miércoles, 12 de octubre de 2016

Los daneses sus locuras y Darío Fo.

Para evitar enredarme en farragosos párrafos, esta vez, voy a entrar directamente en materia.

A Darío Fo se le concedió el Premio Nobel de Literatura en 1997, algo sorprendente si como muestra de su producción literaria leemos 'Hay un rey loco en Dinamarca'. El libro es, simplemente, malo de necesidad. Llegué a pensar que el traductor era muy torpe, pero en una lengua tan parecida al español como es el italiano, tal puntualización se me antojó casi imposible. El libro es malo porque, irremediablemente, está mal escrito. Tan simple como eso. Para darle forma, Fo se sirvió de una mal llamada investigación sobre cuatro supuestos diarios encontrados como por arte de magia – le estaban esperando a él para salir a la luz-, a los que dio forma con un criterio cronológico de lo más previsible. A mí me da que su editor le exigió escribir algo dentro de los compromisos habituales de los escritores, y el ínclito se inventó la criatura. Esa sensación de improvisación superficial no te abandona en ningún momento de la lectura del libro.



A lo largo de la historia, ha habido reyes locos, dementes y veleidosos. Tales hechos carecerían de importancia si - como ahora - a esos personajes se les hubiera despojado de todo poder. Pero desgraciadamente, su simple antojo determinaba (casi siempre para mal), en su día, la vida de millones de súbditos. Este es el caso del Cristian VII de Dinamarca, el rey loco, el protagonista del libro de Fo. Contó con todos los ingredientes y sus especias correspondientes para convertirse en un desequilibrado peligroso: padre putero, huérfano a edad temprana, madrastra cruel, hermanastro ambicioso al acecho, antecedentes familiares de locura, endogamia y un régimen político de moda que consistía en dotar al rey de todo poder, lo que en castellano se conoce como Absolutismo. Mezcla explosiva con mucha enjundia.

Una vez soportados todos los rigores de la estupidez humana consentida y sustentada por cuatro listos apegados al poder, y con la perspectiva del tiempo y de la historia, este tipo de acontecimientos dan un juego que para qué. Mil libros se pueden escribir y sin necesidad de darle a la neurona, porque la realidad supera a la ficción y el hilo conductor lo tienes niquelado. Juzgad por vosotros mismos.

Cristian VII de Dinamarca reinó de 1766 a 1808 periodo en el que Francia e Inglaterra luchaban por la hegemonía europea. El pobre monarca danés andaba muy malamente de la cabeza y su actuación no podía sino acabar mal en el trasfondo de la política y rivalidades europeas. Como ha sucedido siempre con los monarcas, se les casaba a edad temprana con quien más convenía a los intereses del país, por cuestiones meramente estratégicas. Algún iluminado se dio cuenta que Francia era una amenaza real, y casó al entonces príncipe danés con una hermana del futuro rey de Inglaterra, Carolina Matilde de Gran Bretaña.

(Nota, ahora los príncipes y princesas se casan por amor despreciando, así, alegremente una de las razones de peso que les permite disfrutar de una gran influencia).

El matrimonio, oficializado a los 16 años, al principio tuvo su aquel, parecía que se querían y todo. Pero luego el pobre Cristian comenzó a sufrir ataques esquizofrénicos varios, delirios de todo tipo y color, incluso llegó a maltratar a su esposa públicamente.

Como era un incapaz de marca mayor, se buscó un valido, su médico personal, el doctor Johann Friedrich Struensee. El valido resultó un hombre hábil, culto e inteligente, pero que cometió dos errores: darse cuenta que la madrastra del ya rey era una ambiciosa y una bruja mala persona, sin tomar medida alguna -cuando en realidad era ella la que controlaba todos los círculos del poder-, y enamorarse y tener una hija con la reina. Mal, mal, mal. Estas cosas nunca acaban como un cuento de hadas. El pobre Struensee acabó descuartizado (¡Sí! ¡Los daneses, tan, tan civilizados! Ya veis: descuartizaban a gente públicamente en el siglo XIX. Así que cuando un danés os hable de la Inquisición, de la barbarie del sur, de su educación refinada etc., recordadle que ellos hacían estas cosas ya en el umbral de la Revolución Industrial)

Sólo la historia de amor entre la Reina Carolina Matilde y Struensee daría para un libro delicioso de intrigas y emociones a flor de piel. Sin embargo, Fo lo pasa casi por alto, limitándose a recortes de Wikipedia sin ninguna fuerza narrativa.

Posteriormente, en el libro se aborda el acercamiento entre el Rey Loco y su hijo, el futuro Federico VI. Este particular podría orientarse como un enfrentamiento con los remordimientos y odios que ceden en favor de la ternura paterna (yo no hablaría de amor). Pero queda en una mera anécdota.

El libro concluye con Federico VI tomando las riendas del país (no del poder, eso es otro cantar) y desplazando a su hermanastro y a la bruja de su madrastra. Su reinado, como todos, tuvo luces y sombras. Por apoyar a la Francia de Napoleón, Dinamarca tuvo que renunciar a la soberanía sobre Noruega. Esa es una de las sombras.

Todo esto lo he leído en Internet, del libro poco se aprende. Aunque, claro, te mete en la cabeza la necesidad de saber algo más sobre el tema. Los planes educativos españoles hablan poco de nuestra propia historia, de la de Europa muy poco y de la de Dinamarca, nada. Y así sucesivamente.

No obstante como el libro se sigue bien y abre una ventana a una sociedad desconocida, no está mal sentarse y darle una oportunidad. Es que me resisto a no recomendar un libro. O a decir, ¡no leáis! Eso es un sacrilegio.

M.