casi tanto como venir a cocerse como cangrejos a la playa y hacer el ridículo coreando canciones de Abba en karaokes de quinta categoría. 

No hablaré de Montalbano, pero sí de 'El rey campesino'. Hay épocas de la historia de Sicilia que son apasionantes, la más alucinante es la de los Normandos, de la que ya hablé, otra es el reinando de Alfonso V el Magnánimo y la tercera - para mí - es el impacto que tuvo en la isla el cambio de dinastía en la Corona Española (comienzos del siglo XVIII). Esta novela trata esta época, aunque hay que bucear entre líneas porque, como he leído en las críticas que se hacen a la novela, la trama empieza muy bien, es divertida y ácida, pero se desinfla al pasar las páginas, convirtiéndose en un batiburrillo de personajes que no pintan nada y cuya aparición sólo se justifica como azote de poderosos y víctimas de los desmanes de la Iglesia, pero sin un argumento que genere interés y que permita dibujar a los protagonistas en el contexto histórico que justifique sus acciones.

Un escritor famoso, con proyección internacional, se ve obligado a publicar y publicar, como consecuencia de algún contrato leonino por el que debe sacar a la luz un número mínimo de libros al año. Esta novela creo que es producto de esta circunstancia. Camilleri es capaz de escribir sin ton ni son, de llenar páginas y páginas, porque tiene un don que pocas personas poseen, el de jugar con las palabras y combinarlas de infinitas maneras para poder componer un mosaico que - aunque poco consistente - no deja de tener interés.

Cada vez que describe a un sacerdote o a un noble español, nos ofrece una caricatura exagerada de avaricia, impotencia sexual, estupidez y cortedad de miras. Tampoco creo que pudieran actuar de otra manera, porque los sicilianos de la época no parece que fueran un prototipo de sofisticación. Pero el poderoso/rico siempre es malo para un comunista, el causante de todos los males, el germen mismo de la desigualdad. Es muy fácil dar forma a una novela si eres un virtuoso de la palabra y explotas esta idea que compra casi todo el mundo.

Si nos guiamos por las ideas de Karl Marx, la casa debe comenzarse por el tejado, no hay que preocuparse por los cimientos. Es tan difícil - una vez significado políticamente - abandonar el proselitismo, que debe resultar casi imposible lograr escribir un relato constructivo de la historia de Sicilia. Tengo la impresión de que sólo hay una capa de ideas que sobrevuelan - el tejado - sin que necesariamente tengan mucha consistencia -  los cimientos -.

Hay que comer, y para eso es conveniente repetir los mantras del progresismo. Por eso, una pintora talentosa y transgresora ha sido relegada al olvido, porque ella militó en el otro bando, el de los afines a la dictadura fascista de Franco. Gracias a la obstinación de algunos familiares, su obra ha sido rescatada y se puede ver (una parte) en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid hasta septiembre de 2024. Os pido que vayáis a contemplar los cuadros de Rosario de Velasco, la fuerza de una mujer (en este caso, como fue creyente, el sexo no inclina la balanza a su favor) que expresó de forma honesta sentimientos sencillos pero poderosos, que se dejó influir - para darles forma - en Sandro Botticelli y en Piero della Francesca, pintores que aun nos conmueven, que nos alejan de ideologías y de perjuicios, que nos evitan el tormento de tener que mirar más allá del cuadro para poder entenderlo todo.

Rosario de Velasco
Óleo sobre lienzo, 164 x 167,5 cm
Museo de Bellas Artes de Valencia

Leed mucho,
M.

jueves, 20 de junio de 2024

Fútbol, asco puro.

De todos los inventos lúdicos concebidos por el hombre blanco, el peor sin duda alguna es el fútbol. Sólo expande incultura, xenofobia y violencia. 


Cuando hay una final de algún campeonato, acuden como moscas con las bufandas de su equipo, todos ellos con sus hijos, a los que no enseñan a leer, a cultivar su capacidades intelectuales e incluso deportivas… No, no, sólo les enseñan a seguir a un rebaño de imbéciles que se transforman en bestias mirando como veintidós tatuados con aspecto de mono van detrás de una pelota.

Lo sé, la crítica es demoledora. Pero es lo que siento, y creé este blog para expresar lo que opino sobre las cosas que me rodean. El fútbol me parece una señal clara de que nos vamos a extinguir, porque no hemos logrado superar la barrera que nos hace diferentes a los animales. A un animal no se le hubiera ocurrido inventar algo tan vil y cutre.

En 2014 escribí aquí sobre este tema siguiendo – claro está – la misma línea de pensamiento. Por aquel entonces yo colaboraba en una publicación on-line y en una emisora de radio. Tal fue el revuelo que se montó a causa de mi denuncia sobre la abominación del fútbol, que dedicamos un programa entero de la radio a escuchar a los oyentes. Fue en ese momento donde - lejos de suavizar mis opiniones – me di cuenta de que tenía toda la razón del mundo, NADIE, ABSOLUTAMENTE NADIE fue capaz de aportar nada aprovechable al debate, lo único que hicieron fue insultarme y llamarme insatisfecha sexual.

Sentirse ofendido por la opinión de una mujer, que casi no tiene ninguna relevancia mediática, es síntoma de que una enfermedad muy grave corroe las mentes de los humanos, la enfermedad de la hiper abundancia, de la vacuidad y de no saber por dónde nos viene el aire.

Pena, penita, pena… Triste destino el nuestro.

Uno de los objetivos de este blog es poner en valor la espiritualidad humana, resaltando la importancia de determinados hechos históricos que han sido sepultados en el olvido por bien del progreso. Hemos avanzado mucho, sí, pero no tanto como creemos, y avanzar no siempre es bueno, no – al menos – en determinadas facetas del ser humano. Estoy convencida que en muchos aspectos hemos retrocedido.

Estoy acostumbrada a que la gente me tome por una locuela, me importa un bledo. Es mejor ser un verso suelto, que un tarugo que cree estar siempre avanzando y progresando. Todos los discursos de los políticos versan – precisamente – sobre el progresismo… ¿Qué es eso? ¿Alguien puede definirlo con precisión? Yo sí, es la línea ascendente que nos conduce al lugar adecuado, donde hay que estar. En este momento, inevitablemente, me viene a la cabeza el cuadro de Joaquim Patinir, ‘El paso de la laguna Estigia’ que se conserva en el Museo del Prado. El alma humana, guiada por Caronte, debe elegir entre lo que aparentemente es bueno, pero que conduce directamente al infierno, y el cielo. No hace falta decir que, cegado por la vacuidad de lo evidente, la figura de la barca acaba en el infierno. Este acompañante de Caronte somos cada uno de nosotros.

Estamos convencidos de que – sólo por vivir en 2024 – somos mejores, más libres, más formados, más solidarios… Bla, bla, bla… Todo hueco.

En ese discurso de solidaridad ridícula, se encuadra - ¿Cómo no? – el fútbol. Analicemos cada uno de los engaños por separado.

+ Cada partido, especialmente al comienzo, es un alegato contra la xenofobia. Mayor hipocresía no puede existir, el fútbol se ha usado para despertar las pasiones más violentas, al menos en las últimas décadas. Astutamente, manipulando a los beodos que compran camisetas como chicles, se les ha dicho que – por ejemplo – el Barcelona es más que un club, o que el Real Madrid es una leyenda.

+ Es imprescindible, cuando los hombres – por la razón que sea - generan cierto individualismo o sentimiento desbocado, atarlo en corto y aplicar los dictados del progreso/ciencia. El fútbol no podía ser una excepción. Todo este circo está aupado por increíbles artilugios técnicos, como una cámara que dice si un gol vale o no vale, o si un jugador está en una posición adecuada para que el partido pueda seguir. Se trata de maximizar resultados, no sentimientos. Hasta donde yo sé, en los partidos de alta tensión, los jugadores se dan de hostias hasta en el carné de identidad (perdón por la expresión), pero esto la cámara no lo desvela. The show must go on.

+ España, un país con historia, con una lengua universal, pretende pasar a la historia como una potencia en fútbol. Sobre esto debéis meditar mucho, yo lo hago y no saco nada en claro.

+ De los jugadores, unos monos tatuados, no voy a hablar.

+ Sé que los grandes clubs tienen escuelas de fútbol en países pobres, donde aportan un rayo de luz a niños que no tienen nada. Pero nada más falso, más impostado. Es toda una estrategia de marketing perfectamente orquestada para – volviendo al cuadro de Patinir – adornar la puerta de entrada al infierno de la hipocresía. Un porcentaje mínimo de esos niños logra dar el salto al primer mundo, y – cuando cumplen años – pasan al saco del olvido, de los pobres, sin más.

+ Por último, y no menos relevante, está el asunto del feminismo. Aquí tengo que morderme la lengua mucho, porque tengo la sensación, cuando se sacan a la palestra los valores de la igualdad, que soy verdaderamente un bicho rarísimo que vive en otro planeta y escucha con desconsuelo una sarta de gilipolleces totalmente ridículas. El fútbol es un deporte de hombres, se inventó para los hombres y por eso carece de fundamento. Si lo hubiésemos inventado nosotras sería mucho mejor. ¡Qué manía de emular a los hombres como estrategia de emancipación!

Dicho esto, enlazamos un partido con otro. Acabó la Liga, siguió la Champions (término vulgar donde los haya) y continuamos ¡para bingo! con la Eurocopa. ¡Viva España! Necesito saber el secreto de este misterio insondable, asistimos impasibles a las embestidas de determinados grupos/partidos para destruir este país, sin hacer nada, sin movilización alguna por parte de nadie. Pero… ¡ACABÁRAMOS! El fútbol es harina de otro costal, para esto se puede sacar la banderita. Se puede escuchar con embeleso a creadores de opinión que no saben ni hablar y menos leer, me refiero a los futbolistas y equipos técnicos… ¡Si se puede! ¡Venga España! ¡Vamooossss!

¡Qué dios – si existe – nos ampare a todos!

Escribo sobre esto porque es tal el asco que me da, que sin darme cuenta escribo de forma compulsiva. Dar forma a mis otros artículos me lleva tiempo, esto lo he escrito en quince minutos escasos.

No veáis el fútbol y leed mucho.
M.

domingo, 9 de junio de 2024

Murakami y la mediocridad.

Cuando comencé a dar forma a este blog hablé sobre la novela 'Tokio Blues' de Haruki Murakami, afirmé, en mi ignorancia, que no merecía el Premio Nobel. ¡Vaya imbécil soy! Lo merece más que nadie.

Desde esa introducción al mundo murakamiano, he ido profundizando más y más en su universo de la mano de otros títulos como 'La muerte del comendador' (de la que hablé aquí), '1Q84', 'Kafka en la orilla', 'Los años de peregrinación del chico sin color' y 'Crónica del pájaro que da vuelta al mundo', que acabo de concluir. 

'Crónica del pájaro que da vuelta al mundo', según los críticos, es su mejor obra. No puedo valorarlo porque - al ser el japonés un idioma tan diferente al nuestro - gran parte del mérito de su versión en castellano es la del propio traductor, y en eso sí que noto diferencias de bulto. Puedo afirmar que este libro es mejor que otros, pero tengo el convencimiento de que lo que subyace en mi percepción es la labor de traducción. Esta novela está magníficamente traducida por Lourdes Porta.

'Crónica del pájaro que da vuelta al mundo'
Edición Japonesa 1994.

Es complicado despertar nuestro interés en una sociedad que - dejando de lado los mundos ilusorios paralelos que describe - está tan alejada de la nuestra en todos y cada uno de los aspectos que podamos llegar a valorar. Por eso, el uso adecuado de palabras en español es fundamental para acercarnos mínimamente a las vidas de unos personajes que aparecen perdidos en Japón, en este conjunto de islas aisladas por voluntad propia a lo largo de la historia que, cuando han buscado lazos con el continente, sólo han esparcido muerte y - sobre todo - incomprensión.

Durante siglos Japón compuso una sociedad tan inexpugnable para el resto del planeta que - incluso hoy - no estamos en condiciones de valorar su impacto para poder - ya el el siglo XXI - juzgar con ecuanimidad sus razones para invadir una parte de China, y crear Manchuria unos años antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial (IIGM). 

Asumiendo que la historia la escriben los vencedores y que - como he comentado - no entendemos a los japoneses, la creación de Manchuria se nos ha enseñado como un acto de imperialismo sin sentido, en el que unos locos fanáticos se empeñaron en dar forma a un concepto de estado que hacía aguas por todas partes. Sin dejar de ser cierto, no me parece que este enfoque sea del todo acertado. La razón es de lo más simple, todos los países se han formado así, en unos la invasión cuajó y en otros, no. 

Hay muchos otros episodios de la historia que se justifican y se matizan, siendo mucho más terribles que los que pudieron suceder en Manchuria, esa es la primera reflexión que se desliza de la lectura de 'Crónica del pájaro que da vuelta al mundo', las vidas de jóvenes que se vieron envueltos en una guerra absurda y que - cuando acabó - nadie se molestó en hacer distingos entre ideólogos y hombres arrastrados contra su voluntad. Murakami grita de desesperación ante la barbarie rusa, incomprensible, aplastante, irracional, cuya invasión de Manchuria nadie denunció tras la IIGM. Los japoneses no podían invadir esa parte de China, los rusos, sí.

En un intento de crear un ideario que nos permita avanzar en el progreso de nuestras ideas (frase esta última hueca donde las haya) valoramos el conjunto de los actos de las naciones y sus ejércitos, nos los individuos que los componen. Algo tan arcaico que resulta ser un contrasentido de lo que perseguimos. La modernidad es el camino que busca otorgar protagonismo al hombre, sea como sea, sin meterlo en ningún saco. Por eso, cuando alguien se siente diferente y tiene la fortaleza de avanzar contracorriente, debe - en un determinado momento - meterse en un pozo en busca de respuestas, porque sólo en el silencio, lejos de la maldad y la mediocridad encontrará su propia razón de ser, la solución a muchos de los desafíos a los que se ve expuesto en su día a día.

He aquí la idea que subyace en cada una de las novelas de Murakami, la huida firme y consciente de la mediocridad y la maldad que hay en el mundo. Hay que escapar de las trampas a las que nos llevan las decisiones de hombres y mujeres que son absolutamente idiotas o más malos que el demonio. Cuanto más se acercan los malos a los personajes de estas novelas, más se complican los mundos paralelos, más necesario se hace esconderse en un pozo, ahondar en las vidas de personas que vivieron años atrás, esas que acabaron en un campo de concentración siberiano, jóvenes cuyo único pecado fue tener edad para ir a la guerra, que obedecieron las órdenes de otros mediocres ambiciosos que sólo perseguían su propia gloria, en una espiral que se hacía cada vez más extraña y que no tenía fin. Seguimos igual, por cierto.

Murakami habla de Japón con vergüenza y orgullo al mismo tiempo, y lo hace dejando de lado la idea del progreso lineal y la teoría del bulto. ¿Cómo avanzamos? ¿En qué consiste ese camino recto y ascendente? ¿Podemos desarrollar de verdad nuestra individualidad? ¿Tenemos que subir a un tren conducido por aquellos declaran guerras, provocan hambrunas y ahogan las emociones y los sentimientos? 

La rendición de Japón en 1945 fue tan traumática que el autor no puede evitar mostrar una mezcla de pudor y honor, una añoranza hacia una historia barrida por el viento, porque no quedó nada, todo se perdió para siempre. Nuestro error está - otro mensaje a leer entre líneas - en pensar que todo aquello era malísimo y lo que hay ahora es la pera, que cuando - por ejemplo - Stalin ganó la guerra y los Aliados hicieron la vista gorda a sus trapacerías, era por el bien de la humanidad. 

No puedo dejar de reconocer que los japoneses encerraban una semilla de fanatismo muy peligrosa. Desde principios del siglo XX iniciaron una serie de campañas que condujeron a la muerte a millones de personas en Asia, hicieron la guerra (cruel) por su cuenta. Pero detrás de todos estos actos había personas, seres humanos arrastrados por la crueldad y la cerrazón, que sufrieron - al acabar la guerra - las consecuencias de las decisiones de otros. Porque entonces - igual que ahora - ser un verso suelto tenía terribles consecuencias personales, la decisión más fácil era -  y sigue siendo - obedecer. 

Os animo a leer los libros de Haruki Murakami, os animo a huir a vuestros mundos, a pensar y a buscar la luz de la individualidad entre los sacos de oscuridad en los que quieren convertirnos.

Leed mucho.
M.

martes, 4 de junio de 2024

Rogelio II de Sicilia y la Gala MET 2024.

Roger II (1095-1154) fue rey de Sicilia hace casi mil años. Rogelio, tal es su nombre en castellano, fue el espejo en el que deberían mirarse todos los gobernantes europeos, este monarca fue un ejemplo a seguir en todos los sentidos. Ni un pero se le puede poner. Una suerte que en la lista de reyes del medievo se encuentre este ilustre nombre.

Roger II.
1143
Iglesia de la Martorana (Palermo)

Lo primero que cabe preguntarse respecto a él, es cómo un individuo de raíces vikingas y origen guerrero se convirtió en un rey culto y civilizado. Alguien que dejó para la posteridad rincones tan maravillosos como la Capilla Palatina o la Catedral de Cefalú. Cómo una persona que sólo conocía la guerra y la violencia desde su nacimiento, recondujo su vida hacia la cultura y atrajo a su corte todo tipo de personas con conocimientos sobre astrología, arte, literatura..., sin importar raza o religión. Sexo sí, las mujeres no contaban. Pero eso es ya sabido se acepta y punto, a otra cosa. Lo que pasó hace mil años no se puede cambiar.

A mí se me ocurren dos razones obvias, una que fue producto de su tiempo y cargo. Como además era una monarquía de nuevo cuño, tuvo que esforzarse más, hacer que su joven dinastía eclipsase a otras cuyas raíces se hundían en tiempos más remotos. La segunda es que en el sur de Europa, tras siglos de intercambios más o menos pacíficos, el racismo no existía. La invención de este concepto es única y exclusiva de los puritanos que fueron a América en el Mayflower en 1620 y decidieron que Dios a los indios no los quería. Hasta ese momento, hubo guerras de religión, de poder, de odios y legitimación, pero no hubo racismo tal y como nosotros lo conocemos.

Tampoco había homofobia, Jorge de Antioquía, impulsor de la construcción de Santa Maria dell'Ammiraglio (La Martorana) en Palermo, fue homosexual, lo que no le impidió ser un estrecho colaborador de Roger II, al que tal circunstancia debía importarle un bledo. Porque en el siglo XI, al no haber agua corriente, luz, internet..., estas cosas importaban poco, con aguantar el tirón más allá de los cincuenta, la gente se daba por satisfecha. 

Quinientos años antes de los acontecimientos que estoy narrando, Teodora (501-548), emperatriz de Bizancio, llegó al trono siendo sabido por todos que había ejercido la prostitución desde muy niña, y no hay ni un sólo documento que indique que esto fuese escandaloso o reprobable para nadie.

No hay muchos libros en español que hablen de la historia de los Normandos en Sicilia, el único que conozco es el de John Julius Norwich. No está mal, pero hay que tener precaución con este tipo de escritores ingleses criados bajo las directrices de Oxford. Para ellos, todo lo que está al sur de París es oscuro, una madeja que sólo la luz de los herederos del Mayflower pueden desenmarañar. Está lleno de juicios de valor alumbrados por la ética xenófoba protestante. Pero si os interesa el tema no hay otra cosa, tenéis que leer este ensayo.   


Confieso que cuando leí éste, y otro libro suyo titulado simplemente 'Sicilia', estuve a punto de escribirle y recriminarle su falta de rigor histórico. Ambos libros están llenos de gazapos, omisiones y juicios de valor que un historiador no debe permitirse. 

'El otro gran logro de Constantino - hacer del cristianismo la religión oficial del Imperio Romano  - tuvo el mismo impacto en Sicilia que en el resto de territorios, y la nueva fe ganó adeptos rápidamente' 
'Sicilia. Una breve historia desde los griegos hasta la Cosa Nostra'. El Ático de los Libros. 
 Primera Edición (Marzo 2022). Página 83.

Cualquier persona medianamente leída sabe que esto es falso, Constantino estableció libertad de culto, nada más. Fue Teodosio I (347-395) quien en el año 380, mediante el Edicto de Tesalónica, hizo del cristianismo la religión oficial del Imperio. 

Hay decenas de gazapos como este, omisiones y medias verdades, como otorgar a la monarquía inglesa un poder y una importancia que no tuvo hasta bien entrado el siglo XVI. 

No le he escrito porque murió en 2018 y no habría podido leer mi correo.

Que Norwich escriba sobre Roger II como un personaje de película de sajones y normandos rodada en la década de los cincuenta del siglo XX, que incida más en la salvación milagrosa del rey tras una tempestad como causa y génesis de la Catedral de Cefalú, y tape la increíble herencia cultural de la isla y la inteligencia de sus artífices, es otro ejemplo más de que asimilamos sin pensar todo aquello que viene dictado por la cultura WASP. Este terrible mal que nos aqueja está agravado por la mediocridad de nuestras élites. Que al no leer nada de nada nunca, no pueden protestar antes semejantes atropellos a los que nos vemos sometidos las gentes sensibles.

Otro de los acontecimientos sorprendentes que debe hacernos reflexionar, es que la Capilla Palatina de Palermo fue inscrita como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en 2015... ¡En 2015!... Mmmmmm.... Ommmmm. Pero no por su belleza, no queridos, por su retrato de la convivencia entre distintas culturas y razas. Dios me dé paciencia para aguantar tanta sandez. El progreso es lo que tiene, la línea recta que hemos trazado, que asciende desde un pozo profundo de barbarie (Prehistoria) hasta el momento en el que nos encontramos, donde no paramos de avanzar en el sentido correcto en todos los aspectos y formas, hace que no dejemos de ser unos tontos de la baba, unos anormales funcionales. Sólo me sosiega pensar que la línea recta sobre la que caminamos, se dirige al gran agujero negro súper masivo que hay en la Vía Láctea y que nos engullirá a todos. Ñam, ñam. Así una vez desmaterializados, ya no diremos tantas tonterías. 

Para los hombres de hace mil años, la religión y la raza eran dos temas totalmente superfluos. No había justicia social, al nacer te lanzaban al mundo sin lugar definido, sin misión, sin entretenimiento colectivo, sin redes sociales, ni Estados que lanzasen mensajes sociales huecos, eras - a todas luces - un corcho en medio del océano. Roger/Rogelio sabía de lo efímero de su vida, por muy rey que fuera, y por ello quiso dejar una huella de su paso por aquí, pero si había negros o blancos entre los representados en la Capilla Palatina de Palermo, creedme, no le concedió importancia alguna. 

Que algo como el legado normando de Sicilia haya tenido que esperar hasta 2015 para ser puesto en el mapa, indica que algo enfermizo nos está devorando. La razón que se suele esgrimir para justificar esta tardanza, es que Sicilia no era un lugar seguro por culpa de la mafia. Tampoco lo era Angkor Wat, en medio de la selva y con los Jemeres Rojos merodeando, y lo inscribieron en 1992. No, no hay justificación posible. 

Para la cultura WASP tiene todo el sentido, recordad que hasta que la luz del protestantismo no se encendió en el siglo XVI, todo era oscuridad y tinieblas. Mostrar el legado normando el Sicilia como el resultado de la fe y el avance social de un pueblo engendrado en la barbarie vikinga, que para más inri puso en jaque al Reino Unido (recordad las películas - ya mencionadas - de sajones y normandos), es algo inasumible para esas cabezas huecas y bárbaras. Por eso es mejor inventar algo irrisorio y ridículo.

La luz que nos guía, que nos ilumina desde los rascacielos de Nueva York, que decide que monumentos merece la pena visitar y cuáles no, ha querido que - un año más - nos ceguemos con el glamour de los beodos que asisten a la Gala Met en calidad de espantajos funcionales. Os resumo, cada año a principios de mayo, se celebra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET) una gala a la que asiste gente que debería estar encerrada en un pozo, a ser posible el de la desesperación, a la que se 'obliga' a ir vestida siguiendo un patrón acorde con los enfermos tiempos en los que nos ha tocado vivir. Este año... ¡ATENCIÓN! 'Sleeping Beauties: Reawakening Fashion'... Un tributo a la naturaleza. Rogelio debería levantarse de su tumba en la Catedral de Palermo y liarse a espadazos contra tanto despojo viviente. Contra tanto inculto, contra tanta vacuidad.

¡Uf! Debo tener cuidado. Suelo recibir críticas destructivas en otros medios, incluso llegan a insultarme por gritar mi verdad. Pero entended que me siento sola ante tanto atropello. Nadie se da cuenta de cosas que son absolutamente obvias, cualquiera puede verlo. No hace mucho, en una cena, me invitaron a hacer el brindis inaugural, y no pude reprimir expresar mi odio hacia el cientifismo sin alma que nos rodea, hacia el utilitarismo que sepulta la delicadeza del arte normando durante siglos, esa corriente que escucha los gritos histriónicos de cuatro payasos en las puertas del MET, mientras silencia de forma consciente a las obras de arte que este museo contiene. 

Las obras de arte que contiene el MET son - en gran parte - de la época en la que el Reino Unido era una marisma de miseria e incultura. La reescritura y - obvia - reinvención de su historia va muy pareja con los repositorios cerrados y podridos de los que sacamos nuestras frases huecas, bueno yo no, yo soy una outsider y sólo emito juicios de valor políticamente incorrectos. 

Os estaréis preguntando de qué va este artículo, ni yo misma lo sé, no puedo mentir. Mi objetivo, al comenzar a escribirlo, era poner a Sicilia en el mapa de vuestros pensamientos y lecturas. Dar a conocer una parte de la historia de Europa que es desconocida por culpa de muchos factores, no todos achacables a los WASP. Mi objetivo es siempre destapar el brillo de aquello que está oculto por la estupidez humana. No siempre lo consigo.

Viajad a Sicilia (no en verano, a ser posible) y leed mucho.
M.